jueves, 28 de diciembre de 2017

Tu nombre, en sus nombres

“Nombrar el ser ausente es romper el encanto de las cosas que son (es)
 el comienzo de un mundo”
Paul Valery

ilustración: Istvansch Fuente.
Te nombro, las nombro, los nombro, vivos en nosotros, en mí, en ellos. Los recuperamos, 127 veces se encarnaron los nombres. 
Nos silencian, nos esconden, nos persiguen, pero te seguimos nombrando, a vos, a ellos, a ella, a él, a los que no volverán y a los que aún no saben su nombre, te nombramos cuando las nombramos a Ellas y a ellos, los que ya tienen su nombre.
Cada vez que alguien pronuncia tu nombre, aunque lo haga en silencio para sí, cada vez que eso ocurre el eco del llamado recorre el universo, invoca los linajes extinguidos y los nombres olvidados, los números divinos y las cuentas imperfectas, las deudas, las sangres derramadas en vano, y abre un telescopio hacia las galaxias eternas. 
Como las enamoradas cuando su amado está ausente, saboreamos tu nombre, olemos tu nombre, tocamos tu nombre, para no perder la fe y la esperanza.
Todos los nombres, cada nombre.
En tu nombre, en sus nombres.



miércoles, 27 de diciembre de 2017

Un libro de poesía

"[...]  fueron reiteradamente perseguidos de muchas maneras distintas en repetidas ocasiones". 
(Reviel Netz, Alambre de púas, p. 213)*


Se fueron. Rompieron todo primero, las cosas lindas que usamos, los recuerdos, las máquinas y las herramientas.
Antes de irse cercaron todas las salidas, alambraron como se alambró en su momento al ganado, como se conquistó la tierra, como se segregó a pueblos enteros y se encarceló en grandes mataderos humanos.
Obra de James Coates
Se fueron, quemaron libros, se llevaron las llaves y las escaleras, y tras de sí quedaron las rejas y el humo, el miedo y la desazón. Cuando salían descubrí que en el revoleo (patearon a unos ancianos que ya estaban en el piso, eso les da mucho placer; escupieron la cara de los hombres maniatados previamente y toquetearon a las mujeres más jóvenes delante de sus madres, para que el abuso y la tortura fuera doble; a los bebés les negaron el alimento, la higiene y la medicina), olvidaron llevarse un libro. Lo vi allí, caído, junto a la puerta, y arrastré como pude mis huesos traumatizados por los golpes.
Dejé un camino de sangre, mis enemigos podrían olerlo. O los otros predadores. Pero no me importó, llegué hasta el libro, lo abrí al azar. Olía a papel recién salido de la imprenta, y olía al rastro de haber sido tocado por una mano amorosa que había temblado al leerlo. Leí un poema de una escritora rusa de los años 20 (milnueve) que murió de pena tras perder a su esposo, a amante y a su hijo en la Revolución Roja, el Gulag y la Guerra Patriótica, en ese orden. Leí otro de un latinoamericano que enfermó después de tempranos exilios y bibliotecas perdidas, un par de amores trágicos, unos compañeros reventados en un campo de muerte en las afueras de la ciudad de La Plata y varios laburos de mierda.
Y aunque me dolía todo el cuerpo recordé que soy humana. Que no soy un pedazo de carne y huesos a un paso de la tumba. Una osamenta abandonada.
Soy.
Y si soy, todavía puedo erguirme y amar, erguirme y luchar. Cantar, bailar sobre estos pies lastimados pero aún míos.
Ellos van regresar, porque siempre regresan y quieren más, hasta la última gota de nuestra sangre. Quieren quitarnos todo y vernos humillados, caídos junto al muro de nuestra amada Ilión perdida, una y otra y otra vez. Nuestra Warisata. Nuestra Pachamama. Nuestra Cuidad Eva Perón. Quieren todo.
Pero yo tengo mi libro de poesía y un puñado de hermosos recuerdo que me hacen hervir la sangre, y la sangre cuando hierve...


* Netz, Revel, Alambre de púas. Una ecología de la Modernidad, Eudeba, Buenos Aires, 2013.

domingo, 24 de diciembre de 2017

De las formas del amor


"Con ligeras alas de amor franquee estos muros, 
pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; 
y lo que el amor puede hacer, aquello el amor se atreve a intentar". 
(W. S, Romeo y Julieta)

"Si no tengo amor, de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo, 

y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy como un pedazo de metal ruidoso; 
¡soy como una campana desafinada!
(Corintios, 13)

Hay muchas formas de soledad, como hay muchas formas de amor y de desamor, de indiferencia (que es lo contrario de amor). Hay soledades creativas, deseadas, deseables, que permiten el encuentro de uno mismo con su silencio y su intimidad, sus oscuridades, sus pérdidas, sus anhelos.
Hay otras soledades que son insoportables. La soledad de la familia que acaba de perder a uno de los suyos, la familia de Santiago o de Nahuel, por ejemplo, en un día como hoy. La soledad de esa madre cuyas manos cocinan para quien ya no volverá, la soledad de ese padre cuyo cuerpo es una llaga que supura como si el estigma del resucitado tuviera que repetirse una y otra vez en la historia humana.
Entre las cosas que pasaron este año, o más bien, entre las cosas que fueron destruidas desde que los hijos de Herodes y de Creso regresaron a sus mansiones y mandaron a sus mastines a cazar esclavos y rebeldes, una que mencionamos poco quizá, abrumados en medio de tantas batallas, es la ruptura de muchas parejas.
La realidad está tan virtualizada en los imaginarios de las redes, donde todos y todas exhibimos nuestra felicidad, nuestros éxitos y nuestra belleza, que esto podría pasar desapercibido.
Entre los mandatos más dominantes del poder actual, desde ya uno de los primeros es el de ser felices al modo narcisista de la subjetividad que se nos impone, es decir, solo se goza si se puede mostrar.  El mandato de ganar dinero (y ya no mostrarlo tan obscenamente como en los noventa, pero sí ritualizado en nuevos trucos, consumos, prácticas), el de ser "exitosos" en nuestras carreras y trabajos, el de tener los hijos más inteligentes, mejores estudiantes, más comprometidos, más bellos, como si eso nos permitiera ganar puntos y ascensos en la fabulosa empresa del amo que nos compele a trepar y trepar y correr y correr y mostrar y mostrar. Además, sobre todo las mujeres pero también los varones, tenemos que ser y parecer delgadas,  musculosas, jóvenes, sonrientes, inteligentes, graciosas, y también, por qué no, un poquito cínicas de paso.
En lugar de una invocación a amar a nuestros prójimos, lo cual puede ser laborioso y peligroso, porque el prójimo por lo general (el próximo, pero también el otro) puede oler mal, puede hablar de un modo que nos choque, puede no tener un nivel educativo que nos los vuelva amable, puede ser feo y faltarle algunos dientes, puede creer en otros dioses que los nuestros, puede ser pobre, o peor, puede no importarle nada el dinero o el éxito, en fin...
En lugar de pedirnos eso, que es un esfuerzo enorme, que supone apartarnos de nuestro narcisismo y brindarnos a otros y al mundo, nos exigen que seamos felices y alegres, que cojamos mucho y con muchos 
(y sino lo logran por sí mismos, para eso tenemos cientos de aplicaciones con su Like y sus estándares de emparejamientos para rápidos y ascéticos apareamientos)....¡pero no cometamos la idiotez de enamorarnos! La gente que se enamora es doblemente peligrosa, se distrae, no produce, no razona, tiene prioridades distintas a las que el sistema requiere, puede ser capaz de amar tanto como para poner en juego su propia vida e intereses, y luego puede sentir que ese enamoramiento se convierte en otra clase de amor y se expande, y que algo parecido le ocurre no solo con su amado/a, sino con otros:  primero los más prójimos (próximos), los hijos, las hermanas, los amigos, los compañeros de estudio, de trabajo, del barrio....y luego...¡Y luego! ¡Puede llegar a sentirse hermanado con la especie humana, solidario, puede querer disponer de su tiempo y sus conocimientos y virtudes para compartir su pan, para ayudar a otro, para celebrar en comunidad de iguales. 
El amor libera del sí mismo, de esa chatura infernal de lo igual a nosotros, el amor no es ciego, al contrario, pone un microscopio que amplía las diferencias, incluso los defectos del otro y propios, y aun así, lo acepta, lo desea y lo ama justamente porque ve lo que no se puede ver de otra forma que amando.
fresco de Pompeya
Nos han convencido de que el amor no es una fuerza poderosa que transforma el mundo propio y ajeno, sino que es una especie de nuevo opio de los pueblos, algo que nos debilita, que nos enternece y nos vuelve blandos para tomar las decisiones que el deber ser del monstruo herodita requiere. Alguien que ama no puede disparar balas sobre un viejo sin ver ahí a su padre o su madre, no puede matar a un pibe sin sentir que puede ser su hijo, no puede echar del trabajo en vísperas de Navidad a un laburante honrado sin ninguna causa más que ganar más y más y más y más dinero.

