lunes, 17 de febrero de 2014

Toda pasión apagada

All pasion Spent, es el título original de esta novela inglesa de una de las escritoras del Grupo Bloomsbury, Vita Sackville West (1892-1962), a quien Virginia Woolf dedicó su Orlando.
¿Es posible no abalanzarse sobre un libro que se titula así?
No para mí. Tal vez por eso emerge a la superficie, victorioso, de entre la pila de libros pendientes de lectura, préstamos y regalos generosos de la post inundación. En este caso de PM, que lee todo, conoce a todos y mira todo. Está esperando hace unos meses imponerse a lecturas que surgen del capricho, las necesidades del trabajo, el estudio para las clases y las correcciones u obras que han generado más ansiedad, que se han impuesto por recomendaciones efusivas, préstamos con plazos más perentorios, las extrañas combinaciones de cómo se vinculan los acontecimientos, los deseos, los libros que leemos en un momento y no en otro.
Viuda a la edad de 88 años de quien fuera un marido autoritario, encantador e importante (ex Virrey del Imperio en la India, diplomático y político) Lady Slane se ve al fin emancipada de su esposo y sus seis hijos, todos mayores de sesenta.  
La "pobre mamá" al fin puede liberar sus pensamientos, tomar las riendas de su vida, elegir dónde vivir y regodearse en reflexiones que la han acompañado, aunque reprimidas, siempre, como la sensación de que "los acontecimientos tenían como consecuencia resultados aparentemente inconexos." (2005, 61). Tampoco parece muy dispuesta, para el asombro de sus hijos que siempre la han visto dócil y obediente bajo el mando del padre, a aceptar su propuesta de vender su casa para dejarse cuidar por ellos. En cambio, decide vender y mudarse a una alejada casita en Hampstead, para vivir lo que le quede a su manera, sin verse forzada a cumplir ninguna convención ni a hacer lo que se espera de ella. Elige, al fin dueña de esa posibilidad, recuperar sus sueños y hacer renacer, si es posible, la pasión perdida bajo el peso de las convenciones de un matrimonio victoriano y una pertenencia aristocrática. 
En la contratapa de la edición argentina de Alfaguara de 2005 (la primera es de 1931), Rosa Montero sostiene de la escritura de Vita: «Toda la elegancia, toda la ironía y, bajo una tersa superficie, una buena dosis de veneno. Una lectura muy sabrosa.»
Vita Sarkville West
La novela comienza con la muerte de Lord Slane, baluarte del Imperio. Le sobreviven su anciana viuda, seis hijos mayores y numerosos nietos ya adultos. Pero Lady Slane tiene sus propios planes: la sumisa esposa y complaciente madre quiere, al fin, vivir su vida. Con una escritura elegante e irónica, con ese estilo sarcástico de la literatura  inglesa del siglo XX temprano, la autora crea un clima íntimo, algo romántico e idealista, en que los detalles, los silencios, los gestos, hablarán más que las voces y los diálogos de los hermanos que se disputan el hacer con "la pobre mamá" las cosas al modo de cada uno.  
Con las limitaciones físicas, pero también la serenidad y  la libertad de 
hacer lo se quiere, la protagonista de la novela parece decirnos que a pesar de la pruebas de la vida, puede haber una revancha. Una oportunidad de ser libres. La posibilidad de sustraerse al poder con el cual a veces nos tiranizan y oprimen ciertos vínculos familiares; nos ofrecen falsas elecciones, para que nos sintamos responsables (también culpables) incluso de aquello que no hemos sido en absoluto libres de decidir. A pesar de las renuncias y sacrificios que en nombre del deber y de un modelo familiar esclavo del que dirán se hacen, bajo el nombre del "amor filial", que parece gritar al final de la vida que no puede ser sinónimo de tanto dolor,  tanto egoísmo e imposición de unos sobre otros. 
Khaleesi y uno de sus pequeños dragones (Game of Thrones)
Tal vez por su condición de lesbiana en la Inglaterra victoriana, Vita Sackville West comprende en cierta forma, y denuncia con su elegante estilo, lo opresivo de vivir de acuerdo a los deseos y necesidades de otros, las convenciones de una sociedad en la que no hay lugar para todos, ni reconocimiento ni respeto por las elecciones que no se comprenden. Pero también por su pertenencia a un linaje aristocrático y su matrimonio con un destacado diplomático, Vita puede permitirse ser quien es mucho más que otros, incluso, que su amada y admirada Virginia Woolf. 
Tal vez por eso, en pleno disfrute de la lectura, mientras a la noche me trago unos tras otro, deleitándome como si bebiera un vino atesorado por sabios bodegueros, los episodios de Game of Thrones, no puedo dejar de pensar en que esa es la vida de la mayoría de los seres humanos. ¿O acaso toda vida no requiere ser sostenida por la pasión de quien la vive? ¿O acaso alimentar a esos pequeños dragones de fuego no requiere de muchos esfuerzos, que en la mayoría de las vidas no encuentran recompensa alguna? ¿Y no está el margen de elección siempre condicionado, la libertad del sujeto, incluso la ética de la responsabilidad, por la situación material, los brutales niveles de injusticia y la estructura familiar en la cual nacemos?

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