domingo, 27 de diciembre de 2020

Reflexiones político pedagógicas de fin de año. Un helicóptero, una Navidad inédita y “un instante para la imaginación”

"Lo que debemos realmente apreciar en la educación

es que a nuestros hijos no les falte nunca el amor a la vida".

(Natalia Gonzburg, Las pequeñas virtudes)


Por hacer declaraciones que vinculan la pandemia con las prácticas depredatorias del ambiente y de la explotación humana neoliberales, el diario La Nación estigmatizó este año a Adriana Puiggrós, mientras ocupaba el cargo de Viceministra de Educación de la Nación. Ya sabemos, si La Nación te elige de blanco, debe ser que algo bueno estarás haciendo para el lado de la justicia social. Hoy, el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, hace una advertencia parecida, futuras pandemias llegarán si no cambiamos nuestros comportamientos. No he visto aún La Nación...

En mi barrio, lo llamamos así: si no intervenimos fuertemente en la educación, el capitalismo en su fase caníbal nos va aniquilar del todo.

En esa línea, y con la media neurona quemada que me queda, hay varios problemas que me gustaría mencionar en este posteo borrador para seguir pensando cuando estemos en mejores condiciones. O al menos ustedes, yo no sé si tengo posibilidades de mejorar.


Uno. Jugar nuestro propio juego

Por un lado, el 2020 aceleró los procesos de colonización pedagógica de las grandes corporaciones que está modelando subjetividades, prácticas y relaciones político pedagógicas, formas de leer el mundo y, por ende, de intervenir o no sobre él para transformarlo. 

Miles de millones de niñxs y adultxs nos estamos educando en Facebook, en Google, en Amazon, en Netflix, nos educan en lo que Baricco llama The Game, y mientras jugamos el juego más hipnótico y seductor que se haya creado, que captura nuestro deseo y nos introduce en una mutación que si no genética, es quizá más inquietante que el COVID19 y sus parientes, vamos tejiendo redes allí para casi todas las actividades de socialización humanas, nos auto mercantilizados y todo, o casi todo, lo objetivamos allí.

Me vendo, te vendo, te compro, me compro. O quedo afuera…¿Afuera de qué exactamente?

El Estado de manera urgente debería recuperar soberanía digital, que es la riqueza de este siglo que arranca ahora, como dicen Boaventura de Sousa y tantxs más que vienen pensando en estos problemas hace décadas. Ni la Nación ni las provincias, a mi modesto juicio, deberían seguir usando esas herramientas y plataformas, y si no es posible reemplazarlas rápido, al menos ir gradualmente. Miles de docentes universitarios estamos en la Matrix de Google Académico, (“si no te quedás afuera”, ¿afuera de qué, otra vez?), y en la Provincia de Buenos Aires, el uso oficial del correo y otras herramientas de Google hace que el sistema público le entregue cada día valiosa información (¿acaso la información no es el petróleo, el carbón, el oro de este tiempo?) a las grandes corporaciones privadas, que son, por otro lado, las grandes ganadoras de la tragedia pandémica global.

La muerte del Diego nos conmovió profundamente, pero también nos dijo que los juegos y las artes populares (fútbol  deportes diversos; orquestas, danzas, literaturas, plásticas, artes digitales etc), y en equipo favorecen autoestimas más potentes. Y hermanan. Y quitan máscaras. Ya sé, para muchxs esto no es prioridad educativa. Sé que también el gobierno provincial la tiene muy complicada, pandemia macrista, vidalista y COVID mediantes…¿Pero se pusieron a mirar los balances de ganancias de esas empresas? ¿Y si algo de esa plata se re distribuyera, como con el impuesto a los Bigger Robber Barons?

¿Y si hubiera playa, mar, río y montaña para todxs lxs pibitxs?

Ph: Pablo Bruzzone,
serie "Ventanas de Chapa",
Jóvenes y Memoria, Chapadmalal, 2012.

Lo positivo, es que muchas trampas han quedado a la vista y mucha gente a la que era difícil quizá hacerle notar los profundos cambios de vida que educar así implican, ya lo sabe. Ese saber colectivo tiene que servirnos para preservar la escuela que, como dice Adriana Puiggrós, es la “plataforma de la Patria”. Sea en la modalidad que sea (mixta, bimodal, en diversas combinaciones) que podamos ir construyendo para el ciclo 2021 y los siguientes, la escuela sigue siendo, y más que nunca, es el territorio desde el cual
podemos construir y recuperar comunidad, lazo pedagógico humanizante, futuro, planeta, casa grande.


Dos.  CABA, go home. Cortenla, déjenos vivir en paz 

La agenda mediática está copada, como siempre, por lo que sucede en la ciudad puerto unitaria. (recomiendo ver en Fue la pluma https://fuelapluma.com/2020/10/19/vicios-del-debate-educativo-en-los-medios-de-comunicacion/), donde decíamos con Manuel Becerra hace un tiempo: “Los problemas, que se amplifican hacia todo el país son los municipales de una jurisdicción de 202 km2 (que, para variar, representa poco más del 6% de la matrícula educativa del país). La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el lastre de un país hipercefálico, no sólo es un problema histórico sino que además es la medida de todos los medios. La municipalización porteña de la agenda mediática supera ampliamente el tema educativo: los canales de noticias emiten 24/7, para todo el país, noticias sobre el transporte, el clima, en fin, las problemáticas urbanas de una sola ciudad. Más aún: las ficciones costumbristas, formato prolífico de la TV argentina del siglo XXI, parecen transcurrir no sólo en Buenos Aires, sino en un radio de tres o cuatro km2 de los barrios de Palermo y Colegiales (o, en todo caso, algún barrio de la zona norte del Gran Buenos Aires)”.

Lo que está haciendo Larreta con la educación es de una extrema gravedad, y el poder judicial adicto, convalidando, es escandaloso. Pero nada de eso puede sorprendernos de la derecha. No hay derecha buena o mala. La derecha buenos modales sigue los mismos intereses que la malo modales y hace tanto daño a lxs pibxs como el gatillo fácil de cualquier matón bullrrichizado y barra brava. Ahora bien, ¿es eso lo central que está ocurriendo en la educación argentina, en las 24 provincias, en las universidades, en los espacios de las organizaciones sociales, comunitarias, sindicales, en la formación docente?

Tres.  Maestrxs latinomericanxs e imperios digitales

Los problemas de la educación federal son múltiples, diversos y de una complejidad enorme. La formación docente permanente, sabemos, es una de las estrategias que no puede esperar, digamos que tiene casi tanta urgencia como vacunar, porque puede ser el antídoto contra la acelerada mercantilización de la educación y de la vida. Y es necesario retomar y potenciar las líneas de una perspectiva emancipadora latinoamericana que descipayise, si se me permite el neologismo, desde la formación de grado y luego en la formación permanente. Continuar y ampliar desde el Estado esas propuestas, de manera articulada con la Ctera y sus espacios de formación, en los institutos y universidades nacionales es imprescindible, entre otras múltiples formas. Incorporar la perspectiva de Comunicación/Educación  es estrategia de disputa en el reino digital dominado por las formas neo imperiales de los dueños de la pelota de la información y la comunicación. 


Cuatro.

