¿Quién dio la orden de matar a Bernardo de Monteagudo (1789-1825) en esa calle oscura de Lima en 1825 cuándo se dirigía a visitar a su amante, Juanita Salgueiro? ¿Quién se atrevía a desafiar de esta manera cobarde a sus dos grandes mentores, San Martín y Bolívar? ¿Por qué se demoró años la investigación para llegar a los autores intelectuales? ¿Cuántos asesinatos posteriores se vincularon con ese crimen que demoró más de 18 años en ser vengado? ¿Quién fue capaz incluso de utilizar los secretos del corazón de Lucía Gana, la chilena enamorada que por seguir a su hombre, su Bernardo, dejó la honra, la patria, los padres para terminar perdiendo también su propia vida?
Homenajeando explícitamente a Dumas ya desde la dedicatoria que hace de este libro a su madre, Miguel Bonasso elije para su relato una de las etapas más heroicas y complejas del proceso revolucionario independentista. Desde la travesía de las 24 naves que parten de Chile hasta el desembarco de las tropas del Libertador del Sur en Pisco, para poder entrar a Lima como libertador y no como conquistador en 1820 hasta los años de la Segunda República en Francia, sin eludir el famoso encuentro en Guayaquil. Nos presenta al genial estratega masón, al Napoleón de la América del Sur, como un a un hombre que asume su heroico destino aun por encima de sus propias fuerzas y sus deseos, por encima de la amarga tristeza de ver una a una las defecciones, traiciones, derramamientos de sangre entre hermanos, ambiciones miserables que dilatarán por siglos el sueño de una América libre y unida. Y al Libertador del Norte, caribeño, caliente, seductor y verborrágico, ir perdiendo, junto con los amigos, la esperanza de poder ver realizado su sueño de la gran Confederación Americana.
Único retrato auténtico de Bernardo de Monteagudo |
Monteagudo, jacobino, apasionado, discípulo de Castelli, dirige como estratega la "guerra de zapa" y la propaganda política que pudo ganar más batallas que algunos sables, utilizando una vasta red de mujeres patriotas, las "tapadas"; de hombres y mujeres del pueblo llano que en complejas maniobras despliegan un espionaje que choca contra el espionaje realista y la red de espías de la Santa Alianza, cuyos comandos europeos rivalizan con las redes que, cruzando de un lado a otro el Atlántico, trazan los "hermanos" de las logias que intervienen en el proceso emancipador en las secretas "tenidas".
Nos los presenta a todos, a Bolívar, a San Martín, al brillante Monteagudo (ministro político, al valiente Coronel Ayala, al fiel Guido (el "lancero amado" de San Martín), al desterrado O' Higgins, al general Heres, a las heroínas siempre olvidadas del Batallón de Cortesanas Patriotas, como Manuela Sáenz (quien formó junto a Bolívar uno de los binomios políticos más interesantes del siglo XIX), a Rosa Campusano (llamada por admiradores y detractores "la Protectora", por ser la amante de San Martín en los años del Protectorado del Perú), a Carmen Guzmán, en sus más entrañables aspectos humanos, como amigos, como amantes, como esposos, como padres y madres. Sus destinos trágicos, sus exilios y destierros, traicionados incluso por aquellos que todo les debían, que aun hoy son (somos) deudores, pero practican "el culto innoble a las propias cadenas" (pág. 173) cada uno en su momento más trágico, cuando la guerra, la enfermedad o la amargura los enfrentó a tomar aquellas decisiones que impactaron sobre la vida y el futuro de los pueblos que habían liberado y gobernaban. Sin eludir la mugre que rodea al poder y la gloria, lo bajo y lo alto, el honor y las vilezas. Y todo en una trama que, en clave de novela de aventuras y suspenso, nos convierte en lectores cautivos que no podemos evitar las asociaciones con las actuales guerras de zapa que atraviesan el continente americano, cuando todavía seguimos luchando por una patria Grande Libre, Justa y Soberana.
3 comentarios:
Hermosa novela.
Lástima grande que el autor no encuentre una entonación aceptable para los personajes. En la disyuntiva entre hacerlos hablar como hispanoamericanos antiguos o como latinoamericanos contemporáneos, Bonasso prefiere -no sé por qué- hacerlos hablar como gallegos actuales.
Escuchar, en boca de San Martín, expresiones como "¡coño!" lastiman un poco el oído.
Hilando más fino, como vos hacés, hay algunas cuestiones del estilo que me parece pueden tener que ver con una estrategia de venta, o de "entretener" a un lector poco atento. Las escenas eróticas y varios diálogos van por ese lado. No sé cómo sería el habla, la oralidad por aquellos tiempos y lugares. Pero creo que tiene que ver con la elección de un estilo accesible, como un recurso para interesar en ese período histórico y esas figuras a un lector no tan pretencioso (desde lo literario) o tan formado (desde el conoc. histórico).
El lenguaje de la época lo transcribe muy bien Andres Rivera en "La Revolución es un sueño eterno".
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