****
Muchas parejas se han roto y eso no aparece en las redes. Sabemos de personas que queremos, nosotros mismos a veces andamos por ahí con el corazón partido por el hachazo del desamor o el final de una relación que fue casi todo para nosotros, y subimos y miramos esas fotos donde seguimos todos felices, dale que va, mostrándonos como si la tristeza, como si detenernos en esos duelos fuera el verdadero tabú. ¿Acaso alguien podría faltar a su trabajo y decir una verdad tal como: estoy triste, mi amor se ha ido, mi pareja se ha roto, no duermo bien?
Se puede contar en las redes cómo y cuánto y con quién se coje, de hecho, la pornografía ha reemplazado el discurso erótico/amoroso.
Nadie se escandaliza a esta altura, y posiblemente tampoco se conmueva, al ver todas esas exhibiciones de nuestro narcisismo exacerbado, no podemos evitarlo, apenas algunos muy fóbicos con otra clase de síntomas neuróticos, el resto, de un modo u otro, caemos en las redes de la subjetividad de las redes, así, al cuadrado.
La virtualidad nos come el coco, cuesta resistir esas nuevas formas de educarnos, comunicarnos y amarnos.
¿Quién se atrevería  escribir en una red social que está solo, que tiene el corazón roto por un amor que terminó, sin hacer rápidamente una broma, algo que nos rescate del escarnio de la transgresión, del tabú de la alegría superficial y feliz?
Somos sujetos del rendimiento, dice Byung- Chul Han, somos esclavos de nosotros mismos, presos de nuestra subjetividad explotadora para un amo que se regocija sin tener que hacer demasiados esfuerzos.
Solos y solas, nos lamemos las heridas en casa, urdimos toda clase de planes de evasión, si somos afortunados, amamos a nuestros hijos, amigos, compañeros, familias. Pero no ese otro/a y nada compensa la depresión que implica la ausencia de Eros en nuestras vidas.
Por más pastillas que nos tomemos, drogas que consumamos, nada puede ser igual al paraíso que supone salir del "infierno de lo igual", que es sin duda la "llegada del otro atópico" , que causa una suerte de Apocalipsis y nos libera de la melancolía.
El asunto del erotismo es tan profundamente político, si entendemos que la política es lo que tiene que ver con el poder, que no reflexionar sobre estas cuestiones puede ser suicida, Tánatos bailando sobre la pila de cadáveres que deambulamos por ahí produciendo y consumiendo sin distraernos por el golpe al corazón que una mirada, de repente, un verano, pueda causarnos. 

Narciso en la fuente.Óleo atribuido en 1913 a Caravaggio, pero de autoría incierta:  Galería Nacional de Arte AntiguoPalacio Barberini.


El amor, constitutivo de nuestra psiquis, de nuestra subjetividad, del modo en que nos vinculamos con otros y con el mundo, es también un tema tan intrínsecamente educativo y de comunicación, me atrevo a creer, que nos urge pensar cómo hablar de esto, cómo empezar a discutir estas cuestiones en las aulas, en los espacios de militancia, en los cafés; cómo vencer el miedo y al amo que nos quiere imponer la idea de que el discurso amoroso (y el amor) ha muerto, que lo que va es la alegría canchera y egoísta del que nada da y solo cuida de sí mismo y goza haciendo sufrir al otro; o usando al otro como si fuera una cosa, para luego desecharlo; que solo somos mercancías, narcisos que buscamos satisfacernos a nosotros mismos, restos de la humanidad que fuimos.

Suele haber una canción (cada cual tiene la suya en cada momento, ¿o no?)  que expresa eso que no pude ser contado más que con la poesía o la música, eso que anhela el amor de los enamorados cuando se encuentran, y de la tristeza que nos produce dejar de amar y ser amados, porque sabemos que nada, absolutamente nada de lo demás vale la pena cuando nos falta el amor. 

"Y  mis manos a tus manos aferradas// y las ganas de mañanas a tu lado [...]"
(Corazones)
https://open.spotify.com/track/3Clf6Q0snIrIG4fvsRXsvx

viernes, 22 de diciembre de 2017

Sin pan y sin trabajo, sin paz, pobre Gutiérrez

"En cuanto a Gutiérrez, está, como de costumbre, al servicio de todos, y como ayer, sin comerla ni beberla: su 'dictadura' (la del proletariado) no salió de una mera enunciación 'abstracta', ya que, según era previsible, otras clases ejercen su 'tutoría' y gobiernan por él". (Leopoldo Marechal, Autopsia de Creso)


"La convicción de que existe un vínculo especial entre el trabajo de cada hombre [y mujer, habría que agregar]  y el sentido global de la existencia humana, se encuentra en la base de la doctrina cristiana sobre el trabajo", sostenía Juan Pablo II ante la Conferencia internacional del Trabajo en 1982.
La crisis global del modelo del trabajo asalariado en la producción industrial ya era tema de investigaciones, reflexiones y debates políticos. En este caso, de un pequeño y todavía actual librito del filósofo y teólogo jesuita-marxista francés, Jean-Ives Calvez, extraordinario ser, Necesidad del trabajo. ¿Desaparición o redefinición de un valor?*
Daniel Santoro trabajando
Allí desarrolla la idea del trabajo, desde el punto de vista filosófico y teológico, e mediación entre el hombre y la naturaleza, transformación de ésta, creación y expresión, un hacer con otros y para otros y no solo explotación y apropiación de la renta por parte de los amos, que desde ya, también lo es.
El trabajo, organizador de comunidad, es mucho más que un tema económico, en la sociedad globalizada actual (Calvez aún no la llama así),  la subjetividad del trabajador se ha roto, decimos nosotros. Ese sujeto arrojado hacia el mundo sin otras armas que las propias, cuando ya no está organizado en un sindicato, cuando ya no es el trabajo (que siempre es digno) propio del modelo industrial el que genera alguna certidumbre, se quiebra, y el mundo todo cruje.
Las transformaciones del mundo de la producción y el trabajo desde el tiempo en que Calvez escribe (tres cuatro décadas) son profundas y globales. Sin embargo, en su libro ya se perfilan algunos síntomas y problemas que enfrentamos hoy, ya observa que a pesar del crecimiento económico acelerado, la exclusión social y laboral no han hecho más que aumentar, y la apropiación de la riqueza producida por miles de millones en manos de una pequeña minoría parece ser aceptada sin mayores crisis políticas. Son pocas las voces significativas que se alzan en contra de este estado de las cosas, algunos líderes religiosos, algunos líderes políticos. Calvez no se detiene en la cuestión de la comunicación, pero nosotros no podemos dejar de señalar que en la sociedad hiper informada del mercado, la hipercomunicación parece actuar como la banda de redoblante que acompaña al ejército triunfador que avanza sobre tierra arrasada, tapando con su fanfarria el sonido de las armas y de las agonías de los millones de cada´veres que siembran a su paso, el clamor de la tierra desertificada y de las especies exterminadas. La venganza de la naturaleza no se demora, y estalla como tsunamis, como huracanes, como emergencias climáticas que siguen sin ser escuchadas por los que cortan el bacalao.

