jueves, 29 de marzo de 2018

Mudos

Todos los oráculos lo anticiparon, y las canciones también.
Pero aunque se viaja en máquinas del tiempo con piezas oxidadas, se busca tercamente renacer en nuevos planetas con mecanismos renovados.
Si fueras sol, seríamos verano.
Pero te vas poniendo invierno y la nave se hunde en un océano sin peces y sin palabras.
Hombres estatuas mudos, serán cubiertos de arena en desiertos olvidables.
Quedarán los poetas.
Pero yo sigo - ¿audaz o suicida?- esperando una palabra que disipe las nubes.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Amores pantallita

A veces las redes sociales nos crean la ilusión de que mantenemos una relación con alguien cuando en realidad sólo nos vincula nuestra fantasía.
Y vos dirás, pero bueno las fantasías, como una buena novela, o serie, o película, también son una parte fundamental de nuestra vida sentimental, psíquica, tan importante como la 'realidad".
Y sin embargo, algo profundo está cambiando en nuestra subjetividad. ¿Ya no podemos hacer los duelos?
Nuestros seres queridos siguen ahí incluso después de muertos, advirtiéndonos de sus cumpleaños, y otras cosas en las cuales los vivos solamente participan.
En las redes las relaciones parecen elásticas, pueden vivir o estirarse después de muertas y al inmenso vacío que sobreviene, por ejemplo, al final de un amor, se lo rellena con stalkeos y conclusiones absurdas pero verosímiles en el reino de la imagen pantallizada del feliz universo virtual.
Y las pieles que duelen por las caricias que ya no son, o los oídos que añoran las voces que ya no suenan, se adormecen anestesiadas por la luz y los colores, los ojos que parecen mirarnos aunque ya hace mucho que dejaron de hacerlo.

martes, 27 de marzo de 2018

Poetas del siglo viejo

"Sucedió entonces lo que nadie quiere entender. 
En ese botarate provocador me vi como en un espejo y me dio vergüenza. 
No sentí miedo; acaso de haberlo sentido, salgo a pelear".
(JLBorges, "Historia de Rosendo Juárez")


R, que es de una lucidez y erudición extraordinarias, señala que los poetas y prosistas de la generación del 37, y sus vecindades (agrego yo) huyen de la ciudad que empieza a volvérseles extraña cuando la "chusma" que baja de los barcos los "invade".
Corto maltés, Hugo Pratt
Unos huyen hacia el campo, otros a la selva, como Quiroga, otras al mar, como Alfonsina. R lo dice de una manera tan graciosa que merecería un gag en alguna comedia, si es que algún día la historia argentina se puede contar en tono de comedia y no de tragedia.
Borges, dice R, que no sé si está citando a Horacio González o a algún otro, o a sí mismo (tampoco importa), huye al siglo XIX.
Y claro, es ahí donde con frecuencia también a mí me lleva una nostalgia que incluso no me pertenece del todo, sino que es heredada, sobre todo, de la lectura.
Porque hay que ver que ya a esta altura soy más del XXI que del XX y sin embargo, fueron Dickens, Louise M.  Alcott (¡los dioses nos perdonen estos caprichos de infancia y juventud!) London, Poe, Dostoyevski, Tolstoi, Mc Cullers, Proust, Flaubert, Mary Shelley, mis primeros amores literarios, quienes despertaron esta anticuada pasión por la novela decimonónica o del joven siglo "nuevo",  tan olvidada, e incluso, vapuleada injustamente las más de las veces. Eran los habitantes de las bibliotecas legadas por abuelos y tíos abuelos, venidos de aquellos tiempos de lecturas en papel y vidas sin televisión.
Incluso en el cuento y la poesía, en los que tempranamente mi mundo fue habitado por obras más contemporáneas (sobre todo, ciencia ficción, género negro y grandes cuentistas argentinxs), incluso allí me siento más en mi tiempo, quizá porque Rafael Alberti, Hernández o García Lorca poblaron también aquellas lecturas de infancia.
Hasta en los cómics me siento más cómoda donde hay cierto "clasicismo" que me invita más, un Corto Maltés....Oesterheld&Breccia...

No al Martín Fierro de la Vuelta, sino al otro, insiste R.

R dice de memoria a Borges, a varios Borges, y se le nota en el gesto la apasionada admiración que siente tanto por el joven Borges, anarquista y cercano a Jauretche, como por el maduro, conservador, genio entre los genios y a la vez, convertido por su propia decisión en el poeta de los liberales conservadores argentinos y tan políticamente del lado de los enemigos del pueblo.
Borges se ha colado en la clase donde estaban Simmel, Nietzsche, y otros alemanes, y sobre todo Rousseau y algún que otro francés, inglés, suizo o italiano, por lo que se ha colado también un rato Darwin.
Pienso en Maquiavelo y en César (en Julio y en Borgia), príncipes de nuevos mundos y cambios de época, grandes conductores: uno con virtud y fortuna duraderas (hasta los Idus de marzo al menos), el otro con más virtud (virtú, como energía vital) que suerte.* Ambos latinos, de una Italia que todavía no era pero que se puede adivinar si tiene razón Borges y el futuro también ya está escrito.
Pienso en Bolivia y sus miles de lenguas que reconocidas y libres, aun así (o quizá por eso mismo) hacen nación, entonces quizás la idea de lengua y nación de Ernest Renan pueda ser correcta para la Europa occidental pero no para nosotros, que poderos pensarnos enlazados por lo diverso y tal vez hermanados por los mundos perdidos, arrasados, y lo porvenires soñados colectivamente por nuestros pueblos hoy, en canciones y lenguas que estamos siendo y diciendo.
Entonces en América Latina es siempre a nuestro modo. Puede haber nación sin una lengua única, porque la lengua única acá nos recuerda la opresión de una u otra forma. Nos nombraron, hacia atrás y hacia adelante, para hacernos ser lo que no somos y en una lengua que tuvimos que reinventar una y otra vez.
"La lengua" oficial siempre es de ese amo dominador, violador, machista, explotador...pero es también nuestro cuchillo para dar las batallas de las mujeres guerrilleras y guerreras, de los hombres que no quieren vivir en cuclillas sino cabalgar las pampas y trepar las montañas, orillar los mares a la carrera, ser libres y no solo esclavos en las fábricas de los hijos de los conquistadores.
Ilustración de Alberto Breccia para "Historia de
Rosendo Juárez",
 de Borges

