jueves, 3 de enero de 2019

Lo que leo o no leo en las noticias

Leo las noticias en las redes, todo parece reducirse a las nuevas y viejas formas en que unos pocos violentan a unas muchas, dicho así o de otras maneras.
Es enero y la ciudad está rara.
Parece la calma que precede al estallido, pero sin estallido.
Brindamos #porqueSeTermineEsteAño de porquería en que sobrevivimos al peligro apenas, y solo algunxs.
(Hay quien está contando los muertxs. Yo no llevo la cuenta, pero sé que son muchxs más de los que Eros puede soportar).
El lenguaje de género en femenino sirve para decir también otras injusticias e invisibilizaciones,  otras  opresiones: pobres, negros, maricas.
Leo las noticias y camino.
Camino bajo el sol fuego y en la ciudad húmeda hasta que se me ampollan los pies y más.
Voy a trabajar.
Leo.
Elijo un melón dulce en la verdulería de mi barrio, mientras un espléndido atardecer melancoliza la patria esclavizada.
Camino y los chicos me piden dinero para comer, para la Sube, para mi hermanita que está enferma.
Y me venden medias y chucherías. Cuando llego al trabajo ya no tengo más plata.
Y los viejos te piden y te dicen que Dios te bendiga.
Dios no nos bendice mucho últimamente, o tal vez sí.
Tal vez toda la bendición posible para Dios sea esta.
Después de todo, pobre Dios, ahora casi nadie cree realmente en él, están todxs atrapados en una religión más poderosa que cualquier dios, es el capitalismo y su relato salvífico.
Parece que Dios pedía mucho a cambio del Paraíso: había que amar al prójimo, ser buenos, humildes, solidarios, poco apegados a lo material, etcétera.
El capitalismo sólo nos pide a cambio nuestra vida y el alma, nos pide la libertad, nos pide que nos matemos entre todos, solo eso. Qué seamos esclavos alegres, y que además lo gocemos.
¿Qué clase de dios podría competir con eso?
Leo y camino.
Es como si toda la historia
latinoamericana cupiera en la espera de Diego Zama en el fin del mundo.
Como si fuéramos los náufragos de El entenado.
Personajes de Saer, de Borges, pensamientos de Martínez Estrada, los nudos en la garganta de Pizarnik, la astucia narrativa de una Silvina que parece reírse de sí misma pero no. Siempre lamentando en el fondo todas y cada una de las traiciones de su marido. No por ser traiciones, quizá, sino por el desamor. En el amor, que no te elijan es la mayor deslealtad. La que realmente no tiene remedio.
Entro a la librería como una posesa, y me encuentro con J y me produce alegría. Siempre me produce alegría en días tristes encontrarme con personas que aprecian la risa, la belleza, la literatura, la música.
Peleo con el mundo y el mundo se la cobra con creces.
Hijo agita las puertas y las alas.
La perra siempre está rompiendo algo y teniendo otro ataque.
Los sueldos cada vez más la baja.
Hambre y desesperación.
Leo las noticias.
Todo es desamparo y biotecnologías e inteligencia artificial conquistando nuestras almas que son nuestros cuerpos y el amor, que era algo tan humano y hoy nadie sabe bien qué es pero todos hablan de eso.
Voy a saludar a mi amiga L y nos tiramos en la cama y hablamos del viaje mientras tomamos mate.  No decimos la palabra amor pero hablamos de amores, y sabemos algo de eso porque crecimos, ella primero y yo luego, sabiendo lo que es no tener el amor que más se necesita y el que buscamos para siempre allí donde nunca está.
Leemos El cuento de la criada casi en sincronía, aunque ahora ella está con no sé que otra cosa y yo leo el último de Harari y me doy cuenta que soy una perdedora, baby (I'm a looser baby), como siempre lo he (sabi)sido, pero todavía puedo intentar pensar a ver si este estar pensando ayuda a prender algún fueguito para el invierno que se avecina.
Que será largo y desconocido, hostil, como el lado oscuro de la Luna donde hoy alunizó una sonda (¿Por qué se llamarán sondas?  Creo que lo supe, creo que lo olvidé) china.
Lo leí en las noticias.
Lo que no leí en las noticias es una sola palabra que explique por qué hay tanto violento suelto y por qué son como una mezcla de  Norman Bates y Robert Mitchun, galanes así, como Mitchun, psicópatas como Norman.
Y no me refiero a las explicaciones sociales, o psicológicas, o antropológicas sobre el patriarcado, ni a la pobre niña violada en el camping de Miramar, sobre la que sólo puedo pensar con el corazón que Dios se apiade de ella y le devuelva las ganas de vivir.
Me refiero a personajes como el de la serie You. Esos que logran, luego de persecuciones y estrategias de caza, seducir a mujeres sensibles, inteligentes, buenas, digamos, y llevarlas a las más horrendas oscuridades e incluso destruirlas.
Me refiero a esos que quizá yo sólo conocía por las novelas de Patricia Highsmith y el cine, y que si la vida te pone enfrente de verdad, aunque todas las personas que te quieren te prevengan, no desenmascarás hasta que vaya a saber que fuckin karma hayas pagado.
Esos que son como drogas, como una dosis de adrenalina que le inyectan a un paciente agónico, y que los despierta eufóricos al banquete de Eros, o al menos eso parece hasta que los arrastran al pozo sin fin de su tanática ponzoña.
Como serpientes que tragan lentamente a su presa, sin pausa.
Y solo la abandonan cuando ya está herida de muerte y parten raudos a repartir su veneno en otro sitio.
De esos sobre los que lo psi darán otras explicaciones, pero quizás solo porque terminan por parecerse al psiquiatra de Psicosis.
Leo las noticias y corroboro que el problema es mío.
A mí me conmueven todavía los acordes de alguna melodía, me gustan demasiado los colibríes y las novelas policiales y de amor, las buenas invitaciones, los ensayistas latinoamericanos atrevidos, prefiero el sexo a rendirle pleitesía a los ídolos con pies de barro que no saben mantenerse erguidos sin hacer daño.
Pero esas cosas no las leo en las noticias.

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