Ángeles azules, vacunas, FinEs y experiencias para los pueblos

En este triste fin de año que deja pocos resquicios para la esperanza, en Nochebuena, o TardeBuena, recibo mensajes de amigxs vinculados a un hogar convivencial de pibxs (Hogar El Ángel Azul) “organizado a fin de dar respuesta a las demandas  sociales y del Estado que reconocen la situación de riesgo y  vulneración en la que se encuentran  niños y niñas cuyas familias no han podido hacer frente a las exigencias de cuidado, vivienda, educación, salud. Forma parte del Sistema de Promoción y Protección de  Derechos  y en ese marco responde  a las estrategias de restitución de derechos de niños, niñas y adolescentes  que se encuentran transitoriamente  alejados de sus familias”.  (Ver en https://www.facebook.com/Hogar.Angel.Azul/)


Pibxs que esperan que pasan la cuarentena en una pequeña localidad rural de Punta Indio, provincia de Buenos Aires, donde se desarrolla un proyecto político pedagógico y se construye, a su vez, una épica del cuidado y de lo comunitario que seguramente genere algunos anticuerpos contra los virus de las nuevas pandemias, y prepare para entender que solo una ética del cuidado comunitario, con lxs otrxs, nos salvará, a nosotrxs y a nuestro planeta. 

Es una pequeñísima experiencia, mucho más pequeña quizá que la de Warisata, en la Bolivia de 1930; o la del Padre Cajade en La Plata, provincia de Buenos Aires, Experiencias como la inmensa y potente, y por eso destruida por el odio, de Milagro y la Tupac en Jujuy.

Como estas  sucede en CABA (porque hasta las experiencias villeras y populares en CABA tienen espacio en los medios ocasionalmente). Pero yo creo modestamente que hay que planificar las grandes políticas públicas para salir de este laberinto marechalianamente, observando también qué nos enseñan algunas de estos dispositivos, de estas prácticas, no para reproducirlas (ya sabemos que son experiencias situadas, etcétera) pero sí para ver que están ocurriendo cosas en la educación, fuera y dentro de las escuelas, pero siempre articuladas en su centro a la escuela pública, a la comunidad, a la Patria/Matria. Que Larreta profundice desigualdades es lo que esperamos de quienes creen en sociedades con jerarquías clasistas y meritocráticas, pero nosotrxs tenemos la responsabilidad política de inventar otras posibilidades y postergar un poco las miserias personales que muchas veces embarran las canchas del juego político, si es que queremos sobrevivir.

Ph: Pablo Bruzzone, 
serie "Ventanas de Chapa", 
Jóvenes y Memoria, Chapadmalal, 2012.

Comentario aparte: ni hablar de la gran experiencia del FinEs, que hizo patria en casi todos los territorios y autoestimas de la Argentina, y que siempre me recuerda al ímpetu de la gran compañera Mary Sánchez, que en palabras de otra querida compañera, Delia Méndez (ver en el libro de reciente aparición de Delia Méndez, prologado por Alberto Sileoni,
Juntos por los mismos FinEs para la inclusión, que estoy empezando a leer), fueron articulando “luego de largas conversaciones, discusiones y arrebatos temperamentales, de ambos lados, llegamos a acordar cómo podríamos implementar el Plan FinEs con los cooperativistas del Plan que estaban diseñando la propuesta de Ingreso Social con Trabajo que mary describe como “del extraordinario proceso que unifica voluntad del pueblo y políticas populares con compromiso docente para el desarrollo del Argentina Trabaja Enseña y Aprende en Pcia De Bs AS”.


Inconclusión. Espejito, espejito

Obvio que creo que está muy bien la denuncia y la lucha, sobre todo de lxs compañerxs de CABA (que tengo muchxs entre mis afectos, y son maravillosxs), pero no puede ser el tema de todxs, menos aún de quienes debemos educar cada día en aulas como, en mi caso, de la provincia donde tenemos al 40 % de la matrícula del país, o en universidades conurbaneras, por caso. Tampoco es posible pensar un país federal ni una Nación latinoamericana con perspectiva porteña hegemónica. En nuestros universos vocabulares y léxicos culturales, en el establishment intelectual, del pensamiento, del arte, de la política aparecen todo el tiempo las marcas de esta dominación, de esta trampa de perspectiva corta que tantas tragedias ha causado en la Argentina del siglo XIX, del XX y esperemos que no del XXI. Yo todavía sueño con escuelas habitadas por más poetas y detectivxs salvajes latinoemricanxs, y menos buenos modales de clase media urbana del puerto vampiro.

Somos nosotrxs los que debemos también vacunarnos contra nuestras prácticas neoliberales enquistadas en nuestra subjetividad (¿nos bancamos ese espejo?), nuestras instituciones públicas, sindicatos, espacios políticos, dirigencia. Puede que tengamos algunos anticuerpos, pero la lucha es cada día porque como señala Diego Sztulwark: "El neoliberalismo es un gran aparato que opera sobre el deseo y las maneras de vivir" (https://www.pagina12.com.ar/248046-diego-sztulwark-el-neoliberalismo-es-un-gran-aparato-que-ope)

Estar alertas es pensar que quizá no es tanto ellxs y nosotrxs, sino como en
Alien,  los ellos en nosotrxs.

La visita del Presidente Alberto Fernández al Hogar El Ángel Azul en Las Tahonas es seguramente un hecho político y comunicacional, de esos típicos de las buenas y queridas agendas peronistas de Navidad, que remiten al significante sidra y pan dulce, aguinaldo y vacaciones, únicxs privilegidxs, mar y Chapadmalal para lxs pibxs. Ver esas fotos trae un poco de alivio al alma. (¡Gracias Bruno!).

La imagen que publica la diputada Claudia Bernazza, de lxs pibxs rodeando el helicóptero que aterriza en un campo de Molina Campos, contrasta visiblemente con la  del significante helicóptero que acá cerró las escenas de asesinatos en esa plaza donde cada tanto la derecha nos mata solo por existir y resistir. (Ver en https://www.facebook.com/cbernazza)

Más allá de los diversos usos políticos que puedan hacerse de esta clase de eventos, lo que me parece es que hay allí otra forma de jugar el juego que no es el de la hegemonía de The Game, de los amos de Sillicon Valley, un juego de picadito, de igual a igual, de jugar con otrxs, que es enseñante y es divertido, y hace que la infancia más lastimada se ocupe de lo que debería ocuparse, de jugar, de reírse, de esa extraordinaria combinación de libertad, creatividad e inteligencia en la que se amasa la autonomía para crecer con proyectos más emancipadores y solidarios.

Es como si en esas sonrisas pudiera ilustrarse el “inédito viable” de Freire, que como señala Adriana en La escuela, plataforma de la Patria,  «Empero, no está en la naturaleza de la política avanzar por caminos seguros, sino más bien elegir los viables y correr riesgos. Coincidentemente, es tarea del educador trabajar sobre el “inédito viable”, esa rica categoría elaborada por Paulo Freire. Combina la imaginación y la creación con la factibilidad. Es el momento de la leve crispación frente a la imposibilidad, el momento de decidir si se corre el riesgo, de suponer la posible aceptación por parte de otros sujetos. Es un instante para la imaginación, o sea un momento negativo para la pedagogía neoliberal. Esta supone el fin de la imaginación».

