martes, 30 de diciembre de 2014

Una hermosa doncella, de Joyce Carol Oates

"No existe un miedo más poderoso que encontrarse desnuda en un lugar extraño. [.....]
No existe miedo más primitivo que el miedo a que no nos amen y no nos protejan."*

¿Qué sabe un joven, una adolescente, de la vejez?  ¿Cómo se habita ese territorio de la vida que está hecho, quizá, de memorias y despedidas, pero también de anhelos de encuentro, belleza, reparación y deseos inconfesables?
"Para los jóvenes no existen grados significativos de viejo, como no existen grados de muerto: o lo estás, o no lo estás; o eres viejo, o no lo eres.", leo en la página 16 de Una hermosa doncella, de Joyce Carol Oates.
Meterse en esta novela requiere de cierta tolerancia, de cierto coraje para afrontar el suspenso y la tensión que van creciendo en la vida de la adolescente Katya Spivak, de dieciséis años, niñera. Su rutina agobiante de hija de la clase trabajadora cambia el día en que, de manera casual, conoce a Marcus Kidder una mañana de verano mientras pasea y mira las vidrieras de los negocios más caros del rico barrio de Bayhead Harbor con los dos niños que cuida: Tricia y el bebé de los Engelhardt. Este anciano elegante y de apariencia amable e inofensiva, invitará a Katya a entrar en un mundo desconocido, el suyo: su magnífica y antigua casa de madera junto al mar, con ese slap slap slap de las olas que hipnotiza y oculta casi cualquier otro sonido; y sus prestigiosos libros para niños, escritos y dibujados por él, las obras de arte, el magnífico piano y la música clásica, su buen humor, su cariño...¿Pero qué espera a cambio de la adolescente, de la "hermosa doncella"? Y ¿hasta dónde podrá resistir esta muchacha vulnerable, carente de protección y amor familiar esta inmersión en el "cuento de hadas" de alguien acostumbrado a poseerlo todo?
Esta es la historia que cuenta acá Oates.
Oates, que me lleva a los climas de Henry James, inevitablemente, como solo puede hacerlo una escritora o escritor estadounidense que se hace cargo de que la literatura, su retórica y su estilo, por decirlo de algún modo, no puede eludir la aambigüedadque enseñó el gran maestro. Ese adentrarse en los laberintos del alma de los personajes, de esas psique que necesitamos sospechar, intuir, sin llegar a comprender del todo pero sin cesar de intentarlo para ¿justificar?, ¿soportar?, la necesidad de un relato que implica la violencia, la perversión, la corrupción (de lo puro, de lo noble, de lo infantil), gestándose y madurando en los escenarios de los contrastes, de las muchachas malqueridas por sus madres, abandonadas por sus padres alcohólicos o jugadores, violadas, abusadas, traicionadas por sus amantes, muchachas que ni siquiera pueden llegar a estar en flor, hijas de una clase trabajadora que solo florece al insertarse en los mundos como el de Marcus Kidder, el protagonista de Una hermosa
doncella, mundos de riqueza, sí, pero no de cualquier riqueza: la riqueza de las elites cultas, de los artistas y benefactores de fundaciones y bibliotecas, de los que no necesitan ensuciarse, ni degradarse, ni usar su cuerpo para obtener el pan de cada día y así, en apariencia puros, consagran su inteligencia y su talento a crear belleza, y también se dan el lujo de malograrlo. Se sienten con derecho a gozar de la belleza en todas sus formas, en lo objetos-obra de arte, como melodías, cuadros, esculturas, libros...Y en los objetos-personas convertidas en cosas. Como la joven Katya Spivak. Niñera de Jersey, que trabaja para una familia de nuevos ricos, mezquinos y aprovechadores, los Engelhardt...
Oates, que nos advierte cómo la amabilidad puede ser más peligrosa que la tela de una araña venenosa para su presa.
Oates, y su Katya-Lolita, que dan ganas de abrazar, de cuidar, de rescatar...
Y a Flannery O'Connor y su estilo gótico....
Oates, que me lleva en esta novela y de a mano de Katya a Alicia en el país (que incluye, como metonimia quizá, la referencia en el cuento que Kidder le regala a Katya a través de la pequeña Tricia: El cumpleaños del Conejo divertido....
Y más...Oates, muy Oates.


*Una hermosa doncella, Prisa ediciones, Buenos Aires 2014, pág. 164-165.

sábado, 27 de diciembre de 2014

No dicen nada

No dicen nada.
O más bien, todo lo que dicen es como una filigrana en un vidrio, notas en un pentagrama para un analfabeto musical, sombras de palabras que permanecen silenciadas.
Llenan el silencio de sonidos, el aire de gestos encubridores, la mirada de simulacros.
No dicen nada, nada que ilumine en lo oscuro ni que consuele la herida, nada que resuene con el eco de alguna verdad, nada genuino.
No dicen, pero su no decir no es como el de los guardianes de secretos sagrados; no es como el de los que sacrifican la verdad por el bien o permanecen el épica de una leyenda.
Es un no decir como el de una máscara, como el de la sombra de una sombra, una ambigua tipografía escrita por quien no tiene nada que decir,
y dicha por quien nunca escribe lo que sabe.








Vi el dibujo en el tapiz y el revés de la trama y eso trajo estupor y llanto, pero prevaleció la poesía y el alivio,
y no es hermetismo sino  metonimia apenas, de lo posible ahora.
Y evocar un fragmento de aquel poema del que escribió (casi) todo, E.A.P., llamado
"Los espíritus de los muertos
[...] Tu alma se encontrará sola, cautiva de los
negros pensamientos de la gris piedra tumbal;
ninguna persona te inquietará en tus horas de
recogimiento.[...]"


domingo, 16 de noviembre de 2014

Jazmines sin flor

Esta vez al Jazmín del Cabo lo dejamos en una maceta.
Parece que le gustó quedarse ahí, limitado.
El error mío de otros años fue confundir la capacidad de seducción de su perfume con una vocación de libertad para crecer y extender su raíces. Ahí, aprisionado, no ha cesado de crecer, de vivir. Mientras que otros jazmines morían al trasladarlos a tierra.
Esto no justifica la acción destructora de la hormiga argentina - que sabido es, gracias a la literatura más que a la ciencia, es de un poder arrasador-, y otras plagas, ni omite la verdad acerca de ataques infligidos por la perra.
Desde ya.
Pero los otros jazmines, como el Del País, abrazan la casa entera, se extienden por las rejas del jardín delantero y la pérgola de atrás, se mezclan con la glicina, florecen cuando en pleno invierno una anticipada primavera los confunde. Resisten inundaciones, heladas, tormentas, hormigas, nidos de zorzales, cortejos gatunos y torpezas caninas.
Incluso la gardenia jasminoide resistió al fuego y a algunas podas excesivas, casi mortales.
Pero el Jazmín del Cabo, como si supiera que es de todas mi especie más deseada, me esquiva, se enferma, se apesta, se deja devorar, y cuando anuncia sus primeras flores para que yo caiga rendida a los pies de su perfume embriagador, y entonce me relajo: muere.
Y otra vez a desearlo, a mimarlo, a esperarlo, a cuidarlo, a soñarlo y a perderlo.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Mordiéndose la cola

Qué cosa, las palabras, las cosas y las palabras, las palabras y las cosas.
Qué cosa la soledad desértica de esas personas rígidas, sin preguntas, con un lenguaje de certezas que son como prisiones como una religión sin esperanza y con mandatos, con rituales pero sin fe.
Personas llenas de respuestas sin preguntas. De reglas y sentencias, pero sin ley.
Personas que al mirarse en el espejo, al asomarse al abismo descubren que lo oscuro lo turbio, lo enlodado, les pertenece por entero.
(
Georgia O'Keefe, Gerald's tree
Personas con insaciable sed de total destrucción, que ensucian lo limpio y corrompen lo puro. (Y subidas al pedestal de su obsesión, se masturban autoerotizados en los ritos vacíos de su honestidad burguesa, chiquita, miserable, perversa).
Les diría (sino fueran tan sordas a todo lo que no entra en la caja de sus obsesiones): lo creaste, lo inventaste allí donde no existía, lo convertiste en siniestro y habitaste el territorio de la traición. Y te gustó. Lo gozaste.
Les diría, ya basta de fingimientos, tu ética de cajita de cristal, tu ética que no se hace cargo del poder, de la autoridad, de tu deseo, es una mentira tan frágil como una grulla hecha en papel de origami. No es una ética, ni siquiera es algo que te pertenezca, es un discurso que habla a través tuyo.
Tu ética no explica tus acciones, tus acciones también son viles, bajas, sucias, mientras que tu supuesta ética es apenas un catálogo de normas escritas por algún vigilante con insomnio, que mira para el otro lado de la vida.
Podés mirar todas las series, las películas, leer todos los poemas, los ensayos, los cuentos, ir a todos los recitales, tomar todos los medicamentos (los alternativos, los ortodoxos, los ilegales); ponerte a la sombra de los creadores de mundos; encarar todas las terapias, los viajes, las aparentes metamorfosis donde nada en verdad cambia; saltar sin poner el cuerpo de escenario en escenario buscando lo que te quema adentro y no se encuentra en ninguna parte; inventar todas las justificaciones, como un personaje de R. Fresán o de una seatcom. 
Podrán sobreactuar cada sentimiento, pero eso no cambiará la insensibilidad de su epidermis al registro de la existencia de los otros. (Y sin los otros, tarde o temprano, solo queda dar vueltas sobre sí mismo y morderse la cola.)
En el fondo, el morbo de su goce en el dolor infligido se hace imago, cuando al mirarse en el espejo, al asomarse al abismo, al mirar a través del nebuloso filtro autocomplaciente, escondido acechando, como fiera enjaulada, el deseo de destruir y destruirse permanece al acecho.
.

jueves, 16 de octubre de 2014

Balbuceos (en noviembre) de Tarruela

"Lo digo hoy, anocheciendo, en Villa Elisa, 
junto a una radio a pilas sintonizada en una FM local, 
las instituciones no consagran saberes,sólo organizan futuros jactanciosas para esgrimir un título." 


