martes, 30 de octubre de 2018

Abierta al día

Mirando la montaña desde la playa de piedras todo era posible.
Tiempo infinito.
El fuego, los cuerpos desnudos bajo el sol de verano, los sonidos de una fauna apenas conocida, la voz y la guitarra que llegaban como de un sueño.
Los sueños del emperador Adriano en el libro abandonado por un rato.
Armando los pedazos una vez más, como se arman las frases con palabras que vienen llegando de acá y de allá.
La mano sobre su espalda, mano hacedora de cosas buenas, mano que sabe cuidar y tallar.
Mano que cuando se repite puede ser retenida.
Y por qué ella, evocando el horror en ese instante, por qué la máscara cayendo mientras el sonido del lago, la tibieza de la tarde, y por qué ella.
Será ese el horror que vuelve.
Lo siniestro que arrasa a veces las tardes enturbiando todo amor, molestando a los nuevos encuentros.
Mirando la montaña se va, se vuelve lo que es, el anverso de lo siniestro, se torna ridículo, el rictus cínico se impone al semblante.
Mirando los árboles del parque, escuchando la canción de los grandes viajes, descifrando el sabor de su beso todavía, abierta al día que llega.

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viernes, 26 de octubre de 2018

Entre Narciso y Eros

 Nigel Van Wieck

"Las relaciones, son un contrapunto constante entre Narciso y Eros.
Entre dos relaciones eróticas, hay infinitas relaciones narcisistas, que pasan el duelo de mano en mano". 
(Luciano Lutereau)


Le hubiese gustado despedirse de otra manera. Se acordó de Silvina Ocampo y su rechazo a la idea de que las cosas tengan que tener un final. Novelas, sinfonías, relaciones.
Sin embargo, a veces es un alivio que las cosas se terminen.
Para aquellas que más duele finalizar, hay caminos de retorno en la memoria.
Es insoportable el final de la vida de aquellos que amamos, las amigas que se van antes de tiempo (tirano tiempo siempre que roba vidas tan deseables, algo así quiere decir y se encoje de hombros ante sus reflexiones acerca de la necesidad de la muerte y los finales y la relatividad del tiempo).
Le hubiese gustado otra despedida pero ya tenía vida suficiente para haber comprendido que la fantasía de esa clase de finales es la materia de los sueños, algunas pinturas, cierta literatura y esas canciones que se cantan en tardes de lluvia junto al mar.
Le hubiese gustado no tener esa maldita imaginación, ni esas imágenes. Aunque a veces esa maldita imaginación es una bendición, y las imágenes nuevas son como oasis y paces en medio de guerras.
Que las cosas fueran menos Hopper y más Klimt. 
Le hubiese gustado encontrar una escritura para eso, unas palabras que hicieran "el fino" de los albañiles en las paredes, esas formas casi tan perfectas que nos dejan acariciar los recuerdos con un equilibrio entre lo profundo y lo liviano.
Le hubiera gustado algo así como la prolijidad de un relato del siglo XIX, antes de volver a caer en la trampa de una-otra-nueva-mirada oscura y chispeante. Una especie de apretón de manos, un poco menos de Narciso y un poco más de Eros, y algo fraterno.
Pero también sabía que eso se llama perspectiva, y requiere las coordenadas del espacio y el cambio de posición para poder ver qué quizá es así.
Hay relaciones y obras que son puentes, pero solo lo sabemos cuando ya los cruzamos.

martes, 23 de octubre de 2018

Alguien justo allí

Y un día, cuando todo se ha convertido en entrega y renuncia, cuando la aceptación le gana una batalla a la ansiedad (momentánea, pasajera, pero auténtica), cuando humillarnos nuestras manos al servicio de quienes por otros y nosotros alguna vez se humillaron,
cuando nada se espera.
Un día, en el el lugar más inesperado,
en el momento menos anhelado
cuando el agobio nos quiebra la espalda.
Alguien justo allí
convierte la noche en música, brindis y baile.
(Sabiendo mirar mirando)
Alguien capaz de mirarte a los ojos
sin tortuosos laberintos sin minotauros.

