caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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viernes, 31 de julio de 2009
Amiga mediterránea
Como sabe cualquiera que haya vivido un poco y desde ya, todos los lectores de Proust, a las personas las vamos conociendo y reconociendo, a medida que construimos el vínculo, mientras mutamos, crecemos y nos reconstruimos.
Así que la cosa es más o menos como ir pelando las capas de la cebolla, de una en una y a veces, unas cuantas de golpe. Esos momentos, en que creemos llegar a una especie de centro, de esencia del otro (y de uno), tal vez sean ilusorios, pero son, al mismo tiempo, de regocijante empatía. Algo así, quizá, es de lo que se van haciendo las amistades.
Que ojo, también, como son espejo, tiene sus capitas menos nobles, hechas a veces de odio, de envidia, de desconcierto. Pero no simpre, no siempre. A veces sólo hay curiosidad, admiración, alegría. Y, y, y...
A veces, cuando cae un velo (capa de cebolla brutal) algo se rompe para siempre y esa persona muere en nosotros y ya no nos interesa más. Pero no deja de existir y queda la marca, la huella, que puede ser grato recuerdo o herida insupetrable, o esas cosas que guardamos en algún cajón imaginario al que no volvemos casi nunca a hurgar. Muere esa persona, morimos también nosotros un poco, lo que fuimos con-ella-él, y ya. Que de esa materia está llena la vida. ¿Quién no ha tenido una experiencia semejante?
También ocurre lo contrario.
Un día, lo que estaba lejos se mueve. Lo que estaba dormido, en nosotros, despierta y regresa, no sólo como nostalgia (sí, de esos regreso de las clases de danza, de nuestras conversaciones acerca de esos dos hombres imposibles que se tornaron posibles, también amados, intolerables, y tantos otros calificativos) sino también como presente.
Primero, hay que romper el hielo, porque nos sentimos extraños, distintos a quienes fuimos en común. Y luego, dejarse andar nomás.
Es un gusto, amiga mediterránea, encontrar, por medio de tu palabra recobrada, algo de vos, de aquella, de esta, y de mí.
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1 comentario:
Me gusta la idea de lo que vuelve "no sólo como nostalgia sino también como presente". La vida que vuelve, viva. Muy lindo.
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