domingo, 8 de noviembre de 2015

La mujer temblorosa o la historia de mis nervios

"Estamos habitados, ocupados, somos seres plurales y
 siempre vivimos en relación con ese mundo exterior que percibimos
 como seres corporales y no solamente como cerebros".
(Siri Hustvedt, La mujer temblorosa)*

 Es grande "la capacidad del ser humano para olvidar lo que no quiere saber, para no ver lo que tiene delante". (W.G Sebald, Historia natural de la destrucción)

Me gusta cómo reflexiona e invita a reflexionar Siri Hustvedt, escritora noruega-estadounidense, ** acerca de cosas que forman parte de la más privada intimidad y, al mismo tiempo, conforman las preguntas esenciales de los seres humanos: ¿quién soy? ¿Por qué soy de esta manera? ¿Por qué me enfermo? ¿Cómo funciona la memoria, los recuerdos, los traumas, el dolor? ¿Somos espejos de los otros? ¿Cuándo dejamos de percibir las dimensiones cuerpo y mente como una unidad?
Su padre ha muerto hace dos años y las hermanas y la madre le piden a Siri que diga unas palabras en un homenaje que organiza la universidad donde su padre trabajaba y vivió gran parte de su vida. A pesar de estar habituada a esa clase de exposición pública, mientras está diciendo su discurso, Siri Hustvedt comenzó a temblar. Y aunque el cuerpo se le convulsionaba completamente fuera de su control, su voz seguía fluyendo como si las palabras estuvieran disociadas del temblor que la sacudía. terminó su discurso casi disociada, entre la oradora serena que todos conocían, y esta nueva Siri, la mujer que tem­blaba. 
Como había ocurrido con unas tremendas migrañas que la aquejaban desde la muerte de su padre, los ataques continuaron.
 Este libro relata, con ese estilo honesto, despojado de soberbia y de certezas, el doloroso camino que emprendió esta escritora tratando de encontrar un diagnóstico, una explicación a estos ataques. En ese afán, recurre a la psicología, la neurocencia, la psiquiatría, la literatura y el psicoanálisis, en un Estados Unidos dominado por la hegemonía del discurso del DSM, el conductismo dogmático y la quimicalización de la angustia y las preguntas existenciales. Despojada de muchos prejuicios, la autora intentará encontrar  respuestas en un grupo de estudio en el que algunos especialistas de diversas procedencias buscan crear un nuevo campo: el neuropsicoanálisis. A la vez, ella comienza a dar clases en talleres literarios para enfermos mentales internados en hospitales psiquiátri­cos. En su viaje, se detiene a analizar acerca de cómo opera la memoria, los distintos tipos de memoria y de recuerdos que tenemos, los modos en los que nos relacionamos con los otros, la subjetividad como un factor poro reconocido pro la ciencia en su justa importancia y los mecanismos de negación de los traumas, por ejemplo, en el caso de los soldados, análogos a ciertas formas de la histeria clásica.
Memoria, imaginación, pensamiento en imágenes, percepción, todos los materiales con los cuales a la vez trabaja un escritor, de modo que aunque parezca que el libro nos lleva a recorrer neuropsiquiátricos, anécdotas de soldados brotados en medio de las trincheras o experiencias de histéricas freudianas, aunque los temblores y la "historia de sus nervios" nos remitan a otros clásicos del discurso sobre los nervios, Hustvedt no deja de hablar de literatura y material literario.
Leyendo a esta brillante escritora, me surgen preguntas acerca de los traumas colectivos y de cómo el afán por despojase de argumentos, de preocupaciones lógicas y de dejar atrás experiencias traumáticas, puede precipitar olvidos sociales que habiliten decisiones trágicas.
No creo que sea porque el libro se lo proponga, pero algo en esta lectura me recordó esa obra genial que es la Historia natural de la destrucción, que desnuda el ominoso silencio colectivo que la sociedad alemana se auto impuso, para no hacerse cargo del horror que había protagonizado y las consecuencias universales de la negación del pasado. 
(Algo parecido parece estar ocurriendo en estos días previos al ballotage en Argentina, donde las más retorcidas versiones del autoengaño paracen encubrir el trauma causado por los representantes de los poderes económicos que hundieron a más del 50 % de nuestra población en la pobreza y la indigencia, y premiarlos con una nueva oportunidad para que nos destruyan, como si un manto de oprobioso olvido aquejagara a una gran parte de la poblaicón, "harta de hablar de política", "del relato" y otras cuestiones mucho menores que el hambre, la violencia extrema que este engendra y la pobreza generalizada.)
Desresponsabilizarse del pasado, culpar a otros de nuestros males, ignorar los acontecimientos traumáticos, esquivar las preguntas insidiosas, puede que nos cause alivio en el momento, y nos evite dolores coyunturales, pero a la larga...¿no  retornarán como síntomas colectivos en la forma de fantasmas y pesadillas capaces de hacer mucho más daño que sus versiones originales?



* Anagrama, Barcelona, 2015, pág. 100.
¨** Conocida por muchos por ser "la mujer de Paul Auster", Siri Hustvedt merece un lugar propio como la gran escritora de narrativa y ensayista que es.

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