Y pienso que vos también a veces, como Borges, quisieras huir no sé si al XIX, pero al menos quedarte a principios del XX. Borges, que es su propio personaje y uno de los mejores que ha creado, le canta al gaucho rebelde y anarquista, cuchillero, portador de esa libertad salvaje y primaria que los grandes poetas románticos reconocen como materia prima para sus poemas.
Y es allí (no en el viaje, si no en el sueño, no en el propósito, sino en tu afán) donde yo veo tu mejor versión.
Pero la veo ahora, en este presente, y considerando que hacés un esfuerzo para que tus peores versiones oculten aquella que nos podría llevar al viejo siglo donde se podía querer sin presentir.
Y esto podría convertirse en un  chiste si lo contara Borges, pero lamentablemente lo cuento yo, así apurada, para no olvidarme de algunas cosas que sin escrituras y sin lecturas nunca serían.

* Esta concepción de la virtud renacentista la tomo de un texto de Althusser, El único materalismo, citado por Horacio González en Traducciones malditas. La experiencia de la imagen en Marx, Merleau-Ponty y Foucault, Colihue, Buenos Aires, 2017.

domingo, 25 de marzo de 2018

Vagabundos

No pude.
Pensé que podría, que lo lograríamos al bajar la cuesta, que el problema era la subida y todo eso.
Eso de cargar mochilas tan pesadas y tan pensadas, los huesos que ya nos traicionan seguido y los rumores, que ensucian hasta un cálido abrazo inofensivo.
Soy tan experta en sostener lo insostenible... Creo que es en lo único en lo que soy buena.
Puse a rodar mi imaginación, que es como un motor a vapor bien alimentado por el combustible de lecturas y canciones, capaz de hacer de dos sonrisas, tres palabras y un par de polvos una epopeya, dos tragedias y, si me agarra bien plantada, una comedia liviana para las tardes de domingo.
Se habló demasiado.
Mis voces viejas y mis voces nuevas intervinieron, se escribieron a través de estos relatos miles de historias que son parientes entre sí porque toda voz humana expresando sus anhelos lo es si también hay evocaciones a  mundos pasados y porvenires.
Había bosque, música para camaleones, canciones revolucionarias y melodías pop. Novelas de ciencia ficción, cine de los mejores. Pero nada de eso es cierto, todo fue como un teatro donde puse mis personajes y allí jugaron sus juegos de drama, tragedias y comedias.
Nada place más a los hombres que tildarnos de locas cuando gritamos o denunciamos, cuando rogamos, cuando nuestro dolor y nuestro amor no se bancan el corset de la buena y correcta burguesía contemporánea.
Sabina en el loquero seducida por Jung, Andrómaca eternamente gritando junto al muro de Troya por su hijo y su marido y su padre y su hermano.
Julieta flotando precipitada por no poder obedecer a su padre y amar al joven Hamlet al mismo tiempo.
Las locas de la plaza, de allá, de acá.
Locas de amor, locas de histeria, locas por decir lo que los hombres no soportan escuchar.
Loca me dice mi hermano, mi amigo, mi esposo, mi amante, mi hijo, mi médico, mi maestro, mi carnicero, mi jefe.
Sobre todo, mi carnicero.
Mi padre si estuviera vivo tal vez me diría loca también, aunque sería para reírse un buen rato. Él a su modo siempre prefería el amor al estigma.
Ahora estoy más liviana y percibo el absurdo de esto, lo no-nuestro.
Vos, vos y vos, ¿qué extraña locura (ahora sí, es locura) me hizo sentir abismos cuando todo era llanura, repetición de horizonte, más de lo mismo?
Paso a media cuadra del pasaje/ paisaje de Proust donde tuve un amante que siempre olía a té y a aromas orientales, y escuchaba a Brian Eno, que sonreía plácido al abrirme la puerta y por el que se me aceleraba el corazón y sólo quedan palabras que parecen hormigas sobre la pantalla luminosa, y su foto de perfil en las redes sociales quiere parecerse a él pero ya es muy otro. Deshecho, lejano, perdido en el espacio.
Esto también se va diluyendo, esto se desmaterializa como si las condiciones atmosféricas fueran de otros mundos. El viento del otoño barre mi espíritu veraniego de fuego y ganas de inventarte.
No quedarán más que palabras que pueden confundir y hacerle creer a alguien que fuimos más de lo que fuimos, y otros de los que somos. Palabras que tal vez nos hagan ver como héroes y heroínas, como amantes felices cuando apenas somos vagabundos deambulando sin sentido.

