lunes, 1 de junio de 2020

Mientras llega el Apocalipsis y mi hijo toca el piano

Después de meses y meses, vuelve a sonar el piano en mi casa.
Hacia tiempo que estaba roto, aunque en realidad es algo pretencioso llamar piano al teclado.
Mientras trabajo en la computadora, el sonido de una melodía que me sorprende y convoca, que se va improvisando, me anuncia que sabía muy poco de los progresos musicales que había hecho mi hijo.
La guitarra no había llamado su atención, la batería estaba algo olvidada, el piano roto .
Y antes de eso, quizá, antes de la pandemia , (a. P) y del aislamiento quizá no habíamos pasado tanto tiempo juntos, y entonces quizás estás cosas ocurrían cuando yo no estaba .
El tiempo y el espacio han cobrado tantos otros sentidos que ya ni recuerdo qué significaban a.P.
Leí que en Congo se expande el Ébola. Arden los Estados Desunidos del Norte , oh, capatain, your captain.
Todos los vergonzantes baños de sangre y de cadáveres torturados, mutilados, ahorcados, lacerados, violados , arrojados al río, quemados, descuartizados, estaqueados claman por justicia .
Y algunos procuran venganza .
Arde el planeta, explota por todos lados, de Sur a Norte , de Norte a Sur, de Oeste a Este , y al revés del revés.
Ansío dormirme abrazando a un hombre, y agradezco que no sea un nombre que duela, uno de esos de los cuales cometemos la estupidez de enamorarnos cada tanto.
Sino uno como en una pandemia.
Para pasar buenos momentos, para hacerse un poco bien y reírse un rato pero con barbijos metafóricos que mantengan a raya los virus posesivos, los celos y toda la sanata de las imposturas .
No son tiempos de amores que no amen, es preferible aceptar los límites del momento, dejarse llevar por el deseo, "no estamos para el  romance" canta el poeta vivo más sensual del rock  argento. 
El deseo... como este de escuchar  a tu hijo tocando el piano; de dar una clase, sentir que las voces de tus estudiantes están ahí, casi en el mismo espacio y que te llegan al centro de la herida y la responsabilidad aunque se interponga la pantalla.
Tiempos de no olvidar a quienes tienen batallas mucho más duras .
Crecen el COVID, la deuda, las llamas, el dengue, el Ébola, los femicidios, el egoísmo .  
Acaricio a mi gato.
Escucho el piano que toca mi hijo. 
Deseo terminar la jornada, jugar con las sombras de lo cotidiano otoñal del encierro  sin convertirme en un sol negro, darme una ducha, abrir un libro, servirme una copa de vino, comer algo rico, hablar con mi madre, recibir una propuesta divertida de un hombre sin muchos  planes, abrir los resultados de los pendientes y aflojar la contractura.
Esos son mis pequeños deseos egoistas, que me llenan de una oprobiosa vergüenza por momentos .  
Estos son mis planes .
Mientras surcan el cielo unas figuras que alguien podría confundir con jinetes del Apocalipsis. 
 
  

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