jueves, 28 de diciembre de 2017

Tu nombre, en sus nombres

“Nombrar el ser ausente es romper el encanto de las cosas que son (es)
 el comienzo de un mundo”
Paul Valery

ilustración: Istvansch Fuente.
Te nombro, las nombro, los nombro, vivos en nosotros, en mí, en ellos. Los recuperamos, 127 veces se encarnaron los nombres. 
Nos silencian, nos esconden, nos persiguen, pero te seguimos nombrando, a vos, a ellos, a ella, a él, a los que no volverán y a los que aún no saben su nombre, te nombramos cuando las nombramos a Ellas y a ellos, los que ya tienen su nombre.
Cada vez que alguien pronuncia tu nombre, aunque lo haga en silencio para sí, cada vez que eso ocurre el eco del llamado recorre el universo, invoca los linajes extinguidos y los nombres olvidados, los números divinos y las cuentas imperfectas, las deudas, las sangres derramadas en vano, y abre un telescopio hacia las galaxias eternas. 
Como las enamoradas cuando su amado está ausente, saboreamos tu nombre, olemos tu nombre, tocamos tu nombre, para no perder la fe y la esperanza.
Todos los nombres, cada nombre.
En tu nombre, en sus nombres.



miércoles, 27 de diciembre de 2017

Un libro de poesía

"[...]  fueron reiteradamente perseguidos de muchas maneras distintas en repetidas ocasiones". 
(Reviel Netz, Alambre de púas, p. 213)*


Se fueron. Rompieron todo primero, las cosas lindas que usamos, los recuerdos, las máquinas y las herramientas.
Antes de irse cercaron todas las salidas, alambraron como se alambró en su momento al ganado, como se conquistó la tierra, como se segregó a pueblos enteros y se encarceló en grandes mataderos humanos.
Obra de James Coates
Se fueron, quemaron libros, se llevaron las llaves y las escaleras, y tras de sí quedaron las rejas y el humo, el miedo y la desazón. Cuando salían descubrí que en el revoleo (patearon a unos ancianos que ya estaban en el piso, eso les da mucho placer; escupieron la cara de los hombres maniatados previamente y toquetearon a las mujeres más jóvenes delante de sus madres, para que el abuso y la tortura fuera doble; a los bebés les negaron el alimento, la higiene y la medicina), olvidaron llevarse un libro. Lo vi allí, caído, junto a la puerta, y arrastré como pude mis huesos traumatizados por los golpes.
Dejé un camino de sangre, mis enemigos podrían olerlo. O los otros predadores. Pero no me importó, llegué hasta el libro, lo abrí al azar. Olía a papel recién salido de la imprenta, y olía al rastro de haber sido tocado por una mano amorosa que había temblado al leerlo. Leí un poema de una escritora rusa de los años 20 (milnueve) que murió de pena tras perder a su esposo, a amante y a su hijo en la Revolución Roja, el Gulag y la Guerra Patriótica, en ese orden. Leí otro de un latinoamericano que enfermó después de tempranos exilios y bibliotecas perdidas, un par de amores trágicos, unos compañeros reventados en un campo de muerte en las afueras de la ciudad de La Plata y varios laburos de mierda.
Y aunque me dolía todo el cuerpo recordé que soy humana. Que no soy un pedazo de carne y huesos a un paso de la tumba. Una osamenta abandonada.
Soy.
Y si soy, todavía puedo erguirme y amar, erguirme y luchar. Cantar, bailar sobre estos pies lastimados pero aún míos.
Ellos van regresar, porque siempre regresan y quieren más, hasta la última gota de nuestra sangre. Quieren quitarnos todo y vernos humillados, caídos junto al muro de nuestra amada Ilión perdida, una y otra y otra vez. Nuestra Warisata. Nuestra Pachamama. Nuestra Cuidad Eva Perón. Quieren todo.
Pero yo tengo mi libro de poesía y un puñado de hermosos recuerdo que me hacen hervir la sangre, y la sangre cuando hierve...


* Netz, Revel, Alambre de púas. Una ecología de la Modernidad, Eudeba, Buenos Aires, 2013.

domingo, 24 de diciembre de 2017

De las formas del amor


"Con ligeras alas de amor franquee estos muros, 
pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; 
y lo que el amor puede hacer, aquello el amor se atreve a intentar". 
(W. S, Romeo y Julieta)

"Si no tengo amor, de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo, 

y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy como un pedazo de metal ruidoso; 
¡soy como una campana desafinada!
(Corintios, 13)