No sé si existe algo como una "literatura" de los noventa, acerca de los 90, sobre los '90.
Si la hubiere debería incluir por supuesto a Balbuceos (en noviembre), de Ramón Tarruela (Mil Botellas, 2008, reeditada en 2014).
O incluirla en el género de novela urbana, como alguna de las que el autor homenajea expresamente con un seiscálogo (o más), una novela que "hace del barrio un mundo propio" (como en Ronda en Guirnaldó, de Juan Marsé, que el autor rescata).
Una novela de barrios y habitantes del sur (de "La Capital", de la "Reina del Plata", de la Babilonia argentina); hijos de barrios obreros, voces de "cigarrillo negro";  bebedores de cervezas en los kioskos poco glamorosos de las esquinas de descampados donde los niños jugaban picaditos  y ahora...
"Esa década" mediante -esa del uno a uno, del menemismo derrochador de mal gusto y lujos, tan clase media", diría el personaje de la "grandma" de Downton Abbey que también le gusta al gran escritor platense de hoy.-, esquinas de palacetes de nuevos ricos que no quieren repartir la torta ni tener por vecinos a los antiguos habitantes del barrio, los hijos del albañil paraguayo, los Uñate, ponele.
Novela de desesperados, de excluidos, de pobres.
De escritores cultos como pocos, y rechazados (y/o autoexcluídos) por las instituciones consgradoras de saberes.
Novela de la amistad masculina, la lealtad que se cultiva desde chicos, entre partidos de fútbol y viajes iniciáticos a la ciudad ("La Ciudad") donde todo ocurre, a las librerías de Corrientes, a los bares de San Telmo y a las disquerías bohemias del sur porteño...Y a mi ciudad, La Plata, con sus arrabales y sus barrios residenciales, sus barrios del "Norte", que son el sur de los barrios del sur...
y apropiaciones de living en casas de los padres y charlas sobre las mujeres perdidas, y los fracasos amorosos.
Y las novelas que se escribirán juntos, con el amigo, ni el futuro, el amigo que no está, que se suicida, Federico, contado por Santiago Murúa, y que trata también de "la narración de la aventura porteña de Manuel Farías en los años posteriores a la vuelta de la democracia.
Un héroe pop, sin grandes ambiciones, conflictivo, asumido como tal y con ese conflicto encima, una carga no resuelta. Un Federico Mouras sin virtudes. Un Charles Bukowski con mucha cocaína y sin editores. Un Andy Warhol sin películas, sin dinero aunque no tan excéntrico. Un Luca Prodan con pelo, sin banda y bebedor de cerveza”, planifica Murúa, el primer narrador, para crear a otro narrador en la voz de Manuel Farías desde Agua caliente, la novela dentro de la novela, un sórdido e introspectivo relato construido a partir de las evocaciones y el monólogo interior de un joven que inicia el soliloquio introspectivo de su descubrimiento de Buenos Aires como cronista de rock."(Fuente: revista La Pulseada)
Novela sobre escribir novelas...
Novela de lo que soñamos en los 80 y perdimos en los 90.
Novelas que son como viajes, esas novelas argentinas que tienen un tono único, épica de aventuras juveniles urbanas detrás de mitos encarnados en héroes algo decadentes, héroes románticos que resisten las modas culturales, como tangueros de ley, borrachos, marginales, poetas militantes, revolucionarios no reconocidos por sus deudores.
Mujeres que habitan la otredad, lejanas, imposibles, humanas.
Novela de un lector decidido, voraz, inteligente.
Novelas sobre escritores que escriben, y no de esos otros que abundan que hablan acerca de escribir (novelas, cuentos, poemas), de esos que no pertenecen a "la raza de los nerviosos", sino que pertenecen más bien a la estirpe de los engreídos, los buscadores de fama, de "éxito", los #siempreenvidiosos e #insatisfechosconloMuchoqueTienen.
Novela donde no hay lugar para esos personajes de la vida (pero casi nunca de la literatura) que siempre están haciendo aquello que dicen no querer hacer  y anhelando lo que se las ingenian para no hacer con su vida su tiempo, su deseo.
Esos que se demoran en estrategias evasivas de la vida, muertos de miedo, para poder sentarse a gozar del confort de su seguridad, esos que traicionan a quienes han visto su oscuridad, por temor a ser expuestos, por pánico a tener que asumir sus elecciones burguesas, digámoslo así.
Novela para sonreírse a uno mismo cuando en la vida nos cruzamos con esos personas que son como los personajes: miran de arriba, se llenan la boca con eslóganes de demócratas progresistas y subidos a la endeble escalera de la jactancia de los titulados (por instituciones consagradas para las élites) humillan a los habitantes de los barrios del sur, a los que construyen sus casas, sus rutas, su literatura hasta su música y su (generalmente escasa) alegría.
Novela para seguir leyendo. Y releer.


sábado, 4 de octubre de 2014

#Deaempujoncitos

¿Viste cuando alguien se sienta en tu sillita y te va empujando de a poquito hasta que te caés?
Me dice. Bueno, sí le digo. Y viste, cuando te caés dice:¡ay, no sé qué pasó! ¿No creerás que quise lastimarte no? ¿O sacarte la silla, verdad?
Bueno.
Vi. Me caí de la silla.
Me empujaste.
Dolió.
Parece que se anduvo diciendo por ahí que me caí por culpa mía. Me interpuse en la silla justo cuando a vos se te dio por empujar.
Cuando me incorporé, salí corriendo ante la emergencia de lo siniestro -en nuestro cotidiano se suponía que íbamos a compartir las sillas, yo no contaba con esa vocación fagocitadora tuya, esa mezcla de mujer-hombre de las ratas y de la mantis religiosa (frotándose las manitos satisfechas después de devorarse una vida ajena). O más bien algún insecto un poco menos atractivo, uno más de andar a ras de suelo, en lo oscuro, o uno que gusta de encerrarse en los placares y protegido por la oscuridad destruir de a poquito la ropa ajena. Una polilla. Polilla que detesta mirarse al espejo.
Están los que empujan de las sillas sin miedo: al fuerte, al débil, al herido. Listo. Te empujo, me la banco, andate o inclinate. Yo a esos los respeto.
Están los que empujan de las sillas, los que gozan al empujar de las sillas pero no soportan que alguien se los diga. Empujan con movimientos supuestamente sutiles, avanzan y retroceden, cobardes. Empujoncitos amariconados.
Aman así, cojen así, tienen amistades así, encaran la vida así: #deaempujoncitos. Tienen tanto miedo de que los destruyan (es su goce, su fantasía insoportable e infantil) que por las dudas van destruyendo todo a su alrededor.
Se ensañan con los más vulnerables. Usan el dolor del otro, porque eso les da un placer que no pueden reconocer ni ante sí mismos.
Tiene la vocecita así: en diminutivo, el tono, y las palabras.
Royendo, limando, de a poquito, para que no se note.
La vehemencia de la pasión enunciadora les resulta violenta, porque su violencia es solapada. (Shhhhh).
grabado de María Renati
Encaran la vida a empujoncitos, a morsdisquitos, con sonrisitas (ladeadas, a escondidas, en secreto). Hablan a media voz, en rumores.
Cuando quedan expuestos, atacan.
Cuando se los descubre en su miserable empujonear, se ofenden. Acusan y se visten con la capa de una moralina repulsiva  y barata.


Y cuando me alejé, llegué a un campo a cielo abierto.
Y allí me puse a cantar, a trabajar, a escribir, con gente que come la vida a grandes bocados, la acompaña con buenos vinos, fruta fresca, especias de Oriente y de Centroamérica que traen fuegos de vida y dulces que evocan romances de juventud. Y que engordan. Y que cuando tiene que empujar  lo hace p' alante con otros, con toda la garra, de frente.

domingo, 21 de septiembre de 2014

El insólito peregrinaje de Harold Fry

"Los hombres no tenían ni idea de lo que suponía ser madre. El dolor de querer a un hijo, incluso después de que éste se marchara."

Eso sabe Maureen, esposa desde hace décadas de Harold Fry. Sabe además que desde que su hijo se marchó, su vida matrimonial es un desierto donde las rutinas de limpieza, jardinería y cocina sólo son paliativos para sobrellevar la angustia. Todo lo que los conecta con la vida va siendo abandonado poco a poco, incluso las palabras entre ellos, incluso la preparación de un almuerzo agradable, el plantar flores en el jardín, hacer paseos juntos.

Y Maureen culpa a su esposo por eso.

Y Harold se dedica a dejar pasar los días.

Ahora que este se ha jubilado y se queda en la casa, la soledad de Maureen es mayor, más dura, y la falta de amistades y relaciones sociales vitales se hace sentir todavía más. Como si el destino de muchos matrimonios fuera ese, sobrevivir cohabitando bajo un mismo techo, sin posibilidades de encuentro ni al evocar un pasado que no da respuestas, ni al imaginar un futuro que ya no interesa.

El insólito peregrinaje de Harold Fry (2012), descubierta gracias a PM, es la primera novela de Rachel Joyce, (—actriz de teatro y guionista de la BBC inglesa). Una historia original con un final sorprendente, una curiosa manera de introducir la vida en el letargo mórbido de una pareja donde cada uno culpa al otro por los dolores del hijo de ambos, David, por su soledad interior, su falta de proyectos y su aislamiento.

Pero una mañana, mientras Maureen limpia obsesivamente la casa, Harold recibe la noticia de que Queenie Hennessy, una vieja compañera de trabajo de la fábrica de cerveza donde pasó casi toda adultez, de quien no ha sabido nada en veinte años, está muriendo de cáncer en un hospital del norte de Inglaterra. Harold decide enviarle una carta y sale de la casa para ir a echarla en el buzón de la esquina. Esa decisión cambiará por completo su vida y la de su esposa, aunque él todavía lo ignora, como ignora que está por iniciar un viaje a pie de un extremo a otro del país, un viaje para reparar antiguos errores, dolores y culpas.

No tiene ni la ropa ni el calzado adecuado para un peregrinaje semejante, ¿pero quién de nosotros lo tiene cuando emprende el alocado viaje de armar una pareja, una familia, una vida junto a otros fundada en lazos afectivos? ¿Quién puede suponer que ese trayecto puede convertirse en una aventura donde nos veremos obligados a atravesar paraísos e infiernos, cementerios y silencios de una insoportable agonía indiferente?

Todos cargamos pesadas mochilas, pero no siempre estamos dispuestos a perder la seguridad de lo conocido, por horrendo que sea. A mover las fichas y largarnos arriesgadamente por rutas extrañas, solos, sin celulares, ni dinero, apenas estimulados por un plan delirante que traza, en nosotros, la esperanza. Esperanza de vivir, de reparar un daño que hemos causado a alguien que amamos y que alguna vez nos hizo mucho bien. Un viaje que nos obliga a hacernos cargo de lo que somos; de nuestras cobardías y agachadas; de los recuerdos que nos torturan y escondemos bajo siete capas de piel, carne, sangre y evasiones. Un viaje para descubrir nuestros verdaderos deseos y sentimientos hacia los otros, y tal vez liberarnos por fin de las cadenas que nos llevan a un inmóvil cautiverio. Atrapados y quietos: afrontando la madurez con resentimientos y rencores, porque no pudimos asumir nuestros traumas pasados y culpamos de nuestra angustia a aquellos a los que antes amábamos con alegría y esperanza.

Pero tal vez, si miramos sin complacencia hacia nuestro interior, podamos recuperar la vida que nos habita y tratar de avanzar aún a riesgo de perder lo que en verdad ya no tenemos, porque como Maureen, que se avergonzará de no comprender a Harold, y asumir que ella "Ansiaba mostrarle toda su gama de colores, pero de pronto se veía a sí misma de un monótono gris de extrarradio"(p. 258)

viernes, 5 de septiembre de 2014

Demos un paseo, pide algún deseo: vuelta por el universo

" Habiendo vivido, los muertos 
nunca pueden ser inertes."
(John Berger, "Doce tesis sobre la economía de los muertos" en
  Con la esperanza entre los dientes)

Cuando se fue Spinetta escribí unas palabras que anticipadamente o no -porque Cerati ya estaba en coma-, lo incluían.  "Para mí, para nuestra generación, para nosotros, los que fuimos y ya no somos y los que perduramos en partes, fue al mismo tiempo el ingreso al goce adolescente de la poesía, del poder del arte en nuestras vidas, del descubrimiento del sexo, la droga y el rock & roll, pero sobre todo y antes que nada, del amor en todas sus formas: afinidades, amistades, amor de pareja, amor al prójimo, revelación, rebeldía, lucha.
Fue las tardes de bajón y nostalgias sin pasados (de esa edad en la que se añora incluso lo que nunca existió y lo que soñamos que será, que es todo posible y a la vez, edad de nuestras primeras muertes) [......]
De los músicos pienso que son, a diferencia de otros artistas cuyos procesos creativos me parece entender mejor, magos, engañadores, daimones, misteriosos hacedores de vidas partiendo de la nada, apenas de la realidad. Quizá por eso los músicos me encienden, me atraen como la luz al bicho que sabe que si se acerca demasiado morirá, (porque convengamos que hay algo letal en la música, que es tan temporal y efímera, y a la vez eterna). 
¿Cuál es la materia de los músicos? No lo sé. Tal vez por eso  Gustavo Cerati (con Soda y sobre todo como solista o con Melero, no sé por qué en mí) ha sido de lo más íntimo para mí,(en mí, y en nosotros) porque también era un poeta y yo con la palabra me entiendo mejor.
Tristeza oscura de la pérdida. De perder a esos artistas que encarnan como un yo colectivo, nos permiten esa liviandad de conflictos con las que, creo, solo puede desafiar y bendecir la música en una época en la que todos los lazos se fragmentan, y el goce colectivo, la empatía de la belleza  es casi un imposible. Una ética que responde a una estética de la armonía, sería subversiva para el capitalismo, para el mundo desacralizado que nos agobia con su injusta materialidad explotadora.
 Acude entonces a nosotros la poesía musical, la música cantada, el show, el espectáculo, el baile con los otros, en los otros, por los otros, Dionisio.....
Y  Berger que acude a iluminar esta oscura tarde y propone:

 "9. La memoria de los muertos, existente en la infinitud, puede pensarse como una forma de la imaginación relativa a lo posible. Esta imaginación es cercana a (reside en) Dios; pero no sé cómo.
10. En el mundo de los vivos existe un fenómeno equivalente pero contrario. Los vivos a veces experimentan la infinitud, como les es revelada en el sueño, en el éxtasis, en instantes de extremo peligro, en el orgasmo, o tal vez en la experiencia misma de morir. Durante estos instantes la imaginación viva cubre el campo completo de la experiencia y rebasa los contornos de la vida o la muerte de cada quien. Roza la imaginación expectante de los muertos."
Toda su partida ha sido especial, como si no pudiera irse sin hacer vaya a saber qué. Como si el amor que desparramó con su arte tuviera todavía algo más que demostrarnos, lo básico, lo primario, de los vínculos filiales, una madre orando junto a la agonía de su hijo, día tras día... La infinitud del  amor humano. 
Unos hijos creciendo en esa relación tan extraña, única, entre un padre que aunque no pueda partir, siempre está aún cuando no esté. ¿Y acaso no es un poco así para todos los hijos que han sido amados por sus padres y/o que los han amado? Amigos, admiradores, fanáticos, convocados en una esperanza irracional en la creencia en que de verdad el límite ese que hemos trazado, orgullosos como ángeles caídos, entre la vida y la muerte sea apenas un simulacro del lenguaje, una impostura para algunos que no soportamos la eternidad, o la finitud, el misterio, la duda.
Y que a la vez sabemos que sólo el amor, el arte y la fe (o su carencia) nos mantienen con vida, incluso muertos, o muertos, incluso vivos.  

viernes, 11 de julio de 2014

La parte inventada, según Rodrigo Fresán

"Era un adicto a los escritores. 
Nada le interesaba más como tema y trama."
(Rodrigo Fresán, La parte inventada)

"Nunca sabes exactamente cuanto espacio 
ocupaste en la vida de una persona" 
(Scott Fitzgerald, Tender is the night)

(se recomienda leer escuchando "A Day in the life", o tal vez "Wish you were here")