¡Con ternura venceremos!



miércoles, 25 de noviembre de 2020

Esa tarde van a hacerme un aborto

Esa tarde van a hacerme un aborto. Tengo 18 años recién cumplidos y no demasiada experiencia con lo clandestino, con el sexo y con la muerte. 
No se pronuncia la palabra. No se explica en qué consiste bien el procedimiento. No hay pastillas ni inductores involucrados, se dice "intervención", "raspado", "legrado". Nunca estuve en un quirófano, nunca me dieron anestesia total, nunca imaginé que me pasaría eso con un DIU. 
Y de pronto, en un consultorio clandestino, dejo atrás la adolescencia con un par de bisturíes y un sueño que me lleva a una adultez impuesta para la que no estoy preparada pero acepto. 
No puedo hablarlo con nadie, casi nadie. Por suerte, mi madre. Por suerte, mi médica que me deriva a un antro no tan antro, a ver a una abortera a la que ya apalabró. Mi madre junta la plata, pide prestado a una amiga, a un par de amigas, eso lo sabré muchos pero muchos años después, y a medias. Mi amiga, mi novio, y ya. En la camilla estoy sola frente a una extraña con mi miedo, con la culpa, con una angustia a la que tardaré años en poder nombrar. Llevo un tiempo militando el tema, como se lo milita en esa época: entre murmullos, como se habla de sexo, entre susurros, para evitar que te cataloguen de puta o te acusen de que te lo merecés o que te digan que si te gustó cuando abriste las piernas te la banques ahora. 
Soy flaquita y débil como una varilla de río, pero voy a la facultad pensando que todos me miran y se dan cuenta que estoy embarazada y que no voy a tenerlo. 
Me hago preguntas, muchas preguntas, sobre el futuro, preguntas éticas, preguntas políticas, preguntas religiosas, preguntas sobre la maternidad, sobre el amor, preguntas desesperadas que no expreso en voz alta. Todas esas preguntas van a quedar guardadas, van a formar parte de mi torrente sanguíneo, de algún que otro trastorno alimentario y de los ovarios, de las dificultades posteriores en el vínculo con mi madre, con mis hermanxs, con mi padre que no sabe pero un día, años después, prácticamente me hace confesar y llora, y al poco tiempo muere sin que hayamos podido hablar del asunto. Siento que no me castiga, si no que lamenta no haberme podido cuidar, pero también puede ser que me reproche con esos ojos de desesperanza con los que me mira cuando, aun sin decirlo, se lo digo. 

El procedimiento es invasivo y el pos operatorio es algo doloroso. Contracciones, espasmos, sangrados de varios días. No me quejo, la culpa no me deja. Me quedo un día en cama, en la casa está solo mi madre, me acuesto con una bolsa de hielo sobre el vientre, lloro y lloro sin que nadie lo note. En mi familia el protagonismo no me está reservado, y menos si es por algo así, así que a callar y a seguir. 
Mi novio es apenas mayor que yo y no sabe muy bien cómo ayudarme. Al poco tiempo rompemos. Muchas cosas se van a ir rompiendo después. 
Mi amiga me acompaña y me contiene. Será el comienzo de una serie de acompañamientos parecidos, que irán rotando. En el peor momento aparece un amigo con mirada acusatoria, sospecha, ¿sabe? Además de puta soy asesina. Puta y asesina. Escucho a amigas, a hermana, condenar enérgicamente el aborto, escucho calificar a las mujeres que abortan: ignorantes, irresponsables, putas, asesinas. La gama de calificativos varía, pero en general, casi siempre incluye puta y asesina. De los padres no se habla.
Los padres son hombres, están a salvo, a resguardo, no abren las piernas ni se embarazan. 

Mi silencio me protege de la condena, pero también me daña, me encarcela. Madre me acompañó y ayudó, pero sabe mal de palabras de consuelo. Ya está, ahora, parece decir, estás por la tuya, ya sos grande. Casi una madre, una madre que eligió no serlo. ya no sos hija. 
Nadie me preguntó si lo deseaba. 

El fantasma me acompaña y me persigue, hago cuentas: calculo la edad que tendría ese hijo o hija, aunque digo que es tema superado, pero cada vez que le pasa a otra, trato de estar, de acompañar, de poner el cuerpo porque aunque todas lo vivamos distinto a todas nos marca. O a casi todas. Solas y en silencio, es todo peor. Y no somos pobres, si encima fuéramos pobres, qué desierto, qué desolación. 

Muertes, muchas muertes. Pibas y no tan pibas, madres que mueren dejando a sus hijos, solas  en la clandestinidad.

En la facultad, en el trabajo, escucho muchas estupideces. Defiendo la causa pero no hablo de mí. Milito, pero no cuento. La culpa teje una mantilla que me persigue en mi embarazo siguiente, años después, deseado y lleno de expectativas....Y miedos. Como si el destino me la fuera a cobrar. 
Milito a veces cuerpo a cuerpo. Escucho cosas horrendas de personas que quiero y me rodean, duelen, y si alguna vez hablo de mí, todo empeora. Pero de a poco, voy encontrado los "yo también", "yo de este modo", "yo me hice dos"...Y así. Pasan los años. Algunos dedos acusadores mutan en abrazos, o al menos, bajan del pedestal. Algunos dedos que jugaban a profundizar llagas se embanderan de verde y aunque no dicen, ni reconocen, ni se disculpan, ya no lastiman. Se empieza a hacer más y más visible. Nos vamos sumando, nos vamos poniendo verdes, nos vamos dando cuenta de que somos muchas, que no estamos solas, que desde los tiempos inmemoriales, que no es justo, que no queremos que otras pasen por lo que pasamos, ni por cosas mucho peores. 

En 2011 escucho por primera vez a una diputada de la Nación decir en un acto en la Plaza de los Dos Congresos: "Yo me hice un aborto", en primera persona. Ese día, empecé a ser más libre. Ese día empezamos a serlo todas. 
#QueSeaLey


