sábado, 5 de abril de 2014

El malentendido, de Iréne Némirovsky

El malentendido (1926) es una novelita de esas que imagino le hubieran fascinado a mis abuelas, a mis tías abuelas, contemporáneas  de esta talentosa escritora. Se va leyendo así, sin sobresaltos, como una canción clásica de otro tiempo, pero que todavía tiene algo, en su melodía bien ordenadita, que nos causa cosquillas en la espina dorsal. Es la primera novela de Iréne Némirovsky, escritora polaca devenida francesa en 1919, después de huir de la revolución bolchevique. Educada con toda la dedicaicón de una hija única de familia burguesa, obtuvo incluso una Licenciatura en letras en la Soborna.
A mí esta lectura me lleva a los mundos de Zweig, visitados hace poco por medio del cine, que al fin lo redescubre, en El Gran Hotel Budapest. O de historias de Balzac, más bien quizá de Flaubert, puede haber algo de los climas de Sandor Marai (que a fin d ecuentas, fue una suerte d ediscípulo de Zweig)...habiendo pasado por Proust, indudablemente, y algunos rusos.
Irene N. tuvo uno de esos destinos trágicos que abundan en este blog, de deportaciones, torturas y muertes en campos de concentración a manos de los nazis: Auschwitz 1942.
Su obra será conocida mucho después, cuando por azar una de sus hijas descubre y publica Suite francesa en 2004. Debo confesar que Irene (Irushka) es un nombre de resonancias especialmente queridas para mí y su posesión me predispone a una lectura placentera. Harteloup, se apellida el protagonista, y a mí me evoca a Saint Loup, y ya me estoy enamorando como Gilberta  y como Marcel también...
Esta es una novela para leer un día como el de hoy si uno se puede sustraer al terror de esta lluvia. Sentarse
Fuente
con un té (en lo posible y aunque nunca tomemos té, un buen té ayudaría a crear el clima) junto a la ventana. Suspirar, al menos en silencio y en la imaginación. Pensarse de veinte, sentir que el presente es eterno y entregarse a la evocación de esos enamoramientos arrebatados que nos secuestran la voluntad, la prudencia, tan ajenos al mundo de la especulación y el cálculo. Pura pasión amorosa, deseo de ser deseadas, erotismo en las miradas y los roces...Un hombre que sonríe como si una sonrisa masculina fuera la felicidad. Esas eternas esperas junto al teléfono...De la llamada que nunca llega.
Esas mujeres de la aristocracia europea, aburridas de tan servidas, colmadas de bienes y riqueza y carentes
de ocupaciones e inquietudes sociales o políticas, sometidas a las reglas del mundo de los hombres y algo histéricas, en el sentido de las histéricas de Freud....Incapaces de imaginar la pobreza, la necesidad de trabajar para ganar el sustento, las tramas sofocantes del mundo de los oficinistas, pequeños burgueses que han perdido sus fortunitas o sus sueños porque "para empezar, hoy la vida es muy dura. Las fuerzas que antes se derrochaban en la pasión y el amor, ahora hay que reservarlas para resolver mil problemas cotidianos embrutecedores, insoportables...Para amar como ellos se requiere tiempo libre, dinero....Qué suerte tenían (...) Necesitaban emociones; nosotros, en cambio, necesitamos descanso." (I. Némirovsky, "El malentendido")"..
Louise Brooks,
De la imposibilidad de la relación hombre-mujer, podríamos decir, del gran malentendido que es siempre el amor, trata esta novela. En una playa vasca, en verano, sin las presiones de la vida urbana, la joven madre Denise, integrante de un matrimonio conveniente, previsible y aburrido, se deja seducir por el amargado Yves, antiguo aristócrata que ha perdido la fortuna y medra en una triste existencia de oficinista. Cuanto más se aman, cuanto más se gustan y se desean, menos se comprenden, menos se sospechan, apenas se adivinan y hacen el amor hasta agotarse sin saber del otro más de lo que saben de un extraño.
Ella ama como amamos las mujeres enamoradas: completamente poseída por un amor hecho de incertidumbre, de esperar las palabras que le dieran certezas de ser amada (esas que nunca llegan del hombre correcto y nos abruman, en cambio, de aquellos que no nos interesan). Ella, Denise, sufriendo en su amor, entregada a una ansiedad que es espera desesperante mientras él se hace ausencia y vacío en el pecho.

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