Fuimos a la selva y metimos los pies en las marrones y mal olientes aguas del Beni, y me olvidé mi nombre, y el tuyo, y los nombres de los que nos precedieron. En Rurrenabaque todo parecía selva y lluvia, barro y esa vegetación exuberante salida de la imaginación de un Conrad tacana o quechua hijo del Sol y la Luna.
No vimos delfines ni perezosos, pero las pirañas, los perros más raros del mundo y las tortugas acompañaron nuestras noches de insomnio y de calor, y tu cara después de tu voz, y otras caras, la mía incluso, se fueron desdibujando porque la selva es locura y pasión, caos y desmesura.
Sospeché a Kurtz en varias miradas, la violencia se hizo salvaje golpe sobre el muchacho que arrastraba la policía, el calor hundió el deseo como en un pozo sin fin construido por cazadores extraviados en la Amazonía en busca de agua potable.
El tiempo del Beni es el presente, no hay pasado ni futuro, la gente llega y olvida quién era y si se enamora de un/a tacana se queda y ya no hay futuro, sino este instante, y el estar siendo.
Te vas esfumando y solo regresas a la noche en la somnolencia. Tu recuerdo se mezcla con otros recuerdos, se hace una masa sin formas claras como el fango que se forma en las orillas del río amazónico cuando la lluvia lo somete. La voz siempre se olvida primero, eso pasa con los muertos y quienes se fueron antes de que la tecnología nos permitiera registrarlo casi todo, se llevaron sus voces para siempre de nuestros recuerdos.
Tal vez son sus llamados y sollozos, o su risa, sus promesas, lo que trae el viento de la tarde en el Beni, cuando las balsas cruzan los camiones y los colectivos, y los perros, y los niños con gusanos en sus cuerpos, y los maestros que juntan firmas contra la represa y se visten como curas de los años 40, y los vendedores de plátanos, y los niños y las niñas que van a practicar caporale....y me cruzan a mí, estos barqueros como Carontes, que no saben si en la otra orilla encontraré vida o muerte, luces o sombras.
Y miro hacia las laderas de fango donde un alud lo arrasará todo una y otra vez y pienso que, salvo el amor en su forma de caridad, todo lo demás muere
y se corrompe.
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