Pobre Gutiérrez
 La distribución del trabajo y de su producto (sean bienes, sean servicios) son cuestiones básicas de la trama social, nos recuerda Calvez. "Al contrario de las leyes de la producción, las de la distribución son ampliamente de carácter humano" (J. S. Mill, Principes d'economie politique).**
Calvez analiza desde el marxismo la alienación del trabajo asalariado, recorre la historia (desde un punto de vista cristiano marxista) del trabajo y la función que éste tiene como organizador de la sociedad, la comunidad, la familia.  A pesar de realizar una fuerte  crítica a las condiciones de explotación del modelo industrial, al contrastarlo con la transformación del trabajo que inició en las últimas décadas del siglo XX y sus características también de alineación pero de soledad (el trabajador "independiente" solo frente a la empresa), de precariedad, destaca que el trabajador sindicalizado, a pesar de sus condiciones de explotación, encontraba en su ambiente laboral la posibilidad de organizarse con otros, hacerse preguntas, crear conciencia de clase, resistir, obtener mejoras.
No sabemos qué ocurrirá en los próximos años. Ejércitos de desocupados de ya varias generaciones, y millones de seres alienados a grados extremos, que solo parecen querer trabajar y consumir sin que intervenga allí ni el deseo ni la disrupción, ni la política, empujados a la pobreza, a los márgenes, a  la consideración de ser para "el mercado" menos que basura, cosas reemplazables fácilmente, desechables.
Quienes tenemos la experiencia de habernos quedado sin trabajo, de ver como tiembla el mundo entonces, de sentir en carne propia que no hay modo de volver a casa, de mirar a nuestros hijos, de erguirnos con dignidad sobre nuestros pies, sabemos qué golpe profundo a la subjetividad es perder el trabajo. Perder el trabajo, y sobre todo cuando esto crece colectivamente y nos vamos quedando sin redes, sin lazos, nos deja inermes, no queda casi resto para pensar, para militar, para luchar. 
Todo tiembla.
Pero ese temblor puede también engendrar lo que todavía no existe, si se organiza, eso también hay que recordarlo aún en los momentos más oscuros.
Que esto ocurra en vísperas de las fiestas cristianas y de fin de año, le agrega un componente de perversión inusitada, que parece alimentar el goce de los actuales gobernantes.
E. de la Cárcova, Sin pan y sin trabajo,1894.
Óleo sobre tela, : 125,5 x 216 cm.
Un universo paralelo nos separa, porque se trata de una dirigencia que no tiene la experiencia del trabajo, sino del capital solamente, es decir, se trata de grandes delincuentes cuya fortuna se ha basado siempre en la explotación de otros, y quien explota no puede concebir al otro como sujeto, como par, como humano, porque de hacerlo, de "cristianizar" o humanizar su mirada, de concebirlo como prójimo, tendría que verse impelido a ingresar al orden democrático de los derechos laborales, sociales y humanos. Jamás alguien democrático y cristiano puede explotar, puede balear, puede dejar a miles sin trabajo solo para hacer negocios, y encima gozarlo. Mejor lo explicaba Marechal en su Autopsia de Creso (1965).
 "Se ha establecido ya definitivamente a la Revolución Francesa como el trance histórico que determina la exaltación de Creso al poder mundial. Aunque la intervención de Gutiérrez el servil en la revuelta de Creso añadió a los episodios algunas tintas de color “masivo”, y pese a la romántica declaración de los Derechos Humanos y sus consecuentes libertades, la Revolución fue una gesta de la burguesía en sus causas, en su desarrollo y en sus efectos ulteriores. Ya veremos cómo trató Creso al pobre Gutiérrez, no bien consolidó su reinado, ya qué se redujeron las famosas 'libertades' tan cacareadas por el Hombrecito Económico. Es evidente que la gloria nada limpia de Creso triunfante es la de haber impreso 'su mentalidad' a todo un mundo, en la más triste de las 'nivelaciones por abajo' que haya conocido la historia".





* Losada, Buenos Aires, 1999.
**, en Calvez, IB. p. 36.

martes, 19 de diciembre de 2017

Me quedaría aquí

Y cuando empezó a hablar, fue como si viajáramos en el tiempo y llegáramos a aquel tablado.
Sus manos se mueven, sus onomatopeyas son tan vívidas como sus bromas y me quedaría allí cien horas más escuchando.
Como aquel otro profesor allá en los lejanos días del fin de la adolescencia. El (re)descubrimiento de la pasión por el conocimiento, curiosidad que a todo se abre, como en la infancia donde los mundos eran siempre nuevos.
Un viaje al Renacimiento, mi pequeño paraíso de humanismo para rescatarnos de estos tiempos de cinismo obsceno.
Sus ojos brillan.
Su voz va armando armonías que acompañan la melodía.
Me quedaría acá escuchando.
Me dan ganas de correr y de leer, todo el santo día y el profano día.
Siento pena por todos los que no están acá.

Y el mundo yira, yira, yira.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Milena Jesenská, "el brillo de sus ojos fulmina el dolor del mundo".

"Ella es fuego vivo, como yo jamás había visto [...]. 
Sin embargo es, al mismo tempo, dulce, animosa, inteligente y
 volcada totalmente al sacrificio, o, si se prefiere, lo consigue todo a través de su sacrificio..." 
(Franz Kafka, acerca de Milena)*

(Sugerencia: se puede leer este posteo escuchando  Pélleas und Melisande op.5, de Arnold Schönberg, 1903)

Milena ama a Kafka, incluso lo ama por sus tormentos, sus extravagancias, sus oscuridades.
Lo ama como ama Milena: apasionada y exageradamente. Milena no especula ni despliega los artilugios habituales de la histeria. Esa forma de amar suele asustar a los hombres comunes, aunque claro, Kafka no es un hombre común, pero es un hombre. Ella lo reconoce como el genio que es, cuando nadie lo hace."No sabes nada de alguien hasta que no lo amas", le dice Milena a su amiga alemana Margarete.
Él, a su vez, valora en ella sus múltiples virtudes, a pesar de que sus inseguridades le impiden a ella darse valor. Le escribe: "Habría que tomar su rostro, Milena, entre las dos manos y mirarla fijamente a los ojos para que se reconociera a sí misma en los ojos del otro y a partir de entonces fuese ya incapaz de ni siquiera pensar las cosas que en ella ha escrito". Y también: "el brillo de ssu ojos fulmina el dolor del mundo" (3 de junio de 1920). **
Se ven pocas veces en los dos años que dura su relación, y sin embargo, sostienen su amor con cartas. Las de él, nos han llegado hasta el presente y se han publicado, las de ella, más dispersas.
Kafka era un genio y, sin duda, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, de los indispensables, aunque él jamás llegó a enterarse. Milena también, pero la historia también está tomada por el discurso patriarcal, de modo que sabemos mucho menos de ella y por lo general se la conoce como "la amante de Kafka". 
Milena había nacido en 1896, en el seno de una familia burguesa mitad burguesa, mitad aristocrática y culta de Praga, y morirá en 1944 en el campo de concentración de Ravensbrück, Alemania. Allí no solo demostrará su enorme energía vital, su vocación periodística que la lleva a intentar conocer y escuchar a los demás, sus críticas a todos los totalitarismos, incluso y pagando por ello un alto costo, al Partido (Comunista, obviamente) en cuyas filas había militado en Praga y por lo cual se enfrentará con otras prisioneras políticas, como ella, mujeres rusas o alemanas que siguen fieles al partido soviético a pesar de las purgas estalinistas. Allí nacerá una profunda amistad con otra periodista y escritora, alemana ella, Margarete Buber-Neumann, que viene de sobrevivir a un campo de reclusión soviético y sobrevivirá también a lo nazis. Y escribirá la historia de la amistad con Milena, para homenajearla y reivindicarla.
Ya desde muy joven Milena enfrenta al dolor, y se sobrepone, con la temprana de su muerte de su madre tras una larga agonía que deja a la adolescente en el rol de enfermera que asiste a la decadencia, el sufrimiento y el ocaso de la persona a la que más ama. Su padre, autoritario, nacionalista y narcisista, exitoso médico que aspira a destacarse en la sociedad checa, no soporta la rebeldía de la joven estudiante, sus extravagancias, y le impone duros castigos. Sin embargo ella resiste, elige una y otra vez el camino del amor, la amistad y el compromiso con artistas, bohemios, militantes políticos,  feministas. Estudia en el exclusivo Instituto para Niñas Minerva, y muy joven aún, se enamora de de Ernst Pollak, un escritor austriaco judío, lo que enfurece a su padre, que le retira todo su apoyo tras casarse con él, por lo que se irán a vivir pobremente en Viena.
En 1919 lee unos cuentos del checo de lengua alemana Franz Kafka, entonces Milena le escribe por primera vez para pedirle autorización para traducirlos al checo. Así se inicia un apasionado intercambio epistolar que durará dos años: de 1920 a 1922,  que dará origen a su amor. Es un amor en el que sólo se ven dos veces: unos cuatro días en Viena y un día en Gmünd.
Es un amor plagado de malos entendidos, reproches, intensos y breves encuentros tormentosos y deseos que enloquecen a los amantes. Las Cartas a Milena de Kafka así lo muestran. Se escriben todo el tiempo, las cartas van y vienen, las respuestas se confunden, como sucede a veces hoy con los chat, aunque con mucho más arte, elegancia y estilo. Ella no se decide a dejar a su marido, él, me parece, se asusta de la intensidad del amor y el sacrifico de ella. No se entienden, ¿qué enamorados se entienden hablando? 
"Pero, niñita (soy yo el que habla así a Medusa), tomas en serio todas mis estúpidas bromas (de žid y nechápu [44] y de «odio»), yo sólo quería con ello hacerte reír un poco; el miedo crea malentendidos entre nosotros",** le escribe él 13 de junio de 1920, por ejemplo.
Como se sabe, enfermo y deprimido, Kafka muere en 1934. Ella escribirá sobre él para el diario Narodni Listy de Praga, que era: "tímido, retraído, suave y amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo".
Desde 1920 Milena se convierte en una referente del mundo cultural y comunicacional de su entorno y será reconocida como una periodista muy original, feminista y jugada. En Viena colabora con los periódicos checos Tribuna y Národní Listy y las revistas Pestrý týden y Lidové Noviny. Entre 1938 y 1939 edita Presencia (Přítomnost), un importante semanario cultural y político (Praga). Una vez divorciada de Ernst Pollak, se radica nuevamente en Praga, la ciudad que ama (Margarete cuenta que en el campo de concentración ella se presentaba como "Milena, de Praga", sin mencionar su apellido, que le parecía menos relevante que su ciudad).