Hay muchas formas de soledad, como hay muchas formas de amor y de desamor, de indiferencia (que es lo contrario de amor). Hay soledades creativas, deseadas, deseables, que permiten el encuentro de uno mismo con su silencio y su intimidad, sus oscuridades, sus pérdidas, sus anhelos.
Hay otras soledades que son insoportables. La soledad de la familia que acaba de perder a uno de los suyos, la familia de Santiago o de Nahuel, por ejemplo, en un día como hoy. La soledad de esa madre cuyas manos cocinan para quien ya no volverá, la soledad de ese padre cuyo cuerpo es una llaga que supura como si el estigma del resucitado tuviera que repetirse una y otra vez en la historia humana.
Entre las cosas que pasaron este año, o más bien, entre las cosas que fueron destruidas desde que los hijos de Herodes y de Creso regresaron a sus mansiones y mandaron a sus mastines a cazar esclavos y rebeldes, una que mencionamos poco quizá, abrumados en medio de tantas batallas, es la ruptura de muchas parejas.
La realidad está tan virtualizada en los imaginarios de las redes, donde todos y todas exhibimos nuestra felicidad, nuestros éxitos y nuestra belleza, que esto podría pasar desapercibido.
Entre los mandatos más dominantes del poder actual, desde ya uno de los primeros es el de ser felices al modo narcisista de la subjetividad que se nos impone, es decir, solo se goza si se puede mostrar.  El mandato de ganar dinero (y ya no mostrarlo tan obscenamente como en los noventa, pero sí ritualizado en nuevos trucos, consumos, prácticas), el de ser "exitosos" en nuestras carreras y trabajos, el de tener los hijos más inteligentes, mejores estudiantes, más comprometidos, más bellos, como si eso nos permitiera ganar puntos y ascensos en la fabulosa empresa del amo que nos compele a trepar y trepar y correr y correr y mostrar y mostrar. Además, sobre todo las mujeres pero también los varones, tenemos que ser y parecer delgadas,  musculosas, jóvenes, sonrientes, inteligentes, graciosas, y también, por qué no, un poquito cínicas de paso.
En lugar de una invocación a amar a nuestros prójimos, lo cual puede ser laborioso y peligroso, porque el prójimo por lo general (el próximo, pero también el otro) puede oler mal, puede hablar de un modo que nos choque, puede no tener un nivel educativo que nos los vuelva amable, puede ser feo y faltarle algunos dientes, puede creer en otros dioses que los nuestros, puede ser pobre, o peor, puede no importarle nada el dinero o el éxito, en fin...
En lugar de pedirnos eso, que es un esfuerzo enorme, que supone apartarnos de nuestro narcisismo y brindarnos a otros y al mundo, nos exigen que seamos felices y alegres, que cojamos mucho y con muchos 
(y sino lo logran por sí mismos, para eso tenemos cientos de aplicaciones con su Like y sus estándares de emparejamientos para rápidos y ascéticos apareamientos)....¡pero no cometamos la idiotez de enamorarnos! La gente que se enamora es doblemente peligrosa, se distrae, no produce, no razona, tiene prioridades distintas a las que el sistema requiere, puede ser capaz de amar tanto como para poner en juego su propia vida e intereses, y luego puede sentir que ese enamoramiento se convierte en otra clase de amor y se expande, y que algo parecido le ocurre no solo con su amado/a, sino con otros:  primero los más prójimos (próximos), los hijos, las hermanas, los amigos, los compañeros de estudio, de trabajo, del barrio....y luego...¡Y luego! ¡Puede llegar a sentirse hermanado con la especie humana, solidario, puede querer disponer de su tiempo y sus conocimientos y virtudes para compartir su pan, para ayudar a otro, para celebrar en comunidad de iguales. 
El amor libera del sí mismo, de esa chatura infernal de lo igual a nosotros, el amor no es ciego, al contrario, pone un microscopio que amplía las diferencias, incluso los defectos del otro y propios, y aun así, lo acepta, lo desea y lo ama justamente porque ve lo que no se puede ver de otra forma que amando.
fresco de Pompeya
Nos han convencido de que el amor no es una fuerza poderosa que transforma el mundo propio y ajeno, sino que es una especie de nuevo opio de los pueblos, algo que nos debilita, que nos enternece y nos vuelve blandos para tomar las decisiones que el deber ser del monstruo herodita requiere. Alguien que ama no puede disparar balas sobre un viejo sin ver ahí a su padre o su madre, no puede matar a un pibe sin sentir que puede ser su hijo, no puede echar del trabajo en vísperas de Navidad a un laburante honrado sin ninguna causa más que ganar más y más y más y más dinero.

****
Muchas parejas se han roto y eso no aparece en las redes. Sabemos de personas que queremos, nosotros mismos a veces andamos por ahí con el corazón partido por el hachazo del desamor o el final de una relación que fue casi todo para nosotros, y subimos y miramos esas fotos donde seguimos todos felices, dale que va, mostrándonos como si la tristeza, como si detenernos en esos duelos fuera el verdadero tabú. ¿Acaso alguien podría faltar a su trabajo y decir una verdad tal como: estoy triste, mi amor se ha ido, mi pareja se ha roto, no duermo bien?
Se puede contar en las redes cómo y cuánto y con quién se coje, de hecho, la pornografía ha reemplazado el discurso erótico/amoroso.
Nadie se escandaliza a esta altura, y posiblemente tampoco se conmueva, al ver todas esas exhibiciones de nuestro narcisismo exacerbado, no podemos evitarlo, apenas algunos muy fóbicos con otra clase de síntomas neuróticos, el resto, de un modo u otro, caemos en las redes de la subjetividad de las redes, así, al cuadrado.
La virtualidad nos come el coco, cuesta resistir esas nuevas formas de educarnos, comunicarnos y amarnos.
¿Quién se atrevería  escribir en una red social que está solo, que tiene el corazón roto por un amor que terminó, sin hacer rápidamente una broma, algo que nos rescate del escarnio de la transgresión, del tabú de la alegría superficial y feliz?
Somos sujetos del rendimiento, dice Byung- Chul Han, somos esclavos de nosotros mismos, presos de nuestra subjetividad explotadora para un amo que se regocija sin tener que hacer demasiados esfuerzos.
Solos y solas, nos lamemos las heridas en casa, urdimos toda clase de planes de evasión, si somos afortunados, amamos a nuestros hijos, amigos, compañeros, familias. Pero no ese otro/a y nada compensa la depresión que implica la ausencia de Eros en nuestras vidas.
Por más pastillas que nos tomemos, drogas que consumamos, nada puede ser igual al paraíso que supone salir del "infierno de lo igual", que es sin duda la "llegada del otro atópico" , que causa una suerte de Apocalipsis y nos libera de la melancolía.
El asunto del erotismo es tan profundamente político, si entendemos que la política es lo que tiene que ver con el poder, que no reflexionar sobre estas cuestiones puede ser suicida, Tánatos bailando sobre la pila de cadáveres que deambulamos por ahí produciendo y consumiendo sin distraernos por el golpe al corazón que una mirada, de repente, un verano, pueda causarnos. 

