Cuando visito casas sin bibliotecas me siento como un viajero abandonado en pleno desierto sin cantimplora.
Kilómetros y kilómetros de vacío y sed.
En las casas sin libros me cuesta imaginarme cómo se divierten sus habitantes.
Tengo la impresión de que es gente que se está privando de casi todo lo que vale la pena en esta vida.
Hay casas sin libros para adultos, que tienen libros de texto o libros para niños, como si su presencia obedeciera solamente al mandato burgués del sistema escolar.
Las casas sin libros que me hacen sentir más melancólica son las casas lujosas de la gente con dinero.
Son como esos abrumadores paisajes perfectos de los libros de turismo, o de las revistas de decoración o de arquitectura. Muestran los esqueletos (a veces, de una extraordinaria belleza) pero lo que dicen de sus habitantes es de una ausencia de vida que me resulta inefable.
Algo que me deprime más que visitar una casa sin libros es visitar una casa que sólo tenga los libros "correctos" de los escribidores de moda.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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domingo, 20 de noviembre de 2011
Casas sin libros
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5 comentarios:
Mi abuela tenía mucho dinero. Y una casa grande grande. Tenía muchas bibliotecas, pero los libros parecían interesarle por los lomos.
No permitía que mi madre se llevara libros de su casa porque le molestaba que sobrara espacio en las bibliotecas y los libros quedaran torcidos.
Un día vendió una propiedad que tenía en Córdoba y tuvo que trasladar todos los libros de allá a su casa.
Ahora le molestaba que sobraran libros, no tenía donde ponerlos. No iba a ponerlos en pisición horizontal sobre los otros, claro.
Entonces, llamo a mi madre, desesperada, para regalarle libros.
Es muy interesante tu comentario Guillermo. Casi un cuento breve, no? siempre me molestó en mi casa de la infancia (que era muy grande y tenía una habitación exclusiva de estudio biblioteca) la invasión creciente y constante de libros en todos los cuartos, mesas, estanterías. Sin embargo, en mi casa, mucho más pequeña, pasa lo mismo, nunca hay suficiente espacio para los libros y ya no me molesta, al contrario.
Comentaba un amigo hace poco que le llamaba la atención que en las casas de las compañeras de sus hijos, todos de sectores medios, no hubiera libros. Empece a prestar atención a las casas de amigos y casi diria que se dividen entre los que tienen libros y los que no. Para agregar al tema de la existencia de solo libros correctos, estan los estantes sin movimiento en años
Así es Mariano, parece que es un verdadero parteaguas. ¿Es una impresión mía o hace unos años atrás los sectores medios lo eran también (o al menos así se consideraban) por su participación en la cultura libresca?
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