RF, odiaría probablemente un comentario de La parte inventada en un blog, o mejor, haría alguna broma ("levanten la mano los "cercanos desconocidos" que ahora mismo acaban de terminar de sostener este libro en sus manos y lo recomiendan por medio de sus dispositivos electrónicos en la red de lectores-posiblemente-no lectores de libros sino de otras cosas, apurados y zappingueros).
T me dijo, ante mi entusiasmo: la crítica lo destruyó, ¿no? (Yo, airada como si ofendieran a un amigo:¡jamás le presto atención a esas cosas!).
L no dijo nada, en su chat, pero su silencio sí dijo. Seguro está con la crítica que lo destruyó.
R me preguntó si RF o tal vez "El Escritor" no era muy narcisista, o soberbio. Me apresuré: eso no importa.
Como sea, creo que ninguno de mis amigos lee a RF.
(Pero sospecho que a AF podría interesarle mucho esta novela).
Tuve un amigo que tal vez, se me acaba de ocurrir, lo lee. Si las cosas fueran de otro modo, hasta lo podría llamar por teléfono (como se hacía antes, dice nuestro personaje de El Escritor: discar o teclear el número, esperar que suene, imaginar una habitación vacía, sorprenderse ante una voz extraña, dejar un mensaje a una persona sin estar seguros si esa persona lo transmitirá...) e invitarlo a tomar un café para hablar de esta novela, de La parte inventada. Y seguro me explicaría muchas de las referencias musicales del rock y del pop que se me escapan). Era lo que más me gustaba de nuestra amistad: hablar de libros, y a veces de discos (de eso él sabía todo y yo nada); hablar de otros amigos; de cine; de la familia; de nuestros hermanos; de revistas culturales; de sci fi (planeta que sólo visito ocasionalmente y que él, como la mayoría de los hombres lectores que conozco, habitan con mucha frecuencia, al igual que Fresán); de política (de eso él no quería saber nada y yo me apasiono), de amores.
Yo lo cargaba, le decía que era como nuestra versión del Barón de Charlus, no por que le gustaran los muchachos, sino porque era como nuestro -ya no existe aquel "nuestro", de todos modos-arbitrer de l’élégance, nuestro dandy cultural platense. Creo que no le gustaba, pero comprendía la referencia, porque eso era lo que teníamos en común, y tal vez con RF: esa no sumisión, suscripción a ningún canon (literario en este caso), esa no pertenencia a ningún territorio cerrado, esa curiosidad no cómoda, sino voraz, y también, por qué no decirlo, esforzada. 
Pasiones arrebatadas que no comprenden (y en alguna ocasión hasta pueden llegar a envidiar) el vínculo no adictivo, cómodo, que otros tienen con la lectura, esos que casi con jactancia se burlan de nuestra debilidad por las novelas clásicas, estos "ladrillos" de mil páginas, esos melodramas...

Esta soledad lectora de RF vuelve mi admiración, mi fascinación, un acto de solitaria rebeldía en cierta forma.Nadie me lo recomendó, como no fuera RB en algunas de sus reseñas (publicadas en su póstumo Entre paréntesis de 2004).

E. Hopper, "Habitación en Nueva York", 1932.

{Leo como AF me confesó que ella también hacía, buscando más y más de la data mencionada (la biografía, el tema musical, la película, el libro, el poema, el mapa de la ciudad, el cuadro), la cartografía de los temas, de la estructura, de las "locaciones". ya de chica y si Internet, buscaba las recetas, los mapas, las genealogías, como lo han hecho antes y lo harán después, con o sin Internet, otros lectores.}


Fresán: inclasificable, a writer's writer, un lector cuyo panteón está habitado por dioses pasados de moda, poco cool, que, ¡Oh, Dios!, son mis mismos dioses muchas, muchísimas veces: James, Proust, Dickens, Dick, Bradbury -releer a Bradbury, nota al pie-, Nabokov....Voy por Scott Fitzgerald...Yo también devoro biografías de escritores, devoro esas novelas decimonónicas que ya no le importan a nadie....
Nadie.
O al menos a nadie de los que son o parecen ser "del palo", porque afortunadamente hay por ahí deambulando, y seguro que también entre mis amigos, muchos lectores que leen mucho más libremente, gozosamente, -y obstinadamente también-, por el placer y por la pasión, lo que quieren. 
Y otros adictos.
Deseo lector. Deseo escritor. Deseo. Sin importarles nada de las modas, del discurso o el saber "apropiado" (¿"apropiado" de dónde, a quién, a la Academia, al entorno, al mercado? Bullshit! ni de las críticas ni del deber ser (cool, académico, esnob, contemporáneo y tiki tiki tiki tiki.)
G se va por el camino de Swann...
Aunque hoy lo que importa es escribir corto, dice "El Escritor", y así lo propone el topísimo escritor de moda que escribe para sus cientos de followers en Twitter (a donde irán a parar estas palabras como fragmentos del rompecabezas textual-literario-lapidario), en "Face Time", en fotos que (confieso, sí, yo también tomé) de las páginas de este tratado (diría alguien de hace cien años) sobre (y no "acerca de") cómo escribir novelas.
La Máquina de Dios
Novelas sobre novelas, escritura sobre escritores, y sobre jóvenes con fantasías no de escribir, sino de ser escritores. No preocupados por tramas, y temas, y detalles de olores, de imágenes, de personajes, y problemas de escritura, y trabajo de escribir, y títulos (El Escritor, como yo,  ama las novelas que tienen títulos con nombres de personas: Ana Karénina, David Coperfield -¡Dios, mi puerta de ingreso al planeta del deseo de escribir!!!-;Eugenio Oneguin, Bellow, Herzog, -agrego yo, más acá en el tiempo...
Ah...perdón, ¿y de qué se trata La parte inventada?
Digamos que son unas tres o cuatro novelas entramadas en una, que cuenta la crisis de un escritor consagrado, que llega a la "madurez" (cincuenta años) enojado con el mundo gobernado por los dispositivos electrónicos que empujan hacia afuera del planeta a los lectores, y a los escritores, y a todas esas antiguas formas literarias que no entran ni entrarán jamás en 140 caracteres...
Y de por qué alguien quiere ser escritor. (Y no de la repetida pregunta de "¿cómo se te ocurrió esta historia?", sino, "cómo se te ocurrió ser escritor?")
Y de escribir.
De la ficción, que no es lo real, ni lo realista, ni la crónica, es, sobre todo, lo fantástico, lo que podría haber sido o ser, y no lo que fue, o lo que es. La parte inventada.
De la mente del escritor, de sus viajes en el tiempo y el espacio: la infancia -siempre la infancia-, el pasado, el futuro.
Y de la vida de Scott Fitzgerald.
Y de sus novelas.
Y de la música del siglo XX, y de una hermana loca, y de un Chico y una Chica que quieren ser (famosos, escritores,) y tener sexo (él con ella, no ella con él).
Y de la niñez en los 70, en Argentina, donde los padres desaparecen.
Y los niños pueden ahogarse en una playa sin que los adultos se den cuenta.(Porque se distraen discutiendo sus divorcios, o sus lecturas o sobre política).
Y de nada de eso.


Fresán, Rodrigo, La parte inventada, Literatura Random House-Mondadori, Buenos Aires, 2014, 566 páginas.

martes, 1 de julio de 2014

Fútbol y poesía

"Ningún dolor por el daño.
Ángel Di María, Argentina 1, Suiza 0, a cuartos de final
Todo daño es bendito.
Del daño más maligno,
nace el día más bonito




1 día
  1 mes, 1
    año."

("Hexagrama 65", de Paulo Leminski, poeta brasilero)

