Los veo llegar, huelen mal, tienen esas
miradas de los pibes chorros, cansadas y alertas al mismo tiempo.
Algunos tienen esas miradas perdidas
del paco, o del pegamento. Idas, afuera del mundo de significados
comunes, de los que configuran tramas de cultura comunicables.
Ya fueron, nadie los ve, todos los
humillan con la peor de las humillaciones, ignorarlos.
Casi nadie cree en ellos, para muchos
ni siquiera existen, somos los guarda-rieles de las autopistas o los
cables de teléfono que surcan nuestros cielos, parte del paisaje
urbano. La parte fea.
![]() |
Muerte y Vida, Gustav Klimt, 1916 |
Un día se cruzan con un acontecimiento
artístico o con un artista que hace contacto, que tiende una mano
empática hacia ese pibe. Hacer arte es confiar en la posibilidad
de.....que algo nuevo, algo que antes no existía, se materialice de
algún modo y pueda compartirse. (Esto no tiene nada que ver con la
fantasía de la experiencia romántica del arte. El artista es, en
primer lugar, un hacedor, un trabajador, alguien que de un modo u
otro, pone el cuerpo.) Contemplar eso puede mejorarle la vida
a cualquier ser humano: el arte tal vez no cure, (el dolor o tiene
probablemente cura alguna, solo paliativos) pero puede ayudar a sanar
casi todo tipo de heridas, a volverlas soportables, a sentirse
nuevamente humano.
El arte sabe acompañar la enfermedad
como sabe asociarse a la muerte. Pero sobre todo, se imbrica en la
vida, y en lo que de vida tenemos todos, en plazo, intensidad,
experiencias, curiosidad.
Así que esos pibes villeros fumados,
idos, perdidos, se topan con un artista, un trabajador de la cultura,
que los reconoce.
Choque de planetas. Planetas tal vez
pequeños, no un Júpiter o un poderoso Saturno. Un pequeño planeta
choca y otros nacen de él. Cardumen de asteroides surcando nuevos
universos, inventados, justos y bellos.
Enrique Breccia, El sueñero, 1984 |
Puede ser un poeta, (si es un poco
pobre y un poco loco mejor, pero sobre todo, que sea valiente). Un(a)
ceramista, un(a) grabador, un(a) fotógrafo, un(a) dibujante, un(a)
guionista de cómic, un(a) músico, una(un) cantante de ópera que
lidera una banda de rock, un tanguero que está por jubilarse del
baile, un escritor de cuentos, un acróbata de circo, una actriz
dramática olvidada. Puede ser todo, siempre que sea un artista. Nada
de publicistas y esa clase de imposturas.
Me imagino las múltiples y fructíferas
obras que podrán nacer, aunque sea dentro de mucho tiempo.
Tal vez se juntan en una casa que
representa, para el artista, un hogar y un lugar de trabajo. Y para
los villeros, representa en parte la imagen del palacio del pequeño
burgués que es a la vez refugio y promesa de bienestar, por decirlo
en clave decimonónica. Y ahí empieza la fiesta.
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