viernes, 11 de septiembre de 2020

corazones rotos

Cuando a las personas les rompen el corazón por primera vez , la herida deja esa clase de cicatrices , de heridas, que se activan los días de humedad.  
La muñeca quebrada, el esguince, que retornan como puntada para recordarnos que alguna vez hubo allí dolor y rotura y antes, alguna vez, juventud y salud plena.
Cuando alguien nos dice por primera vez, frente al descubrimiento de una infidelidad, que «eso no significó nada » nos tiran sal a la herida. 
Eso tiene cara, nombre, cuerpo . Su imagen fantasmática nos acecha de día y de noche, incluso, cuando vemos a quien acaba de causarnos esta herida, su imagen está invadida por la presencia de Eso que para nosotros empieza a significar algo, mucho más que algo pero que aún no sabemos si será una luz roja parpadeante, una advertencia para el futuro , o si será una una cruz que arrastraremos diseñando cual trampa nuestro propio Vía Crucis, o si, efectivamente, será algo insignificante.
Las probabilidades favorecen la tres. 
Afortunadamente el odio no sobrevive mucho al amor la mayoría de las veces .
Algunas personas se refugian en el rencor, como un modo de no perder del todo el amor/odio que alguna vez se tuvo con alguien, pero la mayoría afortunadamente sigue adelante.
La primera vez, sin embargo, que nosotras decimos eso al confesar nuestra propia infidelidad, entendemos que es así de verdad .
Tal vez nos significa nada.
Menos que Eso. Eso puede ser la excusa para salir de un lugar donde ya no queda nada que.valga la pena, pero queda la pena.
A veces no es una persona la que nos rompe el corazón.
A veces es solo la vida, con su infinita dosis de injusticia humana diaria. 
Con la opacidad que oscurece incluso los días de sol.
Con la violencia que se apodera de nosotras en algunas primaveras.
Y matan Presidentes y sueños en Palacios de la Moneda, o los encierran en sus Olivares, y les pegan a los pibes y los desaparecen, y se llevan a las pibas y no vuelven y meten bala y campo de concentración y golpean indios y violan a Marías Soledades, o se mudan al lado de tu casa y hacen infierno alrededor de tu familia  y salen impunes, como  unas gorras macho prepotentes que se paran sobre los hombros y el dolor legítimo de las y los que trabajan hasta que se les rompe el corazón.   
Y a mi también se me rompe el rompe el corazón porque aunque me gustaría tener la mitad, qué digo la mitad, la décima parte de la fuerza de Sarah Connor  o del coraje de Evita, o la pasión de Sabina Spilrein o de Camila Claudel o de Juana Manso, o de la belleza digna, noble  y valiente de Andrómaca, soy apenas una alma rusa rebotando contra el ring en Argentina, siglo XXI, al mes ochocientos mil de la pandemia, después de cuatro años de vampiros off shore y ahí, en la burbuja de plástico, rodeada de mortajas y respiradores, la estampita de Jesús que me recuerda que el pueblo resiste y es sabio en sus creencias ancestrales, aunque las élites las desprecien y aunque te toque ser a vos la que no significa nada.
Yo también rezo por vos, por ellos, por ellas, por nosotros.
Y todavía no curé mis heridas... 
 

lunes, 24 de agosto de 2020

Sobre la rama del ciruelo, como un colibrí

 Escribí un cuento que hablaba de vos. Se situaba en una época en la que ni vos ni yo existíamos, en una casa en la que jamás nos hubiéramos encontrado, en unos diálogos que no tuvimos, en unos abrazos que ni tus fobias ni mi gusto por la fuga hubieran consentido.

Escribí un cuento que hablaba de vos porque hablaba de pájaros y de música barroca, ponele. Una ópera en una ciudad italiana o una fiesta de carnaval veneciana , un juego erótico de esconderse y perseguirse.
Vos, claro está , no lo leíste ni lo leerás . Lo tuyo nunca fue la lectura.
Subido a tu tabla, surfeando las olas, hundido en tu ego, veo tu silueta recortarse sobre el horizonte de un mar que me hace más falta que los respiradores a algunos enfermos.
En ninguna de las pistas te encontraste.
Leí un texto de LL que me hizo entender que ningún esfuerzo por llamar tu atención mediante los celos sería provechoso.
Deberías para eso dejar de ser el niño que juega a la seducción, deberías dejar de mirarte en mis ojos, deberías animarte a desearme.
Hundirte en la ola.
Dejarte llevar.
Bucear en las profundidades.
Deberías ser otro.
Depués escribí un posteo en este, mi blog, que hablaba de sexo y algunos detalles de paisajes y creíste encontrarte , donde no estabas ni nunca estuviste.
Yo escucho Babasónicos y me enamoro de D'Árgelos desde hace más de veinte años. Escribo lo que puedo y olvido los desaires porque a esta altura soy más como la ola que como la tabla.
Parado sobre mí, ya no.
Con antifaz carnavalesco como en una escena de Henry James, quizás.
Sobre la rama del ciruelo, como un colibrí, aguardo la palabra que te despierte.
Sin apuro.
Sin miedo.
Sin memoria.
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lunes, 17 de agosto de 2020

No dar más

 No dar más

Es eso, no dar más
Porque ya se dio mucho
Cedió mucho
Porque no queda más para dar
Porque a veces pensamos que daba para más
Pero sino se da más
No da.
No dar más
Porque hay que guardarse algo
Para respirar
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sábado, 15 de agosto de 2020

Tan fácil

 Tan fácil como apretar un botón, encontrar en "la App" la función para hacerlo. Eliminar la foto, dejar de seguir, bloquear, modo descanso ...

Hacer como si fuera un muestrario de zapatos, vamos deslizando el dedo sobre el calzado de verano, este es lindo pero demasiado liviano, aquel es sofisticado y elegante pero no sirve para la aventura, ese, ese que parece calzar justo pero en realidad termina apretando hasta hacer doler .
Tan fácil y ya desaparece el deseo, Eros de hoy parece como el meme de Doge y Cheems.
Pero yo, cuando me dejan, cuando logro respirar, llenar el pecho, ser muy consciente de que todo está siempre en peligro, y aun así sostenerme flotando sobre la mierda que inunda el alma humana y las ciudades, y aun así, puedo ser muy valiente con tal de seguir contemplando de vez en cuando las orquídeas que embellecen el mundo.





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sábado, 8 de agosto de 2020

San Francisco ....Solano

 Hablo con B y usa la metáfora del cruce del río. No sé si lo hace porque es la primera que le viene a la mente.