viernes, 23 de marzo de 2018

El filo de tu hacha

Me presento casi desnuda ante sus ojos.
Si fuéramos deidades griegas, esto probablemente constituiría un elemento que precipite la tragedia, el castigo.
Si yo fuera una reina medieval que se pasó de la raya atreviéndose al deseo,
mi final estaría pronto.
Malditos y benditos gauchos cuchilleros,
en tu guerra ancestral no hay lugar para una mujer bastante cursi de este siglo decadente.
Maldita herencia rusa que impone el lamento cuando sueña desafío.
Si fuera una china brava te cortaría y tal vez lamería tu sangre, sin mediar palabra.
Pero yo bajé de los barcos y vengo de una estepa donde se crían cabras y se cultivan coles, nabos, vodka y revoluciones sangrientas, y el Pueblo del Libro no sabe sin palabras; vengo también de unas islas mediterráneas de allá y de acá donde el bautismo nos es amor sino pasaporte obligado para la salvación, pero el sol, el vino, la música y el mar siempre compensan e invitan a los placeres en la playa.
Y vos, como un verdugo que ha estado esperando el momento preciso porque no puede evitarlo, me hacés un mudo gesto que sugiere que desnude también mi cuello para que me lo beses con el caluroso filo de de tu hacha.

martes, 20 de marzo de 2018

De lunes a domingo, pero todavía no.

"No. Todavía no. Todavía no- dice"
(Nadie, nada, nunca, Juan José Saer)




Los lunes corro de la mañana a la noche, de un trabajo a otro, afuera de casa.
Tal vez una caminata o unas vueltas corriendo por ahí, ahora ya sin metáfora. La música y la adrenalina calman la locura y la Luna dibuja la inicial de mi nombre haciéndome un guiñe.
Los lunes no pienso en vos.
Los martes llegan con violencia, cargados de malas noticias y dolores, el trabajo me enajena, y la tarde se llena de nuevos planes y lecturas, alumnos y colegas me ponen a pensar y alguien pinta el cielo de Ringuelet como si hubiera leído a Oscar Wilde y su tesis de la naturaleza imitando al arte.
Los miércoles y jueves no puedo respirar, me hablan y me hablan, me escriben y contesto, soy como un robot eficaz pero siempre una canción o un poema, o una conversación con un amigo me devuelve al ritmo de quien camina a la orilla del río sin otro plan que evocar a un viejo amor o pintar con paletas de óleos imaginarios.
Pienso en vos y me llegan imágenes que son suaves como un kimono de seda sobre mi piel, de la que el sol ya se ha retirado.
Me sirvo una copa de vino y consulto el I Ching mientras cocino para los míos.
Pienso en vos y te veo montado sobre una partitura, cabalgando las notas como un muchacho salvaje de una novela de aventuras del siglo XIX, o como un hombre maduro que cuenta la historia a sus hijos, a la luz de un fogón que un antiguo cacique mapuche o un viejo esquimal le enseñó a encender en otra vida.
Cabalgando como el bayo de Saer en Nadie, nada, nunca.
Cabalgándome...
Los sábados empiezan temprano cargados de demandas y promesas, y esa especie exótica de perfumes que anuncian el final del verano con tormentas, y otros finales.
Por la noche salgo por ahí a escuchar a alguna banda y te busco en la ciudad donde nunca estás cuando te pienso intensamente.
Y bebo con amigos, y río y hasta soy feliz y me pondría a bailar, y lo hago, y nunca lo verás ni serán tuyos los brazos que sostengan mi giro.
El domingo es siempre como el final de una novela corta no demasiado entretenida, pero a la que aun así me aferro.
Yo sé que que esto es más domingo que sábado,  y que todavía quedan algunas semanas con bellos atardeceres soleados en los que no voy a encontrarte y en los que no me pensás.
Y justo me llama mi amiga M, y ya estamos pensando libros, diálogos, invitados, nuevos afanes para nuevos proyectos y se va haciendo de noche y nadie se acuerda de lo que ayer era todo y es ahora nada, nunca.
Todavía no.
Todavía no, nunca, nada.

Pero esta niña

Pasó un año, dos quizás, tal vez mil.
Otra vez las niñas en el desierto contra Goliat.
Stephen Hawking lo sabrá, aunque momentáneamente se encuentre ausente de esta dimensión.
Dejamos mensajes para el futuro y para los viajeros del pasado. Confieso que a mí los del pasado a veces me pesan, me hunden como piedras al cuello en mar adentro, y aun así, me cuesta dejarlos atrás.
Los del futuro, bueno. Una siempre camina en la cornisa, entre el deseo esperanzado, el optimismo de la razón, digamos, y el pesimismo de cualquier racionalidad sensata y observadora.