Narciso en la fuente.Óleo atribuido en 1913 a Caravaggio, pero de autoría incierta:  Galería Nacional de Arte AntiguoPalacio Barberini.


El amor, constitutivo de nuestra psiquis, de nuestra subjetividad, del modo en que nos vinculamos con otros y con el mundo, es también un tema tan intrínsecamente educativo y de comunicación, me atrevo a creer, que nos urge pensar cómo hablar de esto, cómo empezar a discutir estas cuestiones en las aulas, en los espacios de militancia, en los cafés; cómo vencer el miedo y al amo que nos quiere imponer la idea de que el discurso amoroso (y el amor) ha muerto, que lo que va es la alegría canchera y egoísta del que nada da y solo cuida de sí mismo y goza haciendo sufrir al otro; o usando al otro como si fuera una cosa, para luego desecharlo; que solo somos mercancías, narcisos que buscamos satisfacernos a nosotros mismos, restos de la humanidad que fuimos.

Suele haber una canción (cada cual tiene la suya en cada momento, ¿o no?)  que expresa eso que no pude ser contado más que con la poesía o la música, eso que anhela el amor de los enamorados cuando se encuentran, y de la tristeza que nos produce dejar de amar y ser amados, porque sabemos que nada, absolutamente nada de lo demás vale la pena cuando nos falta el amor. 

"Y  mis manos a tus manos aferradas// y las ganas de mañanas a tu lado [...]"
(Corazones)
https://open.spotify.com/track/3Clf6Q0snIrIG4fvsRXsvx

viernes, 22 de diciembre de 2017

Sin pan y sin trabajo, sin paz, pobre Gutiérrez

"En cuanto a Gutiérrez, está, como de costumbre, al servicio de todos, y como ayer, sin comerla ni beberla: su 'dictadura' (la del proletariado) no salió de una mera enunciación 'abstracta', ya que, según era previsible, otras clases ejercen su 'tutoría' y gobiernan por él". (Leopoldo Marechal, Autopsia de Creso)


"La convicción de que existe un vínculo especial entre el trabajo de cada hombre [y mujer, habría que agregar]  y el sentido global de la existencia humana, se encuentra en la base de la doctrina cristiana sobre el trabajo", sostenía Juan Pablo II ante la Conferencia internacional del Trabajo en 1982.
La crisis global del modelo del trabajo asalariado en la producción industrial ya era tema de investigaciones, reflexiones y debates políticos. En este caso, de un pequeño y todavía actual librito del filósofo y teólogo jesuita-marxista francés, Jean-Ives Calvez, extraordinario ser, Necesidad del trabajo. ¿Desaparición o redefinición de un valor?*
Daniel Santoro trabajando
Allí desarrolla la idea del trabajo, desde el punto de vista filosófico y teológico, e mediación entre el hombre y la naturaleza, transformación de ésta, creación y expresión, un hacer con otros y para otros y no solo explotación y apropiación de la renta por parte de los amos, que desde ya, también lo es.
El trabajo, organizador de comunidad, es mucho más que un tema económico, en la sociedad globalizada actual (Calvez aún no la llama así),  la subjetividad del trabajador se ha roto, decimos nosotros. Ese sujeto arrojado hacia el mundo sin otras armas que las propias, cuando ya no está organizado en un sindicato, cuando ya no es el trabajo (que siempre es digno) propio del modelo industrial el que genera alguna certidumbre, se quiebra, y el mundo todo cruje.
Las transformaciones del mundo de la producción y el trabajo desde el tiempo en que Calvez escribe (tres cuatro décadas) son profundas y globales. Sin embargo, en su libro ya se perfilan algunos síntomas y problemas que enfrentamos hoy, ya observa que a pesar del crecimiento económico acelerado, la exclusión social y laboral no han hecho más que aumentar, y la apropiación de la riqueza producida por miles de millones en manos de una pequeña minoría parece ser aceptada sin mayores crisis políticas. Son pocas las voces significativas que se alzan en contra de este estado de las cosas, algunos líderes religiosos, algunos líderes políticos. Calvez no se detiene en la cuestión de la comunicación, pero nosotros no podemos dejar de señalar que en la sociedad hiper informada del mercado, la hipercomunicación parece actuar como la banda de redoblante que acompaña al ejército triunfador que avanza sobre tierra arrasada, tapando con su fanfarria el sonido de las armas y de las agonías de los millones de cada´veres que siembran a su paso, el clamor de la tierra desertificada y de las especies exterminadas. La venganza de la naturaleza no se demora, y estalla como tsunamis, como huracanes, como emergencias climáticas que siguen sin ser escuchadas por los que cortan el bacalao.