No importa. Es una imagen potente y yo sé que él entendería -aunque no le importe ni me importe ni me lea- los múltiples sentidos que resuenan en mi, como cuando un acorde de guitarra nos toca en alguna fibra que no podemos traducir a palabras pero es como si dijera al mismo tiempo: es propicio atravesar las grandes aguas, crucemos el Jordán, el chiste del escorpión y del cocodrilo, una infancia entrerriana.
Y después dice: San Francisco Solano, pero no creo que sepa el efecto que eso produce en mí en un día como hoy, un día que es como hundirse en un texto de J. Berger, y pensar en ella y llorar hasta que se nos sequen los lagos y los ríos internos. El efecto de una sonrisa muy tierna en mi cara que lleva horas de tristezas, un mate que tiene gusto a infancia, y ahora esta necesidad de escribirlo...
No sabe que ese es significante de padre volviendo tarde un día de semana (con unos chocolatines Jack para quienes aguantamos despiertos el regreso) no del estudio en "Capital" sino de la escuela noctura de adultos "en Solano". Padre en su mejor momento profesional y económico, lleno de salud y de vida, que dice que hay que devolver lo que hemos recibido y va esos días de noche a esa escuela inmersa en un barrio tan pobre que huele con ese olor que yo sentiré ahí por primera vez, cuando las alumnas y los alumnos de padre (adultos para mí, pero en realidad jóvenes que no pudieron terminar la secundaria en su momento porque son hjos de obreros y deben trabajar desde chicos y sufrirán la dictadura mucho más todavía) nos inviten a casamientos y cumpleaños que se hacen en clubes populares con piso de cemento (no ese cemento alisado y pulido que se pondrá de moda mucho tiempo después en la arquitectura minimalista de la clase media urbana que se va a los barrios cerrados y los countries o las zonas alejadas de las ciudades que se van llenando de las hijas y los hijos de la gente que crece en lugares como Solano, sino la carpet algo rota y gastada de tanto baile y pibes jugando),
y años después me llevarán a Berisso y después a una tarde en el barrio palestino en Jerusalén, y un mediodía en Río de Janeiro o Jujuy.
Hablo con J, y por momentos nos reímos, no porque no comprendamos, o al menos intuyamos, la dimensión de la tragedia que nos toca atravesar (metáfora de río, de océano bravo, de tsunami, de volcán, de terremoto, de cápsula espacial chocando con la atmósfera de la Tierra, de El inivierno del Nabo, de las mujeres cazadas y violadas en la selva y las niñas sometidas por los amos, de los pogromos en plena guerra, de los niños palestinos masacrados) sino justamente por eso. Le mando una foto de la novela que leo, y nota la marca en lápiz de la frase de la flor, como sé que lo vería M, que está mas lejos aún en tierras de mosquitos y calor y poco COVID, y entendería rápido si le dijera que ese que me comenta los estados y las historias y las lecturas y me hace guiñes es en realidad un pusilánime pero sobre todo un hombre con el que solo se puede coger pero no habar, no hay de qué hablar, no hay metáforas ni metonimias que nos llevan al pasado o al fuuturo para hacernos creer que puede haber algo más que esto que es el horror y todo lo que callo por pudor, por el valor del silencio en la música, y por amor a las personas que me gustaría acunar en abrazos en balcones donde pegue el sol y pedirles por favor que resistan, que escribiremos juntas pronto y nos llenaremos de plata y saldremos de copas y quién sabe si su amante y mi amante no congeniarán y nos invitarán unos tragos en alguna escapada a la playa o un asado sin tapabocas o donde solo los besos nos tapen las bocas.
Que miren la plaza, que miren el jardín, las hojas rojas, los frutos, las flores que a veces son feas pero huelen bien, como en Pekín, los recuerdos de los días felices que volverán.
Sigo con mi trabajo y con mi mate, sigo con mi tristeza.
Pero me siento afortunada en medio del desierto. Siempre es bueno tener con quien conversar sin tener que explicar que hubo y habrá hundidos y salvados, y Borges y gauchos cuchilleros, islas entre los ríos donde nadamos de niñas con madre, y niñas perdidas en noches orientales y lápices toturados y secuestrados, planetas incendiados y sueños, sobre todo sueños, de utopías en países sin alambrados ni imperios y que aun así se agradecen las bromas y los juegos de palabras y los cariños sinceros, como flores de Georgia O'Keffe, porque "¿qué es una flor" , dice la niña en El sabotaje amoroso de A. Nothomb, "un sexo gigante que se ha vestido de gala".

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lunes, 15 de junio de 2020

A veces solo dan ganas de llorar

A veces solo nos queda la noche que cae prematura,
la garganta cerrada que nos lleva a otros ahogos.
Las ganas de llorar.
Un amigo te recuerda que a veces podés ser luminosa.
Una joven amiga te consuela ante la contundencia con la que nos golpean los dolores de quienes queremos, las traiciones que nos esperan a la vuelta de la esquina cuando menos las esperamos.
A veces solo nos quedan los recuerdos, y una vaga esperanza. Así debe ser la medida del tiempo en la vejez, una ola cuyo oleaje ya presentimos sin desesperación ni tanta ansiedad , pero si con miedo por lo que vendrá para quienes vendrán después de nosotros.
A veces solo queremos llorar, salir corriendo de lo que sospechamos , de las palabras que nos envuelven como castigos .
A veces la risa queda olvidada en una caja con cerrojo y olvidamos la llave. 
El virus llegó a Formosa.
Había una Formosa en China.
China atacó Kamchatka, y mucho  más.
A veces solo nos queda llorar. 
Llorar y uno o dos  libros de poemas de escritoras platenses. 
Llorar y bailar un rock&roll.
Estamos siempre en medio de un Apocalipsis .
Solo que ahora ya no podemos negarlo.
Y empezamos a acostumbrarnos a vivir sin el calor de los cuerpos que se agitan por placer y por amor, y no solo por violencia, por dolor  o por espanto. 
Algunos murieron en el frío, con la nieve como tumba, aún haber visto apenas el mundo, en esas islas que nos recuerdan que todavía gobiernan el mundo los esclavistas y los piratas.
Una madre como la Piedad de Miguel Ángel que está en San Pedro.  
Una versión sacrificial del amor al prójimo, que desentona tanto con este mundo de algoritmos vende humo y de  consumo de personas-cosas que se conducen y tratan  como si fueran vibradores o agujeros, bienes de uso, maquinitas para el juego de Narcisos y soledades autocomplacientes.  
Y mujeres degradadas 
 para el desahogo de los  hijos del Diablo.  
A veces solo dan ganas de llorar.

Micro pausa y extrañando

Y al fin después de algo que puede ser la versión devaluadísima de los Siete Trabajos de Hércules (adaptada y abreviada para atomentar a una trabajadora argentina ignota y del común), llega esa micro pausa.
Apenas minutos, donde nos sentamos con un té que conjuga sabores frutales y nuez moscada, un libro que te estaba esperando justo en esa página,  e hijo dejando que suene libremente y llegue hasta  mí una música aterciopelada que me envuelve y me acaricia acá, en el sillón, al sol. 
Y este micro instante, que está a punto de ser interrumpido por los demonios del amo, es como un pequeño Paraíso personal. 
El amor es algo tan extraño, que puede presentarse en una frase, expresarse en una melodía que llega para embellecer tanta oscuridad invernal y pandémica.
Ya el extrañar la presencia de los cuerpos amados, los  queridos, los deseados,  se nos va haciendo como una herida más y más profunda  cuya cicatrización no nos llegará nunca. 
#pandemia
#cuarentena
#coronavirus2020

