jueves, 9 de noviembre de 2017

Caprichito cariñito

I
Nada.
Eso queda.
Un vacío, un estertor.
Un pequeño nudo en la garganta pero, también
un anticipo de otra primavera.

Hubo quizá miles de cientos de partículas y moléculas que hicieron entre nosotros miradas.
Miel en bocanadas.
Agua en el desierto.
Todo lo que quisimos que hubiera, todo lo inventamos, todo lo que deseamos y lo que no deseamos, ¡ay! también...
Se pueden vivir mil vidas en dos días y mil muertes en un instante.

Mirame.
Quereme.
Cantame.
Cojeme.
Nombrame.
Y después, sigamos adelante.

II
Infancia entre las plantas, trepamos a los árboles como si no hubiera un final, la tierra en nuestras manos, caracoles, perros, inmensos cielos y frisos de castillos medievales poblaron nuestras imaginaciones de futuros dispersos.
Es como ser muchos contados por esta voz, es como ser otros y ser nosotros, los que fuimos, los que no pudimos o no quisimos ser, los que olvidamos.
Hermanados en nuestra desdicha y en nuestra esperanza, sucumbiendo a aquel cariño que crea filtros y engaños.
Puentes y abismos.
Creemos que los demás siempre viven en paraísos, que son amados y que el infierno es nuestro país cuando algo nos duele. Así lo siente la infancia, así se marca en esos pequeños corazones que tiemblan.
Tu casa se desmorona, tu padre te abandona, la muerte te visita, secuestran a los jóvenes.
Habitamos el planeta de lo oscuro y ominoso, tortura y cacería,
bombas y milicos genocidas, exilios, viajes, silencios, secretos, desapariciones.
Pero nuestras manos dibujan animales de colores, y nuestras miradas brillan puras  y expectantes.
Corremos en los jardines robados.
Teníamos el arenero y la infancia clandestina, la amada niña sin madre, el pibe Huckleberry Finn, la que tenía televisión en color, el que se murió demasiado pronto, la bella rubiecita, "las más grandes".
Ese calor nos habita todavía.
El caballo de los GS.
La tortuga mordedora.
Los gusanos de seda.
Seda: tu mano acariciando mi estío.
#Nuestrapiel.

III
(Ya la olvido, a vos, y a tu mano, a la caricia, pero no al deseo. Lo escribió el gran poeta florentino: "que en mujer muy poco el fuego dura como el tacto y la vista no lo enciendan", o algo sí, lo cito de memoria, no lo googleo)
Me vuelvo estatua de mármol, tus labios no me besan pero tampoco los anhelo.
Nada sobrevive cuando nadie lo cuida.

IV
Sabíamos las capitales del mundo, paralelos y meridianos y cuentos que eran como viajes intergalácticos.
Y a Poe, y al romancero español.
Y El país de las sombras largas.
Quise reír junto a vos, pero tu risa se escapa al inframundo.
No sé de qué sustancia además estamos hechos.
¿Vos te pusiste oscuro ni bien se te apagó la infancia o fue después?
Mucho tiempo pasó.
No me di por enterada, no sucumbí a tu encantamiento.
Teníamos sueños revolucionarios y mochilas livianas para irnos de viaje, y no para aplastar a otros con palabras venenosas y silencios cobardes.
Entonces, aunque ahora inventemos otra historia, me dejabas fría como la piedra, e indiferente.
Si claro, hay un poco de cariño, corazón, por los tiempos pasados.
Por esa, tu arrogancia adolescente que podía tener cierto atractivo para algunas chicas que no eran yo.
A mí, la nada misma.
Tal vez ahí intuía un dolor que me causaba empatía, una desesperación, un borde hacia alguna clase de abismo.
Todos éramos un poco parias, todos un tanto desesperados, sólo que todavía no lo sabíamos.
Después por suerte tuvimos bastante rock, y militancia para entender y desentender y olvidar lo que sabíamos.
Vos podrías creés que estás acá, en mis palabras que no leerás,
pero yo escribo para inventarte.
Tu ego te mutila.

V
Si no hay amor,
que haya al menos palabras.
Haremos un poquito de literatura tal vez, en otra vida.
Las canciones son armas de doble filo: a veces enamoran, a veces desencantan.
Los hombres casi nunca entienden el deseo femenino.
El arrebato.
La complacencia.
De pronto el éxtasis nos hace sucumbir: un tono, una palabra en el oído en el momento del amor, un olor que nos causa un escalofrío en la médula.
La nuca, territorio sensible.
Nada de lo que ustedes creen.
Todo distinto.
Y de pronto, ese gesto que todo lo destroza, cae el ángel, se vuelve un pequeño demonio de la legión de los turbios,
mientras tanto yo
escribo para poder quererte un poco.
Te dibujo con palabras que te hacen mejor y peor de lo que sos.
Más importante, (casi verdadero) de lo que nunca serás.
Caprichito.
Cariñito.
Te sentirás tan poderoso, así retratado
pero nadie es acá, somos palabras imaginadas.
Te invento así para poder quererte y después odiarte.
Y rápidamente olvidarte.
El maltrato no seduce a las personas, solo las envilece.
Pero está tan de moda
que dan ganas de zambullirse en el mar hasta que un tornado se lleve toda esta mala leche.



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