Pobre Gutiérrez
 La distribución del trabajo y de su producto (sean bienes, sean servicios) son cuestiones básicas de la trama social, nos recuerda Calvez. "Al contrario de las leyes de la producción, las de la distribución son ampliamente de carácter humano" (J. S. Mill, Principes d'economie politique).**
Calvez analiza desde el marxismo la alienación del trabajo asalariado, recorre la historia (desde un punto de vista cristiano marxista) del trabajo y la función que éste tiene como organizador de la sociedad, la comunidad, la familia.  A pesar de realizar una fuerte  crítica a las condiciones de explotación del modelo industrial, al contrastarlo con la transformación del trabajo que inició en las últimas décadas del siglo XX y sus características también de alineación pero de soledad (el trabajador "independiente" solo frente a la empresa), de precariedad, destaca que el trabajador sindicalizado, a pesar de sus condiciones de explotación, encontraba en su ambiente laboral la posibilidad de organizarse con otros, hacerse preguntas, crear conciencia de clase, resistir, obtener mejoras.
No sabemos qué ocurrirá en los próximos años. Ejércitos de desocupados de ya varias generaciones, y millones de seres alienados a grados extremos, que solo parecen querer trabajar y consumir sin que intervenga allí ni el deseo ni la disrupción, ni la política, empujados a la pobreza, a los márgenes, a  la consideración de ser para "el mercado" menos que basura, cosas reemplazables fácilmente, desechables.
Quienes tenemos la experiencia de habernos quedado sin trabajo, de ver como tiembla el mundo entonces, de sentir en carne propia que no hay modo de volver a casa, de mirar a nuestros hijos, de erguirnos con dignidad sobre nuestros pies, sabemos qué golpe profundo a la subjetividad es perder el trabajo. Perder el trabajo, y sobre todo cuando esto crece colectivamente y nos vamos quedando sin redes, sin lazos, nos deja inermes, no queda casi resto para pensar, para militar, para luchar. 
Todo tiembla.
Pero ese temblor puede también engendrar lo que todavía no existe, si se organiza, eso también hay que recordarlo aún en los momentos más oscuros.
Que esto ocurra en vísperas de las fiestas cristianas y de fin de año, le agrega un componente de perversión inusitada, que parece alimentar el goce de los actuales gobernantes.
E. de la Cárcova, Sin pan y sin trabajo,1894.
Óleo sobre tela, : 125,5 x 216 cm.
Un universo paralelo nos separa, porque se trata de una dirigencia que no tiene la experiencia del trabajo, sino del capital solamente, es decir, se trata de grandes delincuentes cuya fortuna se ha basado siempre en la explotación de otros, y quien explota no puede concebir al otro como sujeto, como par, como humano, porque de hacerlo, de "cristianizar" o humanizar su mirada, de concebirlo como prójimo, tendría que verse impelido a ingresar al orden democrático de los derechos laborales, sociales y humanos. Jamás alguien democrático y cristiano puede explotar, puede balear, puede dejar a miles sin trabajo solo para hacer negocios, y encima gozarlo. Mejor lo explicaba Marechal en su Autopsia de Creso (1965).
 "Se ha establecido ya definitivamente a la Revolución Francesa como el trance histórico que determina la exaltación de Creso al poder mundial. Aunque la intervención de Gutiérrez el servil en la revuelta de Creso añadió a los episodios algunas tintas de color “masivo”, y pese a la romántica declaración de los Derechos Humanos y sus consecuentes libertades, la Revolución fue una gesta de la burguesía en sus causas, en su desarrollo y en sus efectos ulteriores. Ya veremos cómo trató Creso al pobre Gutiérrez, no bien consolidó su reinado, ya qué se redujeron las famosas 'libertades' tan cacareadas por el Hombrecito Económico. Es evidente que la gloria nada limpia de Creso triunfante es la de haber impreso 'su mentalidad' a todo un mundo, en la más triste de las 'nivelaciones por abajo' que haya conocido la historia".





* Losada, Buenos Aires, 1999.
**, en Calvez, IB. p. 36.

martes, 19 de diciembre de 2017

Me quedaría aquí

Y cuando empezó a hablar, fue como si viajáramos en el tiempo y llegáramos a aquel tablado.
Sus manos se mueven, sus onomatopeyas son tan vívidas como sus bromas y me quedaría allí cien horas más escuchando.
Como aquel otro profesor allá en los lejanos días del fin de la adolescencia. El (re)descubrimiento de la pasión por el conocimiento, curiosidad que a todo se abre, como en la infancia donde los mundos eran siempre nuevos.
Un viaje al Renacimiento, mi pequeño paraíso de humanismo para rescatarnos de estos tiempos de cinismo obsceno.
Sus ojos brillan.
Su voz va armando armonías que acompañan la melodía.
Me quedaría acá escuchando.
Me dan ganas de correr y de leer, todo el santo día y el profano día.
Siento pena por todos los que no están acá.

