miércoles, 18 de julio de 2018

Las heridas

Man Ray
Se pone a leer mensajes y cartas viejas, y antologías y epistolarios de personas desconocidas y de famosas.
Hijos a padres, madres a hijos, soldados en el frente, enamorados que se han alejado en un para siempre que sospechan pero no saben con certeza. Humanxs que encontrándose en sus momentos límite, solo saben hablar de una cosa: el amor. Refugio e infierno, todo lo que importa y lo que, cuando se pierde, se transforma en obra o en locura, en pena o en desmesura, o en esa otra variante que el poeta anhelaba: piedra inerte e indiferencia.
Y el balbuceo incesante de los amores no correspondidos, del que surgen las grandes obras del arte y la literatura, y las mayores estupideces también.
Todo ese cúmulo de promesas y acuerdos rotos, todo el sufrimiento que es como el cemento sobre el que se construyen las arquitecturas que somos al crecer.
Una adolescente me cuenta de un pibe que le gusta y le brillan los ojos, el pibe (ella cree) no le registra y a ella se le nota la herida, la herida de no haber sido reconocida, la herida narcisista. Ella no lo sabe, no puede creerlo en estos, sus quince años, pero el pibe casi con certeza no le va a importar nada el resto de su vida, a lo sumo para hacer alguna broma si conserva a las amigas y amigos actuales, un significante de los modos en que habitaban el territorio de la escuela, a lo sumo.
Pero de la herida si se la va a acordar, porque esos primeros rechazos, esas indiferencias nos lastiman muy por debajo de la epidermis, hasta la raíz. Se quedan a veces allí, como latiendo sin latir, adormecidos, hasta que alguna nueva herida les devuelve la vida. Nos quemamos con leche varias veces, pero cada vez nos duele menos. Y algo aprendemos, al menos, algo de nosotros.
Y también causamos dolor. A veces sin querer, a veces, queriendo. Vengamos en otros las heridas que nos infligieron de niñas, vengamos en otros las heridas que nos infligieron de adultas, ¡y qué alivio es cuando olvidamos, y ya ni venganza ni recuerdos hay!
Es así la vida, es así el deseo, que anda suspirando por las alcobas, caprichoso, intenso y efímero a la vez, volátil, andariego.
Hay dos caminos que se bifurcan a la vuelta de todas nuestras esquinas: el cinismo siempre es una opción, pero ay....mejor sufrir, mejor amar.

No hay comentarios: