No sé si es algo de la edad, si tiene que ver con un cierto clima cultural. Escucho boleros. Se escuchan boleros.Los rockeros tocan boleros y lo que era “grasa” hace 10 años de la canción melódica, hoy se reivindica como poesía.En el aire se escuchan letras de amor. Nadie se avergüenza de ello.¿Es la edad, entonces?
¿Es la necesidad de amor? ¿Es la conciencia de que en este mundo hostil, sin fe, sin vocaciones, sin grandes ideales por los que luchar, unirse, trabajar u organizar la vida, lo único verdaderamente salvífico es el amor?
El amor de los hijos nos enseña su extrema importancia. Nos reconcilia con la vida cuando nos peleamos. Nos justifica casi todo, lo cual es excesivo porque deberíamos ser más autocríticos, pero en general es así.
No terminamos de saber si empezamos una nueva relación como un sucedáneo de un amor que nos dejó un vacío o un dolor.Los boleros nos hablan de estos grandes amores inolvidables, algunos nos incitan, en la voz de un amante que dejamos, a besar otras bocas sólo para volver a amar al que empezamos a dejar atrás.Y todos nos traen recuerdos y parecen escritos para uno.Amanecí otra vez entre tus brazos.
Y lo escuchamos en otros brazos, bailando en otro abrazo y queremos apagar la luz para pensar en él.
Y la cadencia, y esas palabras que nos embriagan de recuerdos tristes y atesorados, nos parecen tan a nuestra medida y pensamos que tal vez él....
Y alguien se enamora o juega al amor con uno escuchando esas canciones que uno le dedica en su corazón a otro. Pero tal vez este alguien también se lo dedica a otro y ambas penas, el dolor de cada uno sumado, esa necesidad de sanar las heridas, acerca y une más que el fuego que queremos que se extinga con ese nuevo amor.
Pero sólo consiguen hacerme recordar los tuyos.
Jugar a la seducción es bastante divertido. Es menos complicado que sucumbir al amor. Los amores no correspondidos hieren la vanidad y causan dolor. Pero son más trágicos los amores que aún vivos se ven forzados a terminarse.
Si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar...Con qué tristeza miramos un amor que se nos va, es un pedazo de alma que se arranca sin piedad.
Nadie puede, salvo aquel que amó con uno, entender ese sentir que nos despierta tal frase, tal canción, tal luz que iluminó esa alegría.
Pero a la vez, como ya estamos curtidos, cargamos con una buena lista de decepciones y desengaños, sabemos del otro que comprende que debe dejarnos esa libertad de recordar a nuestros amores más queridos sin intentar desmentirlos, ni interpretarlos, ni interrogarlos, porque forman parte de nuestra intimidad, de nuestra alma.
No queremos recordar, pero no queremos olvidar. No queremos destruir completamente el pasado, porque obsesivamente nos aferramos a esa ilusión de amor que es la pasión. Sabemos que nos causó dolor, sabemos que nos aisló del mundo y que dañó a nuestro entorno y que nos apagó y nos robó el brillo de la mirada. Sabemos que aquel que nos abandonó tantas veces, que pasó entre otros brazos tantas noches en que nos consumía la ansiedad y el frenesí y que nuestro llanto mojaba almohadas frías, no nos cuidó ni fue generoso como hubiéramos necesitado, volvería a hacernos LO MISMO si le diéramos la oportunidad.
Nos sabemos mejor queridos. Nos sabemos con un nuevo amor más respetados, pero anhelamos aquello que hemos perdido y lo idealizamos.
El recuerdo de esos besos todavía quema. Ese goce, que tal vez haya sido superado en realidad, se nos hace imposible de igualar. No hay otra voz como su voz ni otra mirada igual. No hay otro cuerpo tan bien formado y bien dispuesto para completar el nuestro. No hay otra risa –y eso que hemos reído y gozado de verdad y no en ensueños muchas veces- que nos resulte tan halagadora o tan contagiosa, que nos colme con esa intensidad.
Embriagados sin vino, extasiados sin sexo.
De donde concluimos que la fuerza de la vida no descansa siempre en lo visible y lo tanginble de la materialidad sino que el eros está hecho de alma y espíritu también. El mar como los cuerpos, pero el movimiento y la espuma del oleaje está en el corazón de los amantes.
Se me olvidó que te olvidé. Se me olvidó que te dejé en lo mejor de mi vida.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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sábado, 11 de agosto de 2007
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1 comentario:
que si me encontré????? en la mayoría de tus relatos, son muy hermosos, muy bien por regalárnoslos amiga!!!!!!
Ruth
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