Y el mundo yira, yira, yira.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Milena Jesenská, "el brillo de sus ojos fulmina el dolor del mundo".

"Ella es fuego vivo, como yo jamás había visto [...]. 
Sin embargo es, al mismo tempo, dulce, animosa, inteligente y
 volcada totalmente al sacrificio, o, si se prefiere, lo consigue todo a través de su sacrificio..." 
(Franz Kafka, acerca de Milena)*

(Sugerencia: se puede leer este posteo escuchando  Pélleas und Melisande op.5, de Arnold Schönberg, 1903)

Milena ama a Kafka, incluso lo ama por sus tormentos, sus extravagancias, sus oscuridades.
Lo ama como ama Milena: apasionada y exageradamente. Milena no especula ni despliega los artilugios habituales de la histeria. Esa forma de amar suele asustar a los hombres comunes, aunque claro, Kafka no es un hombre común, pero es un hombre. Ella lo reconoce como el genio que es, cuando nadie lo hace."No sabes nada de alguien hasta que no lo amas", le dice Milena a su amiga alemana Margarete.
Él, a su vez, valora en ella sus múltiples virtudes, a pesar de que sus inseguridades le impiden a ella darse valor. Le escribe: "Habría que tomar su rostro, Milena, entre las dos manos y mirarla fijamente a los ojos para que se reconociera a sí misma en los ojos del otro y a partir de entonces fuese ya incapaz de ni siquiera pensar las cosas que en ella ha escrito". Y también: "el brillo de ssu ojos fulmina el dolor del mundo" (3 de junio de 1920). **
Se ven pocas veces en los dos años que dura su relación, y sin embargo, sostienen su amor con cartas. Las de él, nos han llegado hasta el presente y se han publicado, las de ella, más dispersas.
Kafka era un genio y, sin duda, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, de los indispensables, aunque él jamás llegó a enterarse. Milena también, pero la historia también está tomada por el discurso patriarcal, de modo que sabemos mucho menos de ella y por lo general se la conoce como "la amante de Kafka". 
Milena había nacido en 1896, en el seno de una familia burguesa mitad burguesa, mitad aristocrática y culta de Praga, y morirá en 1944 en el campo de concentración de Ravensbrück, Alemania. Allí no solo demostrará su enorme energía vital, su vocación periodística que la lleva a intentar conocer y escuchar a los demás, sus críticas a todos los totalitarismos, incluso y pagando por ello un alto costo, al Partido (Comunista, obviamente) en cuyas filas había militado en Praga y por lo cual se enfrentará con otras prisioneras políticas, como ella, mujeres rusas o alemanas que siguen fieles al partido soviético a pesar de las purgas estalinistas. Allí nacerá una profunda amistad con otra periodista y escritora, alemana ella, Margarete Buber-Neumann, que viene de sobrevivir a un campo de reclusión soviético y sobrevivirá también a lo nazis. Y escribirá la historia de la amistad con Milena, para homenajearla y reivindicarla.
Ya desde muy joven Milena enfrenta al dolor, y se sobrepone, con la temprana de su muerte de su madre tras una larga agonía que deja a la adolescente en el rol de enfermera que asiste a la decadencia, el sufrimiento y el ocaso de la persona a la que más ama. Su padre, autoritario, nacionalista y narcisista, exitoso médico que aspira a destacarse en la sociedad checa, no soporta la rebeldía de la joven estudiante, sus extravagancias, y le impone duros castigos. Sin embargo ella resiste, elige una y otra vez el camino del amor, la amistad y el compromiso con artistas, bohemios, militantes políticos,  feministas. Estudia en el exclusivo Instituto para Niñas Minerva, y muy joven aún, se enamora de de Ernst Pollak, un escritor austriaco judío, lo que enfurece a su padre, que le retira todo su apoyo tras casarse con él, por lo que se irán a vivir pobremente en Viena.
En 1919 lee unos cuentos del checo de lengua alemana Franz Kafka, entonces Milena le escribe por primera vez para pedirle autorización para traducirlos al checo. Así se inicia un apasionado intercambio epistolar que durará dos años: de 1920 a 1922,  que dará origen a su amor. Es un amor en el que sólo se ven dos veces: unos cuatro días en Viena y un día en Gmünd.
Es un amor plagado de malos entendidos, reproches, intensos y breves encuentros tormentosos y deseos que enloquecen a los amantes. Las Cartas a Milena de Kafka así lo muestran. Se escriben todo el tiempo, las cartas van y vienen, las respuestas se confunden, como sucede a veces hoy con los chat, aunque con mucho más arte, elegancia y estilo. Ella no se decide a dejar a su marido, él, me parece, se asusta de la intensidad del amor y el sacrifico de ella. No se entienden, ¿qué enamorados se entienden hablando? 
"Pero, niñita (soy yo el que habla así a Medusa), tomas en serio todas mis estúpidas bromas (de žid y nechápu [44] y de «odio»), yo sólo quería con ello hacerte reír un poco; el miedo crea malentendidos entre nosotros",** le escribe él 13 de junio de 1920, por ejemplo.
Como se sabe, enfermo y deprimido, Kafka muere en 1934. Ella escribirá sobre él para el diario Narodni Listy de Praga, que era: "tímido, retraído, suave y amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo".
Desde 1920 Milena se convierte en una referente del mundo cultural y comunicacional de su entorno y será reconocida como una periodista muy original, feminista y jugada. En Viena colabora con los periódicos checos Tribuna y Národní Listy y las revistas Pestrý týden y Lidové Noviny. Entre 1938 y 1939 edita Presencia (Přítomnost), un importante semanario cultural y político (Praga). Una vez divorciada de Ernst Pollak, se radica nuevamente en Praga, la ciudad que ama (Margarete cuenta que en el campo de concentración ella se presentaba como "Milena, de Praga", sin mencionar su apellido, que le parecía menos relevante que su ciudad).