lunes, 1 de junio de 2020

Mientras llega el Apocalipsis y mi hijo toca el piano

Después de meses y meses, vuelve a sonar el piano en mi casa.
Hacia tiempo que estaba roto, aunque en realidad es algo pretencioso llamar piano al teclado.
Mientras trabajo en la computadora, el sonido de una melodía que me sorprende y convoca, que se va improvisando, me anuncia que sabía muy poco de los progresos musicales que había hecho mi hijo.
La guitarra no había llamado su atención, la batería estaba algo olvidada, el piano roto .
Y antes de eso, quizá, antes de la pandemia , (a. P) y del aislamiento quizá no habíamos pasado tanto tiempo juntos, y entonces quizás estás cosas ocurrían cuando yo no estaba .
El tiempo y el espacio han cobrado tantos otros sentidos que ya ni recuerdo qué significaban a.P.
Leí que en Congo se expande el Ébola. Arden los Estados Desunidos del Norte , oh, capatain, your captain.
Todos los vergonzantes baños de sangre y de cadáveres torturados, mutilados, ahorcados, lacerados, violados , arrojados al río, quemados, descuartizados, estaqueados claman por justicia .
Y algunos procuran venganza .
Arde el planeta, explota por todos lados, de Sur a Norte , de Norte a Sur, de Oeste a Este , y al revés del revés.
Ansío dormirme abrazando a un hombre, y agradezco que no sea un nombre que duela, uno de esos de los cuales cometemos la estupidez de enamorarnos cada tanto.
Sino uno como en una pandemia.
Para pasar buenos momentos, para hacerse un poco bien y reírse un rato pero con barbijos metafóricos que mantengan a raya los virus posesivos, los celos y toda la sanata de las imposturas .
No son tiempos de amores que no amen, es preferible aceptar los límites del momento, dejarse llevar por el deseo, "no estamos para el  romance" canta el poeta vivo más sensual del rock  argento. 
El deseo... como este de escuchar  a tu hijo tocando el piano; de dar una clase, sentir que las voces de tus estudiantes están ahí, casi en el mismo espacio y que te llegan al centro de la herida y la responsabilidad aunque se interponga la pantalla.
Tiempos de no olvidar a quienes tienen batallas mucho más duras .
Crecen el COVID, la deuda, las llamas, el dengue, el Ébola, los femicidios, el egoísmo .  
Acaricio a mi gato.
Escucho el piano que toca mi hijo. 
Deseo terminar la jornada, jugar con las sombras de lo cotidiano otoñal del encierro  sin convertirme en un sol negro, darme una ducha, abrir un libro, servirme una copa de vino, comer algo rico, hablar con mi madre, recibir una propuesta divertida de un hombre sin muchos  planes, abrir los resultados de los pendientes y aflojar la contractura.
Esos son mis pequeños deseos egoistas, que me llenan de una oprobiosa vergüenza por momentos .  
Estos son mis planes .
Mientras surcan el cielo unas figuras que alguien podría confundir con jinetes del Apocalipsis. 
 
  

lunes, 25 de mayo de 2020

Algunos de mis animales predilectos este otoño

Leía como Carlo G hablaba de la influencia de los cuentos que le leía su madre en la infancia en sus elecciones adultas.
Su gusto por la Historia, las brujas, los hechiceros ...
Imaginaba a Natalia G, inclinada junto a la cama de su pequeño hijo, la niña durmiendo cerca, la lámpara de noche ilumninando su prematura viudez, la guerra rompiendo todo y el suicidio del amigo poeta.
Ella, gastando las suelas de su único par de zapatos, trabajando día y noche para procurarle el pan a sus pequeños.
Leía un rato y el viento sacudía las ramas del limonero y el laurel.
Escuché el trote del animal cansado: pasaba un cartonero con su carro y un tapaboca que no dejaba descubrir si era un joven avejentado por la injusticia o un viejo que se escondía por pudor o cansancio. 
Los cuentos de la infancia y la lengua materna que nos hacen.
Las palabras de la otra mujer (siempre hay otra mujer, incluso cuando solo nos queda el espejo y el encierro). Yo sentía su dolor, su lamento cayendo en saco roto.
Lloraba por un hombre al que estaba deseando con desesperación, como se desea lo que pudo haber sido. 
Un hombre que yo intuía incapaz de dar nada, un hombre roto en el instante primario en que la lengua materna nos hace y a la vez, nos parte , nos separa, nos arroja al mundo para que hagamos de ese dolor y de ese miedo algo amoroso.
O perezcamos en el intento .

Un hombre que siempre estaba en otra parte, saltando de cuerpo en cuerpo, bebiéndose como un nectar venenoso su propio palabrerío de un amor que no sabía sentir, y no se cansaba de fingir imitando el discurso amoroso de la lengua materna, tal vez para llenar un vacío que era como el abismo de la película de Cameron, pero sin fin.

Leía las palabras del gran  historiador como si fuera un narrador se historias inventadas, y bebía mi copa como si creyera que si puedo elegir entre los animales, me gustaría que sea  el que habita las zonas frías, los cuentos populares rusos  y te puede abrigar con su pelaje y cuidarte de otros predadores.
Ese animal, y también una perra compañera y un gato que vuele.


jueves, 23 de abril de 2020

El tiempo hace caprichos

Había salido, había pisado el otoño y lo había visto sobre su pequeñez, habitando las copas de los árboles del barrio lleno de ausencias.
Se había cruzado con un viejo cartonero que arrastraba un carro desvencijado por la avenida y la miró con unos ojos acusadores que a la vez parecían pedir disculpas por la falta de barbijo.
Y ella fue la que agachó la cabeza y hundió la mirada en su pecho, y ni todo su barbijo ni todo su agotamiento, su esfuerzo, su entrega, eran nada al lado de toda esa falta.
Llegó a la verdulería y sintió que toda su queja egoísta , la plata que no alcanza, el trabajo que es siempre excesivo, la angustia por las personas que quiere, todo eso no se mitiga con el dulce jugo de las manzanas, pero su familia puede comer y ella puede pagar.
Y el frescor de la rúcula , el goce de las uvas... Tanto para pocos y tan poco para tantos ...
El mundo se ha convertido en la pesadilla que la ciencia ficción venía anunciando.
Ella, que no sabe nada, cada tanto sospecha y es como hundirse en las sombras de algunos cuadros de Goya, Cronos devorando a sus hijos y también Los desastres de la guerra ...
Y quién sabe por qué la camioneta cubierta de hojas amarillas, las calles vacías como en una escena guionada por Oesterheld pero en colores, le hizo pensar en una calle de Palermo, calle de adoquines, en algún invierno muy pero muy lejano ya, un domingo a la mañana , el cuerpo saciado, caminar bajo copas otoñales de árboles que no sabía si volvería a ver, subir al auto, poner música , tomar la avenida santa.
Y descubrir - cuando a lo largo de los años fuera volviendo a esa calle, o a otra, pero siempre a esos besos matutinos sin mate, parte que realmente odiaba la de sin mate, pero que la noche, la cena, el vino, el sexo, justificaba- que el tiempo hace trampas y caprichos con nuestra vida.
Pandemias.

jueves, 16 de abril de 2020

Como esas cosas que sabíamos que un día llegarían

Fue como tantas de esas cosas que sabemos antes de que nos las digan. No porque una sea particularmente intuitiva ni nada por el estilo.
Es tal vez que el cuerpo a veces lee la gestualidad ajena , o capta el clima, como una partícula molecular no virósica y saca conclusiones antes que se active la parte del cerebro donde pensamos según la lógica, si es que tal cosa existe.
Sabemos a veces de esa forma, por ejemplo, que una persona ha muerto un poco antes de que nos lo digan, o que alguien está por llegar, o que tu pareja te mete los cuernos, o que alguien va a traicionarte, aunque las señales sean imperceptibles e inconectables racionalmente .
Conscientemente.
Como cuando sabés que tal persona se está acostando con la misma persona que vos, aunque nadie lo haya dicho.
Y de paso te das cuenta ahí si la persona con la que te estás acostando realmente te importa.
Del mismo modo.
Con ese saber del cuerpo .
A veces no queremos saber.
Nos resistimos .
Hacemos enormes esfuerzos para no ver lo evidente, no escuchar los aullidos, no oler lo salvaje de la desesperación que rasca las puertas.
Las puertas de las casas, las iglesias , los asilos.
Las puertas y compuertas que pueden abrir los diques, dejar salir todo este inmenso llanto que contenemos para no derrumbar a otros.
Para no derrumbarnos.
Para no ser ríos correntosos de lágrimas por el mundo perdido .
No es que fuera un gran mundo, pero era el nuestro.
Y allí, a nuestro modo, nos amábamos y amábamos la vida lo suficiente como para salir a pelearla todos los días.
Es como esas cosas que sabíamos que un día llegarían....y aun así no estamos preparados.

