miércoles, 13 de diciembre de 2017

Soy yo


Oskar Kokoschka, La novia del viento, 1914.
"A veces los pensamientos me brincan como las chispas que saltan
al afilar un cuchillo
y el corazón lo tengo como colgado de un pequeño anzuelo, ¿sabe?,
de un clavo muy delgado...."
(Milena Jesenská)*


Lo estaba sosteniendo con alfileres oxidados y no se daba cuenta. 
Creía que él la había hecho reír porque ella pertenece a otro tiempo.
Y como el poeta chileno mayor y maestro (NP) del prosista poeta chileno que #EllaAmaMás (RB, obvio) se dijo: "yo todavía creo en el ser humano".

Pero como dijo hoy CC, vivimos en una época de subjetividades narcisistas. Y su incorregible franqueza, y su entusiasmado relato, alimentaron en él su constante reflejarse en el espejo, pero a ella nunca la vio.
Creyó que estaban riendo juntos, o que él estaba haciéndola reír con sus cuentos de los lagos y montañas lejanos y fríos, de las quimeras y otros animales fantásticos o salvajes y de los hombres y mujeres sin tiempo, y lo que pasaba era que ella se había reencontrado con su propia risa.
A pesar del mundo oprobioso, cínico e injusto, lo estaba pudiendo lograr, pero no era él.
En medio de tantos dolores y tantas mentiras, del saqueo y las persecuciones, los peligros que sufrían los hijos, a veces se escuchaba reír en silencio mientras iba en bicicleta escuchando una canción y cuando limpiaba los vidrios de las ventanas o preparaba la cena para los de la casa y las visitas.
Ponía un disco de Blur y lo iba bailando mientras sacaba los yuyos de los canteros.
Miraba el eterno azul en la mirada del hijo y era feliz como una novia en el viento.
Era yo, dijo su propia voz.
Soy yo, repitió.
En todo caso el vos que para mí inventé, descubrió. 
Cayó el telón.
Se encendieron las luces.
Se terminó la magia, pero no la risa.

* Del libro
Milena, de Margarete Buber-Neumann, Tusquets, Buenos Aires, 2017.

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