domingo, 29 de junio de 2014

Si no me mira, según Mariana Estévez mirada por mí

Si no me mira
Sí, No, me mira
sino me mira
Sí, No, me, mira
Y así.
Son pensamientos mirados en velocidad de fragmentos, que danzan frente a mi mirar de público semi analfabeto en "Si no me mira", obra de Mariana Estévez, interpretada por la histriónica Natalia Maldini (en clave Mad Men) y Julieta Ranno, dueña del tiempo coreográfico con sutileza pero mando.
Las mujeres, ¿quiénes somos sino nos miran? ¿Sino nos  mira quién? ¿Sino miramos a quién?
Una escritora dice que no puede escapar de la mirada de su madre (mirada con la que alguna vez sedujo a su padre y que hizo posible su existencia, existencia sometida al Ojo, poderoso y omnipresente, de ese mirar).
Pero están también esas madres que miran siempre un punto de fuga detrás nuestro, que nos nos miran. Nos hacen sentir invisibles. Aunque alguien más nos mire.
Imágenes que bailan.
Música de videojuego, animé japonés, la calle, el ambient, una percusión súbita y rítmica, alegría (bailemos, querida, que el tiempo es tan breve y la juventud tan efímera). Música como de película de ciencia ficción (la Nave Madre se aleja, gran plano que mira a las criaturas vulnerables, pequeñas como puntos, allá, en el lejano planeta que ya nadie mira. Ah, querida mía, la familia).
¿Son todas las imágenes simulacros, en el capitalismo?
¿Y en la familia?
Me veo en el espejo, y no se quién soy hasta que me veo en la mirada de esa otra que me mira y es: mi madre, mi hermana, mi amiga, mi maestra, mi hija, mi sobrina, mi prima, la extraña vendedora de la tienda, mi jefa, mi empleada.
La pintora, la fotógrafa, la coreógrafa,  que pone en el espacio la tensión , bajo la forma (siempre extraña para mí de algún modo) del lenguaje de la danza. El artista que hace obra de una alucinación o fantasía, para obligarnos más que a ver, a mirar. Aunque no tengamos, como en mí caso, las herramientas de comprensión del lenguaje.
Corren, se miran, se imitan, con esa estrategia imitativa de la imago-imagen de la infancia que juega al espejo para luego rechazarse, repelerse, se atraen, se buscan, se celan, compiten, se extrañan, se copian, se admiran, se lastiman.
Qué difícil es ser bella, tan mirada. Qué difícil es ser fea, tan poco mirada.
Le basta a Ella con verla (a la Otra) derrumbada para aplastarla, pisarla, pasarla por encima, "leña del árbol caído", para que sienta que (¿al fin!) es libre. Corre, escapa, pero no puede dejar de mirar atrás por sobre su hombro, la venganza no es dulce, es atroz, es como una cadena que nos une al amo aunque lo hayamos derrotado aparentemente.
Al Ama. Que nos ama, Ama que ama, pero, si no nos mira.
Todas las veces que nos nos miraron: la niña en el escenario del acto escolar que busca en el público la mirada de su madre.
La joven que busca ser mirada por su amante en el baile.
La mujer que es perturbada por la densa mirada de la señorita de Lesbos que no soporta no ser retribuida en su penetrante mirar.
La que sube una selfie tras otra en las redes sociales del anonimato infinito.
Bailan las bailarinas.
Su dúo de espejos.
Su asimetría simétrica, arriba, abajo, brazos, piernas, corre que te corro ("y nunca llego", decía la canción), que te alcanzo y ya no te quiero.
No te miro.
Vírgenes suicidas,ancianas que se detestan como en un cuento de Patricia Highsmith, intima y brutalmente.
"Los caprichos de la visión humana se aplican a las fotos igual que a todos los demás objetos que percibimos." (dice Siri Husvedt en"Fotos Antiguas")*
La percepción es compleja, requiere de la coordenada del espacio, pero sobre todo, me parece, del tiempo. De la memoria. Y de la palabra, luego, más temprano o más tarde, que nombra lo visto e invisibiliza lo que no se mira.
La memoria es caprichosa, lo sabemos, y hace que veamos apenas lo que podemos soportar, comprender, abarcar. Somos siempre ciegos frente al horror más primario de esas escenas que quedaron subterráneas. Se nos derrumba el mundo cuando el velo se corre y vemos lo que no hemos sido invitados a presenciar.
O nos ven.
Mi retina no retiene, veo, pero no miro hasta que evoco, asocio, el lenguaje de la luz y de las formas, del movimientode los cuerpos femeninos me atraviesa, me miran, ellas, que están en el escenario para ser miradas, cuando el viento que genera el remolino de su carrera mueve mi pelo, entonces, comprendo, que
allí, en la mirada,
está la vida.



*Husvedt, Siri, Vivir, pensar, mirar, Anagrama, Buenos Aires, 2013.

miércoles, 25 de junio de 2014

30 años de Purple Rain


Parece que se cumplen 30 años desde la salida de este disco, el más vendido de Prince: Purple Rain. Vendió, según leo en varios portales, más de 20 millones de unidades en todo el mundo. "El sexto álbum de estudio del cantante funky de los noventas se convirtió en un disco de culto y sus canciones se volvieron himnos para toda una generación. Además de que no únicamente era un álbum musical sino el soundtrack para la película homónima; la cual estaba basada en la vida del joven cantante dentro de la escena de Minneapolis.
El 25 de junio de 1984, día del lanzamiento de Purple Rain este llegó inmediatamente a los primeros lugares de todas las listas de América y el mundo; dejando debajo a Bruce Springsteen e incluso a Madonna. Una combinación perfecta entre soul, rock, psicodelia,dance-pop y gospel.", afirman en http://noiselab.com/blog/musica/a-30-anos-de-purple-rain/
Parece que se reedita, y por supuesto, las expectativas son muchas. Después de todo, es Prince.
Recuerdo vívidamente  escuchar el CD, en mi casa de la calle 2, en el cuarto de arriba que era un refugio-escondite. Habían pasado unos años desde la salida del disco, andaría yo por los 16 o 17. O algo más, porque los primeros CD y aquel radiograbador con bandeja llegaron después.
Tenía pocos CD, muchos casettes, incluso aún vinilos. Pero muchos menos que la mayoría de mis amigos, o mi hermana, que entendían y gozaban mejor la música. Le rendían culto. Como lo había hecho mi padre siempre con sus colecciones de jazz, de clásica, de rock incluso, y soul.
Por ejemplo, mi amiga Z tenía su famoso equipo JVC, con amplificadores y bandeja para discos de vinilo, y su doble casettera y la colección de discos de Spinetta, Fito, Charly, King Crimson, muchos devenidos en menúes de un restó platense, como ella siempre nos recuerda entre nostálgica y orgullosa. Y algunos amigos tenían directamente "todo" lo que se editaba en Argentina, o lo que conseguían importado: iban a Buenos Aires a comprar discos, emprendían esas aventuras de coleccionistas pre Internet, que los llevaban por derroteros y desvíos a veces más interesantes que el objetivo primario. Eran tiempos de iniciaciones y expedicionarios.
Como mi colección era pequeña, al igual que mis conocimientos musicales, casi puedo recordar cada CD, como si los tuviera frente a mí, la tapa de Purple Rain, que era una obra de arte como Prince, el esteticismo extremo de su genio narcisista. Escuchaba una y otra vez ese disco, en mi refugio-habitación, recuerdo como si fuese ayer, apenas, tal vez  lo compartí con algún novio ocasional o estable, posiblemente.
Pero eso lo recuerdo mucho menos.
Mientras suena una vez más y yo canto en mi interior a viva voz (nunca mejor empleada esa expresión por mí) "Honey, I Know, I Know, I Know Times R ChangingIts
Time We All Reached Out 4 Something New
That Means U 2
U Say U Want A Leader
But U Cant Seem 2 Make Up Your Mind
I Think U Better Close It
And Let Me Guide U 2 The Purple Rain
https://www.youtube.com/watch?v=Gt8BeDrMCLI

lunes, 23 de junio de 2014

Kate Croy era mala y punto

Tuve una época muy pero muy Henry James (amor, fidelidad, exaltación, Literatura), y The Wings of the Dove -en versión castellana de bolsillo descuadernada y destruida por la inundación-, se coló incluso en una novela que escribí allá por los 90 y que, por suerte para los lectores, desestimé.
Así que cualquier referencia a esa extraordinaria obra del Gran Maestro de la Ambigüedad y del Decirlo Todo Sin Decirlo pero Insinuarlo Hasta que no Puedas Escapar a la Casi Certeza de Tu Sospecha (perdón gente sabia y críticos literarios este exabrupto hijo del hedonismo lector)  para mí es como cuando en un país extraño, en un aeropuerto internacional, en una fiesta de gente rica que nos hace sentir #fueradelugar y #extranjeros, alguien pronuncia una palabra en nuestra jerga, en nuestro "léxico familiar".
("Abracadabra"; "Depón tu cólera, Aquiles"; Shalom", Serendipíty, Alea Iacta est,  Como ser Horace, "¡No seáis palurdos!").
Por eso, entre todas las cosas que cada página leída me revela, en Fresán encuentro siempre a un escritor hecho para mí alma lectora. (Sí, de esos que uno cree que escriben para uno, que nos conocen, que hablan en nuestro idioma secreto, ese incluso que nosotros mismos ocultamos a los demás por fuera del mundo íntimo literario del encuentro autor-lector).
Y cuando en la página 134 de La parte inventada (2014) leo la referencia a Kate Croy (una de las dos protagonistas femeninas de Las alas de la paloma) estallo en aplausos, emocionado llanto, me pongo de rodillas y como en estado de oración, pronuncio: "O pensar en Kate Croy en The Wings of the Dove como en alguien que tal vez no sea mala si no, apenas, alguien que se porta mal. Y, ah, la súbita complicación de comprender (de comprender leyendo) que ser mala y portarse mal, en muchas ocasiones, produce el mismo efecto en los demás. Y si te portas mal más de dos o tres veces seguidas ya eres mala y punto."
Y ay, Dios mío, tan Fresán a la vez.
Tan literatura, pura, dura, blanda, suficiente.
Maravilla.

