A los pibes los matan por la espalda porque no son.
A las pibas las violan y las tiran a los basurales porque no son.
Son pobres, son negros, son putas, son kaka, son la basura que nadie quiere oler o ver en estas ciudades colapsadas y llenas de muros reales e imaginarios.
En los barrios de los ricos y los comercios para la clase media los pobres solo se notan cuando no están, como en los paros de transporte masivos, como en la película Un día sin mexicanos. No hay quien limpie la basura de los ricos (no hay basura que limpie la basura), quien les cocine, quien limpie los culos de los niños y los ancianos de las familias privilegiadas.
Los pobres pueden llegar a ser "como de la familia" y la familia es buena, les habla y los trata como a humanos y les da la ropa que descarta y les compra regalos en los cumpleaños y se interesa por su educación.
Nadie habla en estos términos ahora, salvo quizá los adolescentes, porque hemos encontrado otros lenguajes y otras metáforas que tienen la delicadeza de ser más precisas, y al mismo tiempo, el beneficio de mantenernos alejados.
Lo que no se puede escribir ni con palabras simples y antiguas ni con las nuevas, ni se puede retratar con imágenes, es el olor.
El olor de la pobreza merecería llevar el nombre de algún golpe de box letal, es un cross a la mandíbula que se queda a vivir por horas en nuestras fosas nasales y nuestro sistema nervioso. Es invasivo y contundente, indescriptible mezcla de residuos: cloacales, de fábricas contaminantes, basura en estado de podredumbre, alimentos en descomposición, algún cadáver animal, puede ser humedad o polvo seco, algunas plantas, ropa húmeda, caños de escape, sudores de enfermedades, insectos...
El olor de la pobreza genera rechazo y miedo.
Se hunde como sarna que crece por debajo de nuestra piel.
Si fuéramos como de la familia con los pobres que explotamos compartiríamos sus camas y su olor, alegrías y dolores en sus hogares y en los nuestros. No seríamos condescendientes, seríamos compañeros y compañeras de lucha, no sé, amigos, pero no esto que somos.
Observadores tolerantes de este olor que nos separa, que vemos lo pintoresco donde solo hay injusticia e infamia.
El olor de la pobreza es el olor de los despojados.
El despojo más agraviante es el despojo de justicia.
Su olor no nos dejará en paz.

caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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jueves, 25 de enero de 2018
El olor de la injusticia
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