miércoles, 27 de diciembre de 2017

Un libro de poesía

"[...]  fueron reiteradamente perseguidos de muchas maneras distintas en repetidas ocasiones". 
(Reviel Netz, Alambre de púas, p. 213)*


Se fueron. Rompieron todo primero, las cosas lindas que usamos, los recuerdos, las máquinas y las herramientas.
Antes de irse cercaron todas las salidas, alambraron como se alambró en su momento al ganado, como se conquistó la tierra, como se segregó a pueblos enteros y se encarceló en grandes mataderos humanos.
Obra de James Coates
Se fueron, quemaron libros, se llevaron las llaves y las escaleras, y tras de sí quedaron las rejas y el humo, el miedo y la desazón. Cuando salían descubrí que en el revoleo (patearon a unos ancianos que ya estaban en el piso, eso les da mucho placer; escupieron la cara de los hombres maniatados previamente y toquetearon a las mujeres más jóvenes delante de sus madres, para que el abuso y la tortura fuera doble; a los bebés les negaron el alimento, la higiene y la medicina), olvidaron llevarse un libro. Lo vi allí, caído, junto a la puerta, y arrastré como pude mis huesos traumatizados por los golpes.
Dejé un camino de sangre, mis enemigos podrían olerlo. O los otros predadores. Pero no me importó, llegué hasta el libro, lo abrí al azar. Olía a papel recién salido de la imprenta, y olía al rastro de haber sido tocado por una mano amorosa que había temblado al leerlo. Leí un poema de una escritora rusa de los años 20 (milnueve) que murió de pena tras perder a su esposo, a amante y a su hijo en la Revolución Roja, el Gulag y la Guerra Patriótica, en ese orden. Leí otro de un latinoamericano que enfermó después de tempranos exilios y bibliotecas perdidas, un par de amores trágicos, unos compañeros reventados en un campo de muerte en las afueras de la ciudad de La Plata y varios laburos de mierda.
Y aunque me dolía todo el cuerpo recordé que soy humana. Que no soy un pedazo de carne y huesos a un paso de la tumba. Una osamenta abandonada.
Soy.
Y si soy, todavía puedo erguirme y amar, erguirme y luchar. Cantar, bailar sobre estos pies lastimados pero aún míos.
Ellos van regresar, porque siempre regresan y quieren más, hasta la última gota de nuestra sangre. Quieren quitarnos todo y vernos humillados, caídos junto al muro de nuestra amada Ilión perdida, una y otra y otra vez. Nuestra Warisata. Nuestra Pachamama. Nuestra Cuidad Eva Perón. Quieren todo.
Pero yo tengo mi libro de poesía y un puñado de hermosos recuerdo que me hacen hervir la sangre, y la sangre cuando hierve...


* Netz, Revel, Alambre de púas. Una ecología de la Modernidad, Eudeba, Buenos Aires, 2013.

No hay comentarios: