lunes, 13 de agosto de 2018

Ningún pez

Durante casi veinte años tuvimos peces.
Al principio, una pequeña y sencilla pecera de peces de agua fría.
Después dos, con el tiempo llegamos a tener cinco, una enorme pecera de aguas tropicales, axolotes, ranas, cardúmenes de neones, betas, agresivos, grandes, pequeños, con nombre, sin nombre.
Los paces nos enseñaron  muchas cosas.
Tantas que no caben en palabras. Nos enseñaron de ellos, de nosotros, de los otros.
Hace un par de meses murió el último pescado de la casa: un enorme escalar, un predador brutal que había terminado con todos los demás habitantes de la pecera.

Durante veinte años tuvimos peces.
Cuando éramos una familia de tres, cuando fuimos dos, cuando volvimos a ser tres, cuando estábamos siendo cuatro y no fuimos, cuando la casa estaba siempre llena de niños y adolescentes, con perro, con gata, con perra y gata, con pájaros.
Ahora hay silencio muchas veces, hay música otras.
Ahora hay un mantra en mi cabeza: acaricia el momento, porque todo acaba.
A veces, escucho otro mantra: no desesperes, porque todo acaba.
(Y no olvides que siempre al final el pez grande se come al chico, salvo cuando el chico se mantiene en grupo y no se corta solo)
Ya no tenemos ningún pez.
Ahora solo nos tenemos a nosotrxs mismxs.

No hay comentarios: