martes, 29 de diciembre de 2009

Un viejo olvidado en el hospital


Voy a visitar a mi tío, que está internado.
En la cama de al lado han abandonado a un viejo que entró porque no podía orinar. Sin que nadie se lo impida, se ha estado dando con unas pastillas que alguien de su parentela huidiza le dejó. Empieza a delirar. Se arranca el suero, se tira de la cama y se desnuda.
Mi tía se pone nerviosa e intenta ayudarlo. Busco a la enfermera del piso, que no está.
El viejo habla de un galpón y de los preparativos para una fiesta, se toca las intimidades, me confunde con una caja y con un muchacho.
Las enfermeras lo atan, al comprobar que ha tirado el suero, que se derrama por el piso.
Nadie le da bola.
Mis tíos sienten pena y se quejan de cómo lo abandonó su familia.
Pienso que es muy triste esa decadencia, pero no sabemos nada de los otros.
Quizá es un ex represor que con esas manos que hoy le duelen, torturó jóvenes cuerpos en el pasado.
Tal vez ha sido un marido o un padre golpeador, un tirano, un abandónico.
Quizá solo un pobre viejo que ya no tiene pares y agoniza, perdido en su delirio, en una cama del PAMI, en una clínica de la ciudad de La Plata que ya él mismo olvidó.

lunes, 28 de diciembre de 2009

El fin de los Días, Al Anadalus y Sefarad


Hace unos años, leí un libro titulado El fin de los días. Los judíos en España: una historia de tolerancia y tiranía, cuya autora es la canadiense Erna Paris. (Emecé, Buenos Aires, 2003) En el epígrafe, encontramos una cita de Byron, que dice: "Y la historia, con toda la vastedad de sus volúmenes, contiene sólo una página". En el libro, Paris analiza cómo la antigua Hispania romana atravesó los siglos del medioevo al renacimiento, pasando de ser una sociedad multicultural con tolerancia a la diversidad religiosa, cultural y étnica, a una reino católico con una poderosa Inquisición al servicio del Estado absoluto (de los reyes Fernando e Isabel) y perseguidora de moros y judíos.
Los siglos de pluralismo y tolerancia habían posibilitado el crecimiento, junto a las higueras y los olivares, el embriagador perfume de los almendros, los baños y las fuentes, las mezquitas, iglesias y sinagogas, de una sociedad rica en bienes culturales y materiales, a partir de la colaboración y el intercambio de saberes entre los diversos grupos que allí posperaban, algo extraordinario en el Occidente conocido.
Erna Paris compara lo ocurrido en la España medieval con las catástrofes sociales de los siglos XIX y XX en Europa (fascismo, nazismo, etcétera) y señala afinidades con el clima político instaurado en la era Bush en los Estados Unidos y, por este Imperio, proyectado en todo el mundo.
"Mucho tiempo después de la caída del imperio romano, hacia el siglo IX, la capital andaluza de
Córdoba (España) estaba salpicada de jardines, que se conocían como ‘los prados murmurantes’” (Paris, 2003). Como muchos pueblos provenientes del desierto, los árabes amaban el agua, por lo cual no sólo implementaron grandes obras de riego para alimentar los vastos sembradíos de arroz, olivares,viñedos, trigo, algodón y caña de azúcar, sino que también crearon extraordinarios jardines. Cultores de la ciencia botánica y de nuevas técnicas agrícolas, transplantaban desde las montañas higueras, almendros y granados, que perfumaban la ciudad, y construyeron cañerías de plomo para canalizar el agua que, proveniente de los ríos, nutría a estos jardines como así también a las fuentes y los baños. En un relato de esa época, un cronista observó que “los árabes de Andalucía eran las gentes más limpias de la tierra. […] Llevan la limpieza a tal extremo que es más común que un hombre pobre gaste su último dirham en comprar jabón en lugar de comida”.(Fuente: "Abrevando en aguas y culturas").
¿Dónde quedó aquel mundo,sepultado bajo la sangre de miles de personas asesinadas en pogromos y batallas entre quienes habían sido largo tiempo hermanos? ¿Cuánto dinero y desarrollo le dejó a la España conquistadora su conquista de Andalucía y América?
Siempre quedan las huellas, en los rostros aceitunados de los españoles del sur, en los apellidos "reformados" de conversos y "marranos" emigrados a América, el uso de los números arábigos y el álgebra, la música y la palabra, (aceite, azúcar, alcohol, almohada, y ....), el recuerdo atávico escondido detrás de los romances y el cancionero español.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Boabdil y la pérdida de Alhama

