martes, 28 de noviembre de 2017

En jirones quedamos

A sale un tiempo con B. A es un hombre ya maduro, y casi un arquetipo del proyecto burgués. Vive en San Isidro o en San Fernando o en Olivos, zona cheta, casa con jardín y pileta, esposa, dos hijos y un par de perros.
A parece haberse enamorado de B.
B es mucho más joven y bastante rebelde, feminista, madre soltera, sale seguido con sus amigas a escuchar bandas de rock y al teatro.
B parece perdida de amor, loca, desquiciada por A.
Sus amigos no pueden entender qué le ve o porque se obstina en ese amor desgarrado y miserable, donde A es generoso con todo aquello que nada le cuesta, como el dinero, y amarrete con lo único que vale la pena, el amor.
Cuanto más imposible se vuelve A, más lo desea B, como es usual.
A promete montañas, soles, lunas, planetas y divorcios, aunque B se conformaría con esto último y unos días en la playa o en un lago, preparar una comida juntos, ir al cine. B también sueña más allá de esto, sueña hijos pero no lo dice, ni a A, ni a sí misma.
B pasa mucho más tiempo llorando que gozando, pero....cuando A la abraza.... No hay palabras porque no las hay para hablar de lo que se ama, y B ama a A.
Un día a la salida de un concierto, B se cruza C, a quien conoce de vista. Ese día B la ha dejado plantada en una fiesta, y se ha ido de viaje con su mujer, así que B está partida al medio con una mitad apenas viva y la otra muerta. C la invita a tomar un trago y B, al tercer trago lo encuentra encantador y se va con él a pasar la noche. Cuando A regresa, B le dice: o te separás o me voy con C.
A hace muchas escenas de celos, llora, despliega toda clase de estrategias y promesas, manipula, promete, hace a medias y finalmente, recula.
B llora  sufre, duela, mientras se acuesta con C extrañando a A.
C hace un mal papel, pero aunque lo sabe, se obstina en ser premio consuelo.
Como es lógico, B termina por olvidar a A, y en esa misma operación, deja de acostarse con C y en cambio, conoce a D e inicia una deliciosa historia de amor.
Un día B se entera que A ha muerto.
La muerte de A, a quien B lleva años sin ver ni recordar, en quien no piensa casi nunca, de cuya cara se ha ido olvidando, lo trastoca todo.
Y aunque todo esto pueda parecer un risueño y ligero juego de letras y palabras, en jirones quedamos cuando se mueren nuestros amores, o los que amamos.
 

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