Es una novela histórica que, en clave autobiográfica, narra la vida de Boabdil (Abd Allah, de la dinastía nazarí), el último sultán de Granada, que perdió el reino a manos de los castellanos y aragoneses en 1492.
Este triste rey será siempre recordado por su derrota y su pérdida, y es por eso que la novela de Gala resulta tan interesante para los lectores que aprecian el género de la novela histórica, ya que nos ofrece diversas interpretaciones del personaje y la época, desde el lado musulmán.
Las guerras civiles entre los señores castellanos habían sido, por siglos, la clave del poderío del reino de Granada, que las fomentaba y las sostenía, a fin de asegurar sus fronteras con los cristianos. Y fueron, como suele ocurrir, las luchas internas entre las distintas familias que pugnaban por el poder en el reino de Granada, en la corte y el harén, las que debilitaron a Boabdil.
Gala nos presenta a Boabdil con sus contradicciones, sus dificultades para asumir la responsabilidad de gobernar, que no quiere, en medio de los tironeos entre su padre-que había usurpado el trono a su abuelo- y su poderosa madre, dos veces viuda de otros dos sultanes.
Boabdil, educado sin amor, iniciado en las artes de la política y de la guerra por consejeros muy capaces y muy corruptos y ambiciosos, y en las artes del amor, por el joven hijo de un funionario de su padre y luego, por su bella esposa, Morayma.
Entre las humillaciones a las que se sometió, -->tras su derrota en 1483 por las tropas castellanas del rey Fernando II el Católico, al mando de Diego III Fernández de Córdoba, Alcaide de los Donceles, 2º Conde de Cabra, Señor de Lucena y, posteriormente, Marqués de Comares -quien recibió el privilegio de ostentar en su escudo la cabeza encadenada de un moro y las 22 banderas árabes capturadas- Boabdil fue capturado y estuvo preso, entre otros sitios, en el castillo de Lucena. Mientras tanto, el trono de Granada fue ocupado de nuevo por su ambicioso padre.
Después, Boabdil aceptó el gobierno de Granada, su reino, como vasallo y pagando tributo al rey Fernando, quien finalmente lo liberó a cambio de que firmara el humillante pacto de Córdoba, por el cual se comprometía a entregar a Castilla la parte del territorio granadino en poder de Muley-Hacén.
Al leer sobre Boabdil, me acuna el canto y la melodía de aquel romance que me cantaban, mis maestras, en la infancia.
ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA
Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarrambla.
—¡Ay de mi Alhama!—
desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarrambla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Cartas le fueron venidas — que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego — y al mensajero matara,
—¡Ay de mi Alhama!—
Las cartas echó en el fuego — y al mensajero matara,
—¡Ay de mi Alhama!—
Descabalga de una mula, — y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba — subido se había al Alhambra.
—¡Ay de mi Alhama!—
por el Zacatín arriba — subido se había al Alhambra.
—¡Ay de mi Alhama!—
Como en el Alhambra estuvo, — al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, — sus añafiles de plata.
—¡Ay de mi Alhama!—
que se toquen sus trompetas, — sus añafiles de plata.
—¡Ay de mi Alhama!—
Y que las cajas de guerra — apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, — los de la vega y Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
porque lo oigan sus moros, — los de la vega y Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Los moros que el son oyeron — que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos — juntado se ha gran batalla.
—¡Ay de mi Alhama!—
uno a uno y dos a dos — juntado se ha gran batalla.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un moro viejo, — de esta manera fablara:
—¿Para qué nos llamas, rey, — para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!—
—¿Para qué nos llamas, rey, — para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!—
—Habéis de saber, amigos, — una nueva desdichada:
que cristianos de braveza — ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!—
que cristianos de braveza — ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!—
Allí fabló un alfaquí — de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey, — buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!—
—Bien se te emplea, buen rey, — buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!—
Mataste los Bencerrajes, — que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos — de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!—
cogiste los tornadizos — de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Por eso mereces, rey, — una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, — y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
que te pierdas tú y el reino, — y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama!—
Abu Abd Allah (conocido como Boabdil por la población castellana), último rey de Granada (desde 1482 hasta 1492) y descendiente de la dinastía nazarí. Nació en esta última ciudad cerca de 1459 y murió en Marruecos, en 1527.
2 comentarios:
El poema del melancólico rey fue musicalizado por el gran Paco Ibañez en un disco donde interpreta a poetas clásicos y modernos. Hay que decirlo, la voz de Paco, algo monocromática, espero no sea incompatible con el nombre de este bello blog.
Es cierto, recuerdo esa versión de Paco Ibañez. La voz "mocromática" le imprime una melancolía muy atinada al tema. No es incompatible, en absoluto. Gracias por tu comentario.
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