Ella trabaja de moza en un café del centro porteño y tiene dos hijas. Una ya está en la secundaria, así que ella se pone también a completar la escuela que abandonó en su momento para trabajar. Se pasa todo el día parada, sirviendo las mesas, después (cuando no hace horas extras) se va a la vespertina, luego a casa, prepara la comida, revisa las tareas de las chicas, descansa. Nunca pierde la sonrisa ni el saludo cálido.
La escuela no la hizo ni ella ni ninguna de sus hermanas. Son siete. Vienen del norte argentino. Es que al padre, que era delegado sindical en una famosa fábrica, lo desaparecieron en el 76. La madre se volvió al pago con las siete chicas. Las crió como pudo. No se hablaba de la desaparición del padre. Ella es de esas personas de las que uno dice: es de buena madera.
Me cuenta que está feliz haciendo la escuela, que varias de sus hermanas están haciendo lo mismo, que después quiere seguir derecho. No tengo dudas de que va a lograrlo. Tiene la fuerza, la inteligencia y la perseverancia.
La conozco hace unos años. Pero la historia del padre me la contó hace poco, cuando ambas nos dimos cuenta, a raíz de una charla sobre el matrimonio igualitario, que estábamos del mismo lado. Del lado de los que queremos más derechos para todos. Del lado de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Por su padre, por los 30.000, por las familias de ellos y por cada uno de nosotros y nuestros hijos.
caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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martes, 30 de agosto de 2011
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2 comentarios:
Me emociona(por esa vertiente norteña que me atraviesa),y por ese mecanismo de la asociación libre me resuena con algún dejo del discurso de Amos Oz que un día escuché en la radio mientras iba a trabajar en el coche.Agradecía el Premio Príncipe de Asturias...Él hacía referencia a otros enfrentamientos, pero hay algo de esto de ponerse al lado o en los zapatos del otro y no estar del otro lado.( Un día de estos lo busco y lo cuelgo por alguna de las múltiples ventanas virtuales que nos enredan.)
Por favor, compartilo. No doy más datos de esta chica porque no sé si le gustaría, pero toda su historia está poblada de múltiples silencios, entre otros, un miedo extra por su condición de norteña, de laburante, de pobreza.
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