"A Dios gracias, no se puede matar el amor. Es más fuerte que todas las barbaries"
Se casará con el arquitecto checo Jaromír Krejcar y en 1928 nace su hija Jana, y ambos militan en el Partido Comunista Checo, pero al conocer los crímenes de Stalin, se volverán muy críticos. El matrimonio no dura, Milena comienza una etapa de intensa actividad profesional y a la vez, mucha tragedia, se hace adicta a la morfina, se desencanta del comunismo, apoya a los judíos que están siendo perseguidos por los nazis. Es decir, elige la libertad y el sacrificio. 
Pagará un costo por sus posicionamientos públicos: la Gestapo la detiene en 1939 y la recluye hasta su muerte en el campo de concentración de Ravensbrück, donde se convierte en enfermera. 
Solidaria, valiente siempre, preocupada por las demás prisioneras, no se aviene a perder su humanidad, a convertirse en un deshecho, una cosa con la cual los carceleras opresores pueden hacer lo que quieran. A pesar del quebranto físico de la enfermedad y el hambre, organiza espacios para poder seguir conversando de arte, literatura y política con su amiga Margarete Buber-Neumann, para hacer de esos diálogos una especie de isla que las salve del estado de muertas vivas en el que están sumidas la mayoría de las prisioneras, quebradas.
"A Dios gracias, no se puede matar el amor. Es más fuerte que todas las barbaries", le dice Milena a su amiga, al contemplar las miradas de las prisioneras que aún degradadas a la condición de objetos, pueden brillar cuando se cruzan con el brillo de la mirada de otro prisionero de un barracón lejano, o un joven soldadito SS que se juega la vida por amor a una gitana.
Milena muere en el campo de concentración en 1944, debido a una infección renal.


*Buber-Neumann, Margaete, Milena, Buenos Aires, Tusquets, 2017.
**, Kafka, Franz, Cartas a Milena, disponible en https://drive.google.com/open?id=1haSjIqww1-ucInZfujpKtnV-SWT5oirh

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Soy yo


Oskar Kokoschka, La novia del viento, 1914.
"A veces los pensamientos me brincan como las chispas que saltan
al afilar un cuchillo
y el corazón lo tengo como colgado de un pequeño anzuelo, ¿sabe?,
de un clavo muy delgado...."
(Milena Jesenská)*


Lo estaba sosteniendo con alfileres oxidados y no se daba cuenta. 
Creía que él la había hecho reír porque ella pertenece a otro tiempo.
Y como el poeta chileno mayor y maestro (NP) del prosista poeta chileno que #EllaAmaMás (RB, obvio) se dijo: "yo todavía creo en el ser humano".

Pero como dijo hoy CC, vivimos en una época de subjetividades narcisistas. Y su incorregible franqueza, y su entusiasmado relato, alimentaron en él su constante reflejarse en el espejo, pero a ella nunca la vio.
Creyó que estaban riendo juntos, o que él estaba haciéndola reír con sus cuentos de los lagos y montañas lejanos y fríos, de las quimeras y otros animales fantásticos o salvajes y de los hombres y mujeres sin tiempo, y lo que pasaba era que ella se había reencontrado con su propia risa.
A pesar del mundo oprobioso, cínico e injusto, lo estaba pudiendo lograr, pero no era él.
En medio de tantos dolores y tantas mentiras, del saqueo y las persecuciones, los peligros que sufrían los hijos, a veces se escuchaba reír en silencio mientras iba en bicicleta escuchando una canción y cuando limpiaba los vidrios de las ventanas o preparaba la cena para los de la casa y las visitas.
Ponía un disco de Blur y lo iba bailando mientras sacaba los yuyos de los canteros.
Miraba el eterno azul en la mirada del hijo y era feliz como una novia en el viento.
Era yo, dijo su propia voz.
Soy yo, repitió.
En todo caso el vos que para mí inventé, descubrió. 
Cayó el telón.
Se encendieron las luces.
Se terminó la magia, pero no la risa.

