viernes, 22 de diciembre de 2017

Sin pan y sin trabajo, sin paz, pobre Gutiérrez

"En cuanto a Gutiérrez, está, como de costumbre, al servicio de todos, y como ayer, sin comerla ni beberla: su 'dictadura' (la del proletariado) no salió de una mera enunciación 'abstracta', ya que, según era previsible, otras clases ejercen su 'tutoría' y gobiernan por él". (Leopoldo Marechal, Autopsia de Creso)


"La convicción de que existe un vínculo especial entre el trabajo de cada hombre [y mujer, habría que agregar]  y el sentido global de la existencia humana, se encuentra en la base de la doctrina cristiana sobre el trabajo", sostenía Juan Pablo II ante la Conferencia internacional del Trabajo en 1982.
La crisis global del modelo del trabajo asalariado en la producción industrial ya era tema de investigaciones, reflexiones y debates políticos. En este caso, de un pequeño y todavía actual librito del filósofo y teólogo jesuita-marxista francés, Jean-Ives Calvez, extraordinario ser, Necesidad del trabajo. ¿Desaparición o redefinición de un valor?*
Daniel Santoro trabajando
Allí desarrolla la idea del trabajo, desde el punto de vista filosófico y teológico, e mediación entre el hombre y la naturaleza, transformación de ésta, creación y expresión, un hacer con otros y para otros y no solo explotación y apropiación de la renta por parte de los amos, que desde ya, también lo es.
El trabajo, organizador de comunidad, es mucho más que un tema económico, en la sociedad globalizada actual (Calvez aún no la llama así),  la subjetividad del trabajador se ha roto, decimos nosotros. Ese sujeto arrojado hacia el mundo sin otras armas que las propias, cuando ya no está organizado en un sindicato, cuando ya no es el trabajo (que siempre es digno) propio del modelo industrial el que genera alguna certidumbre, se quiebra, y el mundo todo cruje.
Las transformaciones del mundo de la producción y el trabajo desde el tiempo en que Calvez escribe (tres cuatro décadas) son profundas y globales. Sin embargo, en su libro ya se perfilan algunos síntomas y problemas que enfrentamos hoy, ya observa que a pesar del crecimiento económico acelerado, la exclusión social y laboral no han hecho más que aumentar, y la apropiación de la riqueza producida por miles de millones en manos de una pequeña minoría parece ser aceptada sin mayores crisis políticas. Son pocas las voces significativas que se alzan en contra de este estado de las cosas, algunos líderes religiosos, algunos líderes políticos. Calvez no se detiene en la cuestión de la comunicación, pero nosotros no podemos dejar de señalar que en la sociedad hiper informada del mercado, la hipercomunicación parece actuar como la banda de redoblante que acompaña al ejército triunfador que avanza sobre tierra arrasada, tapando con su fanfarria el sonido de las armas y de las agonías de los millones de cada´veres que siembran a su paso, el clamor de la tierra desertificada y de las especies exterminadas. La venganza de la naturaleza no se demora, y estalla como tsunamis, como huracanes, como emergencias climáticas que siguen sin ser escuchadas por los que cortan el bacalao.

Pobre Gutiérrez
 La distribución del trabajo y de su producto (sean bienes, sean servicios) son cuestiones básicas de la trama social, nos recuerda Calvez. "Al contrario de las leyes de la producción, las de la distribución son ampliamente de carácter humano" (J. S. Mill, Principes d'economie politique).**
Calvez analiza desde el marxismo la alienación del trabajo asalariado, recorre la historia (desde un punto de vista cristiano marxista) del trabajo y la función que éste tiene como organizador de la sociedad, la comunidad, la familia.  A pesar de realizar una fuerte  crítica a las condiciones de explotación del modelo industrial, al contrastarlo con la transformación del trabajo que inició en las últimas décadas del siglo XX y sus características también de alineación pero de soledad (el trabajador "independiente" solo frente a la empresa), de precariedad, destaca que el trabajador sindicalizado, a pesar de sus condiciones de explotación, encontraba en su ambiente laboral la posibilidad de organizarse con otros, hacerse preguntas, crear conciencia de clase, resistir, obtener mejoras.
No sabemos qué ocurrirá en los próximos años. Ejércitos de desocupados de ya varias generaciones, y millones de seres alienados a grados extremos, que solo parecen querer trabajar y consumir sin que intervenga allí ni el deseo ni la disrupción, ni la política, empujados a la pobreza, a los márgenes, a  la consideración de ser para "el mercado" menos que basura, cosas reemplazables fácilmente, desechables.
Quienes tenemos la experiencia de habernos quedado sin trabajo, de ver como tiembla el mundo entonces, de sentir en carne propia que no hay modo de volver a casa, de mirar a nuestros hijos, de erguirnos con dignidad sobre nuestros pies, sabemos qué golpe profundo a la subjetividad es perder el trabajo. Perder el trabajo, y sobre todo cuando esto crece colectivamente y nos vamos quedando sin redes, sin lazos, nos deja inermes, no queda casi resto para pensar, para militar, para luchar. 
Todo tiembla.
Pero ese temblor puede también engendrar lo que todavía no existe, si se organiza, eso también hay que recordarlo aún en los momentos más oscuros.
Que esto ocurra en vísperas de las fiestas cristianas y de fin de año, le agrega un componente de perversión inusitada, que parece alimentar el goce de los actuales gobernantes.
E. de la Cárcova, Sin pan y sin trabajo,1894.
Óleo sobre tela, : 125,5 x 216 cm.
Un universo paralelo nos separa, porque se trata de una dirigencia que no tiene la experiencia del trabajo, sino del capital solamente, es decir, se trata de grandes delincuentes cuya fortuna se ha basado siempre en la explotación de otros, y quien explota no puede concebir al otro como sujeto, como par, como humano, porque de hacerlo, de "cristianizar" o humanizar su mirada, de concebirlo como prójimo, tendría que verse impelido a ingresar al orden democrático de los derechos laborales, sociales y humanos. Jamás alguien democrático y cristiano puede explotar, puede balear, puede dejar a miles sin trabajo solo para hacer negocios, y encima gozarlo. Mejor lo explicaba Marechal en su Autopsia de Creso (1965).
 "Se ha establecido ya definitivamente a la Revolución Francesa como el trance histórico que determina la exaltación de Creso al poder mundial. Aunque la intervención de Gutiérrez el servil en la revuelta de Creso añadió a los episodios algunas tintas de color “masivo”, y pese a la romántica declaración de los Derechos Humanos y sus consecuentes libertades, la Revolución fue una gesta de la burguesía en sus causas, en su desarrollo y en sus efectos ulteriores. Ya veremos cómo trató Creso al pobre Gutiérrez, no bien consolidó su reinado, ya qué se redujeron las famosas 'libertades' tan cacareadas por el Hombrecito Económico. Es evidente que la gloria nada limpia de Creso triunfante es la de haber impreso 'su mentalidad' a todo un mundo, en la más triste de las 'nivelaciones por abajo' que haya conocido la historia".





* Losada, Buenos Aires, 1999.
**, en Calvez, IB. p. 36.

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