domingo, 5 de mayo de 2013

"Encapricharse con quien no corresponde", John Irving, Personas como yo

“Cuando tenía veinte años, pensaba que las novelas que quería escribir ya estaban extinguidas; todos mis héroes literarios del siglo XIX estaban pasados de moda, algo que me generó cierta inseguridad en mis comienzos”, (John Irving)*

Me contaron que un escritor que también enseña técnicas de escritura detesta las citas, las menciones, las referencias a otros escritores y libros. Parece que las considera como errores o algo así y les dice a sus alumnos que renuncien a usarlas. No sé si es verdad, yo no he leído nada de este escritor. 
No debe gustarle John Irving (ni la mitad, o más, de los escritores que leo y admiro). En Personas como yo, que estoy leyendo lento como pos -inundada, hay como siempre esa clase de referencias a una biblioteca personal y universal que J.I comparte y que nos identifica a sus lectores, supongo, como parte de una tribu diversa, cosmopolita, dispersa pero conectada. Dickens, Flaubert, Melville, Hardy (y su Tess, la de los d'Urberville, que figura en la lista de melodramas clásicos que tengo pendientes, y que solo conozco por referencias y y por una miniserie de la BBC que estuvo bien) Shakespeare, Ibsen (y muchos otros autores de teatro clásico que no he leído).
Serie Tess la de los d' Urbeville. 
Como en casi toda su obra, está esa frase (o frases) que ofician como mantras conductores, para su personaje-narrador, para hilvanar la trama, para viajar en el tiempo de sus novelas en las cuales transcurren años y territorios, en este caso, la de "encapricharse con quien no corresponde". Quizá sea la frase inaugural de toda adolescencia, del erotismo orientado hacia otro u otros, de las fantasías inconcretas con esos amores primeros, polimorfos, urgentes, de ensueños e imaginaciones que se alimentan de gestos fugaces, breves, unas palabras, una pequeña anécdota.¿Hay acaso otra forma de iniciarse en el amor que la inconveniente,  la que no corresponde (y a la vez, no encuentra ni puede encontrar correspondencia)? ¿Otra que la frustración, la perturbación y el desconcierto provocados por esos caprichos que nos obligan a interrogarnos acerca de nuestro deseo (¿quién soy, qué quiero?). Algunos encaprichamientos nos ocurren, primero, en la literatura, en la lectura clandestina de una novela que nos inicia, que nos hace sentir "pecaminosos" sin saber por qué, cuando apenas comenzamos a abandonar la infancia (los 11, los 12, los 13 años). En el caso Billy Dean, el personaje de Personas como yo, serán las hermanas Brontë sus iniciadoras, con Cumbres Borrascosas y Jane Eyre (esta última, compartida por mí), recomendaciones hechas por la bibliotecaria y el padrastro causantes de sus primeros caprichos. 
También los paisajes de JI son conocidos: las geografías, los países nórdicos, ciudades como Hamburgo, Nueva York, en las cuales sus personajes buscan siempre al padre que no fue y al hijo que no sabe, por eso mismo, quién es. Buscan, desesperadamente, por medio del arte y del sexo (con personas mayores, con personas del mismo u otro sexo) encontrar el amor. 
Los fetiches recurrentes, corpiños (que en las traducciones que leo siempre son "sostenes", palabra que detesto) saquitos (que llamo también suéter, o pulóver o cardigan) de lana rosa (que se llaman en las ediciones españolas:"rebeca de cachemira rosa"), marcos de fotografías que ya no están (como pasa precisamente en mi casa, en la que las paredes se han llenado de moho, de olor a humedad, de descascaramientos y marcos de fotos arruinados con fotografías que ya nadie podrá ver).

Robert Mapplethorpe - 361 × 460 
Me gusta el (y los)  mundo (s) que crea Irving, incluso con sus provocaciones y sus reiteraciones, sus lugares y recursos predecibles (estilo, hogar lo llamaría) al igual que sus personajes. Complejo, diverso, interesante, de tramas inconclusas y caminos que se bifurcan, de personajes que hacen lo que no se espera de ellos, incluso, que decepcionan al lector (a mí). Es creíble, me atrapa. Incluso esos personajes sórdidos, tristes, atravesados por dolores causados en infancias de desprecios, abandonos y abusos, esos bisexuales insatisfechos, travestis indecisos, putas que añoran a sus hijos perdidos. Esas escenas de sexo iniciáticas algo perversas, las obsesiones repetidas con los  "penes" y las "tetas" (mediante sus fetiches,estas últimas) que a veces me aburren. Las puestas en escena teatrales de las mismas obras. Las referencias a obras musicales clásicas. Incluso esas.

Y por si fuera poco, me hace gracia, me genera respeto, su coraje fundado en años de trabajo y esfuerzo en la escritura, en haber producido algunas de las obras más importantes de esta época sin ceñirse a ningún "deber ser", amo cuando afirma: “Siempre he odiado a Hemingway. Me causaba vergüenza como escritor y como hombre. Y su manera de representar la masculinidad me parece un chiste. Él no era boxeador, era un alcohólico sobrevalorado que, además, es responsable de la ola literaria de todos sus imitadores. A mí me gustan las frases largas y los personajes complejos, y la mayor profundidad que consiguió Hemingway fue crear un personaje que era incapaz de tener una erección. Así que Hemingway es el mayor fraude de la historia. Como hombre y como escritor”.
John Irving, y esas personas como yo.


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