* Del libro
Milena, de Margarete Buber-Neumann, Tusquets, Buenos Aires, 2017.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Ningún guerrero azteca

Batido como un merengue, de rápida subida la espuma, abunda un entusiasmo no despreciable y engañoso como una bruma en alta mar.
Se ve en el otro todo lo que queremos ver, hasta sus opacidades nos parecen brillos de nobles metales aunque una voz interna nos advierta que no es más que un viejo espejito de colores, baratijas que se encuentran en cualquier mercado de por ahí.
Pero una va e insiste, por todo ese rollo de la infancia que escuchamos como si fueran frazaditas de invierno o limonada fresca en verano.
Adornos, poemas, canciones y oropeles desperdiciados en actores que nunca pasarán de papeles secundarios en nuestra vida.
Hacemos simulacros de amor y desamor.
Escenas de celos que no se sienten de verdad y rencillas de cartón que desconectan.
Rendimos pleitesía a un romanticismo irremediablemente pasado de moda en el mundo y en nosotros, como no sea en la literatura o el cine.
Insistimos en inventar un hombre donde hay solo un semblante y una serie de máscaras de papel mache mal pintado.
Y de pronto, cuando no lo esperamos, alguien más honesto nos invita unos tragos, un momento dionisíaco entre tantos panteones desangelados y desvitalizados. Pertenece a un mundo nuevo menos laberíntico, habita en escenarios mejor construidos y es joven; entonces te ama unas horas sin necesidad de inventar romances.
Y una verdad empieza a crecer en tu interior pero no querés darle paso porque es una penita dejar escapar las mariposas antes de polinizar las gardenias, o sucumbir a esos aromas veraniegos.
Aunque hay tantas señales que es imposible ignorarlas sin comerse la banquina.
Es hora de pegar un volantazo.
Si...
Caen las murallas de las fortalezas sitiadas.
Caen los imperios eternos.
Sacrifican a Moctezuma propios y ajenos a la vista de los dioses viejos y nuevos.
Mueren los héroes y las heroínas.
Acribillan a millones de muchachos y muchachas en flor en cada guerra.
Desaparecen los más grandes y nobles amores.
Cómo no caerías vos también al primer soplo si no has hecho otra cosa que desvanecerte desde que?
No quiero perder el encanto pero el hechizo se ha roto.
Remo contra la corriente.
Y ya no te veo.
Lo que veo no lo quiero.
Lo que quiero no lo tenés.
Ya ni pena da porque se me escapan tu voz y tus facciones.
Más pena da haber creído una tarde que eras guerrero azteca, algo brutal y sanguinario pero decidido y valiente.
Tu ego saciado de palabras -tuve que hacerlo para que no cayeras de entrada, lo sé, a la fe hay que ayudarla en estos tiempos profanos-, alimentándose de juegos infantiles y pequeñas crueldades.
Mi risa ya se ríe en otras comedias
y, como escribe en alguna parte Silvina Ocampo (citando de memoria): única sabiduría, que todo pasa como si no hubiera pasado.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Esa flor

A veces es la desesperación la que empuja un cuerpo al abrazo de otro, es el impulso de llenar el vacío que ha dejado otro cuerpo, es el pez que ya fuera del agua se sabe muerto pero todavía boquea.
Es la vida que puja por sobreponerse a la tormenta.
(Te veo y se me rompe el corazón en mil pedazos y creo que no hay fuerza de la naturaleza capaz de producir la energía suficiente para recuperarlos, porque te veo y en tu mirarme se adivina esta pena que tenemos por lo que no pudimos.
Y se instala esa piedra en el pecho que es como ahogarse sin palabras, y ambos bajamos la mirada para evitarnos uno al otro ese llanto que se nos va formando en la garganta y quiere salir).
Era tan lindo cuando sabíamos reírnos y nos lamíamos las heridas uno al otro.
Sé que este dolor que ahora nos une es algo mucho mejor que no haber amado, pero cuántas ganas a veces tengo de liviandad.
A veces es necesario enamorarse unas horas o unos días de alguien más para olvidar el desgarro, la mirada que nos persigue de aquel que se adueñó de nuestras células y vive ahí, aunque creamos que no podremos soportarlo, aunque deseemos el olvido casi tanto como le tememos.
Es como Sabina Spielrein y su drama de amor con Jung, que nunca le dará lo que ella quiere, si es que eso que ella quiere es el hijo, la vida, y sólo puede darle dolor y muerte y ella aun así lo ansía.
Se irá, se alejará, hará un oficio de curar y de educar de lo que la locura, el amor también enloquecido que él le inspira y el rechazo le enseñaron.
Amará a otros hombres, llegarán las hijas, incluso tendrá mejores amantes posiblemente. Pero no dejará de añorarlo, no dejará ese anhelo.
Es esa flor única, esa promesa de pura belleza que retorna a empañar los atardeceres de domingo, será que será.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Si en vez de