sábado, 20 de octubre de 2018

Llamadas telefónicas en tiempos pos Bolaño

Ya queda poca gente que hable por teléfono.
De esa poca gente, incluso, alguna solo lo hace por cuestiones laborales y luego  del fracasar por otras vías: mail, WhatsApp, redes.
Incluso se "habla" así entre extraños.
Y hasta el uso de esas comillas en "habla" merecería unas líneas aparte.
Las conversaciones no presenciales que ocurren mediante intercambios de audios tienen su propia dinámica. Podrían ser el paraíso de los puristas del "no me interrumpas" y el "no hablemos todos a la vez". Uno o una habla, otro u otra escucha. Un diálogo más "prolijo".
La reproducibilidad tiene sus connotaciones y derivas: volver a escuchar y reflexionar acerca de....Obsesionarse con tonos e interpretaciones. Convocar testigos, difundir conversaciones supuestamente privadas.
¿Llegará el día en el que luchemos por recuperar la privacidad como una bandera emancipatoria?
Cuando atiendo el teléfono suele ser alguien que vende algo, o encuestas políticas: invasiones.
Sino, es madre.
Ella conserva la preferencia por el uso de ese medio, pese a la dificultad de hablar por esa vía, casi no escucha.
Ya queda poca gente que hable por teléfono.
A veces por equivocación, manipulando el teléfono, se me escapan llamadas cuando quisiera enviar audios. Se instala una incomodidad, la de estar molestando a otros, interrumpiendo.
Hasta hace pocos años se escribían canciones, cuentos y películas en los que las llamadas cumplían un rol central, desde Hitchcock a Bolaño.
Mi amiga M, desde su lejana Francia, solía llamar, pero incluso ella ahora utiliza el WhatsApp.
Antes manteníamos largas conversaciones con E, y con A. Ahora se han espaciado y ocurren por otra vías. Desde ya, preferimos el encuentro en casas, bares,  cafés.
A me llama el otro día porque se ha preocupado por mi tono en un audio. Hablamos un rato y mis explicaciones la convencen de que es cansancio y Macrix. Pero su llamado me toma por sorpresa, porque casi nadie llama ahora.
Con C me ocurre parecido (acá llamaremos C a quien podríamos llamar con otra letra que nos gusta también pero mejor no, sin entrar a discurrir acerca de abecedarios y significantes),  nos comunicamos por medios "de antes".  Puede verse como un rasgo de sabiduría y preservación de la privacidad y una comunicación menos alienada de C que lo lleva a esta elección, y como otras cosas/interpretaciones que no vienen al caso. Lo cierto es que su llamado me toma también por sorpresa como el de A, y balbuceo pavadas, como si entre la conversación que tenemos por chat y la conversación que tenemos por teléfono hubiera una singular discordancia.
Para C nada de esto debe ser real, porque es su habitualidad, como también lo salvaje, el pasado romántico de la literatura cuchillera y el futuro pensado como supervivencia del clan.
Escuchar la voz de alguien sincrónicamente por un medio artificial, y conversar, es más desprolijo. Puede haber superposiciones, ruidos, todo lo que ya ha sido más que estudiado e incluso olvidado por haber caído en desuso.
Una sorpresa en el reconocimiento de una voz que no terminamos de conocer y cuyos tonos no siempre captamos. Percibo allí algo de la presencia del otro que contradice la ausencia, mucho más que en un intercambio de audios que quizá escuchamos distraídamente (eso puede ocurrir por teléfono, pero menos) o en tiempos no sincrónicos.
La presencia del otro convocada por este medio  se parece más a la presencia del otro en toda la dimensión del cuerpo.
Poner el cuerpo en los vínculos se está volviendo una rareza.
Nos comunicamos por medios en los que estamos solos y solas, cerca o lejos.
Somos invadidos todas las horas y todos los días por múltiples conversaciones de trabajo, con demandas y alienantes.
Nos comunicamos por medios en los que estamos juntos y juntas, lejos o cerca.
Me habitan muchas voces e imágenes que intento retener a veces, y desechar otras.
Y aun así, cuando extrañamos a alguien, nada absolutamente nada reemplaza una presencia cuerpo alma abrazo.
Nada duele tanto quizá en los duelos cómo olvidar la voz de quienes ya no nos hablan como hablan los vivos.
Y cuando sabemos que la muerte está por allí rondando siempre, la vida se nos vuelve tan querida y el tiempo tan escaso que es mejor hacer relatos de las ausencias pero dejarnos ir hacia lo que sí está ahí, tangible, audible, mirable sin pantallas, besable, querible, y acercándose.

viernes, 12 de octubre de 2018

Viendo

Quiero callar todo eso que antes de formar palabras hace dolor, hace daño.
Quiero decir todo aquello que si no se hace palabra hace dolor, hace daño.
Aprender a distinguir silencio de ahogo.
Palabra de insulto.
Quiero seguir queriendo así.
Serena.
En cuanto al que es mejor cuando es más íntimo que distante, qué sé yo.
No está mal haber dejado atrás la necesidad de poseer (y de ser a la vez libre), la urgencia
y ansiedad de las llamaradas confundidas con inseguridades &miedos&combos de angustias y paquetes de facturas de millones de años y galaxias que pesan en nuestras espaldas.
Y a veces arruinan todo lo que es diáfano, o podría serlo.
Lo difícil de escuchar lo que late, lo que surfea las olas verdaderas
que por lo general encubrimos para esconder lo que somos, o por supervivencia.
En cuanto a él, es un alivio haber abandonado la especulaciones.
Los toma y daca horrendos que nos vuelven fetiches mercancías y nos alejan de lo humano, de Dios, de los dioses, de lo que ama más allá de Narciso y sus espejos mortales.
En cuando a él, los cuerpos, jugamos a ser cosas para ser al fin más genuinos y menos egoístas.
Diera la impresión de que hay que dejarse ser para ser.
Palabras, montañas, canciones de Galilea, las preguntas de mis alumnxs que son como cometas lanzados al futuro, los ocasos de aquellas que ya empiezan a irse, los soles fulgurantes de los hijos que empiezan a coronar los cielos infinitos donde somos tanto, y tan poco.
Trepo la ola.
Caigo y me estrello.
Pero estoy mejor así, viéndote, viéndolos, viendo.

jueves, 11 de octubre de 2018

Mientras espero

Espero y me pregunto dónde estuvo la falla.
Mientras espero, ella declinando esta primavera, nosotros como los generales de Alejandro, a punto de perderlo todo, y esas palabras -definitivamente insoportables- que son apenas murmullos, y sino, aún peor: gritos.
Veneno en lugar de amor.
Violencia en vez de abrazo.
Espero, intento aceptar lo inaceptable.
Cuando se pasó ese umbral una vez, sabemos que volverá ocurrir, pero eso no consuela.
Mientras espero.
Su cuerpo lastimado, las cicatrices de mil batallas, los ocasos de los otros en su rostro, los ocasos.
Me pregunto, mientras espero qué vendrá.
Si seremos capaces de iluminar la noche o si solo podremos persistir en lo salvaje, en lo que resta.
Y así la estoy queriendo, desde que tengo memoria. Ella siempre un poco lejana, un poco ausente, un poco sola, opaca. Extraña.
Ahora que empiezo a entender algo, un poco, apenas, la aventura de su vida, su extraño coraje, su desafío... Tal vez es tarde.
Mientras espero.

Lo que no y lo que sí

A la invita a salir. Le escribe a la madrugada, por las dudas, le aclara que está borracho.
Ella, con amabilidad fundada en el cariño, le responde que mejor hablen otro día.
Avergonzado posiblemente por una osadía sin mucho sentido, A se mantiene un tiempo en un prudente silencio.
(A tiene un par de gemelos que se comportan igual en la misma época, como si hubiera un fenómeno astrológico que los impulsa, a quienes podríamos llamar B).
Ella se queda haciéndose algunas preguntas. Por qué no, piensa, imaginando la salida con B. Sí después de todo, C no la desea, y no hay lugar en su mundo para ella.
D le comparte ideas, propuestas, reuniones, bromas, canciones. Formula ambiguas invitaciones que dejan picar la pelota en cancha de ella. Ella, dudando, necesitaría algo un poco más directo y necesitaría que venga de él.
Y ahí queda el partido, entre set y set. Tal vez, en verano. Tal vez nunca.
De E no supo más nada ni tampoco le interesa. Un hecho aislado, una tontería dirigida a C, un homenaje privado del que C no sabe nada, ni sabrá, y posiblemente ni siquiera podría imaginar (ni por el aspecto de D, ni por su edad, ni por su lugar de residencia, ni por aquello que nunca  sabrá y que si supiera le resultaría humillante). Esas cuestiones que se resumen en: hacía calor, habíamos tomado mucho y C no contestó los mensajes.
Al vertiginoso ritmo de los  desencuentros andamos por ahí, buscando la letra que no es en el momento inadecuado, como dijo el matemático poeta científico de las almas.
A puras agonías la vida nos recuerda que hay que aprovechar el día, y no renunciar antes de tiempo a aquello que nuestro palpitar reconoce.
Y sin embargo.
Se anhela lo que no.
Y no vemos lo que sí.

miércoles, 3 de octubre de 2018

El micro gris y el Paraíso perdido

Gustav Doré, El paraíso perdido, 1873 
El hombre canoso con expresión de ser más una pena que un hombre.
Lo miro y me conmueve, pienso que es un laburante que vive de una jubilación y se ve forzado al padecimiento de trasladarse en el transporte público devaluado, lento, caro, inmundo.
Pero también es posible que sea un mal tipo, un ex torturador incluso. Su cara triste no debería engañarme.
No sabemos nada de los demás, apenas de los próximos, apenas de nosotros.
La chica de los auriculares negros va en su mundo. Concentrada en la música y la pantallita. Pero...tal vez, como yo, está escribiendo en un blog en su celular. O lee una novela y escucha música al mismo tiempo. O solo lleva los auriculares puestos por costumbre, o no le anda bien le teléfono.
O.
El día es gris.
Tolosa es gris.
Ringuelet es gris.
La Plata se ha puesto tan ajena, tan de ellos, tan de los invasores.
Mañana saldrá el sol.
Mañana llegará.
Aunque hace mucho tiempo que perdimos el Paraíso.