Fuente: 

Veo a las pibitas palestinas resistir heroicamente a los soldados robot y pienso que sus vidas condenadas valen más en esos instantes que tantas sobre vidas de pusilánimes cómplices de la muerte.
Ilustración de Juan Marchesi
(La niña que iluminó la noche, de Bradbury)
Eso iba pensando...En las formas del espanto y la crueldad con la que los seres humanos nos matamos, esas formas en las que el poder destruye cruelmente lo bello, lo noble, lo vivo, y también en las formas en las que la vida resiste, en el fulgor de las miradas de las víctimas que, ante el verdugo y ya próximo el castigo, lanzan llamaradas que hacen temblar a la muerte.
Pero eso en un sentido cósmico, porque si una escucha el palpitar de sus corazones, y el de sus madres, padres y hermanos, es casi imposible preferir la elegía de lo heroico por sobre la vida, vida digna; vida: que crezcan, que amen (amén) , que puedan gozar...
Siempre la muerte ganando al final casi todas las batallas.
Pero está esa niña que lucha, por amor lucha, por amor a su familia y a su tierra, por amor a su libertad y a sus sueños. Por amor.
Y justo paso por tu casa, y aunque no sepa muy bien quién sos, aunque la oscura noche caiga una y otra vez sobre nosotros, aunque este planeta se termine y el tiempo, si es que existe, se agote, sonrío.
Sorprendida de que estés siendo tan vivo y donador de vida, justo vos,  señalado por pasar los límites de la muerte.
Si fuéramos de otra galaxia, si fuéramos en otro tiempo (si tal cosa existe), si fuéramos antiguos habitantes del Mediterráneo no esclavos, si fuéramos lectores de Swedenborg, si tuviéramos menos prejuicios, comprenderíamos que hay leyes de compensaciones y correspondencias.
Y hay quienes no quitan a la naturaleza nada directamente (aunque lo tomen de otros que lo roban brutalmente y poseídos de una crueldad propia de la era de Creso), pero  tampoco dan nada y alrededor de ellos, todo es páramo y desierto inerte.

domingo, 18 de marzo de 2018

¿Cuál es la palabra?

Haremos como esos animales que fingen estar muertos. Huir, congelarse o luchar, son la opciones para sobrevivir.
A vos te sale bien refugiarte en el silencio. Yo llevo flores y plegarias a tu tumba imaginaria y recuerdo cuando era primavera y sonreíamos solo de vernos.
Tu boca, mi boca, el mar quizá.
Ahora todo es lluvia otra vez.
Ahora ya casi no duele tu forma pétrea y silenciosa.
¿Habrá desfilado ante tu vista alguna imagen mía antes de que abandonaras la partida?
Un caballo saltando sobre la reina, desbocado. Yo siempre fui más bien del tipo plebeya, pero ese caballo y aquel vestido con el que te esperé en esa maldita fiesta a la que nunca llegaste me hacía sentir como un personaje de una novela de Tolstoi. Quería ser Ana, quería que fueras Vronsky y que nada más importara.
Después, crecí.
Nadie quiere pagar tan alto precio por unas sonrisas y unos abrazos magnificados en el recuerdo.
Nadie quiere llorar para siempre junto a las tumbas silenciosas de los amores cobardes.
Vi un par de fotos por ahí, estabas muy cambiado, habías envejecido, supongo que yo también, el tiempo a nadie perdona, solo los héroes mueren jóvenes y permanecen así en los recuerdos. Como esa Evita de la melena al viento que a ambos tanto nos gustaba.
No sé qué palabra podríamos habernos dicho para que no nos atrapara el silencio.
En cada amor que encuentro re aparece. Ese silencio que lleno de imágenes y palabras estúpidas y crueles. Ya estoy curtida, ya no duele, ahora vamos al analista o escribimos lo que podemos (lectores buscan indicios y nombres o destinatarios a  mis tontos textos, e interpretan lo que se les canta, y nada de eso cambia el hecho de que las palabras nunca llegan a tocar el corazón que deseo, hasta que lo hacen alguna vez y el pecho me baila)  y le decimos: fue el muchacho que me besó en la playa, fue el de los poemas cantados, fue el hombre que me enseñó la montaña y a hacer fuego con leña húmeda; el que escribía esos cuentos de oro y esnifaba hasta provocarme arcadas de rechazo; fue el que siempre me estaba dejando pero volvía, el que me amó hasta enloquecernos de gozo, el que murió en la lejanía, el que nunca pudo decirlo a tiempo e imploró cuando era tarde, el que es guerrero y campesino a la vez, y tan de piedra como los muertos, y tan de fuego como los vivos.
Todos esos.
Pero aún sigo sin saber cuál es la palabra.

viernes, 16 de marzo de 2018

Y habrá poesía

"Escucho a los muertos con los ojos" (Quevedo)

Otros vendrán y quemarán una vez más los libros, nuestros libros, allí donde escribimos la memoria de los muertos que escuchamos con los ojos, como escribió Quevedo.
Porque les quitaron la voz, nada pudieron decir de sus verdugos ni de sus muertes y no porque fueran, como los antiguos, aquellos que los historiadores rescatan del silencio obligado que padecieron por ser analfabetos, gente del pueblo, anónima. No por eso.
Sino porque aun siendo letrados e incluso muchos de ellos sabios, casi todos y todas virtuosos además, corajudos, nobles, aun así (o tal vez precisamente por eso) lastimaron sus cuerpos hasta hacerlos sentir menos que una mujer, menos que un hombre.
Y no pudieron escribir sus nombres, el de sus verdugos, sus finales.
Torturaron sus carnes, laceraron su gravidez cargada de esperanzas y utopías incluso en esos pozos de infierno que ningún poeta florentino hubiera podido imaginar...
Robaron de sus entrepiernas todavía latentes la vida que prometía mañanas, y ninguna ignominia les fue ajena.
Otros vinieron y quemaron nuestros libros, donde escribimos lo nombres y las revelaciones que  nos contaron  con los ojos  nuestros muertos, silenciados y arrojados desde el aire al río sin orillas para volverse olvido.
Quemarán nuestras bibliotecas y cerrarán nuestras escuelas y tratarán de evitar que recordemos las palabras con las que se teje la memoria de los que ya no tienen palabras.
Pero habrá unos amantes que abrazados murmurarán, como Funes invertidos que viven porque no olvidan, los nombres que quemaron para que por siempre desaparecieran.
Y como un mantra de amor esa memoria cobijará la noche en la que tal vez harán un hijo o una hija que caminará más allá de las hogueras, de los libros quemados, de los nombres olvidados, de la eterna impiedad.
Y llegará a una fuente, y meterá sus pies en el frescor, y habrá canciones y bailes alrededor.
Y habrá pueblo.
Y habrá poesía.