"A Dios gracias, no se puede matar el amor. Es más fuerte que todas las barbaries"
Se casará con el arquitecto checo Jaromír Krejcar y en 1928 nace su hija Jana, y ambos militan en el Partido Comunista Checo, pero al conocer los crímenes de Stalin, se volverán muy críticos. El matrimonio no dura, Milena comienza una etapa de intensa actividad profesional y a la vez, mucha tragedia, se hace adicta a la morfina, se desencanta del comunismo, apoya a los judíos que están siendo perseguidos por los nazis. Es decir, elige la libertad y el sacrificio. 
Pagará un costo por sus posicionamientos públicos: la Gestapo la detiene en 1939 y la recluye hasta su muerte en el campo de concentración de Ravensbrück, donde se convierte en enfermera. 
Solidaria, valiente siempre, preocupada por las demás prisioneras, no se aviene a perder su humanidad, a convertirse en un deshecho, una cosa con la cual los carceleras opresores pueden hacer lo que quieran. A pesar del quebranto físico de la enfermedad y el hambre, organiza espacios para poder seguir conversando de arte, literatura y política con su amiga Margarete Buber-Neumann, para hacer de esos diálogos una especie de isla que las salve del estado de muertas vivas en el que están sumidas la mayoría de las prisioneras, quebradas.
"A Dios gracias, no se puede matar el amor. Es más fuerte que todas las barbaries", le dice Milena a su amiga, al contemplar las miradas de las prisioneras que aún degradadas a la condición de objetos, pueden brillar cuando se cruzan con el brillo de la mirada de otro prisionero de un barracón lejano, o un joven soldadito SS que se juega la vida por amor a una gitana.
Milena muere en el campo de concentración en 1944, debido a una infección renal.


*Buber-Neumann, Margaete, Milena, Buenos Aires, Tusquets, 2017.
**, Kafka, Franz, Cartas a Milena, disponible en https://drive.google.com/open?id=1haSjIqww1-ucInZfujpKtnV-SWT5oirh

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Soy yo


Oskar Kokoschka, La novia del viento, 1914.
"A veces los pensamientos me brincan como las chispas que saltan
al afilar un cuchillo
y el corazón lo tengo como colgado de un pequeño anzuelo, ¿sabe?,
de un clavo muy delgado...."
(Milena Jesenská)*


Lo estaba sosteniendo con alfileres oxidados y no se daba cuenta. 
Creía que él la había hecho reír porque ella pertenece a otro tiempo.
Y como el poeta chileno mayor y maestro (NP) del prosista poeta chileno que #EllaAmaMás (RB, obvio) se dijo: "yo todavía creo en el ser humano".

Pero como dijo hoy CC, vivimos en una época de subjetividades narcisistas. Y su incorregible franqueza, y su entusiasmado relato, alimentaron en él su constante reflejarse en el espejo, pero a ella nunca la vio.
Creyó que estaban riendo juntos, o que él estaba haciéndola reír con sus cuentos de los lagos y montañas lejanos y fríos, de las quimeras y otros animales fantásticos o salvajes y de los hombres y mujeres sin tiempo, y lo que pasaba era que ella se había reencontrado con su propia risa.
A pesar del mundo oprobioso, cínico e injusto, lo estaba pudiendo lograr, pero no era él.
En medio de tantos dolores y tantas mentiras, del saqueo y las persecuciones, los peligros que sufrían los hijos, a veces se escuchaba reír en silencio mientras iba en bicicleta escuchando una canción y cuando limpiaba los vidrios de las ventanas o preparaba la cena para los de la casa y las visitas.
Ponía un disco de Blur y lo iba bailando mientras sacaba los yuyos de los canteros.
Miraba el eterno azul en la mirada del hijo y era feliz como una novia en el viento.
Era yo, dijo su propia voz.
Soy yo, repitió.
En todo caso el vos que para mí inventé, descubrió. 
Cayó el telón.
Se encendieron las luces.
Se terminó la magia, pero no la risa.

* Del libro
Milena, de Margarete Buber-Neumann, Tusquets, Buenos Aires, 2017.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Ningún guerrero azteca

Batido como un merengue, de rápida subida la espuma, abunda un entusiasmo no despreciable y engañoso como una bruma en alta mar.
Se ve en el otro todo lo que queremos ver, hasta sus opacidades nos parecen brillos de nobles metales aunque una voz interna nos advierta que no es más que un viejo espejito de colores, baratijas que se encuentran en cualquier mercado de por ahí.
Pero una va e insiste, por todo ese rollo de la infancia que escuchamos como si fueran frazaditas de invierno o limonada fresca en verano.
Adornos, poemas, canciones y oropeles desperdiciados en actores que nunca pasarán de papeles secundarios en nuestra vida.
Hacemos simulacros de amor y desamor.
Escenas de celos que no se sienten de verdad y rencillas de cartón que desconectan.
Rendimos pleitesía a un romanticismo irremediablemente pasado de moda en el mundo y en nosotros, como no sea en la literatura o el cine.
Insistimos en inventar un hombre donde hay solo un semblante y una serie de máscaras de papel mache mal pintado.
Y de pronto, cuando no lo esperamos, alguien más honesto nos invita unos tragos, un momento dionisíaco entre tantos panteones desangelados y desvitalizados. Pertenece a un mundo nuevo menos laberíntico, habita en escenarios mejor construidos y es joven; entonces te ama unas horas sin necesidad de inventar romances.
Y una verdad empieza a crecer en tu interior pero no querés darle paso porque es una penita dejar escapar las mariposas antes de polinizar las gardenias, o sucumbir a esos aromas veraniegos.
Aunque hay tantas señales que es imposible ignorarlas sin comerse la banquina.
Es hora de pegar un volantazo.
Si...
Caen las murallas de las fortalezas sitiadas.
Caen los imperios eternos.
Sacrifican a Moctezuma propios y ajenos a la vista de los dioses viejos y nuevos.
Mueren los héroes y las heroínas.
Acribillan a millones de muchachos y muchachas en flor en cada guerra.
Desaparecen los más grandes y nobles amores.
Cómo no caerías vos también al primer soplo si no has hecho otra cosa que desvanecerte desde que?
No quiero perder el encanto pero el hechizo se ha roto.
Remo contra la corriente.
Y ya no te veo.
Lo que veo no lo quiero.
Lo que quiero no lo tenés.
Ya ni pena da porque se me escapan tu voz y tus facciones.
Más pena da haber creído una tarde que eras guerrero azteca, algo brutal y sanguinario pero decidido y valiente.
Tu ego saciado de palabras -tuve que hacerlo para que no cayeras de entrada, lo sé, a la fe hay que ayudarla en estos tiempos profanos-, alimentándose de juegos infantiles y pequeñas crueldades.
Mi risa ya se ríe en otras comedias
y, como escribe en alguna parte Silvina Ocampo (citando de memoria): única sabiduría, que todo pasa como si no hubiera pasado.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Esa flor

