jueves, 16 de diciembre de 2010

Inmigrantes, Néstor y los ojos bien abiertos

El acto de homenaje a Néstor organizado por "Filo vuelve" ha sido emocionante. Todas las palabras dichas, correctas: las de Trinchero, el decano; las del siempre lúcido Galasso; las de Marcelo Mango, de la Ctera; las de Adriana Puiggrós; las del estudiante Gullo; las de Alberto Sileoni. Conmueve ver la cantidad de compañeros y compañeras en ese patio feo y un poco oprimente en el cual, no sé por qué, ni los jóvenes interrumpen para corear consignas, como si lo hicieron días atrás en el homenaje en la Universidad de La Plata y en tantos más. Igual se respira esperanza militante en los carteles pintados a mano, el video, la energía puesta por los organizadores, entre los cuales hay amigos y compañeros.
Ese día el gobierno de CFK ha salido, una vez más, por encima del laberinto que traman los conspiradores, con política y soluciones para los okupas del extenso baldío que unos caraduras llaman "parque" (Indoamericano, para mayor ironía).
El ministro Sileoni cierra su discurso con la consigna, tan escuchada en estos días: ¡Ni un paso atrás! (y no puedo evitar una lagrimita que baja hacia adentro al recordar un post que hice sobre ese tema cuando fui al acto de Néstor en el club Atenas, en mi ciudad, este año, y no puedo creer que ya no esté).
Salimos, rápido, con Elvira y G. Tenemos que alcanzar el subte para regresar a los hogares, de ser posible, antes de medianoche. 
Me estoy meando y en el hall de la facultad, le pregunto a un ordenanza por el baño. Me contesta con un español dificultoso que me permite adivinar un origen ruso. ¿Sos ruso?, no puedo evitar preguntarle. Asiente. Le digo, con ignorante y torpe pronunciación (sólo he leído una y mil veces la frase, pero no la he escuchado y del idioma ruso lo mío es sólo curiosidad  y analfabetismo): ni shagu nazad. No me entiende. Elvira se ríe y me chicanea, con gracia. El tipo piensa y me dice: ¡Ah, sí! Ni un paso atrás. Y pronuncia, en ruso y como corresponde, la orden que hizo famosa Stalin durante el sitio a Stalingrado. Le pregunto de dónde es. Ucrania. Calculo mal, yerro, porque sugiero que no soporta a Stalin. Por el contrario, un patriota, dice. Se han contado muchas mentiras. Me cuenta que su padre era militar y peleó en la Segunda Guerra, en la época soviética. (Hago un mezquino cálculo mental de edades, podría ser cierto y podría no serlo). El vino a la Argentina antes de la Perestroika.
Chango Spasiuk, nieto de inmigrantes ucranianos
Ya imagino toda la novela. Qué paradojas de la historia humana. Quizá fue nieto de un campesino kulak, que perdió todo en una purga. Su padre tal vez llegó a ser alguien importante en el ejército soviético y soñó con mandar a estudiar a sus hijos en las universidades e institutos a los que podía acceder cualquier trabajador soviético. En cambio, él termina limpiando la mierda de docentes y estudiantes, en su mayoría troskos, de una facultad de la UBA, en la Buenos Aires tilinga y gorila que gobierna la derecha. Todo eso puede ocurrir en apenas unas décadas, nada en la historia de la "civilización", pero vidas enteras robadas. ¿Cómo, para la mayoría de las mujeres y los hombres que han sido, que son y serán, se sube y se baja en la "escala social" casi de la noche a la mañana, se pierde todo en una noche de pogromo, de invasión o de exilio? ¿Cómo puede ser de fatal el destino que los poderosos construyen para los pueblos, a fuerza de guerras y exterminios? Y pienso en los diversos modos en los que también los pueblos luchan incansablemente para construir vidas más justas y mejores.
Me resulta increíble que tantos compatriotas vayan por ahí, pagados de sí mismos, orgullosos de sus privilegios que consideran derechos exclusivos, ignorando lo afortunados que son, despreciando a los otros, a los que sufren un destino tan injusto como el que ellos podrían sufrir, así, de la noche a la mañana.
Inmigrantes de la Patria Grande latinoamericana
Al muchacho ucraniano, como es rubio y alto, su condición de inmigrante extranjero y ordenanza no le debe ser tan difícil de sobrellevar como la de un quintero boliviano o un trabajador peruano. El altiplano pobre genera más miedos en los fachos que el eslavo pobre, al menos acá. El miedo que tan bien explica Alicia Dujovne Ortiz en un artículo reciente.
Por eso hay que tener los ojos abiertos para ver, la injusticia está a cada paso, lo mismo que la oportunidad de destruirla.

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