viernes, 5 de septiembre de 2014

Demos un paseo, pide algún deseo: vuelta por el universo

" Habiendo vivido, los muertos 
nunca pueden ser inertes."
(John Berger, "Doce tesis sobre la economía de los muertos" en
  Con la esperanza entre los dientes)

Cuando se fue Spinetta escribí unas palabras que anticipadamente o no -porque Cerati ya estaba en coma-, lo incluían.  "Para mí, para nuestra generación, para nosotros, los que fuimos y ya no somos y los que perduramos en partes, fue al mismo tiempo el ingreso al goce adolescente de la poesía, del poder del arte en nuestras vidas, del descubrimiento del sexo, la droga y el rock & roll, pero sobre todo y antes que nada, del amor en todas sus formas: afinidades, amistades, amor de pareja, amor al prójimo, revelación, rebeldía, lucha.
Fue las tardes de bajón y nostalgias sin pasados (de esa edad en la que se añora incluso lo que nunca existió y lo que soñamos que será, que es todo posible y a la vez, edad de nuestras primeras muertes) [......]
De los músicos pienso que son, a diferencia de otros artistas cuyos procesos creativos me parece entender mejor, magos, engañadores, daimones, misteriosos hacedores de vidas partiendo de la nada, apenas de la realidad. Quizá por eso los músicos me encienden, me atraen como la luz al bicho que sabe que si se acerca demasiado morirá, (porque convengamos que hay algo letal en la música, que es tan temporal y efímera, y a la vez eterna). 
¿Cuál es la materia de los músicos? No lo sé. Tal vez por eso  Gustavo Cerati (con Soda y sobre todo como solista o con Melero, no sé por qué en mí) ha sido de lo más íntimo para mí,(en mí, y en nosotros) porque también era un poeta y yo con la palabra me entiendo mejor.
Tristeza oscura de la pérdida. De perder a esos artistas que encarnan como un yo colectivo, nos permiten esa liviandad de conflictos con las que, creo, solo puede desafiar y bendecir la música en una época en la que todos los lazos se fragmentan, y el goce colectivo, la empatía de la belleza  es casi un imposible. Una ética que responde a una estética de la armonía, sería subversiva para el capitalismo, para el mundo desacralizado que nos agobia con su injusta materialidad explotadora.
 Acude entonces a nosotros la poesía musical, la música cantada, el show, el espectáculo, el baile con los otros, en los otros, por los otros, Dionisio.....
Y  Berger que acude a iluminar esta oscura tarde y propone:

 "9. La memoria de los muertos, existente en la infinitud, puede pensarse como una forma de la imaginación relativa a lo posible. Esta imaginación es cercana a (reside en) Dios; pero no sé cómo.
10. En el mundo de los vivos existe un fenómeno equivalente pero contrario. Los vivos a veces experimentan la infinitud, como les es revelada en el sueño, en el éxtasis, en instantes de extremo peligro, en el orgasmo, o tal vez en la experiencia misma de morir. Durante estos instantes la imaginación viva cubre el campo completo de la experiencia y rebasa los contornos de la vida o la muerte de cada quien. Roza la imaginación expectante de los muertos."
Toda su partida ha sido especial, como si no pudiera irse sin hacer vaya a saber qué. Como si el amor que desparramó con su arte tuviera todavía algo más que demostrarnos, lo básico, lo primario, de los vínculos filiales, una madre orando junto a la agonía de su hijo, día tras día... La infinitud del  amor humano. 
Unos hijos creciendo en esa relación tan extraña, única, entre un padre que aunque no pueda partir, siempre está aún cuando no esté. ¿Y acaso no es un poco así para todos los hijos que han sido amados por sus padres y/o que los han amado? Amigos, admiradores, fanáticos, convocados en una esperanza irracional en la creencia en que de verdad el límite ese que hemos trazado, orgullosos como ángeles caídos, entre la vida y la muerte sea apenas un simulacro del lenguaje, una impostura para algunos que no soportamos la eternidad, o la finitud, el misterio, la duda.
Y que a la vez sabemos que sólo el amor, el arte y la fe (o su carencia) nos mantienen con vida, incluso muertos, o muertos, incluso vivos.  

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