Es tal vez que el cuerpo a veces lee la gestualidad ajena , o capta el clima, como una partícula molecular no virósica y saca conclusiones antes que se active la parte del cerebro donde pensamos según la lógica, si es que tal cosa existe.
Sabemos a veces de esa forma, por ejemplo, que una persona ha muerto un poco antes de que nos lo digan, o que alguien está por llegar, o que tu pareja te mete los cuernos, o que alguien va a traicionarte, aunque las señales sean imperceptibles e inconectables racionalmente .
Conscientemente.
Como cuando sabés que tal persona se está acostando con la misma persona que vos, aunque nadie lo haya dicho.
Y de paso te das cuenta ahí si la persona con la que te estás acostando realmente te importa.
Del mismo modo.
Con ese saber del cuerpo .
A veces no queremos saber.
Nos resistimos .
Hacemos enormes esfuerzos para no ver lo evidente, no escuchar los aullidos, no oler lo salvaje de la desesperación que rasca las puertas.
Las puertas de las casas, las iglesias , los asilos.
Las puertas y compuertas que pueden abrir los diques, dejar salir todo este inmenso llanto que contenemos para no derrumbar a otros.
Para no derrumbarnos.
Para no ser ríos correntosos de lágrimas por el mundo perdido .
No es que fuera un gran mundo, pero era el nuestro.
Y allí, a nuestro modo, nos amábamos y amábamos la vida lo suficiente como para salir a pelearla todos los días.
Es como esas cosas que sabíamos que un día llegarían....y aun así no estamos preparados.
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