Estoy leyendo El manuscrito carmesí, de Antonio Gala.
Es una novela histórica que, en clave autobiográfica, narra la vida de Boabdil (Abd Allah, de la dinastía nazarí), el último sultán de Granada, que perdió el reino a manos de los castellanos y aragoneses en 1492.
Este triste rey será siempre recordado por su derrota y su pérdida, y es por eso que la novela de Gala resulta tan interesante para los lectores que aprecian el género de la novela histórica, ya que nos ofrece diversas interpretaciones del personaje y la época, desde el lado musulmán.
Las guerras civiles entre los señores castellanos habían sido, por siglos, la clave del poderío del reino de Granada, que las fomentaba y las sostenía, a fin de asegurar sus fronteras con los cristianos. Y fueron, como suele ocurrir, las luchas internas entre las distintas familias que pugnaban por el poder en el reino de Granada, en la corte y el harén, las que debilitaron a Boabdil.
Gala nos presenta a Boabdil con sus contradicciones, sus dificultades para asumir la responsabilidad de gobernar, que no quiere, en medio de los tironeos entre su padre-que había usurpado el trono a su abuelo- y su poderosa madre, dos veces viuda de otros dos sultanes.
Boabdil, educado sin amor, iniciado en las artes de la política y de la guerra por consejeros muy capaces y muy corruptos y ambiciosos, y en las artes del amor, por el joven hijo de un funionario de su padre y luego, por su bella esposa, Morayma.
Entre las humillaciones a las que se sometió,
-->tras su derrota en 1483 por las tropas castellanas del rey Fernando II el Católico, al mando de Diego III Fernández de Córdoba, Alcaide de los Donceles, 2º Conde de Cabra, Señor de Lucena y, posteriormente, Marqués de Comares -quien recibió el privilegio de ostentar en su escudo la cabeza encadenada de un moro y las 22 banderas árabes capturadas- Boabdil fue capturado y estuvo preso, entre otros sitios, en el castillo de Lucena. Mientras tanto, el trono de Granada fue ocupado de nuevo por su ambicioso padre.
Después, Boabdil aceptó el gobierno de Granada, su reino, como vasallo y pagando tributo al rey Fernando, quien finalmente lo liberó a cambio de que firmara el humillante pacto de Córdoba, por el cual se comprometía a entregar a Castilla la parte del territorio granadino en poder de Muley-Hacén.
Al leer sobre Boabdil, me acuna el canto y la melodía de aquel romance que me cantaban, mis maestras, en la infancia.

ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA
Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarrambla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Cartas le fueron venidas — que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego — y al mensajero matara,
—¡Ay de mi Alhama!—
Descabalga de una mula, — y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba — subido se había al Alhambra.
—¡Ay de mi Alhama!—
Como en el Alhambra estuvo, — al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, — sus añafiles de plata.
—¡Ay de mi Alhama!—
Y que las cajas de guerra — apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, — los de la vega y Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Los moros que el son oyeron — que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos — juntado se ha gran batalla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un moro viejo, — de esta manera fablara:
—¿Para qué nos llamas, rey, — para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!—
—Habéis de saber, amigos, — una nueva desdichada:
que cristianos de braveza — ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un alfaquí — de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey, — buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!—
Mataste los Bencerrajes, — que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos — de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Por eso mereces, rey, — una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, — y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—

Fuente de la imagen: Junta de Andalucía
Abu Abd Allah (conocido como Boabdil por la población castellana), último rey de Granada (desde 1482 hasta 1492) y descendiente de la dinastía nazarí. Nació en esta última ciudad cerca de 1459 y murió en Marruecos, en 1527.

"Contra la eternidad", según A


Me habla del libro que está leyendo, como habla ella, A., cuando está entusiasmada: abriendo grandes los ojos para acentuar alguna idea, gesticulando con las manos, femeninas, de dedos finos y uñas arregladas, y con esas humoradas ingeniosas que se cuelan hasta en sus argumentos más densos. Hay ciertas frases que pronuncia que se me hacen herencias del léxico familiar -como diría la extraordinaria Natalia Guinzburg- de esos códigos que heredamos de nuestros antepasados (de los que nos hablaron con palabras y de aquellos, incluso, que nunca conocimos y hablaban en lenguas que no comprendemos con nuestra razón, pero aun así, nos dicen de ellos y de nosotras). Como si en el léxico del humor no hablara ella sola, sino que fuera la intérprete de un estilo familiar al que ha terminado darle una forma personalísima.
A mí me hace reír.
(A veces, su arquitectura del lenguaje me causa tanta gracia como algunas frases de Chesterton o de Bioy: inteligentes e ingeniosas, y debo disimular, porque cuando el contenido de su discurso es "serio", y hay otros presentes, me mirarían acusadoramente, sin comprender que no es falta de respeto ni desubique: es goce ante la palabra que baila al son de músicas nuevas y con imágenes de edificios de Gaudí.)
Por supuesto, logra picar mi curiosidad. Es por su manera de contar, por su entusiasmo, que quiero ya leer el libro de Jean Allouch del que me cuenta: a partir de tres textos, uno de una escritora japonesa (ella no recuerda el nombre, desde ya, eso no tiene importancia, pero yo hoy lo googleo y veo que se trata de Yoko Ogawa), otro de Lacan y otro que...bueno, en fin (es Mallarmé), el libro Contra la eternidad, nos explica, a E. y a mi, habla un poco de como dejar morir lo que ha muerto, cómo impedir que viva para siempre, hasta matarnos.
La escritora japonesa cuenta la historia de un lugar al que la gente acude a guardar las cosas que no quiere dejar ir (¿dejar morir?). Y enseguida pienso en todos los muertos que cada una de nosotras cargamos, los que están bajo tierra y siguen habitándonos; los que se encarnan en diversos significantes de nuestra cotidianeidad; en el peligro de convertir nuestros hogares-y nuestras vidas- en mausoleos, donde ya no quepa ni un poco de aire para respirar, y bailar, y pintar, y cocinar en esas noches en las que una realmente tiene ganas, tiempo, acariciando las hojas verdes de las lechugas y las endivias, regándolas lentamente, como si fuera una caricia, con oliva, moliendo pimientas de distintos colores sobre las hojas frescas, mientras tomamos una copa de vino fresco y revolvemos una salsita liviana en la que cuece una carne que serviremos tan tierna como manteca, cuando lleguen aquellos a los que deseamos agasajar.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Juana de Castilla, ¿locura o transgresión?