¿Quién despedirá a nuestros muertos?

¿Quién despedirá a nuestros muertos, a los que se van sin los ritos funerarios? ¿O acaso no hay una historia de tragedias humanas que se originan en no poder cumplir los ritos funerarios?
¿O acaso no sabemos en Argentina demasiado de esto, de no poder tocar, ver los cuerpos de aquellos que amamos y se van?
¿O acaso no tuvimos suficiente?
¿Cómo seremos cuando termine la mutación, cuando las fosas comunes sean visitadas por los deudos, cuando dejemos de ser zombies?
¿Cómo será el amor, cómo será el encuentro, el sexo, la caricia que calma a una extraña o un extraño y que nos hace humanos?
¿Cómo seremos con los que en su avaricia sin fin se quedan con todo, con toda el agua, con toda la comida, con todas las vacunas, los barbijos, los cielos, los bosques, respiradores, camas, la paz, las fiestas, los campos de verde amor?
Culto a los muertos, reconocer el linaje del cual venimos. Cultivo de alimentos, reconocer que pertenecemos a la especie, y debemos dejar ese saber y ese nutriente a los que vienen.
¿Cómo compartiremos el pan, compañeras, compañeros?

martes, 31 de marzo de 2020

El único antídoto

Tiene razón E. Venimos hablando, como con varixs amigxs.
El mundo se convirtió en un asteroide que va cobrando cada día más velocidad y no sabemos exactamente cuándo ni cómo será el impacto.
Ni que dejará en pie.
Me acuerdo de aquella película ya clásica de J. Carpenter, Príncipe de las tinieblas. De como el mal en su esencia está escondido en una micro partícula.
Guardada en secreto.
Por miles de años.
Hasta que.
El único antídoto eficaz parece ser el amor al prójimo, con su ética de servicio y de sacrificio, de renuncia a las comodidades superfluas pero no al goce de la vida. Ese gran mensaje que no hemos podido jamás escuchar y hacer real y que, sin embargo, insiste en reclamar nuestra atención.
Lo que angustia, a fin de cuentas , lo insoportable , es temer por los que amamos y por el mundo que acá perdimos .
No es que el mundo fuera la gran cosa , tan hediondo de injusticias y crueldades .
Pero es lo que conocemos , lo que acunaba nuestros sueños y daba forma a nuestras pesadillas .
No hay manera de despertarse cada día sin resistirse a la idea de que esto, y todo lo que ni nos atrevemos a pensar, esté ocurriendo .
Pone patas para arriba el sentido de todo lo que hacemos y pensamos .
Decimos cuando esto pase, pero no hay experiencia, ni individual ni colectiva .
Ni al I Ching me atrevo a consultar.
Y cuando cae la noche, miramos este cielo sin saber si es el mismo de ayer o de mañana .

domingo, 29 de marzo de 2020

Quinta estación. Cuarentena

Y en la cuarentena , como si fuera una quinta estación, se precipitan (como en los preparados químicos) algunas soluciones.
Y algunas confusiones se disipan.
Es como entrar a otro orden del mundo en lo pequeño y en lo grande.
En primavera hay renacimientos, grandes enamoramientos, besos sonreídores y Martinis; en verano pasiones eróticas efímeras (y algunas que duran por décadas), Gin Tonic, Black Mamba; en invierno enfermedades e introspecciones que se llevan mejor con cognac, que no bebo, y tinto que disfruto; en otoño sexo melanco y té con jenjibre, miel y limón ...
Y en Cuarentena caen muchos velos.
Ni Apolo, ni Dionisio, querido Friedrich N.
Más Lou Andreas o Sabina Spilrein.
Se acomodan los melones y el amor sale nadando después de pasar esas rompientes engañosas.
Mar adentro, como bailando con delfines y surfers en un atardecer en Arenas Verdes.
Las pasiones de ayer (ayer es la estación anterior a la Cuarentena , tan cerca , tan lejos) ya consumadas o consumidas.
Los payasos apiñados en el circo ya no asustan ni hacen daño .
Oh libertad de este encierro.
Quizá en las próximas citas, cuando volvamos al deseo expresado de manera tangible, importe mucho menos la estupidez de aquello que me hacía decirte todo el tiempo quizás quizás quizás (pero mejor no) y pueda decir, probemos antes de que el invierno sea cada vez más crudo y más largo.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Oh, Francis. ¿Y cómo serán los que vengan después?

F.S.F, El Crack-up, 2011, 
Buenos Aires: Crackup
“Una generación nueva, que se dedica más que la última
a temer a la pobreza y a adorar el éxito;
crece para encontrar muertos a todos los dioses,
tiene hechas todas las guerras y debilitadas todas las creencias del hombre”.
(F. Scott Fitzgerald, 1925)


¿Y cómo serán los que vengan después? 
Ya no sé en cual de los ensayos de El Crack up, que se publicó en 1945 y post mortem, retoma el genio de Francis Scott Fitzgerald esa idea que ya estaba en El gran Gatsby.
Me ronda Scott en estos días, como si fuera un hombre del que podría haberme enamorado en medio de este Apocalipsis. Ya no sé si me llega su nombre #SignificanteAmorPosible por el cansancio del trabajo sin pausa, sin descanso y sin rutina, si es la cuarentena, si la falta de tiempo hasta para esta escritura/desahogo, si los miedos por las personas que amamos y por el mundo que conocimos y ya no será de nuevo.
¿Y cómo sería un hombre así, un hombre formado antes del crack up, un hombre para acompañar este nuevo Crack up global? ¿Y cómo sería una mujer así, una Zelda del siglo XXI antes de su propio crack up?
Un hombre capaz de captar la sutileza en la belleza de un acorde de su propia factura, un hombre capaz de la poesía en el dibujo o en la palabra, y de abrazar con más amor que vanidad.
Un hombre que escribió, o escribiría, o escribirá: "después pasé muchos años borracho y después morí". (F.Scott Fitzgerald, 2011: 254) y también "Nunca deseé que hubiese un Dios a quien visitar; a menudo deseé que hubiese un Dios a quien agradecer" (2011: 255).
No sé si alguien así se detendría en alguien como yo, trasnochada rusa, cansada, alienada en el trabajo y que no sabe más que de excesos.
G dice que sus amigos le dicen cosas de mí, cosas lindas. Pero eso pertenece a un mundo que ya no existe.
Y aun si existiera, ya no me embriagan las palabras que sólo pueden sostenerse haciendo equilibrio en las barandas de balcones aceitadas. Abajo, las avenidas desiertas, arriba, el cielo que no toma nota de nuestro pánico.
Aunque tal vez Scott F (lo llamaremos así de acá en más, es posible) por eso quiebra también. No sólo por la locura y la pasión con que ama a su compañera, ni por el alcoholismo o los Locos Años Veinte.

Ni es sólo por la Guerra y por el Fin de Todo lo que Amaba.

Sobre todo, el fin de la belleza humana, esa que se hace también del tiempo para el goce, para la conversación, para tirarse en el piso de una cueva a escuchar tambores de otros mundos o guitarras del futuro.