sábado, 10 de marzo de 2018

No me dejes el invierno

Embriagada de vida en el verano, sabiendo que el otoño llegará aunque se demore y habrá un frío cruel además del odio, y tendremos que esperar un año más como la cigarra.
Pero vos igual te vas como si tuviéramos mucho verano todavía, o será que en otro planeta está tu primavera y yo no soy ni tu flor ni tu mariposa.
Te vas y a mí me distraen los papagayos, con sus plumas de colores y sus graznidos impetuosos.
Sus vuelos atrevidos hacia las montañas nevadas me entusiasman y se llevan el sonido de tu voz, con sus contrastes altisonantes: intensa cuando explicás el mundo,  terciopelo cuando me hablás al oído,  alegre y fuerte cuando cantás amores, selvas, revoluciones, soledades y alcoholes.
Te vas y yo me duermo en el arrullo de unos ruiseñores de ensueños.
Te vas y te llevás las mejores canciones.
Te vas y me dejás todo el silencio que precede a la caída de las hojas.
El ciruelo enrojece, y yo observo sus colores como si alguna vez los hubiéramos visto juntos.
Acá siempre llueve cuando tengo miedo.
Acá nunca estás cuando florecen los jazmines y los colibríes visitan mi jardín.
Por favor, no me dejes el invierno.

viernes, 9 de marzo de 2018

Así te extraño

No sé si te dije que te extraño. Te extraño más cuando te veo que cuando no estás. Cuando te veo extraño todo lo que soñé y no es.
Cuando no estás te puedo dibujar como yo amo.
No sé si te dije que siempre hay un resto muy mío que escondo debajo de la almohada, como una ardilla que oculta su castaña predilecta.
No es mi castaña predilecta, pero es lo que queda de mi cuando el mundo se enfurece.
Es como irme sola al bosque, a la montaña o mejor aun,  al mar, y hacer de cuenta que las ciudades no existen.
Ahí, en la orilla y en el viento, canto una balada y te extraño como nunca serás.