A veces es la desesperación la que empuja un cuerpo al abrazo de otro, es el impulso de llenar el vacío que ha dejado otro cuerpo, es el pez que ya fuera del agua se sabe muerto pero todavía boquea.
Es la vida que puja por sobreponerse a la tormenta.
(Te veo y se me rompe el corazón en mil pedazos y creo que no hay fuerza de la naturaleza capaz de producir la energía suficiente para recuperarlos, porque te veo y en tu mirarme se adivina esta pena que tenemos por lo que no pudimos.
Y se instala esa piedra en el pecho que es como ahogarse sin palabras, y ambos bajamos la mirada para evitarnos uno al otro ese llanto que se nos va formando en la garganta y quiere salir).
Era tan lindo cuando sabíamos reírnos y nos lamíamos las heridas uno al otro.
Sé que este dolor que ahora nos une es algo mucho mejor que no haber amado, pero cuántas ganas a veces tengo de liviandad.
A veces es necesario enamorarse unas horas o unos días de alguien más para olvidar el desgarro, la mirada que nos persigue de aquel que se adueñó de nuestras células y vive ahí, aunque creamos que no podremos soportarlo, aunque deseemos el olvido casi tanto como le tememos.
Es como Sabina Spielrein y su drama de amor con Jung, que nunca le dará lo que ella quiere, si es que eso que ella quiere es el hijo, la vida, y sólo puede darle dolor y muerte y ella aun así lo ansía.
Se irá, se alejará, hará un oficio de curar y de educar de lo que la locura, el amor también enloquecido que él le inspira y el rechazo le enseñaron.
Amará a otros hombres, llegarán las hijas, incluso tendrá mejores amantes posiblemente. Pero no dejará de añorarlo, no dejará ese anhelo.
Es esa flor única, esa promesa de pura belleza que retorna a empañar los atardeceres de domingo, será que será.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Si en vez de

Si en vez de escribir como una loca mientras camino por la calle caliente de la city escuchando canciones tristes.
Si en vez de eso me sentara en uno de esos bares cooles y pidiera una limonada con menta y jenjibre (y soportara la música de mierda que pretende ser ambient pero es sólo de mierda).
Y me pusiera los anteojos.
Si en vez de marchar me quedara mirándolo por la tele.
Si en vez de tantos libros hubiera comprado un split cuando convenía.
Si en vez de esperar noticias tuyas te guardara en el archivo del segundo subsuelo y me fuera a pasear con el chico que me invitó justo a tiempo cuando me iba a desvelar pensando en vos hasta que no.
Si me leyeras...pero quiero decir, si de verdad me leyeras sin buscarte donde no estás o sin encontrarte donde te hablo solo a vos; si dejaras el ego un rato de lado, si olvidaras mis tonterías y exageraciones de este pathos que es y no es lo que soy; si pudiéramos acordarnos al mismo tiempo de que somos tan crudamente y divinamente mortales y todavía tenemos cuerpos.
Si en vez de esta maldita Capadocia tomada por los apóstoles del odio y reclamada por laburantes cuyos lideres leyeron mal a Marx (y a todos los demás) y se equivocaron de siglo.
Si en vez de eso me vieras parada en esta esquina escribiendo en un telefonito, te darías cuenta que esto es una comedia y no un drama ruso?
Te darías cuenta que además de faltarle a este teclado toda una gama se signos de puntuación imprescindibles y (la Itálica!) me sobra urgencia porque fui y volví de unos avernos, y tengo unas cicatrices que lo cuentan mal y es por eso que trato de aferrarme a la lucha de la vida y no a las gozosas pero sosobrantes aguas de la melancolía?
Y justo cuando entro al bar ponen Beatles.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Como Ana K pero al otro lado del río

"Y Vronsky procuraba recordarla tal como era cuando la encontró por primera vez,
 también en la estación, misteriosa, espléndida, enamorada, 
buscando y procurando felicidad, 
no ferozmente vengativa como la recordaba en el último momento". 
(León Tolstoi, Ana Karenina)





Si yo fuera una poeta escribiría una letra para una canción. Y le pediría a los músicos que en alguna parte sonaran dos guitarras a la vez, una voz masculina, una voz femenina, algunos intervalos breves solo instrumentales.
Siempre, en algún momento, un pianito. Tal vez un saxo o un violín, no es imprescindible, pero si lo es un solo de batería, algo que levante.
Porque mi letra tendría ese peso de las telas aterciopeladas, azules, verdes, que se tornasolan según les de la luz.
Y diría algo así, como que cómo es posible que seas el mismo día la luz de una mañana de primavera, de esas donde por la ventana entra un perfume de gardenias, o de jazmines, o de lavandas. O el olor del pasto mojado y los colores de un arbusto de hortensias.
Y la noche del invierno lluvioso y húmedo, que es como la niebla que se posa en la copa de los árboles en los bosques, en las plazas y en las montañas en las madrugadas. Y abro mi boca como si fuera a besarte pero sólo sale el humo que el contraste de temperaturas crea entre nosotros: nubes de humo que se esfuma, y desdibuja lo que no fuimos, y me doy vuelta y abrazo al que está al lado para calentar la cama, y mis pies cansados.
Mi letra lograría hablar en tres versos cortos de cómo te extraño cuando te vas de viaje a Marte y me quedo acá, cuidando mi pequeña y hermosa huerta; leyendo ensayos sobre los locos y los artistas que transforman el mundo, o comiendo, bebiendo y riendo con mis amigos, amando estos atardeceres en la ciudad de los jacarandaes y los trenes que van y no vienen y enamorándome de los extraños en las estaciones de subtes en la ciudad de los más ricos y los más malos.
Y que te olvido cuando te montás a esos satélites que se fugan hacia los agujeros negros, tal vez peleando batallas ancestrales, tal vez escapando de una pena de amor o de un fantasma que te acecha desde la infancia, o tal vez buscando la aventura de los marineros, los astronautas o los naturalistas.
Te pongo nombres, te dibujo arrugas y barbas, te invento oficios, te observo las manos, te afeito. Te saco los lentes, te veo como si tuvieras 15 años y se me llena el alma de ternura, y de compasión, y de sentimientos que bordean al amor, pero un amor que podría ser llamado de otra forma, un amor que no anhela, sino que cuida y cura.
Pero cuando no sos luminoso, cuando no te parecés al conde Vronsky ni un poquito, o te parecés tanto que podría terminar peor que Ana, me aferro como loca a la vida, a todo lo que de ella me emociona y me atrapa, y te recorto como si fueras una foto en una revista, te saco de la escena, de mi escena, te arrugo como al papel, te tiro al tacho de basura...
Pero...
Sophie Marceau en el filme Anna Karenina, 1997
Tu insistencia en retornar me está cansando.
Ni que fueras love of my life o algo parecido. Te querés hacer pasar por un amor más largo, o un amor más sensual, a un amor amante de lengua poderosa y melodías que hacen bailar toda la noche con los pies descalzos.
No creas que no sé perfectamente que sos uno de los que hacen que pasemos de un territorio a otro, ahí estás, en la frontera entre el ayer y el mañana. Debo sortear los obstáculos, el desierto, el río, los animales salvajes que acechan, la luna llena que convoca a mis deseos más primitivos.
Lo haré, lloraré unas lágrimas sinceras por lo que pude quererte y lo que no me quisiste, pero lo haré, dejo de molestarte, te dejo atrás para cruzar al otro lado del río, y desde ahí poder nadar hacia mar abierto.
Lo haré, la canción no lo dirá pero voy a dejarte tranquilo y haré este duelo en un dos por uno, este y aquel otro y todos los duelos que hay que duelar cuando se ha vivido ya un tiempo, aunque  tenga que acostarme con dos o tres extraños que escuchan rock&roll para no pensar más.
Remar, nadar, cantar en la canoa, la mano se desliza por el agua marrón.
Y entonces del otro lado quizá, haya otras canciones y otros encuentros con menos noche y un viento que infla ya mis velas.



jueves, 30 de noviembre de 2017

Dale, okey

Dale, okey. Vamos a vernos corazón.
Dejemos los peros y los superyós en algún cajón.
Las gramáticas de él, ella, ellos. Los de antes, los de ahora. Hagamos un recreo en la gran urbe, Babilonia también alberga algunos refugios, sólo es cuestión de buscarlos y tomar posesión unos momentos.
Seamos unas horas nosotros. Hagamos nuevas canciones y nuevos recuerdos para las horas negras y los duelos. Como ese del jardín, o aquel de la cocina, el que vos quieras.
Para calentar los pies en el invierno.
Hagámoslo.
No necesitamos mentiras ni promesas, ya nos sabemos.Ya sabemos en lo que somos felices un instante de tregua.
Una vez por década por lo menos, riamos como niños o, mejor, como esquimales.

