martes, 1 de enero de 2019

Mientras podamos

"Ahora que he escrito muchas palabras,
Y abandonado tantos amores, 
Y siendo por entero para muchos de ellos, 
Lo que siempre he sido
-una mujer de excesos, celosa y codiciosa,
Encuentro inútil esforzarme".
(Anne Sexton, Cigarros y whiski y una salvaje, salvaje mujer)


Después todo se precipitó, como las piezas del dominó que van cayendo empujándose unas a otras.
Las coordenadas del año que había pasado le parecieron absurdas, como al despertar de un sueño que no podemos interpretar.
Todas las advertencias desoídas, todas las señales pasadas por alto, le parecieron tan obvias, que de haberlas visto en un plano secuencia en un policial clase b le hubieran resultado exageradas.
Ella se había comportado como la chica que huye de Freddy Krueger adentrándose en el bosque, mirando para atrás por encima del hombro mientras todos los espectadores esperan el momento del tropiezo y la caída.
Cuando llega el final, el monstruo es lo que es, lo que siempre ha sido y no conserva ningún rasgo de la máscara veneciana con la que conquistó las noches de carnaval.
Había estado tan concentrada juntando las partes de varias tramas que se le había escapado unir esas piezas.
Los malos tratos, los cambios de humor, las agresiones, eran como peces de colores que acompañan como personajes secundarios la danza acuática de los escalares y otros depredadores.
De pronto, los detalles emergen como vistos bajo una lupa.
Y todo adquiere sentido.
Es como si fuera una niña en la orilla de algún mar, en cuclillas, juntando berberechos con sus hermanos y su padre, como si la vida entre de todo lo que vive cupiera en ese instante.

Intentó la salida fácil, agarró una madera que pasaba flotando, el agua del naufragio era fría, la noche oscura y sin estrellas.
Anduvo unos metros y se soltó.
Hay abismos que deben recorrerse hasta el fondo.
Mientras bailaba y giraba sobre la pista, supo que todo eso había quedado definitivamente atrás.
El futuro es una alucinación.
El pasado a veces pesa como piedras atadas al cuello, a veces se vuelve insoportable nostalgia.
Vivamos hoy, dicen los pies, la cadera, el pelo.
Vivamos mientras podamos, y también olvidemos.

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