 Cuerpo a cuerpo.

Como era en el mundo pre avatares y algoritmos ,  como era antes de que habitáramos las catacumbas sin salir a la superficie, cuando lo humano habitaba en el contacto entre los cuerpos y los androides no dominaban el planeta.

Fuego de antes y de ahora, niños encendidos de alegría, comida para los hambrientos y asilo para los sufrientes. Una cueva de amor cristiano. Una pandemia de generosidad.

Pero nuestro Francis (también lo llamaremos así) la ve venir. Cae en todos los pozos, entiende más de lo que los demás creen. Escribe como desde una máquina del tiempo. Y sufre por esa humanidad sin nobleza ni tiempo para apreciar lo bello y lo triste.

Tal vez si Scott estuviera acá, sino fuera un completo borrachín ya, sino todavía un hombre capaz de discernimiento, si me mirara como alguien que puede ver más allá de su ombligo, yo en lugar de arrojarme al abismo de su mirada lo estaría mandando a comprar víveres o a podar las enredaderas, o a hacerme reír en la ducha.
Él por supuesto no iría.
Y yo me quejaría amargamente de su falta de sensibilidad y de pragmatismo.

Y no sé por qué desearía que compensara todo recitándome un poema de Pavese en italiano.
Sería como un acto de locura.
Sería como si V no hubiera muerto y me besara co sus labios gruesos y sus ojos verdes sonrientes y encendidos.
Y brindáramos si temor a contagiarnos  más que de alegría de haber sobrevivido a este holocausto.

Pero a veces ni los Apocalipsis logran que se encuentren los desencontrados.

Hay veces que sólo en un estado de excepción como este somos capaces de calibrar el tamaño de nuestra libertad, de nuestra valentía, de nuestra capacidad de amar.

Hoy leí que L. L. dice que es casi imposible desamarrarse de un deseo. Que al deseo sólo se le puede escapar mediante un duelo, algo así (quizá lo estoy recordando mal). A veces en realidad nos da tanto miedo no volver a desear que permanecemos amarrados a deseos letales como virus.

Y yo estoy, querido Francis, como en una funeraria, todos mis duelos frente a mis ojos, y todos los cadáveres enfriados ya al parecer.

Pero nunca son todos .
Dios sea loado.
Siempre hay vida.

Aunque algunos de ellos no se dan cuenta e insisten, como si las cosas permanecieran inmutables y como si el mundo metafórica y literalmente no se estuviera sacudiendo.

Insisten en ser amigables o en ser amables y yo replico como si eso me importara, como si fuera realmente importante, como si todo ese fuego que alguna vez inspiraron hubiera dejado alguna brasa, más para economizar energía que para dejar el fogón con algo de brasa. Una cordial indiferencia, como la que tenemos con el repatidor de agua (aunque ese sería otro capítulo) o el verdulero, si es que todavía pudiéramos ir a la verdulería. Cosas que hacíamos antes, cuando podíamos salir de nuestras casas y mirar a las personas de cerca, e incluso tocarlas sin miedo.

¿Creerá alguno de ellos que porque soy correcta y me río de sus bromas y contesto sus mensajes aún queda algo de aquello? ¿Todos se han puesto comunicativos y bromistas‽

Nos pasa el miedo.

No es deseo, es aislamiento.

¿No se dan cuenta de que sólo cuándo los odiaba enérgicamente realmente valía la pena?

Oh Francis, you know.


II-

Tal vez Scott no sería ese de los rulos y la mirada asimétrica que siempre se queja de todo pero sabe hacer belleza en este y de este caos.

Scott, atormentado y dandy, perdedor innato, sublime creador de nostalgia, fabricante de mundos que pueden o no existir.


III-


Cada vez que creo que las pestes y los virus, el agotamiento y la vida, los amantes que se sucedieron como si fueran micro amores cuando en realidad no llegaron ni a broma, pusieron fin a ese malestar que me empuja hacia la repetición de lo mismo y lo mismo -ese malestar al que podríamos llamar deseo...Pero. Entonces, ¿si no llegan los celos, mensajeros de los dioses que nos recuerdan que todavía hay algo ahí que no se apaga, es que ya hemos terminado el duelo? ¿Cuántos duelos?
La experiencia es, a veces, una educadora brutal.

¿Y cómo sabés que ya no te importa alguien?, peguntaría (en inglés y con las cejas depiladas y una melenita rubia a la garçon) un personaje femenino de Scott.
Porque ya no siento ni una cosquilla de celos...escuchemos jazz mi querido, como esa tarde en que colgamos las hamacas bajo las ramas de un bosque de novela policial, bebamos  un Martini seco en blanco  y negro  y olvidemos todo de una vez.

Yo te abriré la puerta y te dejaré entrar como si no hubiera peligros.

Podemos hacer planes para el futuro como si creyéramos en eso, o hablar de los libros de Rodrigo Fresán que seguro tampoco leiste ni leerás.

Pero la verdad es que
sólo me extraño a mí.

Sólo extraño a mi familia.

Sólo quisiera mucha más de esta paz -de varios instantes- con mi propio linaje: joven luchador,  encarnación del cangrejo y mirada oceánica y transparente; y acariciar una vez más a mi perra y a mi gata, abrazar a mi madre, besar la frente de mis sobrinos, reírme hablando con mis amigas y amigos, observarte desde la alfombra de pelo azul mientras preparás las verduras y los agridulces y nos envuelve Ella Fitzgerald con su magia de habrá mañana.

Y si es por el sexo, preferiría a un desconocido que te haya leído con la misma sed que yo, Francis, y que se ría de toda esta pavada.



IV-


Estoy agotada de trabajar y limpiar los virus, los vidrios, los azulejos, las telarañas y las promesas sobre el bidet.

Estoy feliz en medio de la borrasca unos instantes, porque un par de nudos se desanudaron y un par de párrafos ennovelados en una trama parecen tener la forma de un tapiz medieval que me satisface.

Nada queda de ellos en mi piel, como si toneladas de alcohol en gel los hubiera limpiado.


En medio de esta crisis que sacude al mundo, en medio del temblor del capitalismo que nunca sabemos si mutará en Hyde sin rastro alguno de Jeckyll, yo todavía imagino que habrá una conversación entre nuestras miradas que restablezca alguna clase de intimidad y de orden musical en esta partitura amorosa demasiado silenciosa y con este allegro ma non troppo que nos  saque de esta encrucijada.


Porque, como escribió F.S. F:



"Claro, toda vida es un proceso de demolición, pero los golpes que llevan a cabo la parte dramática de la tarea—los grandes golpes repentinos que vienen, o parecen venir, de fuera—, los que uno recuerda y le hacen culpar a las cosas, y de los que, en momentos de debilidad, habla a los amigos, no hacen patentes sus efectos de inmediato. Hay otro tipo de golpes que vienen de dentro, que uno no nota hasta que es demasiado tarde para hacer algo con respecto a ellos, hasta que se da cuenta de modo definitivo de que en cierto sentido ya no volverá a ser un hombre tan sano. El primer tipo de demolición parece producirse con rapidez, el segundo tipo se produce casi sin que uno lo advierta, pero de hecho se percibe de repente". (El Crack-Up)