miércoles, 24 de octubre de 2007

Reflejos en un ojo dorado y 33 palabras

Cuando leo en el blog Vida Abierta "33 palabras", recuerdo la lectura de anoche, de Carlson Mc Cullers, en su novela Reflejos en un ojo dorado. En los primeros párrafos del relato, la autora ya nos cuenta que: la novela trata de un crimen y los protagonistas son dos oficiales, un soldado, dos mujeres, un filipino y un caballo. El clima es denso, pero la forma es leve (y breve). Te tira una frase corta detrás de la otra como si no pasara nada y pasa de todo. El soldado te hace dar ganas de llorar. El capitán Penderton es patético, pero te genera compasión. No hay un solo personaje por el cual no termines experiementando cierta empatía. La esposa del capitán es salvaje en su desborde de femenina indolencia y sensusalidad: es obvio que todo terminará en tragedia.Todos son desgraciados, pero sólo algunos parecen darse cuenta. Y, al mismo tiempo, todos son algo lunáticos y algo estúpidos. Todo muy norteamericano.
Quiero seguir leyendo y no quiero.
Si los personajes de Mc Cullers fueran contemporáneos, habría en sus novelas masacres en escuela secundarias perpetradas por criaturas como el soldado o como los de Franckie y la boda.
Tenés que leer El corazón es un cazador solitario, me recomendó hace unos años por correo electrónico alguien a quien sólo vi una vez en persona, y me mandó un fragmento del texto. No la leí.
Tenés que leer La balada del café triste, me sugirió M en varias oportunidades. Estuve por comprarla varias veces, y no lo hice. Tampoco se la pedí prestada. En el fondo, intuía que esos libros tendré que tenerlos alguna vez en mi propia biblioteca. Son novelas a las que se vuelve cada tanto. También sospechaba que la belleza de su escritura no siempre es suficiente para compensar la amarga melancolía que me suscita leer a esta escritora perfecta.
Cecilia está convirtiéndose, precisamente, en ese tipo de escritoras que narran lo denso, lo oscuro, incluso lo siniestro, como quien te cuenta una anécdota frívola y sin importancia. Una vez me comentó (con la torpeza de nuestros diálogos verbales, y con lo que ambas nos cuenta mencionar nuestros desvelos e intentos literarios) que le preocucaba una cierta dificultad para introducir algo de humor en sus relatos.
Si mi opinión contara en esto le diría que ya puede abandonar la preocupación.

1 comentario:

Cecilia Ferreiroa dijo...

Podés creer que no leí Mc Cullers!
Gracias por tus comentarios, sos muy generosa. El otro día hablaba con un chico de Letras que lee a veces el blog, y hablábamos de vos, el me dijo que tenía una lectora muy fiel, que siempre me elogiaba, y yo le dije justamente eso: ella es muy generosa y amable, me elogia también como una forma de incentivarme para seguir escribiendo. Sé que hay algo de esa buena onda.
Me parece que vos también tenés que seguir escribiendo porque lográs expresar ideas muy complejas y novedosas en frases muy simples y también lográs hacer frases muy bellas. Frecuentemente me sorprendo leyéndote (no porque no lo espere de vos, sino en el sentido de que la inteligencia y lo bueno me sorprenden).
Obvio que tu comentario importa! Sí, pude volver a mi humor, me parece que necesité agotar un camino, ahora empiezo, quizás, otro. Y todo gracias a Virginia, esa perra!