jueves, 8 de marzo de 2018

#8M

#8M
Recorro muros y todxs en alguna medida estamos opinando sobre lo que ocurrirá mañana, qué haremos, qué no haremos, qué es lo correcto, cuál es el deber ser y el no deber ser del feminismo.
Hay posiciones más dogmáticas, hay algunas que son deudoras de larguísimos años de militancia en los movimientos de mujeres, de debates, de síntesis "superadoras" de contradicciones de antes y de ahora.
Hay posiciones desde el humor, las hay de protesta ante tanta corrección política, feminismos de ceño fruncido (muchas veces con justas razones) y otros de voces jóvenes y disruptivas.
A mí me parece positivo este quilombo, me encanta que discutamos, me encanta que no haya UN DEBER SER, me encanta que las feministas de más de 70 nos aleccionen con el dedito acusador de tanto en tanto, porque creo que se lo han ganado un poco (¡había que ser feminista hace unas décadas !) y también me gusta que las más pibas nos corran con el carnet del feminismo revolucionario a las que llevamos varias décadas tratando de darle forma al feminismo mientras criamos a nuestros hijos, laburamos y militamos en espacios dominados por la matriz patriarcal que también atraviesa nuestras prácticas y vida emocional. Las grandes, las pibas igual: como si lo hubieran inventado ellas hace unas décadas o hace 10 minutos.
Y lo estamos amasando entre todas.
Lo generacional es transversal a nuestra lucha también.
Me encanta que mis amigos, conocidos, parientes, ex, hijo, compañeros de laburo, hombres (hetero, gay, bi) se hagan preguntas sobre mañana, como nos las hacemos nosotras en nuestros espacios de encuentro y debate: laburos, sindicatos, familias, grupos de amigas, partidos políticos, universidades , escuelas, fábricas, organizaciones, igual que nosotras.
Me gusta la estética diversa del feminismo y la politización, me gusta que ganemos el espacio público, porque lo hemos conquistado.
No dudo que hay discursos oportunistas, frívolos, "comerciales": el mercado siempre se apropia de lo que nace radicalizado e intenta hacerlo mercancía, el poder siempre se roba las palabras con las que nacen los gritos de rebelión.
Ya irán cayendo máscaras, ya iremos haciéndolo mejor cada día.
Ya habrá más música y menos policía en las calles.
Como además tengo en mi caso una perspectiva peronista y latinoamericanista, asumo que el conflicto es constitutivo de la política, entonces, también lo es del feminismo y del machismo . Me gusta que se armen colectivas de mujeres escritoras y editoras y hablemos de que amamos a Mary Shelley y a Niní Marshall, sin miedo, con alegría, con rabia y sin tantos cánones, porque no estamos para medirnos la poronga a ver quién escribe mejor, quién sabe más, quién lo dice más lindo, sino con alegría de salir juntas y diversas a jugar el juego que sabemos jugar, con nuestras reglas, con las que podamos romper y con las que podamos inventar, sin un mapa predeterminado pero con algunos objetivos claros.
Incluso me gusta que algunas se quejen y estén cansadas de las comisarias políticas (¿quién no se cansa de eso alguna vez?); me gusta la honestidad de ciertos planteos masculinos, de esos compañerx que son solidarios y quieren entender de qué la va la cosa y a la vez expresan sus contradicciones y prejuicios, como hacemos nosotras también.
Y también esos que hacen bromas y dicen incorrecciones pero tienen prácticas igualitarias con sus compañeras en la crianza de lxs hijxs, lxs laburos, la vida política y social. Me hacen reír, me hacen pensar, a veces me hacen enojar, pero siempre los prefiero a los que engañan con discursos pro igualdad y se portan como machos opresores en la diaria.
Me gusta que hablemos del aborto, porque nos tuvimos que callar años y porque abortamos en la clandestinidad, en la soledad, en el miedo, en el dolor, en la muerte.
Me gusta que nos pensemos como movimiento no exento de la cuestión de clase que nos atraviesa, y que no olvidemos un solo instante que nuestras hermanas más pobres y más explotadas son quienes más nos necesitan para dar estas batallas.
Me gusta que hablemos de nuestros cuerpos, del clítoris, de la vagina, de las tetas, de la menarca, la menstruación, de la menopausia, de los cánceres de mama, de útero, de ovarios, que tantas padecemos, entre otras cosas, porque no se habla, porque no se invierte, porque no se hace prevención, porque son problemas "de mujeres".
Me gusta que empecemos a enunciar y denunciar los abusos, las violaciones, que asumamos que hemos sido víctimas y callamos muchas veces.
Me gusta que pensemos en pedagogías igualitarias y emancipadoras para nuestrxs hijxs y estudiantes.
Me gusta que hablemos de salarios, de jubilaciones, de ajuste.
Que exijamos justicia para todas las pibas y las travestis que son secuestradas, asesinadas, golpeadas, torturadas.
Que gritemos #NiUNaMenos #VivasYConTrabajoNosQueremos.
Vivas además, es viviendo la vida a pleno, con derechos sociales, educativos, de salud, laborales, previsionales, con libertad de expresión y de información, con democratización del goce, con poder vivir nuestra sexualidad del modo en que nos haga felices sin tener que rendir cuentas a nadie.
Creo que estamos logrando que no haya una sola manera de expresar que estamos a favor de la igualdad y la justicia social. Que no hay feminismo sin igualdad, y no hay igualdad en el neoliberalismo.
Creo que estamos protagonizando algo realmente groso. No soy ingenua, soy consciente de que se avanza un poco y se retrocede, como la marea. Pero aún así, mañana marcho con una esperanza renovada, en un gran abrazo de sororidad y evocando a todas mis queridas amigas, familiares y maestras en el feminismo que ya no están.

Fuente: https://www.facebook.com/FinaScheiner/posts/10215455017027520

martes, 6 de marzo de 2018

Sola en la camilla

Se acostó en la camilla que olía a desinfectante barato y angustia. Su novio la esperaría afuera al terminar  la changa. La mujer apenas le habló, mamita esto, mamita aquello, quedate quietita y tranquila. Abrí las piernas. Ya te hace efecto el calmante.
El viaje en tren había sido fatal: parada, apretada, con náuseas y ese temblor en las piernas que no había manera de parar. Caminó por las calles que el novio le había marcado en el mapita en el celular, los árboles parecían indiferentes y vivos, la primera cuadra tenía casas lindas, como las de los ricos, ya al doblar la esquina se empezaba a poner más feo y el vientito de la mañana traía ese olor a mierda de las fábricas junto al río.
La puerta era como cualquier puerta y mientras espera que le abran siente que la observan  dos mujeres grandes con bolsas de mandados, paradas en la vereda. Hay miradas que son como fuego quemando la piel, tienen la forma del desprecio y de la condena. Se siente al borde del desmayo.
Ya adentro, ya jugada, siente un calor en el pecho, somnolencia. ¿Y si me muero? ¿Quién va a cuidar a mi chiquita? La dejó con su madre, les dijo que iba al hospital por dolor de panza. A la madre no le puede decir porque va a empezar con que Dios esto y Dios aquello.
La Marta, hermana mayor, le consiguió el lugar y algo de plata. Y le dijo que Dios lo perdonaba todo, porque ella era una buena piba, eso lo dijo. Y ella sintió que las palabras de Marta eran como un abrazo, como una canción de cuna, como una promesa.
Le dijo que el que no tenía perdón era el desgraciado aquel. Y ahí las palabras de Marta eran como espadas afiladas, como cada vez que hablaban del tipo ese.

