martes, 3 de julio de 2018

Tres mujeres veo en el río

Tres mujeres veo.
Sentadas en la parecita, sus piernas flotando en el aire suspendidas, abajo el río.
Tres mujeres en la costanera. Una tiene más de cincuenta, un aspecto elegante en su vestido dominguero, pañuelo de seda con estampado geométrico que envuelve el peinado que supongo de rubios reflejos. Anteojos de sol a lo Grace Kelly. Canasta de picnic de mimbre.
Tres mujeres.
La pequeña lleva trenzas, pollera escocesa, zapatos guillermina, medias tres cuartos y un saquito de lana que abriga su cuerpito. En la mano algo que puede ser un pañuelo, o un libro de cuentos. La mirada triste, las cejas preguntando.
Tres.
Falta la del medio.
La que falta es la hija.
La que falta es la madre.
No sé si la han matado a palos, si murió en un aborto, si la están torturando, si enloqueció debido a una violación, si está presa.
No sé.
Falta.
La que falta es una mujer.
Y nadie pide más explicaciones.
Solo estas dos mujeres que veo, sentadas en la parecita, las piernas en el aire suspendidas, el río que va y viene, sin orillas.

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