martes, 28 de noviembre de 2017

En jirones quedamos

A sale un tiempo con B. A es un hombre ya maduro, y casi un arquetipo del proyecto burgués. Vive en San Isidro o en San Fernando o en Olivos, zona cheta, casa con jardín y pileta, esposa, dos hijos y un par de perros.
A parece haberse enamorado de B.
B es mucho más joven y bastante rebelde, feminista, madre soltera, sale seguido con sus amigas a escuchar bandas de rock y al teatro.
B parece perdida de amor, loca, desquiciada por A.
Sus amigos no pueden entender qué le ve o porque se obstina en ese amor desgarrado y miserable, donde A es generoso con todo aquello que nada le cuesta, como el dinero, y amarrete con lo único que vale la pena, el amor.
Cuanto más imposible se vuelve A, más lo desea B, como es usual.
A promete montañas, soles, lunas, planetas y divorcios, aunque B se conformaría con esto último y unos días en la playa o en un lago, preparar una comida juntos, ir al cine. B también sueña más allá de esto, sueña hijos pero no lo dice, ni a A, ni a sí misma.
B pasa mucho más tiempo llorando que gozando, pero....cuando A la abraza.... No hay palabras porque no las hay para hablar de lo que se ama, y B ama a A.
Un día a la salida de un concierto, B se cruza C, a quien conoce de vista. Ese día B la ha dejado plantada en una fiesta, y se ha ido de viaje con su mujer, así que B está partida al medio con una mitad apenas viva y la otra muerta. C la invita a tomar un trago y B, al tercer trago lo encuentra encantador y se va con él a pasar la noche. Cuando A regresa, B le dice: o te separás o me voy con C.
A hace muchas escenas de celos, llora, despliega toda clase de estrategias y promesas, manipula, promete, hace a medias y finalmente, recula.
B llora  sufre, duela, mientras se acuesta con C extrañando a A.
C hace un mal papel, pero aunque lo sabe, se obstina en ser premio consuelo.
Como es lógico, B termina por olvidar a A, y en esa misma operación, deja de acostarse con C y en cambio, conoce a D e inicia una deliciosa historia de amor.
Un día B se entera que A ha muerto.
La muerte de A, a quien B lleva años sin ver ni recordar, en quien no piensa casi nunca, de cuya cara se ha ido olvidando, lo trastoca todo.
Y aunque todo esto pueda parecer un risueño y ligero juego de letras y palabras, en jirones quedamos cuando se mueren nuestros amores, o los que amamos.
 

domingo, 26 de noviembre de 2017

No soy tu cofre de plomo

Te estoy agradecida, no lo dudes. Por este frescor de primavera, quién podría no tomarlo, bocanadas.
¿Pero de qué cuidan tus abrazos, tus caricias -que son como una piel de lobo para sobrellevar un invierno de guerra-, cuando empiezan el verano y los tiros?
Pero también la fiesta, dulce fiesta, el baile, eros naciente, el cuerpo que pide.
Bailar como una joven desnuda pintada por una artista alemana que murió a principios del siglo pasado, y más.
¿De qué me acunan tus brazos fugitivos cuando todo es miedo, si tu fuga está hecha de silencio?
Yo no puedo con tu [no lo diré, he aquí mi lealtad], ni con tu [su contrario], sin palabras.
No puedo (casi) nada sin palabras.
Con palabras soy valerosa, incluso, puedo hacer por un rato el papel de heroína.
Puedo adaptarme a otro guión cuando quieras.
Con palabras, a veces, me arrojo a la osadía y tomo los riesgos sin calcular, aunque termine como una presa que ya sabe de antemano que tiene pocas chances, porque desde tres lados distintos la persigue un cazador chino. El cazador chino deja una alternativa abierta a la esperanza, a la inquietud de la vida: hay una posibilidad de escapar por un flanco. Se huye hacia el futuro, se huye hacia otro amor, se huye a un escenario donde ya se despliega un nuevo libreto que interpretaremos lo mejor que podamos mientas duren los carnavales.
Te estoy agradecida por el vino, ese, el primero, y esa charla sin tanta mascarada (parecía, era mi deseo que inventaba realidades donde no las había, pero había una pequeña verdad, había tus palabras).
El capricho a veces impone la voluntad de ser salvaje y ser al mismo tiempo tan urbanos como poetas que no saben escribir pero añoran el siglo XX, y sus pinturas y sus sueños, incluso, sus tragedias, porque hasta cierto punto esas tragedias tenían otra escala.
Escucho la palabra envolvedora del filósofo poeta, me lleva a mundos que yo quisiera no abandonar nunca jamás, donde hay conversaciones que todo lo trastocan, lo oscuro y turbio, por momentos, resplandece como si alguien iluminara repentinamente con una linterna mis soles negros.
Te vas, te estás yendo, pero yo no soy Marcel y claramente no sos Albertine, porque, mal que nos pese, el mundo nuestro y aquel, tan romántico, tan humanista, no se parecen como quisiéramos.
Pero si tal fuera el caso, somos más Sodoma y Gomorra que muchachas y muchachos en flor.
Aunque es suave tu piel y honesta mi risa. Y lindas las horas que ya no son y que fuimos siendo. Y bello, tu plumaje desplegado para la conquista, a qué negarlo. Ese abrazo que no llegó a ser beso, ese que termina en punto y aparte como una sonata inconclusa o como el movimiento de una bailarina que olvida la coreografía y se deja llevar, es el que mejor nos define, tal vez lo sabíamos, pero...Porfiados.
Quisimos ser gerundio porque el pasado siempre es imperfecto. Y no daba, no estábamos dando.
Te estoy tan agradecida, que ni siquiera cuando me enojo o cuando te olvido, lo pierdo de vista.
Zarpan naves, se hunden submarinos, matan pibes.
Y dicen que hay por ahí alguien que una vez más (incesantemente) nos reclama nuestra libra de carne.
Yo la entrego si es el precio a pagar.
Y ojalá encuentres tu cofre de plomo.
(Yo soy de plata, no soy para vos).

martes, 21 de noviembre de 2017

Como ella quiere, y no sabiendo


"El saber no sabiendo es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo jamás le pueden vencer;
que no llega su saber a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo".
(Sor Juana De la Cruz)


"Es la ley de Lol. 
Una demanda que hace que ella reclame ser besada sin pedirlo. 
Hold lo dice: ella quiere estar con él, pero como ella quiere".
(Mónica Torres, "La solución Duras")

Leo del ser de a tres de Duras, según Lacan, según Miller,* leyendo ambos a Lol V. Stein y su arrebato de amor, del que ya he escrito aquí.
Noises off, P. Bogdanovich, 1992
Puede que no entienda casi nada, pero si leo a Duras soy allí, como Lol o como un personaje de Silvina Ocampo que ama desesperadamente porque imagina, y cuanto más imagina más cela, y cuanto más cela, más desea.
Y es por eso que nos resistimos al amor. Porque nos resistimos al dolor,y es imposible una cosa sin la otra, el precio a pagar con una libra de carne de nuestro corazón.
Son tiempos de retaceo y negociación, regateamos como si vendiéramos mercancías en una feria de un pueblo costero, un toma y daca que nos deja a todos más pobres, más solos, pero (otra falsa premisa) más seguros.
Y encima, en las redes, todo lo imaginario se amplifica: los pequeños comercios de afectos expuestos, puestos en escenas, escarceos y despliegues de plumajes propios y ajenos, cortejos semi públicos,mascaradas para encubrir los verdaderos romances, persecuciones torturantes, indiferencias extenuantes, espionaje detrás de cortinados y trampillas virtuales donde -por más que nadie roce a nadie, todos vemos y miramos-, e igual van a parar allí los cadáveres, los gusanos, los prejuicios, los deshechos y las entrañas heridas de muerte de los que se atreven a salir de libreto.
Un poco de comedia que hace llorar, un paso de tragedia que hace reír.
Una pieza dentro de otra pieza, como si fuera una comedia de enredos de Lubitsch, Bogdanovich o DaríoVittori.

John Everet Millais, Ofelia. 1851.
Óleo sobre lienzo, 76,2×111,8 cm. Tate Britain. Londres
***********
Pero a la vez no soy ellas, ni Lol ni los personajes de Silvina, (ni mucho menos ninguna Ofelia, aunque aveces pueda acudir en tu ayuda) que aveces recogen -y gozan de hacerlo aunque lo padezcan- las migajas que sus amantes les destinan luego de amar en otras.
Incluso, si sus amados (también, o más) aman a otras, estas Silvinas que nos habitan, arden más hasta consumarse y consumirse.