El novio tiene que traer el resto del dinero.
¿No tenés toda la plata?, la increpó la mujer.
Ella balbuceó lo del novio.
Tiene un llanto atragantado en la garganta que es como si se hubiera tragado un pájaro. Las tripas revueltas.
La Marta le había dado las pastillas esas, pero lo único que le hicieron fue aumentarle los vómitos y la diarrea.
La doña de la casa le preguntó el sábado: ¿no te habrás embarazado de nuevo vos, no? Mirá que yo te reemplazo en un periquete, no quiero problemas.
Ella negó con la cabeza agachada, tragándose la rabia y las náuseas.
Mirá que nos cuidamos, Marta.
Eso de acabar afuera es una estupidez nena, le dijo la Marta.
Pero tomaba las pastillas, protesta ella.
Sabe que alguna veces se olvidó.
Con tantas cosas en la cabeza. La ropita que necesita la nena, que no para de crecer. El novio que sólo consigue changas. Su trabajo con la doña que es tan exigente. El padre que se está muriendo y hay que atender.
Dicen que las ricas se los sacan sin problemas, en una clínica privada que huele a lavanda y mariposas.
Ella no tiene nada, pero la tiene a la Marta. Y al novio, que será un chiquilín como ella, pero es bueno y da unos besos suaves como de amor.
¿Cómo huelen las mariposas, má? Le pregunta la nena.
Ella la peina con dos trenzas que le quedan soñadas. La nena es la luz de sus ojos.
El cuarto huele a desinfectante barato y a humedad, los cables cuelgan del techo, la pintura descascarada dibuja formas aterradoras. El instrumental que ve en la mesita  es aterrador: pinzas o piezas de metal que le van a meter en la concha.
¿Dios la está viendo? ¿La está juzgando?
A la nena la tuvo a los 15. El novio la aceptó de entrada, no insistió con saber quién era el padre. Por eso ella lo quiso. Es bueno. No le pega, no la viola, es cariñoso con la nena.
Pero no llega.
El techo se hunde sobre su cuerpo. Le atan las manos a la camilla.
Le pinchan el brazo. Se escuchan gemidos que llegan desde otro cuarto, las paredes parecen de cartón.
Siente que se va durmiendo.
¿Y si me arrepiento?
¿Y si me muero?
La mujer le abre las piernas más, no la escucha. No sabe si lo dijo en voz alta.
Tu novio está afuera y ya me pagó lo que faltaba mamita. Relajate, cuando te despiertes ya estás livianita de nuevo.
Se ve a sí misma amamantando a un bebé. Los cuatro: la nena, con el pintorcito nuevo del jardín. El novio llegando en una moto nueva de un trabajo bueno. Ella estudiando mientras amamanta. 
Se ve terminando el colegio.
Se ve con un futuro, qué lindo, tener un futuro.
Se va quedando dormida.
Sola.
En la camilla.

sábado, 3 de marzo de 2018

Sólo por ser mujeres

La primera vez que recuerdo el terror en la calle porque alguien me vio como mujer-cosa (yo sólo era una nena que ni siquiera menstruaba) fue alrededor de mis 10 u 11 años.  Había salido por.mi barrio, que era céntrico en La Plata, a andar en bici. En mi ciudad ya conocíamos el otro terror, el de los pibes y pibas baleados en la calle frente a nuestros infantiles ojos. El de nuestros padres y sus amigos exiliados o asesinados, o a los que les ponían bombas, o hablaban bajo y andaban taciturnos.
Pero este nuevo terror fue toda una novedad. Iba yo con mi bici roja plegable, con una pollera de esas de tres colores (todavía vivía mi abuela y creo que era un regalo de ella): turquesa, amarillo y rojo, todos tonos pasteles. Divina.
Y un ser repugnante, un asqueroso machirulo que seguramente andaba por los 30 años y a mí me pareció un viejo, se me acercó como para preguntarme algo, y yo reduje la velocidad y él estaba haciendo el gesto de pajearse (que  a los 10 años sabés y no sabés qué es, pero te violenta y te asusta) y me dijo que me iba a chupar la concha.
Eso. De una. Babeándose.
A chuparme la concha.
Una parte mía, muy mía, íntima, que solo a mí me pertenecía.
Siento aún el corazón acelerado, el miedo hecho pedaleada, la vergüenza de no animarme a contarle a mis padres, como si yo hubiera hecho algo malo.
Desde ya, parece naive.
Lamentablemente me han ocurrido cosas mucho más feas en la calle. Y por suerte nunca me violaron, aunque un par de  veces estuve cerca, como tantas mujeres que ni siquiera lo enunciamos así.
Pero de esa no me olvido más, porque desde entonces han pasado muchísimos años, pero no hay una sola vez en que andando en la calle me olvide que soy mujer y que la calle es un territorio de caza para violentos machotes que nos hacen vivir desde niñas con miedo, sólo por ser mujeres.
(La ilustración es de Juan Marchesi, de La niña que iluminó la noche, de Bradbury)

viernes, 2 de marzo de 2018

"Pero las excusas no figuran en el arte, pues en el arte no cuentan las intenciones: 
el artista tiene que escuchar en todo momento a su instinto, 
por lo que el arte es lo más real
que existe, la escuela más austera de la vida y el verdadero juicio Final".
 (Marcel Proust, El tiempo recobrado, 
En busca del tiempo perdido)