De la reina Juana de Castilla (Juana "La Loca") se ha escrito mucho, antes y ahora.
Siempre me ha parecido uno de los personajes femeninos más trágicos de la saga de reyes y reinas europeos.
Hija de Fernando de Aragón y de Isabel de Castilla (los reyes Católicos), como el resto de sus hijos -en particular de sus hijas-, fue una de las piezas de ajedrez más utilizada en la partida por la disputa del poder entre la Casa de Trástamara, la de Aragón, los Valois, los Habsburgo, los Tudor, e incluso, sus coterráneos, los Borgia, en el Vaticano.
Manipulada por su madre y, fundamentalmente, por su padre, luego por su marido, Felipe el Hermoso, y por su suegro, el emperador Maximiliano, Juana a los 27 años ya era madre de seis hijos (Leonor, Carlos, Isabel, Fernando, María y Catalina) cuyo destino sería reinar en el Imperio donde nunca se ponía el sol (Carlos I); en Francia, Portugal, en Hungría, en Flandes.
Despojada de su herencia materna, la corona de Castilla, entre Felipe y su padre se arreglaron para hacerla pasar por incapaz, a fin de que les delegara a ellos la regencia del reino. Tironeada por su amado esposo y su temido padre, detrás de los cuales se movían los intereses de Alemania y los Países Bajos, por un lado, y de Aragón, Napoles y una parte de los castellanos, ya dueños también de América, no sabemos si la locura de Juana fue una consecuencia de las humillaciones, encierros, mentiras y manipulaciones o, si como sostuvo la versión oficial, la encerraron a raíz de su pérdida de juicio.
Se dice que era desafiante, que pretendía que podía gobernar aun siendo mujer, como lo había hecho su madre Isabel, que cuanto más la presionaban, más se negaba a ir a misa, a comer y a bañarse. Se dice que resistía a dejarse encerrar y que su locura amorosa, tras la muerte repentina de su marido, obligó a su padre a recluirla "por su bien". A despecho de las versiones oficiales de entonces, hay quienes creen que su larga peregrinación acompañando el catafalco de su marido embalsamado, que vemos aquí ilustrada por el pintor Pradilla en un famoso cuadro (e incluso, la mentada historia de que dos veces hizo abrir el cajón para verificar que él estuviera allí) en verdad se debieron a que temía que los flamencos, que ya habían sustraido el corazón de su Archiduque para enterrarlo en su tierra natal, hubieran robado también el cadáver, por una parte. Y por la otra, a que su empecinamiento en darle definitiva sepultura a Felipe junto a la tumba de su madre Isabel obedecía a razones políticas: enterrarlo junto a la legítima reina de Castilla era una manera de reforzar la propia legitimidad del muerto y de ella, su reina y viuda.
Erasmo de Rottredam y Enrique VII, Tudor, la consideraban una de las mujeres más cultas e inteligentes de la época. Eso, probablemente, no ayudaba. Juana se sentía capacitada para reinar, aunque al parecer, no era el poder lo que más la atraía, ya que allí veía la causa del conflicto permanente entre los hombres que más amaba y eso le resultaba intolerable. A diferencia de sus hermanos mayores, Isabel y Juan, muertos prematuramente, Juana no había sido educada para reinar, sino qu su destino era más bien ser la consorte de algún rey o príncipe de menor importancia política en la estrategia de los Reyes Católicos.
Fue la muerte de sus hermanos y su sobrino la que la convirtió en una pieza prinicpal de la política y quizás por eso, la fertilidad de Juana, su facilidad para los partos, haya sido una respuesta vital frente a tanta muerte que se conspiraba a su alrededor.
En El pergamino de la seducción (Seix Barral, Buenos Aires, 2009), Gioconda Belli ficciona gran parte de la vida de Juana, mediante la historia contemporánea de Manuel,un historiador treinteañero que pertenece a la familia Denia (descendiente de los carceleros designados por Fernando de Aragón y confirmados por el Emperador Carlos I para manetner encerrada a Juana en Tordecillas) y una joven huérfana, Lucía, de asombroso parecido con la Reina Juana de Castilla. Ambos investigan el enigma de quien fuera más conocida como Juana la Loca. ¿Es cierto que su locura sobrevino por amor a Felipe, sus celos y su muerte o fué víctima de traiciones y luchas por el poder?
Se me cierra un poco el pecho al pensar que Juana, cuando creyó que el regreso de su hijo Carlos desde Flandes tras la muerte de su abuelo Fernando, para tomar posesión de la corona española, sería la llave de su liberación. Pero ese hijo, educado en la corte de su tía Margarita de Austria, lejos de su madre y rodeado de consejeros del padre que lo habían convencido de la locura y el peligro que representaba su madre para su propia legitimidad, la mantuvo encerrada hasta su muerte, acaecida 47 años después de la reclusión.
Nunca osó quitarle el título de Reina y por décadas se mantuvo la farsa de que si Juana sanaba, asumiría el poder del reino. Ni siquiera la rebelión de los comuneros, que la reivindicaron como símbolo de la recuperación del poder de las manos del "extranjero" Carlos fue suficiente para salvar a Juana, quien luego de nueve años de encierro y engaños, ya no podía dicernir cuál era la realidad de su propio estado de salud mental, ni su conveniencia.
En esta novela de Belli, histórica y contemporánea, la reina Juana de Castilla se "encarna" en la joven Lucía para contarnos con su propia voz su versión de los hechos.
Queda en manos del lector especular con los límites entre la fantasía y la realidad, no sin que sea posible evitar pensar que el recurso de calificar de locas a las mujeres que se rebelan frente a su destino, en particular a las que acceden al poder, sigue siendo utilizado, aunque probablemente, con mayor sofisticación y disimulo discursivo.