De amar sé menos cada vez, pero quiero hacerlo a mi manera, quizá sea toda la sabiduría amorosa (si es que tal cosa existe) que una mujer pueda encontrar.
Pero, acaso, amar, gozar, desear, ¿es posible vivir algo de esto como si no existiera toda la literatura y el arte que nos construyen (a nosotras, a nuestro deseo, al prisma a través del cual comprendemos y sentimos la experiencia?).
La otra, la escena temida, el ser de a tres, no sé qué es para los señores genios del lenguaje y del inconsciente deseante.
Apenas sé (yo) que en ese espejo puedo perderme, puedo pasar a un mundo más fantasioso que el de Alicia, puedo amarte incluso solo a condición de que sigas siendo de ella, pero, ¡ay de mí, ay de nosotras! Me he cansado.
No quiero saber más de ella, mi fantasma, tu goce, mi tortura.
Ser o ser, E. Lubitsch, 1942.

*********
¿Me atrevo?

Quiero estar en la escena,quiero ser yo sin esa otra.

¿Será posible?

Nada sé.

Pero por favor, haceme reír esta primavera, con eso bastará.







* Ver más en http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/002/template.php?file=arts/variaciones/torres.html

lunes, 20 de noviembre de 2017

Que todo sea música y poesía

Camille Claudel, El gran vals, 1905
"Had we but world enough, and time..."

(Andrew Marvell, A su esquiva amada, alrededor de 1650: "si tuviéramos tiempo y mundo suficientes")

Cuando te pienso sos tan real que mi piel lo sabe antes que yo.
Sabe de qué estamos hechos, sabe del dolor que nos constituye, sabe de lo irremediablemente perdido que añoramos a veces, de los duelos que hemos hecho por lo que pudo haber sido.
Y del galope de los caballos salvajes.
Pero también sabe que estamos hechos, según dijo el poeta perro latinoamericano (y yo misma  tergiverso), de sangre, carne, semen, flujo, risas y lágrimas.
Cuando te pienso mis ojos saben antes que yo de qué estás hecho.
Se sosiega un poco el caos, hablamos, entonces pasamos de ese estar en medio de una pelea injusta y brutal de todos contra todos, para solaz de los amos, a un cierto orden de los cuerpos. No se trata de un orden controlado, es más bien una sustancia organizada por el deseo. Una pequeña tregua, un mínimo acto de arrojo.
Cuando nos abrazamos el mundo parece un poco más alegre, o menos triste, que es casi lo mismo pero distinto.
Cuando estás cerca hay más libertad. Hay más belleza en estos movimientos, la sangre fluye, nos desplazamos hacia alguna parte que puede ser externa a nuestro abrazo pero habita a la vez en nuestro sistema nervioso.
Ninguna ciencia sabe cómo explicar esto que estamos siendo nosotros y el mundo.
Nosotros somos también los nuestros y los que fuimos antes de encontrarnos. Y lo que imaginamos, incluso, todo eso que nada tiene que ver con este hic et nunc, que existe como posibilidad de un mañana que no podemos saber si llegará.
Somos todos los hombres y las mujeres de nuestros linajes, pero somos únicos.
Tu olor es como una propuesta que acaricia.
Suena The zombies.
No quiero saber más nada de los demonios por un tiempo.
Quiero irme al mar, al bosque, a la montaña, al río sin orillas.
Me hundo en el agua de un lago en la cordillera y el frío golpea mi pecho.
Eso fue en otro tiempo pero también es ahora, porque la palabra puede hacer esa magia.
(Inventarnos también a fuerza de decir: vos, yo, nosotros.
Necesitamos pronunciar nombres, enunciar una gramática que nos de forma y sustancia para escapar al vacío y a la nada que apenas sospechamos).
Paula Becker,
Niña en un bosque de abedules

Pero aun así, esto es la vida: zambullirse, emerger de un salto y llenar el pecho de ese aire que todavía conserva la memoria de sus remotos orígenes.
No quiero leer los diarios ni los portales ni mucho menos ver tele. Apenas las redes. Algo de radio.
Quiero que todo sea música.
Bailar hasta que me duelan las piernas.
Correr hasta que el cuerpo lo quiera.
Quiero leer poesía. Quiero escuchar las canciones que me envuelven cuando te pienso, te invento, te imagino, te encuentro, te detesto, te olvido.
Quiero una tregua que calme todo este asunto del vivir encarnados y ensartados por esta brutal manga de seres desalmados y enfermedades inventadas por la codicia.
Siento, como Paula Becker o la desesperada Camille Claudel y tantas antes que yo, que es preferible tomar riesgos a tener la vaca atada.
Es preferible escribir tonterías y deambular por ahí como las  artistas "locas" de principios de siglo que encadenarse a la muerte del desencanto y el desamor entre sábanas de seda y comodidades que enmascaran agonías.
No es romanticismo, lo juro, es supervivencia, es mi corazón que se niega a dormirse antes de tiempo.
Quienes están seguros y confortables quizá me miren con desdén o compasión. Nada saben del gozo (efímero, claro que lo sé), que muta a abismos profundos cuando el frío invierno llega; y aun así elijo cada vez.
Caer.
Prefiero caer, caer y perder, perder una vez más.
Sospecho que hay más calor en la caída que en  esas casas calefaccionadas rodeadas de alambres de púas y juguetitos TEC  para sentirse menos solos y menos angustiados.
Más calor en un abrazo de dos cuerpos que mienten lo menos posible, que se animan a quitarse las máscaras que usamos para no ir tan desarmados en medio de la jungla de predadores.
Respiro.
La libertad de llegar a ser quienes somos al menos un instante mientras el río sigue corriendo y el mundo escupe sus cadáveres.
Te miro. Sonreís. Sonrío.
Y eso a veces es suficiente para seguir: el movimiento de la vida en movimiento hacia todo eso que nunca sabemos.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Como esos astronautas

Ilustrador: lourenço mutarelli
Toda esa estética tan #RobberMiloLockett
todo robado, todo impostado, nada genuino.
Todo mentira y simulacro.
Todos esos ricachones de #cartónpintado, que ni para esnobismo les da el piné
y se ponen sus zapatillas hechas por manos de niños y niñas esclavas y se creen que eso les da estatus social y
son más esclavos que los esclavos, me dijo. Así, sin pausa, sin tomar aire para respirar.
Esclavos que gozan someterse al amo.
Entra un pibe, nos vende su mercadería: hilos de coser, pañuelos de papel, linternas que duran unos pocos días.
Todo hecho en China.
Él es una mercancía que vende mercadería.
Nosotros mercancías que compramos su mercancía para sentirnos menos peor.
Es la mercancía de cualquier gran urbe latinoamericana.
Fea, berreta, mugrienta.
Tiene un piercing en la nariz, no llega a los 10 o los 11, o tal vez sí, pero está desnutrido y eso confunde.
Sin embargo sonríe como si todavía le quedara un resto de inocencia oculta en las mitocondrias de las células de su epidermis.

Le pregunto algo para entablar conversación.
Nadie me mira, nadie me habla, me dijo una vez un vendedor callejero de medias.
Nadie nos registra.

Eso es lo peor.
Nadie te ve, nadie te ama, nadie se preocupa si no llegás a casa.
Si total sos una putita.
Un faloperito.
Si sos minita.
Si sos un negrito.
Es como cuando tu mamá no te da bola, pero mil millones de veces peor.
Es como si tu amante te ignorara, pero un trillón de millones de veces más doloroso.
Es como estar condenado a deambular eternamente en un desierto sin oasis, sin día, sin noche, sin tregua.
Como esos astronautas que arrastra la gravedad hasta el infinito.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Caprichito cariñito

I
Nada.
Eso queda.
Un vacío, un estertor.
Un pequeño nudo en la garganta pero, también
un anticipo de otra primavera.

Hubo quizá miles de cientos de partículas y moléculas que hicieron entre nosotros miradas.
Miel en bocanadas.
Agua en el desierto.
Todo lo que quisimos que hubiera, todo lo inventamos, todo lo que deseamos y lo que no deseamos, ¡ay! también...
Se pueden vivir mil vidas en dos días y mil muertes en un instante.

Mirame.
Quereme.
Cantame.
Cojeme.
Nombrame.
Y después, sigamos adelante.