jueves, 19 de junio de 2014

El trabajo de hacerse cargo del mundo

¿Si hacerse cargo del mundo da trabajo? Sí. 
Y recuerdo un rostro terriblemente inexpresivo de una mujer que vi en la calle. 
Me hago cargo de los miles de favelados de arriba de las laderas. 
Observo claramente los cambios de estación. 
Yo claramente cambio con ellas." ("Me hago cargo del mundo", Clarice Lispector)*

Hay un libro de Clarice Lispector que se llama Revelación de un mundo. Lleno de escenas y relatos en donde ni Dios, ni el Diablo, ni la escritora escatiman a sus criaturas experiencias de: amor, odio, intimidad, perplejidad, ira, capricho, candor.
De hacerse cargo del mundo, de lo visto, de lo observado, de lo escuchado, de lo elegido y lo desechado, del deseo propio,  del daño que causamos, del daño que nos causan, de las constelaciones y de la dificultad para encontrarse con uno mismo.
En la intimidad del silencio.
Y del anonimato.
No voy a hablar de ese libro (aunque recomiendo fervorosamente su lectura) sólo diré que
hace unos días su título me ronda como al acecho de alguna verdad.
Pone (otro) nombre a la emergencia un mundo revelado (a mi pesar y sin mi consentimiento)
frente al que me intenté rebelar
pero que, finalmente, acepto. (Aunque como diría Bioy, me conformo pero no me resigno).

Acepto que no soy buena,
que hablo hasta por los codos, incluso de madrugada en llamados telefónicos a amigas que se ponen sabias, aunque nos duela lo que saben.
Acepto que muchas veces soy feliz, siento el bienestar de una comida picante o una torta hecha por R con semillas de amapolas que son como poemas y una copa de vino y un abrazo cálido y un hijo que te llena de orgullo y una buena conversación acerca de una novela  o un libro de Clarice Lispector o una película que habíamos olvidado que vimos.
Y a veces me hundo, me hundo, me hundo, hasta el fondo del miedo y de la desilusión.
Y se me revelan los muertos que todavía tienen algo que decirnos, y trato de entablar una conversación que me deja perpleja, y sola.
O mi amor me olvida y me desvanezco.
Y escucho un disco de The Kinks. Y miro a mi gata y a mi perra y todo me parece tan perfecto.
Me hago cargo del mundo, de sus revelaciones, de las que soy capaz de afrontar, de ver. A veces hasta me hago cargo de las que sospecho pero no puedo admitir: son como fábulas fantásticas, relatos de los mares del Norte, cuentos de los pueblos galos, leyendas de los mayas, de los eslavos,  o persas, o aztecas.
Todos olvidados en los días de verano.
Dejados de lado por un daikiri dulce que se comparte con las amigas que saben reír.
Me hago cargo de que a veces no me hago cargo.
Aceptar es liberarse, tomar decisiones, afrontar la cara monstruosa de lo que pretende ocultarse pero se exhibe. Obscenamente. Eso. Como dijo Schelling: "Lo siniestro (das Unheimliche) nombra todo aquello que debió haber permanecido en secreto, escondido, y sin embargo ha salido a la luz".

¿Por qué me desenterraste del mar, padre, por qué me trajiste acá?

El monje frente al mar, 1808. Friedrich


*en Revelación de un mundo, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2005.

martes, 10 de junio de 2014

Desde la última vez

Desde la última vez que me escribiste (¿antesdeayer?)
pasaron cien mil años
un millón de muertes celulares
22000 explosiones de Supernovas
treinta mil muertes cerebrales
cientos de abejas reinas destronadas
cincuenta traiciones irreparables
y 12 declaraciones de amor.
Hubieras escrito antes.

Y al final Madame Verdurin no era tan mala

Pintura de Caillebotte. Probable ambiente de Combray.
Hace muuuuuuchos años en una de esas experiencias iniciáticas que tiene la vida, leí (más o menos al mismo tiempo que varias amigas y conocidos, como suele ocurrir con ciertas lecturas "de culto") En busca del tiempo perdido....
Siempre la literatura se anticipa a la vida, y pone luz en lo oscuro. Sólo que veces estamos ciegos y no vemos lo que está frente a nosotros, aceptamos como portadores de alguna verdad fuera de sí los devanemos de la supuesta ignorancia de la histérica del siglo XXI (no sé, no sé, no sé, no sé por qué lo hice, no sé, no sé) o las manipulaciones egocéntricas del obsesivo post New Age (yo, yo, yo, piso la línea, no la piso, yo, yo, yo, yo, yo, yo soy bueno, soy ético, soy impoluto, yo, yo..oh, ¿hay vida allá abajo, en el sótano donde crecen líquenes y cucarachas? Yo...yo....desde acá arriba.Yo).
Para no ensuciar o delatar a los traidores, preferimos culparnos por la cobardía o la elección de Gilberta, que nos rechaza y prefiere a Saint  Loup, como si el rechazo de Gilberta o su opción por la riqueza y seducción de Robert hablara de nosotros y no, como en verdad lo hace, mucho más y sobre todo, de ella.
Juzgamos a los otros con la soberbia de la juventud y así admiramos y queremos a ciertas personas que no valen nada más que la fantasía que depositamos en ellas al elegirlas  y nos cuesta advertir las miserias, las perversiones, las motivaciones de aquellos en los que por amor o amistad depositamos la confianza. Hasta que un día, ya maduros, al entrar enmascarados al baile, descubrimos horrorizados al cruzarnos con nuestro reflejo fugaz en el espejo que la vida ha pasado, las excusas pueden encubrir sólo a nuestros hijos y a los jóvenes, y no nos queda más remedio que hacernos responsables de lo que somos.
Y al final ni Madame Verdurin era tan mala ni mediocre ni vulgar ni chusma como pretendía, por ejemplo, la perfecta, culta, bella, elegante y sofisticada Oriana de Guermantes; ni Robert de Saint Loup era el héroe y el amigo leal, valiente y perfecto que alguna vez imaginamos.
Y quisiéramos poder decir: siempre nos quedará Combray. Pero sabemos que ni siquiera en los acordes del comienzo de la sonata de Vinteuil podremos evocar aquellos lejanos tiempos de fe y esperanza en el futuro.

miércoles, 4 de junio de 2014

Estabas ahí (In memoriam, JH)

"La memoria de los muertos, existente en la infinitud, 

puede pensarse como una forma de la imaginación relativa a lo posible. 

Esta imaginación es cercana a (reside en) Dios; pero no sé cómo."

(John Berger, "Doce tesis sobre la economía de los muertos" en

Con la esperanza entre los dientes)


Estabas ahí,
al menos a nosotros nos pareció
que te reías un poco o te habías mimetizado con el sol calentito que iluminaba la tarde
para que no nos pusiéramos tan tristes.
Y luego quise llamarte y contarte como había sido que estabas sin estar
como era esta extraña coordenada del tiempo que te puso en otro espacio
te sustrajo a nuestras bromas
y sobre entendidos.
Me pareció que sino te podíamos ver era porque estabas ocupado,
haciendo algo mucho más importante
(cosas que sólo saben los muertos)
observándonos quizá desde alguna montaña, caminando con el puchito en la boca a la vera de algún arroyo neuquino,
conversando con los dioses que todavía habitan, aunque se escondan, en las geografías de nuestra pre cordillera.
Ponele.
Que no te habías vuelto del todo tango
ni río que corre.
Como si te quedaran algunas conversaciones pendientes, de libros, de política, de psicoanálisis, sobre todo
de los amigos.
No sé si al final leíste El que tiene sed o Israfel, si lo llevaste de viaje en ese último viaje.
Me dio un poco de rabia que me hicieras trabajar tanto en soledad
sin poder discutir
sin explicarte mejor que en aquel mail que tanto te alegró por qué me parecía que habías logrado el estilo que volvía tu escritura canción para pensar
o para construir.
Nos faltó tiempo.
Tendríamos que haber festejado todos juntos.
Me pareció.
Que te alegrabas por aquello que te dije un día al respecto del estilo de este libro
impostabas la voz,
hacías al presentarnos chistes tontos
te mezclabas entre el público
me pareció que tenía razón el poeta, (lo que dice JB),
que estabas entre los vivos, antes y después
en nuestro futuro,
que anotabas en una libretita algunas discrepancias para después completarlas
que criticabas o corregías algo de lo dicho
que tomábamos un vino
que comíamos salamines y quesos con los chicos,
(Laika ligaba unas sobras como delikatessen)
el jueves próximo
mañana, ayer, que es lo mismo
sino podemos encontrarnos.


