viernes, 20 de julio de 2018

Esos planetas (no) tan lejanos

Creo que se enamoró y manda mensaje  en el éter, como un astronauta que navega en las redes.
Yo aprendo a leer la estela de su barco que partió a otros mares y se me estruja un poco alguna parte del cuerpo aún no descubierta por la neurociencia ni ninguna otra ciencia.
Sin coma.
Todo eso leo en sus palabras, y una voz que viene de Marte me sugiere hacer una hoguera y quemar ahí todo lo que conviene abandonar.
Creo que cuando nos llega la certeza de que ni siquiera pudo ser, y tanta muerte alrededor nos acecha, cuando una nueva voz nos endulza la noche, somos nuevamente de Venus porque falta menos para la primavera que siempre viene con Dionisio en el bolsillo para estas tierras del sur.
A veces una tristeza ajena se nos contagia en la noche y solo nos consuela saber que jugamos el juego de la vida y que hemos sido capaces de capturar y conservar una mirada, una voz, una mano que mantuvimos aferrada cuando todo se deshace en medio de un tornado.

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