II
Infancia entre las plantas, trepamos a los árboles como si no hubiera un final, la tierra en nuestras manos, caracoles, perros, inmensos cielos y frisos de castillos medievales poblaron nuestras imaginaciones de futuros dispersos.
Es como ser muchos contados por esta voz, es como ser otros y ser nosotros, los que fuimos, los que no pudimos o no quisimos ser, los que olvidamos.
Hermanados en nuestra desdicha y en nuestra esperanza, sucumbiendo a aquel cariño que crea filtros y engaños.
Puentes y abismos.
Creemos que los demás siempre viven en paraísos, que son amados y que el infierno es nuestro país cuando algo nos duele. Así lo siente la infancia, así se marca en esos pequeños corazones que tiemblan.
Tu casa se desmorona, tu padre te abandona, la muerte te visita, secuestran a los jóvenes.
Habitamos el planeta de lo oscuro y ominoso, tortura y cacería,
bombas y milicos genocidas, exilios, viajes, silencios, secretos, desapariciones.
Pero nuestras manos dibujan animales de colores, y nuestras miradas brillan puras  y expectantes.
Corremos en los jardines robados.
Teníamos el arenero y la infancia clandestina, la amada niña sin madre, el pibe Huckleberry Finn, la que tenía televisión en color, el que se murió demasiado pronto, la bella rubiecita, "las más grandes".
Ese calor nos habita todavía.
El caballo de los GS.
La tortuga mordedora.
Los gusanos de seda.
Seda: tu mano acariciando mi estío.
#Nuestrapiel.

III
(Ya la olvido, a vos, y a tu mano, a la caricia, pero no al deseo. Lo escribió el gran poeta florentino: "que en mujer muy poco el fuego dura como el tacto y la vista no lo enciendan", o algo sí, lo cito de memoria, no lo googleo)
Me vuelvo estatua de mármol, tus labios no me besan pero tampoco los anhelo.
Nada sobrevive cuando nadie lo cuida.

IV
Sabíamos las capitales del mundo, paralelos y meridianos y cuentos que eran como viajes intergalácticos.
Y a Poe, y al romancero español.
Y El país de las sombras largas.
Quise reír junto a vos, pero tu risa se escapa al inframundo.
No sé de qué sustancia además estamos hechos.
¿Vos te pusiste oscuro ni bien se te apagó la infancia o fue después?
Mucho tiempo pasó.
No me di por enterada, no sucumbí a tu encantamiento.
Teníamos sueños revolucionarios y mochilas livianas para irnos de viaje, y no para aplastar a otros con palabras venenosas y silencios cobardes.
Entonces, aunque ahora inventemos otra historia, me dejabas fría como la piedra, e indiferente.
Si claro, hay un poco de cariño, corazón, por los tiempos pasados.
Por esa, tu arrogancia adolescente que podía tener cierto atractivo para algunas chicas que no eran yo.
A mí, la nada misma.
Tal vez ahí intuía un dolor que me causaba empatía, una desesperación, un borde hacia alguna clase de abismo.
Todos éramos un poco parias, todos un tanto desesperados, sólo que todavía no lo sabíamos.
Después por suerte tuvimos bastante rock, y militancia para entender y desentender y olvidar lo que sabíamos.
Vos podrías creés que estás acá, en mis palabras que no leerás,
pero yo escribo para inventarte.
Tu ego te mutila.

V
Si no hay amor,
que haya al menos palabras.
Haremos un poquito de literatura tal vez, en otra vida.
Las canciones son armas de doble filo: a veces enamoran, a veces desencantan.
Los hombres casi nunca entienden el deseo femenino.
El arrebato.
La complacencia.
De pronto el éxtasis nos hace sucumbir: un tono, una palabra en el oído en el momento del amor, un olor que nos causa un escalofrío en la médula.
La nuca, territorio sensible.
Nada de lo que ustedes creen.
Todo distinto.
Y de pronto, ese gesto que todo lo destroza, cae el ángel, se vuelve un pequeño demonio de la legión de los turbios,
mientras tanto yo
escribo para poder quererte un poco.
Te dibujo con palabras que te hacen mejor y peor de lo que sos.
Más importante, (casi verdadero) de lo que nunca serás.
Caprichito.
Cariñito.
Te sentirás tan poderoso, así retratado
pero nadie es acá, somos palabras imaginadas.
Te invento así para poder quererte y después odiarte.
Y rápidamente olvidarte.
El maltrato no seduce a las personas, solo las envilece.
Pero está tan de moda
que dan ganas de zambullirse en el mar hasta que un tornado se lleve toda esta mala leche.



miércoles, 8 de noviembre de 2017

Una tuna en primavera






"Me he de comer esa tuna 
Me he de comer esa tuna 
Me he de comer esa tuna 
aunque me espine la mano".



Me comí una tuna,
o al menos eso intenté.
Me enseñaste el fruto,
moví la cola, perra al fin.
Mi deseo quedó a la vista.
A tu juego te llamé.
Rápido, demasiado rápido
me espiné la mano.
Un dolor superficial que convoca a otros dolores más profundos.
Una gotita de sangre roja como tus labios en mis sueños.

Ahora, a despinarse.
Saco una espina: tu risa se acalla.
La pulpa del fruto aún me tienta.
Saco otra espina: tu nombre estalla como una supernova enana, los fragmentos dan vueltas por el universo y se alejan hacia la galaxia de la nada.
Tal vez alguna espina se haya hundido debajo de la piel, (malditas canciones), pero estamos a tiempo de resolverlo.
Una espina hoy, otra mañana,
no hay daños mayores.
A pesar de eso, la primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido.

domingo, 29 de octubre de 2017

Deseo y seducción

 "El deseo es inconcebible sin una herida. 
Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo". 
(John Berger, Esa belleza)

Podría escribir un mini road movie, que no sería exactamente un road movie, pero tendría algo de esa velocidad, de ese tiempo fuera del tiempo que constituye la materia de los viajes por carreteras y del deseo cuando este encuentra cauce. Como el dique que desborda, como el paroxismo de lo que nace como un pequeño gesto.
En los road movie y las historias de los poetas beatnik en dos días puede suceder una vida. Todo puede ser vertiginoso e intenso: dos ladrones que huyen de la ley, adolescentes en fuga hacia la muerte o hacia el futuro; un hombre que está a punto de pasar de largo y algo accidental lo detiene para que conozca a esa mujer con la que emprenderá una pequeña aventura.
Las pequeñas aventuras pueden convertirse en epopeyas, o simplemente en encuentros casuales en la carretera, nadie lo sabe, salvo los guionistas.
Y los guionistas son seres tan mitológicos como los que habitan cualquier otro panteón.
La gente puede dejarse tentar por la vanidad, o la ansiedad, la inseguridad, o por toda esa increíble gama de sentimientos que caben en los corazones humanos: incluso esos que todavía no tienen nombre porque nadie aún los ha sentido. Al tentarse, confunde ficción con realidad, se encuentra donde no está, se pierde en su propio hogar.
Se queda pegado en su propia trampa, telaraña auto tejida para protegernos de aquello que quema como el fuego pero también calma como un oasis inesperado en un desierto marciano.
Nos gana el miedo.
A veces somos incapaces de apreciar esas palabras que, mezcladas entre otras muchas, son como flechas que Artemisa (concedo que a vece es el pequeño diablito que acompaña a Venus, quién sabe) ha disparado exclusivamente para captar nuestra atención.
Fui al cine. A ver la de Sofia Coppola, El seductor. Debería de servirles de advertencia a esos magos de la conquista que no perdonan a ninguna presa.
El tratamiento que hace del deseo es extraordinario.
Pero es un deseo condenado por un exceso de racionalidad, de pragmatismo o especulación que mata cualquier amor antes de que empiece incluso a germinar.


Y aún así:
la mano que lava al herido.
(Tu mano que calma mi herida).
La luz mortecina de los rojos atardeceres sureños.
El canto de los pájaros cuando el mundo no conocía muchos más sonidos que los de la naturaleza.
Y esas mujeres que desesperan por un poco de placer, un simulacro de amor, o un amor que realmente las haga sucumbir.
Pero.
Llueve, siempre llueve en Ringuelet.
Las tormentas me asustan.
Algunos silencios pintan sombras que solo quisiera disipar.
Con canciones alegres, con melodías sencillas que hablen de la gente que viaja por carreteras primaverales, con el viento despeinándole las penas del pasado, con un roce de una mano y una pierna capaz de limpiar algunas heridas de esta guerra que es la vida.