lunes, 4 de diciembre de 2017

Como Ana K pero al otro lado del río

"Y Vronsky procuraba recordarla tal como era cuando la encontró por primera vez,
 también en la estación, misteriosa, espléndida, enamorada, 
buscando y procurando felicidad, 
no ferozmente vengativa como la recordaba en el último momento". 
(León Tolstoi, Ana Karenina)





Si yo fuera una poeta escribiría una letra para una canción. Y le pediría a los músicos que en alguna parte sonaran dos guitarras a la vez, una voz masculina, una voz femenina, algunos intervalos breves solo instrumentales.
Siempre, en algún momento, un pianito. Tal vez un saxo o un violín, no es imprescindible, pero si lo es un solo de batería, algo que levante.
Porque mi letra tendría ese peso de las telas aterciopeladas, azules, verdes, que se tornasolan según les de la luz.
Y diría algo así, como que cómo es posible que seas el mismo día la luz de una mañana de primavera, de esas donde por la ventana entra un perfume de gardenias, o de jazmines, o de lavandas. O el olor del pasto mojado y los colores de un arbusto de hortensias.
Y la noche del invierno lluvioso y húmedo, que es como la niebla que se posa en la copa de los árboles en los bosques, en las plazas y en las montañas en las madrugadas. Y abro mi boca como si fuera a besarte pero sólo sale el humo que el contraste de temperaturas crea entre nosotros: nubes de humo que se esfuma, y desdibuja lo que no fuimos, y me doy vuelta y abrazo al que está al lado para calentar la cama, y mis pies cansados.
Mi letra lograría hablar en tres versos cortos de cómo te extraño cuando te vas de viaje a Marte y me quedo acá, cuidando mi pequeña y hermosa huerta; leyendo ensayos sobre los locos y los artistas que transforman el mundo, o comiendo, bebiendo y riendo con mis amigos, amando estos atardeceres en la ciudad de los jacarandaes y los trenes que van y no vienen y enamorándome de los extraños en las estaciones de subtes en la ciudad de los más ricos y los más malos.
Y que te olvido cuando te montás a esos satélites que se fugan hacia los agujeros negros, tal vez peleando batallas ancestrales, tal vez escapando de una pena de amor o de un fantasma que te acecha desde la infancia, o tal vez buscando la aventura de los marineros, los astronautas o los naturalistas.
Te pongo nombres, te dibujo arrugas y barbas, te invento oficios, te observo las manos, te afeito. Te saco los lentes, te veo como si tuvieras 15 años y se me llena el alma de ternura, y de compasión, y de sentimientos que bordean al amor, pero un amor que podría ser llamado de otra forma, un amor que no anhela, sino que cuida y cura.
Pero cuando no sos luminoso, cuando no te parecés al conde Vronsky ni un poquito, o te parecés tanto que podría terminar peor que Ana, me aferro como loca a la vida, a todo lo que de ella me emociona y me atrapa, y te recorto como si fueras una foto en una revista, te saco de la escena, de mi escena, te arrugo como al papel, te tiro al tacho de basura...
Pero...
Sophie Marceau en el filme Anna Karenina, 1997
Tu insistencia en retornar me está cansando.
Ni que fueras love of my life o algo parecido. Te querés hacer pasar por un amor más largo, o un amor más sensual, a un amor amante de lengua poderosa y melodías que hacen bailar toda la noche con los pies descalzos.
No creas que no sé perfectamente que sos uno de los que hacen que pasemos de un territorio a otro, ahí estás, en la frontera entre el ayer y el mañana. Debo sortear los obstáculos, el desierto, el río, los animales salvajes que acechan, la luna llena que convoca a mis deseos más primitivos.
Lo haré, lloraré unas lágrimas sinceras por lo que pude quererte y lo que no me quisiste, pero lo haré, dejo de molestarte, te dejo atrás para cruzar al otro lado del río, y desde ahí poder nadar hacia mar abierto.
Lo haré, la canción no lo dirá pero voy a dejarte tranquilo y haré este duelo en un dos por uno, este y aquel otro y todos los duelos que hay que duelar cuando se ha vivido ya un tiempo, aunque  tenga que acostarme con dos o tres extraños que escuchan rock&roll para no pensar más.
Remar, nadar, cantar en la canoa, la mano se desliza por el agua marrón.
Y entonces del otro lado quizá, haya otras canciones y otros encuentros con menos noche y un viento que infla ya mis velas.



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