sábado, 31 de mayo de 2014

Criaturas con una insaciable sed de absoluto

Abby Diamond, acuarela
Saudades de lo que no existe ni existió//
alivio de de haber muerto para esas criaturas que son como las heroínas de las novelas del siglo XIX:
esclavas de una "insaciable sed de lo absoluto".//
Juegan con nosotros (a la mamá, al papá; al amante, al novio, a la hermana mayor, al hermanito y a la hermanita, a la pobrecita  y al desahuciado, al loco y al falopero, al tío, al compañero, al cuñado, a la amiga, al jefe, al cura  y al profeta, al revolucionario y al admirador, a la maestra.)//
Juegan.//
Somos sus ositos de peluche, sus marionetas, sus personajes de cuentos de hadas.//
Si tan solo levantamos la cabeza y nos negamos a ser bebidos para calmar su sed ilimitada//
nos pisarán como a cucarachas
nos aplastarán entre sus garras como a pájaros a punto de emprender el vuelo.
Puede que monten escenas de gritos y de llantos y de violencia
como si fueran Emmas Bovary o Anas Karéninas o Sabinas Spilrein o Doras o Albertinas en fuga
pero sin gracia, ni magia ni poeta que las escriba.
También utilizan el estilo del hielo:
nos asustan con sus silencios y desmayos,
con sus muecas de sonrisas de máscaras de teatro
Abby Diamond, acuarela
y con su gélida indiferencia con la que construyen entre ellas/os y lo que de humanos tenemos
un glaciar.
Nos asustan si las reconocemos en nosotros
si sospechamos que han hecho de nuestra voluntad de vivir apenas una nostalgia//
y nos dejan sobre la fría superficie de la morgue o el quirófano
y se alejan sin mirar atrás sobre sus hombros
después de haber exprimido de nuestro cuerpo abandonado hasta la última gota de sangre.//

Saudades de lo que no existió
del amor que no me tuviste
de los pájaros a punto de emprender el vuelo
de las palabras como mantras en esa lengua materna que siempre lastima
sobre todo las que nunca se pronuncian.


lunes, 26 de mayo de 2014

Amarguras

En la Habana vieja, según capta sin simulacros el recorte subjetivo de la fotógrafa, la Amargura se cruza con la Calle de los Mercaderes. ¿Hace falta decir algo más?
Foto de Elisa Urtubey

domingo, 25 de mayo de 2014

"Ecce homo. Construcción Almafuerte", impresión de una espectadora en vértigo

Uno
"Ecce homo. Construcción Almafuerte", se llama la obra de Nelson Mallach*, estructurada en cuatro partes que llamaré aquí "fragmentos":
1/ trémolo o la búsqueda de Dios-poética-epígrafes-¿Dios?
2/ la mujer o el desamor
La hora trágica
la sublimación
lo amargo
3/ el temor al muerto o la construcción
deconstrucción
reconstrucción
4/ el deterioro o la esperanza.
Como no sé de teatro (acá pueden leer una crítica), comparto acá sólo una impresión en estado vertiginoso:
Ecce Homo, he aquí Pedro Bonifacio Palacios.
Ecce homo, este es Almafuerte.
Ecce homo: estos son los pedazos, las partes del todo, la obra de la obra de la obra, la relectura y la reinterpretación...
Ecce homo, somos modernos. Creemos en los mitos.
Ecce homo, somos modernos, rechazamos los mitos.
Ecce homo: somos platenses,
Ecce homo:¡hagan de él lo que quieran, crucífíquenlo, deifiquen!Háganse cargo, señores espectadores, he aquí el hombre.
Dos: fragmentos que vi y escuché
La escenificación es en el Museo "Almafuerte", avenida 66, ciudad de las diagonales y mucho más. Los materiales, la técnica: recursos de diversos lenguajes que construyen una propuesta estética que nos atrapa desde el principio en ese vértigo de cuerpos que se exigen, corren, se cruzan, se rozan, se desean, se rechazan, se ven, se ignoran;
Se miran de reojo, se intuyen, se sospechan; se miran en lo profundo del alma, se miran sin verse, se comen con la mirada, se cogen con la mirada, se abandonan sin verse...Se hacen mirar, no nos dan tregua, se hacen mirar, se hacen escuchar, se hacen...se construyen.
Vértigo de voces que recitan fragmentos de poemas, como si toda la obra fuera una suma de fragmentos,
como fragmentada aparece detrás de los vidrios de las puerta-ventanas la proyección, corto que narra en fragmentos de tres voces de cuatro escritores (Mallach, Fernández Berro, Tarruela y Almafuerte leído y reescrito por los otros)
Vértigo del texto, más la inquietante música de Eugenio Demarchi...
Somos posmodernos, el arte se construye de fragmentos, como nuestra memoria....

Tres: fragmentos de los pensamientos que se sienten
¿Pero qué totalidad evocan esos fragmentos, texturados de palabras y cuerpos, actuados, vociferados, filmados, musicalizados, leídos, interpretados?
¿Es posible que estas artes del fragmento anuncien el fin de la unidad de sentido de "el arte"?¿Es que la historia que así se nos narra, en fragmentos, debemos completarla nosotros, con ese nerviosismo que nos causa todo el movimiento, la agitación, las palabras? ¿Es posible escribir sin documentar, sin testimoniar, sin aportar las huellas, los fragmentos, las pruebas?
La modernidad se expresa en el aparato del museo (Déotte, 2013). Se mira en el espejo de los fragmentos de los archivos y las biografías, y los espectadores curiosos hurgamos, espiamos, somos voyeres de lo que no escribe el que escribe, de lo que no importa, o sí.
De espiar a esos habitantes de la "raza de los nerviosos", como dice V. Kociancih, perturbados, así estamos. Conmovidos, expectantes:
Yo no sé si el muchacho va a besar a la chica, o si va a besar al otro (¿al Otro?). No sé si va a seducirla, o va a violarla.
No sé si ella juega detrás de su mascarita con los corazones de sus admiradores y los convierte en rivales con la "inocencia" de su histeria o si es la marioneta en el juego del autor, o del Autor, o de los autores de los fragmentos que nos hablan y por los que somos hablados.
Y se me ponen los pelos de punta en la escena en que el cura viste y desviste a la estatua de la virgencita, magistralemente actuada por María Ibarlín y Julio Salerno: la violencia apenas contenida (¿del misógino?), del fanático ateo que sólo puede surgir de un creyente fanático, esa especie de hereje recién nacido, apenas devenido converso, tal vez, un perverso, por qué no...
Que erotiza y se erotiza con la estatua de la Virgen, consigo mismo, con el cuchillo del policía asesino de obreros anarquistas.
Sshhh,  no te metas con los bronces y los mármoles...
No busques las huellas de sus "convicciones/contradicciones", como dice el texto.
No hagas teatro de tanto teatro.
No digas que vimos un trío.
Como el trío de la tía, su novio, Pedro que los sorprende en la cama.
El trío de su madre muerta, su padre abandónico y él,  niño hecho (¿y echado?) a un lado.
Como el trío de Falcón, su fálico puñal de macho-matón-argentino,y  su amigo...¿Almadébil?
O el trío de dos hombres que se aman, y se odian, y detestan a la mujer a la que le escriben sus poesías.
Y a la que desean, quizá porque a través de ella se desean.
Sshhhhhh...
No digas si es el hombre, la vida, la obra, la palabra o el mito.
No digas si era un reaccionario, un resentido, un joven empobrecido que debió renunciar a su vocación y su deseo por la pintura y el dibujo,porque la vida es injusta y en el amor como en el arte la injusticia a veces es eterna. No hables así del escritor que no fue publicado en vida más que una vez.
No digas dónde hallarlo, en que antiguas casas de alto en 3 y 47, uno de los primeros hoteles de La Plata, donde algunos nacimos.
No digas que sos de los tantos platenses que hurgan en los misterios fundacionales de la ciudad masona y positivista,
No digas de las logias ni de lo ya dicho y desmentido e investigado y ocultado, no digas de tus sospechas, no digas que todo es hermenéutica, no digas, no veas, no sientas tanto porque puede hacerte mal la duda...
No digas que hay fiereza en su poesía, y que hay crueldad en la belleza de la palabra, no digas que lo que escribe puede ocultar, poner velos y ser mentira,
no digas 
que la verdad no existe, que apenas sospechamos,
no digas del baile de máscaras y los juegos de seducción de este trío con que el autor escribió la obra, en la que los actores ponen el cuerpo como si fueran: jóvenes y viejos, víctimas y verdugos, y frases de poemas que se lleva el viento, el mismo que agita la parra, las frondosas hojas de las plantas, que sacude en invierno las puertas de vidrio, que trae y lleva el nombre de Pedro, de su tía, de los cuadros que no pudo pintar, de los cuerpos que no pudo dibujar, de los hombres a los que no pudo entregarse y las mujeres a las que fue incapaz de gozar...
O no.


* Dirección, dramaturgia e investigación: Nelson Mallach; actores. María Ibarlín, Francisco Mendieta, Julio Salerno; diseño audiovisual: Sebastián Díaz, ver más



jueves, 22 de mayo de 2014

Máquinas para leer, algunas curiosidades y los funerales del libro según Vila Matas


"Lo encontramos en la Biblia, en la Eneida. 
Lo apocalíptico está en todas las civilizaciones y 
Códex Benedictus, siglo XI, fuente
Riba entiende que sólo puede ser ya tratado de forma paródica. 
Su funeral por la era Gutenberg es una fiesta. 
Después de todo, no hay entre la imprenta y lo digital 
un corte radical como nos quieren hacer ver, 
sino una continuidad" (Enrique Vila-Matas)*


1. La tekhné maravillosa del libro

Una de las tecnologías más exitosas de la historia humana
Torá
aún vigente, pese a los actuales debates acerca de su supervivencia y/o extinción, es la "máquina para leer", como llamó Robert Escarpit al libro.
La edición de libros está considerada la "más antigua de las industrias de comunicación de masas" (Gubern, 2010:42). Convivió durante siglos con una inmensa mayoría analfabeta, con dispositivos de la comunicación fundados en la imagen, usados sobre todo para la predicación religiosa y/o política. Quizá el ejemplo más extraordinario es el de la arquitectura, desde las pirámides a las misteriosas catedrales góticas con su sacralidad tectónica, su lenguaje de luces de colores, torres hacia el cielo, bóvedas de crucería, arbotantes, esculturas, pinturas iluminadas....
La escritura, en sus diversos soportes (algunos dejados de lado en la historia, otros que han perdurado) es una de las tecnologías del intelecto más potentes que se han creado.
Corán
Del pictograma al fonograma, de los soportes duros a los blandos o digitales (piedra, arcilla, papiros, pergaminos, papel, electrónicos), esta maravilla tecnológica incluye la dimensión estética, psicológica, política, religiosa.
Entre esas felices tecnologías incluyo la fabricación del papel,  que inventaron los chinos allá por el año 105 d.C, y difundieron los árabes, como tantos otros saberes, alrededor del año 751 d.C., luego de aprenderla de unos prisioneros chinos que atraparon en la batalla de Tales, cerca de Samarkanda. Según Gubern, instalaron la primer fábrica de papel en Bagdad en el 793, durante el reinado de Harun-al-Rashid, del que sabemos tan poco los occidentales ,que solemos creernos tan cultos.


2. Entre paréntesis: una fábrica de papel en Tecnópolis y un museo con máquinas de imprimir documentos en un Ministerio de Economía 

Fábrica de papel, Encuentro Federal de la
Palabra,
Tecnópolis, abril 2014
Entre paréntesis, debo decir que encuentro tanta belleza en el arte de fabricar papel, en su tekhné, como en el grabado, la reproducción sobre papel de fotografías y otras maravillas del arte reproductivo. Así que disfruté mucho que en el "Encuentro Federal de Palabra" (Tecnópolis 2014), hubieran montado una pequeña fábrica  de papel para que los visitantes pudiéramos observar el proceso y conversar con los  trabajadores-artesanos, dueños de los secretos de esta milenaria industria hoy desprestigiada, seguramente con algo de justicia, en nombre del ambientalismo.  Este problema, creo, tiene que ver con el sometimiento al capital, la dimensión de la explotación y de regulación del mercado, pero este es otro tema.
Grabadora Samay Fernández junto a prensa del siglo XIX, patrimonio
del museo del Ministerio de Economía provincia de Buenos Aires

Otro ejemplo que merece destacarse, para quienes compartimos esta admiración por la fabricación de papeles y otros soportes textuales, es el del Museo recientemente creado en el Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires. Allí además de la maravillosa bóveda original del tesoro y otras máquinas, vale la pena admirar las prensas y tipógrafos en las que se imprimían documentos, escrituras, cheques. Es decir: productos textuales que legitimaban propiedades, negocios, políticas: vidas privadas y construcción de lo público y colectivo. En ese edificio, además, se recurrió al muralismo, un lenguaje antiguo si los hay, que resignifica al artefacto tectónico. Hace del edificio, que representa en este caso la institucionalidad democrática de un organismo gubernamental en la capital provincial, un vehículo o soporte para que se inscriban los murales. Eso posibilita, mediante el lenguaje plástico, el diálogo con los ciudadanos que transitan el espacio público.


3. El poder de la cultura del libro

Códex Mendoza, México 1541
La escritura tiene una larguísima historia. Quizá data del 30.000 a. C. (Calvet, 2008:283)
El libro códice también tiene una larga historia, desde fines del siglo I. (Gubern, 2010: 41). Convivió durante siglos con otros soportes textuales, como los rollos, de origen egipcio.
Tuvo, por supuesto, sus antecesores y parientes, en la familia de las "superficies de inscripción de acontecimientos." (Déotte, 2013:27).
Desde "el Libro" -y todos los libros sagrados- a "los" libros; desde aquellos pictogramas sinópticos con los que los aborígenes americanos describieron y narraron el desembarco del conquistador Cortés -considerados por algunos los primeros cómic-; desde los primeros códex europeos a los libros electrónicos (e book), ya sea dentro de la galaxia Gutenberg o pos Gutenberg, los libros tienen el poder de maravillarnos. 
Todo el tiempo, cada día, como objetos de una perfección quizá insuperable. 
Incluso cuando ha sido herramienta del saber como poder (pero también del saber y del arte como espacio de libertad); o instrumento para someter o explotar a los "iletrados", "analfabetos", a los que Simón Rodríguez llamaba "desarrapados". Incluso cuando la libertad de escribir, editar y publicar siempre ha estado acotada (por las Iglesias, por los estados totalitarios, por las dictaduras, por el mercado). E incluso cuando ha sido el vehículo para imponer proyectos pedagógicos funcionales a políticas de exclusión y sometimiento; o modas funcionales al consumo, como publicidades.
Siempre algo escapa a esa lógica, ya sea por medio del arte, ya por su asociación con saberes populares de las técnicas de reproducción y edición, como el caso de las editoriales cartoneras.
"El libro no morirá", proclama Umberto Eco, invocando su eficacia tecnológica y afirmando que el libro es la herramienta más perfecta del hombre. 
Pero el Presidente de la Feria del libro de Frankfurt le responde, en ya conocida polémica de hace un par de años, que "‘Es más bien un soporte perfectible, que se puede transformar en otra cosa. Perfecta es la cuchara".
Si lo pensamos en términos literarios, de contenidos, Doris Sommer sostiene que "La literatura es material reciclado, pre-textos para hacer más arte. Yo aprendí esta destilación de toneladas de crítica literaria trabajando con Sarita Cartonera."

4.  ¿El libro morirá? Invitados a los funerales

Aunque Vila Matas nos invite en su novela Dublinesca (Seix Barral, 2010) a los funerales de los libros, organizados por Samuel Riba, un experimentado y exitoso editor retirado y en retirada, después de haber consagrado su vida y empresa a editar literatura de calidad y no lograr adaptarse a la ·"vulgaridad" contemporánea. “Una novela que, como el Ulises de Joyce, es una nostalgia de lo no vivido y una magnífica epopeya de la vida cotidiana”, según Juan Antonio Masoliver Ródenas, en "La Vanguardia".
Aunque todo esto sea apenas un boceto de lo que está ocurriendo en el campo editorial, de lo que se escribe, piensa y debate en congresos, jornadas, ferias, ámbitos educativos, organismos de promoción de la lectura, editoriales, escuelas, ciber espacios....
Aunque no podamos ignorar que detrás de todo esto que se "cocina" hay intereses poderosos que apenas sospechamos...
Aunque algunos autores (como Cassany) sostienen que nunca se ha leído tanto y  en tantos soportes, formatos y lenguajes, y de modo tan masivo como en la sociedad de la información y la comunicación que habitamos, con mayores o menores derechos de ciudadanía según la geografía que nos toque...
Aunque otros pensadores ven en ese fenómeno el triunfo de la tecnocracia impuesta por el Imperio y el sistema, con sus estrategias culturales de dominación... 
Aunque muchos docentes (sobre todo los docentes que leen poco) y la doxa se quejan de lo poco que leen sus alumnos y de su incapacidad de comprender textos...

Aunque mucha gente "consume" libros como consume cualquier otro producto (basta con ver lo que se genera en torno a la Feria del Libro de Buenos Aires)...
Aunque algunos escritores señalan que cada día se habla, se conversa menos con los amigos acerca de libros y escritores...
Aunque todo eso o parte de eso sea cierto...
Seguimos amando a los libros: a los que nunca se han escrito, a los que existen en nuestros olvidos, a los que formaron parte de bibliotecas extinguidas o imaginadas, a los que pasaron de mano en mano en nuestras cofradías adolescentes y juveniles, a los que nos iniciaron de una u otra manera;
a los libros perdidos en exilios, mudanzas, incendios, inundaciones, rupturas amorosas, extravíos, robos...
Y a todos los libros que nos esperan, como lectores o escritores, para salvarnos de la desesperanza, la enfermedad y la fealdad de la injusticia del mundo.