sábado, 20 de octubre de 2018

Llamadas telefónicas en tiempos pos Bolaño

Ya queda poca gente que hable por teléfono.
De esa poca gente, incluso, alguna solo lo hace por cuestiones laborales y luego  del fracasar por otras vías: mail, WhatsApp, redes.
Incluso se "habla" así entre extraños.
Y hasta el uso de esas comillas en "habla" merecería unas líneas aparte.
Las conversaciones no presenciales que ocurren mediante intercambios de audios tienen su propia dinámica. Podrían ser el paraíso de los puristas del "no me interrumpas" y el "no hablemos todos a la vez". Uno o una habla, otro u otra escucha. Un diálogo más "prolijo".
La reproducibilidad tiene sus connotaciones y derivas: volver a escuchar y reflexionar acerca de....Obsesionarse con tonos e interpretaciones. Convocar testigos, difundir conversaciones supuestamente privadas.
¿Llegará el día en el que luchemos por recuperar la privacidad como una bandera emancipatoria?
Cuando atiendo el teléfono suele ser alguien que vende algo, o encuestas políticas: invasiones.
Sino, es madre.
Ella conserva la preferencia por el uso de ese medio, pese a la dificultad de hablar por esa vía, casi no escucha.
Ya queda poca gente que hable por teléfono.
A veces por equivocación, manipulando el teléfono, se me escapan llamadas cuando quisiera enviar audios. Se instala una incomodidad, la de estar molestando a otros, interrumpiendo.
Hasta hace pocos años se escribían canciones, cuentos y películas en los que las llamadas cumplían un rol central, desde Hitchcock a Bolaño.
Mi amiga M, desde su lejana Francia, solía llamar, pero incluso ella ahora utiliza el WhatsApp.
Antes manteníamos largas conversaciones con E, y con A. Ahora se han espaciado y ocurren por otra vías. Desde ya, preferimos el encuentro en casas, bares,  cafés.
A me llama el otro día porque se ha preocupado por mi tono en un audio. Hablamos un rato y mis explicaciones la convencen de que es cansancio y Macrix. Pero su llamado me toma por sorpresa, porque casi nadie llama ahora.
Con C me ocurre parecido (acá llamaremos C a quien podríamos llamar con otra letra que nos gusta también pero mejor no, sin entrar a discurrir acerca de abecedarios y significantes),  nos comunicamos por medios "de antes".  Puede verse como un rasgo de sabiduría y preservación de la privacidad y una comunicación menos alienada de C que lo lleva a esta elección, y como otras cosas/interpretaciones que no vienen al caso. Lo cierto es que su llamado me toma también por sorpresa como el de A, y balbuceo pavadas, como si entre la conversación que tenemos por chat y la conversación que tenemos por teléfono hubiera una singular discordancia.
Para C nada de esto debe ser real, porque es su habitualidad, como también lo salvaje, el pasado romántico de la literatura cuchillera y el futuro pensado como supervivencia del clan.
Escuchar la voz de alguien sincrónicamente por un medio artificial, y conversar, es más desprolijo. Puede haber superposiciones, ruidos, todo lo que ya ha sido más que estudiado e incluso olvidado por haber caído en desuso.
Una sorpresa en el reconocimiento de una voz que no terminamos de conocer y cuyos tonos no siempre captamos. Percibo allí algo de la presencia del otro que contradice la ausencia, mucho más que en un intercambio de audios que quizá escuchamos distraídamente (eso puede ocurrir por teléfono, pero menos) o en tiempos no sincrónicos.
La presencia del otro convocada por este medio  se parece más a la presencia del otro en toda la dimensión del cuerpo.
Poner el cuerpo en los vínculos se está volviendo una rareza.
Nos comunicamos por medios en los que estamos solos y solas, cerca o lejos.
Somos invadidos todas las horas y todos los días por múltiples conversaciones de trabajo, con demandas y alienantes.
Nos comunicamos por medios en los que estamos juntos y juntas, lejos o cerca.
Me habitan muchas voces e imágenes que intento retener a veces, y desechar otras.
Y aun así, cuando extrañamos a alguien, nada absolutamente nada reemplaza una presencia cuerpo alma abrazo.
Nada duele tanto quizá en los duelos cómo olvidar la voz de quienes ya no nos hablan como hablan los vivos.
Y cuando sabemos que la muerte está por allí rondando siempre, la vida se nos vuelve tan querida y el tiempo tan escaso que es mejor hacer relatos de las ausencias pero dejarnos ir hacia lo que sí está ahí, tangible, audible, mirable sin pantallas, besable, querible, y acercándose.

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