domingo, 25 de marzo de 2018

Vagabundos

No pude.
Pensé que podría, que lo lograríamos al bajar la cuesta, que el problema era la subida y todo eso.
Eso de cargar mochilas tan pesadas y tan pensadas, los huesos que ya nos traicionan seguido y los rumores, que ensucian hasta un cálido abrazo inofensivo.
Soy tan experta en sostener lo insostenible... Creo que es en lo único en lo que soy buena.
Puse a rodar mi imaginación, que es como un motor a vapor bien alimentado por el combustible de lecturas y canciones, capaz de hacer de dos sonrisas, tres palabras y un par de polvos una epopeya, dos tragedias y, si me agarra bien plantada, una comedia liviana para las tardes de domingo.
Se habló demasiado.
Mis voces viejas y mis voces nuevas intervinieron, se escribieron a través de estos relatos miles de historias que son parientes entre sí porque toda voz humana expresando sus anhelos lo es si también hay evocaciones a  mundos pasados y porvenires.
Había bosque, música para camaleones, canciones revolucionarias y melodías pop. Novelas de ciencia ficción, cine de los mejores. Pero nada de eso es cierto, todo fue como un teatro donde puse mis personajes y allí jugaron sus juegos de drama, tragedias y comedias.
Nada place más a los hombres que tildarnos de locas cuando gritamos o denunciamos, cuando rogamos, cuando nuestro dolor y nuestro amor no se bancan el corset de la buena y correcta burguesía contemporánea.
Sabina en el loquero seducida por Jung, Andrómaca eternamente gritando junto al muro de Troya por su hijo y su marido y su padre y su hermano.
Julieta flotando precipitada por no poder obedecer a su padre y amar al joven Hamlet al mismo tiempo.
Las locas de la plaza, de allá, de acá.
Locas de amor, locas de histeria, locas por decir lo que los hombres no soportan escuchar.
Loca me dice mi hermano, mi amigo, mi esposo, mi amante, mi hijo, mi médico, mi maestro, mi carnicero, mi jefe.
Sobre todo, mi carnicero.
Mi padre si estuviera vivo tal vez me diría loca también, aunque sería para reírse un buen rato. Él a su modo siempre prefería el amor al estigma.
Ahora estoy más liviana y percibo el absurdo de esto, lo no-nuestro.
Vos, vos y vos, ¿qué extraña locura (ahora sí, es locura) me hizo sentir abismos cuando todo era llanura, repetición de horizonte, más de lo mismo?
Paso a media cuadra del pasaje/ paisaje de Proust donde tuve un amante que siempre olía a té y a aromas orientales, y escuchaba a Brian Eno, que sonreía plácido al abrirme la puerta y por el que se me aceleraba el corazón y sólo quedan palabras que parecen hormigas sobre la pantalla luminosa, y su foto de perfil en las redes sociales quiere parecerse a él pero ya es muy otro. Deshecho, lejano, perdido en el espacio.
Esto también se va diluyendo, esto se desmaterializa como si las condiciones atmosféricas fueran de otros mundos. El viento del otoño barre mi espíritu veraniego de fuego y ganas de inventarte.
No quedarán más que palabras que pueden confundir y hacerle creer a alguien que fuimos más de lo que fuimos, y otros de los que somos. Palabras que tal vez nos hagan ver como héroes y heroínas, como amantes felices cuando apenas somos vagabundos deambulando sin sentido.

No hay comentarios: