viernes, 3 de junio de 2011

La causa (In) Noble y el Diablo

Si uno no es más que un humilde curioso de la historia y la literatura como es mi caso, apenas un humano que husmea en el pasado de otros humanos, ha aprendido a desechar muchas ilusiones respecto a las posibilidades del bien, la verdad y la justicia, de hacerse presentes en la vida real de las sociedades. Parecen apenas anhelos, horizontes utópicos que señalan, ya sea en la trama del relato mítico, religioso, ideológico o filosófico, deseos de quienes han visto de cerca o de lejos la enorme capacidad de daño que tenemos los humanos.
Las sociedades fueron creando órdenes institucionales para satisfacer esas demandas. Siempre humanas, siempre imperfectas.
A la vez, la historia se presenta como el rompecabezas creado por una mente siniestra, un "ángel caído" capaz de todo los diseños maléficos, potente, inteligente, infinito. (Con los rostros que queramos ponerle: Vlad Tepes, Videla, Bush, Hitler, Pol Pot, Stalin, Aramburu, Magnetto, Massera, Ernestina Herrera Innoble).
Repetida hasta el hartazgo la frase de Hobsbawm del "corto siglo XX "como era de las catástrofes", las atrocidades de ese siglo y el alcance de las injusticias no han hecho más que continuar. Basta con ver la extensión  y la magnitud (sin fronteras) de los genocidios que llevan a cabo en este mismo momento Estados Unidos y sus socios, corporaciones y grupos de poder con extensiones en todo el mundo. Es una obviedad señalar que el orden neoconservador (quizá mal llamado neoliberal puesto que de liberal tiene muy poco) está vivo, goza de completa salud y tiene representantes en Argentina que, por supuesto, luchan por sostener sus privilegios, su insaciable avidez de riquezas y disponen de toda clase de instrumentos para ello.
Las instituciones que los hombres han creado para controlar, regular y ordenar la sociedad, las leyes y los órganos encargados de administrar y aplicar el sistema legal (con la aspiración de reparar injusticias) son eso. No son ni deben ser llamadas "la justicia". Podemos nombrarlas en nuestro orden republicano constitucional Poder Judicial, Tribunales, administradores de justicia, etc. Pero no son la justicia.
La causa Herrera (In) Noble, y el último fallo tramposo de la Sala II de Casación, irrita tanto a cualquier ciudadano con una ética democrática precisamente porque violenta todas nuestras aspiraciones institucionales para tener una sociedad más justa, con instituciones mejores que cumplan con los mandatos constitucionales y respeten el orden fundante de una sociedad que nos hemos tratado de dar, con los principios de igualdad ante la ley, el respeto por los derechos humanos, la búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia y la obligación de los poderes del Estado constitucional de reparar las injusticias del Estado terrorista.
Los crímenes de lesa humanidad no prescriben, pero los culpables envejecen y mueren y así zafan de las condenas que les corresponden. También envejecen las abuelas, tras tres décadas de inclaudicable búsqueda, y mueren sin justicia ni verdad. El conocimiento de la verdad histórica y las condenas no son reparadoras solamente para los querellantes y las familias e individuos que sufrieron los secuestros, los asesinatos y el silencio. Lo son para el conjunto del pueblo y lo son para fortalecer el orden democrático institucional. Y lo son incluso más allá del uso político que de éstas se haga.
Cualquier dirigente político, más allá de su posicionamiento partidario, que no luche para esclarecer el emblemático caso de los  secuestrados Felipe y Marcela, que siguen siendo en verdad NN, y a la vez diga defender la democracia y las instituciones, MIENTE. Cualquier juez que pone obstáculos para esclarecer la verdad e incumple las leyes, o bien es un inepto (y debería ser removido) o bien incurre en algún delito, por lo menos, de incumplimiento de sus deberes de funcionario público.El pueblo se expresa y vota, cambiando o convalidando a quienes ocupan el Poder Ejecutivo y Legislativo. Sin embargo, de los funcionarios judiciales sabemos poco y controlamos menos.
Más allá de los tecnicismo y los vericuetos legales, nadie puede ignorar que un inocente hará todo lo que esté a su alcance para demostrar rápido su inocencia y derribar cualquier falsa sospecha.
La justicia tardía es injusta. Estos crímenes ocurrieron hace más de 30 años. Esta causa tiene 10 años en los tribunales.(Y cero en "la justicia", puesto que hasta ahora no ha habido reparación de la injusticia alguna)
Detengámonos un instante a reflexionar: ¿qué diríamos todos de un caso similar (dos niños secuestrados, criados por los sospechados de participar en el secuestro, familias que luchan años para verificar si son sus hijos, sobrinos, nietos, 10 años de sustanciación de pruebas, etc) si fueran personas ignotas las implicadas?
Centro clandestino detención-ESMA
¿Qué diríamos si nos detuviéramos un minuto, 10 segundos al día, a imaginar a una joven madre torturada, pariendo entre asesinos, paralizada de miedo, soportando que le quiten a su bebé de entre los brazos, imaginando.....? Intolerable. Y sin embargo,  parece que lo toleramos. 
¿Hay seguridad jurídica en un país con este tipo de instituciones judiciales? ¿Se fortalece así la República? ¿Hay libertades y garantías?
¿Hasta cuándo habrá que repetir estas verdades de perogrullo, obvias, simples?
En un viejo libro escrito en los cincuenta por Giovanni Papini (que le costó la excomunión) llamado El Diablo, el escritor afirmaba que en el siglo XX "el mejor truco del Diablo es habernos convencido de que no existe", que, creo, es una cita de Baudelaire.
Ya sea que lo tomemos como una metáfora del mal en la cultura, que adscribamos al relato de la doctrina cristiana, que nuestra confianza y fe en el paradigma del pensamiento científico contemporáneo nos haga desechar este simbolismo con una sonrisa irónica, aún así, podemos rechazar actuar del lado del Diablo, que es el lado de la injusticia y la maldad, el lado de Ernestina, el lado de los funcionarios judiciales que la sostienen, el de los medios de comunicación que la apoyan y el lado de los políticos que callan.


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