domingo, 28 de enero de 2018

En las montañas nevadas, entre canciones

El colectivo subía y bajaba por los caminos resbaladizos de las montañas eternas, el traqueteo le golpeaba la nuca y el paso del calor al frío le causaba dolor de garganta, pero aun así no podía quitar la vista de las cumbres nevadas mientras escuchaba con auriculares una selección de canciones de su universo de goce. Bowie, Prince, Cerati, Babasónicos, Lou Reed, Charly, Rita Lee, El mató, envolvían el viaje alucinante.
La tierra y las piedras rodaban y volaban y el tiempo se había realizado en otra dimensión.
En el cuerpo se le superponían recuerdos: veía a su hijo jugando con el perro que más amaron y que ya no está, y acunaba a sus ahijados y sobrinos como si fueran bebés, hablaba con su padre como si estuviera vivo, reían y comentaban de los colores de esas tierras que habían visitado juntos la vez primera.
Y de pronto una imagen de un hombre que había estado queriendo le vino al cuerpo, de esas imágenes que sólo la intimidad puede cobijar y que dicen que hemos sido algo más que extraños con otra persona. Y en lugar de quedarse ahí, en lugar de intentar retenerla, se le fue, le pareció ridícula, como esas cosas que no entendemos cómo pudieron sernos familiares o deseadas. Sólo un cuerpo sediento de otro cuerpo sin ninguna conexión.
Fue entre una y otra canción, entre una y otra montaña, entre una y otra vida.

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