A este último respecto, basta con observar estos sitios que, en lugar de efectuar un cuestionamiento político a CFK, le cuestionan su estado mental, sin aclarar la conveniencia que para ellos tiene esta descalificación ni dar cuenta de losl imitados argumentos científicos con los que respaldan sus enunciados.

http://www.revista-noticias.com.ar/comun/nota.php?art=510&ed=1593
http://senalesdelostiempos.blogspot.com/2007/07/cristina-fernndez-de-kirchner-est-en.html



http://www.giocondabelli.com/criticas/criticas.htm



lunes, 7 de diciembre de 2009

Asi somos a veces las mujeres


Me dice, mientras le pasa la lengua al borde del vaso de trago largo, saboreando el azúcar: y pensar que yo a ese me lo cogí unas cuantas veces. De todas las maneras que te imaginés. Con amor, sin amor, en un telo, en la casa, sobre el mismo acolchado en el que ahora acuesta al hijito, jugando a la puta, a la enfermera y a la madre. De parados, de apurados, con ternura, borrachos, sin gritar, con un par de rayas encima, escuchando The Cure y también a Goyeneche, porque hay que ver que a veces le afloraba el costado depresivo y había que trabajarlo para que le rindiera. Y de todas las maneras, me aburría. Te digo: no sé porqué me lo cogía. Creo que me daba pena, que intuía que algún día esa cuenta me jugaría a favor en la lotería de buenas acciones que una hizo. Que contaba como compasión, quién sabe cómo calcula Dios. Y ahí lo tenés, ¡mandándose la parte, precisamente conmigo, hermana, que me la sé lunga!
Lo miro al quía, que ni otea para nuestra mesa. Pero se nota que al entrar ha relojao. Y está con la otra rubia y le sirve otra copa de champagne y gesticula, con aire sobrador de macho satisfecho. Y la miro a mi interlocutora, que se encoge de hombros y me dice: y ahora que lo veo con esa tilinga, te juro, de verdá, que me dan ganas de cogérmelo de nuevo. Incomprensible, ¿no? Pero así somos a veces las mujeres...

jueves, 3 de diciembre de 2009

Curiosidades y disfraces en la política y la historia


En 1791, en plena Revolución, como es sabido, muchos nobles franceses emigran, huyendo del "Terror".
Se dice que la duquesa de Maille desembarca en Inglaterra disfrazada de marinero y que la marquesa de Suze lo hace vestida de camarera.
Pero lo curioso no es que estas damas, que por su educación y su cultura no sabían hacer otra cosa que explotar al pueblo, se disfracen de pueblo para escapar a la justicia revolucionaria. (¿Quién puede juzgar con liviandad el deseo de estas señoras de conservar sus cabezas unidas al cuerpo?)
Lo llamativo es que el mismo Telleyrand, quien como obispo de Autun había sido el responsable de consagrar a los obispos cismáticos (y por cuya causa huyeron o murieron muchos monárquicos), se haya exiliado en Inglaterra ¡munido de un pasaporte provisto por el propio gobierno del que huye, luego de haber sido parte de éste!
Como Telleyrand y tantos otros, cuando el barco se hunde no son pocos los que descubren, repentinamente, que las revoluciones y las transformaciones no tienen lugar sobre un lecho de rosas. (¡Pobres ingenuos!). Protegidos por los documentos del propio Gobierno, huyen para trabajar en su destrucción, disfrazados de "progres", "demócratas" y "republicanos" horrorizados por las mismas contradicciones que, días atrás, ellos mismos encarnaban.
Vale la pena volver a ver"La Dama y el duque"de Eric Rohmer, película que con ese sentido extraordinario para retratar la belleza en la tragedia propia de este director, cuenta la historia de amor entre una reaccionaria dama inglesa y un galante duque de Orleans, en medio de la violencia de la época revolucionaria.(El guión está basado en la memorias de Grace Elliot, una cortesana contemporánea a la revoluci�ón francesa)

Bibliografía: Díaz-Plaja, Fernando, A la sombra de la guillotina, Planeta, Buenos Aires, 1999.