viernes, 26 de enero de 2018

Y se balancea sobre sus piernas, cansada

Ella permanece de pie y espera el turno, como los condenados, solo espera.
Su expresión es pétrea, su cuerpo se balancea, quien la observa podría creer que no piensa en nada, su mente en blanco, o bien que no siente nada, su corazón frío.
Los ojos se mueven apenas, miran el cartel digital que anuncia que están por atender a alguien que tiene ochenta números menos que ella, que lleva horas allí, de pie.
Recuerdo del jardín en Etten, 
1888  Museo del Hermitage
Le duele el brazo quebrado, le pesa el bolso en el que lleva un libro que ha estado leyendo y ya no lee, un teléfono que ha estado mirando y ya no mira, pañuelos descartables, un neceser con pocos cosméticos, estuche de anteojos de sol, pastillas para el dolor, peine, hilo y aguja, un llavero infantil que olvidó su hija en el auto, una cartuchera con algunos lápices de dibujo, un bloc con papel de colores con bocetos para futuras pinturas , una botella de agua que el sol ha calentado, una crema de manos que huele a lavanda.
Nadie podría sospechar que está recorriendo con la mente capas geológicas diversas: un cuadro de Van Gogh que le gustaba de chica, en una reproducción que había sobre la chimenea de unos tíos que no vio nunca más. Planes para pagar las deudas de impuestos que le pesan sobre los hombros como piedras de río, los resultados que le dará el médico que pueden cambiarlo todo, las canciones de un músico que alguna vez amó pero ahora apenas recuerda, la biografía que estuvo leyendo sobre esa escritora rusa que nadie conoce y que a ella le conmueve el corazón, que no es frío como podría pensarse al observarla, en su expresión pétrea y su balanceo.
Se balancea como si cargara a uno de sus hijos, como cuando estaba embarazada o como cuando eran pequeños.
Piensa en él y tiembla, pero no se nota.
Piensa en el peso del cuerpo de él sobre ella, en cómo les gustaba dormirse abrazados aunque solo tenían sexo casual, en las cosas que él le pedía para sentir placer y piensa en si él alguna vez pensará en ella.
A la mañana le dio un beso a F antes de salir de su departamento, limpio y ordenado como el de todo obsesivo grave, y el olor del after shave de F le recordó esos días felices en los que se iba de la casa de él con el cuerpo agotado de amarse, y haciendo como si no se quisieran.
Él no sabía querer, no sabía quererla, pero a veces lo simulaba muy bien.
Piensa en todas las tonterías que hizo, que dijo, que pensó, en los hombres con los que se acostó para llenar el vacío de una ausencia y en que eso no calmaba su deseo.
Piensa en que fue ella la que arruinó todo , con sus confesiones y sus miedos, pero sabe que no es así, que él solo estaba jugando mientras pasaba el rato para ir adonde de verdad quería estar.
Piensa en él abrazando a otra mujer.
Piensa en él enamorado de otra mujer.
Piensa en la película Paris Texas, (en la banda de sonido sobre todo) y en un cuento de Raymond Carver y en la clase que dará la tarde y en sus alumnos más pequeños que la esperan con las miradas encendidas de alegría como él jamás la miró.
Y se balancea sobre sus piernas, cansada.

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