Si en vez de escribir como una loca mientras camino por la calle caliente de la city escuchando canciones tristes.
Si en vez de eso me sentara en uno de esos bares cooles y pidiera una limonada con menta y jenjibre (y soportara la música de mierda que pretende ser ambient pero es sólo de mierda).
Y me pusiera los anteojos.
Si en vez de marchar me quedara mirándolo por la tele.
Si en vez de tantos libros hubiera comprado un split cuando convenía.
Si en vez de esperar noticias tuyas te guardara en el archivo del segundo subsuelo y me fuera a pasear con el chico que me invitó justo a tiempo cuando me iba a desvelar pensando en vos hasta que no.
Si me leyeras...pero quiero decir, si de verdad me leyeras sin buscarte donde no estás o sin encontrarte donde te hablo solo a vos; si dejaras el ego un rato de lado, si olvidaras mis tonterías y exageraciones de este pathos que es y no es lo que soy; si pudiéramos acordarnos al mismo tiempo de que somos tan crudamente y divinamente mortales y todavía tenemos cuerpos.
Si en vez de esta maldita Capadocia tomada por los apóstoles del odio y reclamada por laburantes cuyos lideres leyeron mal a Marx (y a todos los demás) y se equivocaron de siglo.
Si en vez de eso me vieras parada en esta esquina escribiendo en un telefonito, te darías cuenta que esto es una comedia y no un drama ruso?
Te darías cuenta que además de faltarle a este teclado toda una gama se signos de puntuación imprescindibles y (la Itálica!) me sobra urgencia porque fui y volví de unos avernos, y tengo unas cicatrices que lo cuentan mal y es por eso que trato de aferrarme a la lucha de la vida y no a las gozosas pero sosobrantes aguas de la melancolía?
Y justo cuando entro al bar ponen Beatles.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Como Ana K pero al otro lado del río

"Y Vronsky procuraba recordarla tal como era cuando la encontró por primera vez,
 también en la estación, misteriosa, espléndida, enamorada, 
buscando y procurando felicidad, 
no ferozmente vengativa como la recordaba en el último momento". 
(León Tolstoi, Ana Karenina)





Si yo fuera una poeta escribiría una letra para una canción. Y le pediría a los músicos que en alguna parte sonaran dos guitarras a la vez, una voz masculina, una voz femenina, algunos intervalos breves solo instrumentales.
Siempre, en algún momento, un pianito. Tal vez un saxo o un violín, no es imprescindible, pero si lo es un solo de batería, algo que levante.
Porque mi letra tendría ese peso de las telas aterciopeladas, azules, verdes, que se tornasolan según les de la luz.
Y diría algo así, como que cómo es posible que seas el mismo día la luz de una mañana de primavera, de esas donde por la ventana entra un perfume de gardenias, o de jazmines, o de lavandas. O el olor del pasto mojado y los colores de un arbusto de hortensias.
Y la noche del invierno lluvioso y húmedo, que es como la niebla que se posa en la copa de los árboles en los bosques, en las plazas y en las montañas en las madrugadas. Y abro mi boca como si fuera a besarte pero sólo sale el humo que el contraste de temperaturas crea entre nosotros: nubes de humo que se esfuma, y desdibuja lo que no fuimos, y me doy vuelta y abrazo al que está al lado para calentar la cama, y mis pies cansados.
Mi letra lograría hablar en tres versos cortos de cómo te extraño cuando te vas de viaje a Marte y me quedo acá, cuidando mi pequeña y hermosa huerta; leyendo ensayos sobre los locos y los artistas que transforman el mundo, o comiendo, bebiendo y riendo con mis amigos, amando estos atardeceres en la ciudad de los jacarandaes y los trenes que van y no vienen y enamorándome de los extraños en las estaciones de subtes en la ciudad de los más ricos y los más malos.
Y que te olvido cuando te montás a esos satélites que se fugan hacia los agujeros negros, tal vez peleando batallas ancestrales, tal vez escapando de una pena de amor o de un fantasma que te acecha desde la infancia, o tal vez buscando la aventura de los marineros, los astronautas o los naturalistas.
Te pongo nombres, te dibujo arrugas y barbas, te invento oficios, te observo las manos, te afeito. Te saco los lentes, te veo como si tuvieras 15 años y se me llena el alma de ternura, y de compasión, y de sentimientos que bordean al amor, pero un amor que podría ser llamado de otra forma, un amor que no anhela, sino que cuida y cura.
Pero cuando no sos luminoso, cuando no te parecés al conde Vronsky ni un poquito, o te parecés tanto que podría terminar peor que Ana, me aferro como loca a la vida, a todo lo que de ella me emociona y me atrapa, y te recorto como si fueras una foto en una revista, te saco de la escena, de mi escena, te arrugo como al papel, te tiro al tacho de basura...
Pero...
Sophie Marceau en el filme Anna Karenina, 1997
Tu insistencia en retornar me está cansando.
Ni que fueras love of my life o algo parecido. Te querés hacer pasar por un amor más largo, o un amor más sensual, a un amor amante de lengua poderosa y melodías que hacen bailar toda la noche con los pies descalzos.
No creas que no sé perfectamente que sos uno de los que hacen que pasemos de un territorio a otro, ahí estás, en la frontera entre el ayer y el mañana. Debo sortear los obstáculos, el desierto, el río, los animales salvajes que acechan, la luna llena que convoca a mis deseos más primitivos.
Lo haré, lloraré unas lágrimas sinceras por lo que pude quererte y lo que no me quisiste, pero lo haré, dejo de molestarte, te dejo atrás para cruzar al otro lado del río, y desde ahí poder nadar hacia mar abierto.
Lo haré, la canción no lo dirá pero voy a dejarte tranquilo y haré este duelo en un dos por uno, este y aquel otro y todos los duelos que hay que duelar cuando se ha vivido ya un tiempo, aunque  tenga que acostarme con dos o tres extraños que escuchan rock&roll para no pensar más.
Remar, nadar, cantar en la canoa, la mano se desliza por el agua marrón.
Y entonces del otro lado quizá, haya otras canciones y otros encuentros con menos noche y un viento que infla ya mis velas.