Esto es una reflexión para mi amiga J, a raíz de una cuestión que ella planteó. Si las cosas no se terminaran, si como piensan muchas culturas ajenas a la tradición judeocristiana, el tiempo no fuera lineal sino circular (que es una posibilidad), tendríamos que repensar nuestra idea de cultura y de política, que está inscrita en la historicidad. Hay cultura, dicen los filósofos, porque hay pasado (culto a los muertos) y hay futuro (cultivo de tierra para alimentar a los hijos).*
A la vez, nosotros sabemos que esto no sucede así de ordenado como en el discurso lógico, sabemos (y lo hemos experimentado en la ficciones pero también en las vivencias propias, dormidas y despiertas) que el tiempo avanza y retrocede incluso en el presente, y que hay presente porque hay una gramática del futuro y del pasado.
George Steiner escribe por ahí (creo que en Gramáticas de la creación) que los tiempos futuros expresan una posición de esperanza: hablo ahora, en el presente, pero mi palabra refiere a cosas que aún no existen, fundada en la confianza de que serán, fíjate ese mismo tiempo verbal: serán.
Cuando hablamos en pasado no solo hace uso de la memoria, como una estrategia que tiene muchos fines y uno de ellos es, sin duda, de resistencia a los relatos del poder, es decir, narrar los hechos, la historia, dar testimonio, contra de los mundos y las vidas que sin esa palabra acerca del pasado, desaparecerían.
El poder, que siempre está haciendo desaparecer lo que le molesta (cuerpos, ideas, culturas, arte, discursos, objetos), triunfaría por completo si no tuviéramos las gramáticas del pasado. Por ejemplo: "fueron 30.000".
Fueron, porque ya no son, pero al decirlo, afirmamos que viven en nuestra memoria, en nosotros, son nuestros muertos y al nombrarlos, les rendimos culto, homenaje.
Hay corrientes y autores que siempre quieren dar por terminado algo: la historia, los ciclos, los derechos, los deseos, los mundos posibles.
Hay quienes tienden (¿tendemos?) a melancolizar el pasado, y eso tampoco ayuda a pensarlo, me parece. También están esos neuróticos, bien sabemos, que no dejan de postergar el deseo, de patearlo para adelante, para cuando la ocasión sea perfecta, ideal, no humana, imposible. Y entonces, el futuro nunca llega, porque está sostenido por la fobia, por la huida a un tiempo que es de otra dimensión.
O esos que dejan correr la arena del reloj, y hacen, como en la canción, que "todo el futuro sea una tarde".
Y luego, está el arte. El arte puede anticipar lo porvenir, al contrario que la filosofía u otras ciencias inmersas en la lucha del pensar en y el presente. Esas series, esos relatos que no querés que se terminen.
Porque es como si fuéramos el sultán con Sherezade, ¿quién no quiere que alguien le cuente una historia sin fin, que nos acune los sueños y nos permita volar en nuestras fantasías, como en los viajes, a través del tiempo y del espacio?
Sin embargo, como con las novelas, con los cuentos, con las películas, al mismo tiempo, siempre podemos volver. Ninguna relectura es igual a la otra, se puede mirar El padrino cien veces y ver cada vez una película diferente.
Nada me cambió tanto mi percepción del tiempo, creo yo, como la lectura allá por los mis veinte años, de En busca del tiempo perdido, libro tras libro, año tras año, personaje tras personaje, enamoramiento y desilusión tras enamoramiento y desilusión, en esa trama proustiana donde los detalles no hacen más que acariciarnos en el recorrido.
Los finales que duelen, esos de cuando perdemos lo que amamos, esos que resignamos que vivan en la eternidad finita de nuestra memoria, tarde o temprano a todos nos llegan.
* Esta idea a tomo de E. Rinesi que la trae de otros autores.

Fruta de estación

"Cada uno trata de entrar, infructuoso, como en un sueño, en su propio río". 
(J.J. Saer, El río sin orillas) 

La invitó a salir usando esas fórmulas ambiguas de las redes que permiten cierta dignidad ante el eventual rechazo.
Ella fingió demencia con dos objetivos: rechazar pero no hacer daño.
Él igual la odió.
Esa maldita posición masculina que lo impele a dar el primer paso, y sentir el frío del corte en pleno rostro.
Ella no quiere cortar a nadie. Esa maldita posición femenina de tener que sentirse la mala cuando es no. No quiere su devoción ni su invitación, hace mil que olvidó esa histeria y ese desear gustarle a todos.
Ella quiere gustarle a X. A X, (y quizás a un Y, y quiere que G no la olvide). Ella quiere que X arda y se prenda fuego en la hoguera del romance, pero nada menos. Y tampoco nada más.
Él la odia.
Se cruzan por ahí y la saluda con un impostado desdén que ensaya un par de veces frente al espejo.
Ella ni se entera porque está pendiente de X, de X que se esfuma y desaparece con la marea y el verano que se va.
Eso no quita que una noche de verano, humedad y ciudad maldita junto al río sin orillas, lea y beba demasiado y suene una banda de rock inglés en el bajo, y como sin darse cuenta se deslice en la cama de un ocasional Y cuyo nombre retiene sólo unas horas y luego se pierde en la noche de la banalidad.
Yo no soy así, piensa ella.
No soy yo, dice él.
Ellos, así, confundidos, van dando tumbos contra los espejos y los fantasmas, como si la vida fuera eterna, como si pudiéramos renunciar a nadar hasta hundirnos o salir a flote en nuestro propio río, como si el amor no fuera una bendita fruta de estación que tiende a marchitarse demasiado pronto.