martes, 8 de enero de 2013

No te olvidaré, mi caballo rojo

Rusia, aseguraba el poeta Tiuchev, no puede ser comprendida con el intelecto.

Kuzma Petrov-Vodkin-El baño del caballo rojo, 1912
Se amaron bajo las bombas cuyo sonido sacudía los escombros que les hacían de cama.
Casi no se conocieron la piel uno al otro, ella apenas bajo el pantalón del uniforme, él envolviéndola con su capote robado a un soldadito nazi al que mató la noche anterior. (No sabría ella del lunar junto a la ingle ni él de la cicatriz del muslo derecho). 
Se amaron con besos que olían a tabaco húmedo y vodka, y junto a ellos los silbidos del pecho tuberculoso del camarada que agonizaba. Y ellos acabando así, juntos, en la sagrada tierra de Stalingrado donde los héroes pueden sobrevivir bajo la forma de la promesa que llevará ella, la combatiente guerrillera, la hija de los siervos, de los esclavos, de los mujik, la joven universitaria que ha cargado luego el fusil del compañero que muere mientras ellos han hecho ese hijo sin dirigirse una palabra.
Se amaron como ama quien posee un alma rusa: con desesperación, como protagonistas de un eterno melodrama, mirándose a los ojos y más allá de sus miradas; sabiéndose efímeros, imperfectos, huérfanos, sucios, toscos. La masa. La carne de cañón. El mundo que vendrá. La revolución.
Marchó ella al día siguiente, los huesos entumecidos de frío, los pies envueltos en restos de mantas, en el pecho un poco del calor del recuerdo de su abrazo. Caminó con hambre y frío pero sabiéndose viva, mujer, joven. (Él ya no se levantó ni hubo más días, ni más lucha, ni más hambre.Otro cadáver en el gran cementerio urbano.)
Él  le dijo: me llamo Alexei. Ella dijo: somos unos ivanes. Soy de Crimea, susurró él. Yo soy de acá, respondió ella. No me olvides, rogó. No te olvidaré. 
después de la batalla de Stalingrado. Fuente
Y eso es todo lo que podrá decirle a ese hijo que va a nacerle meses después. 
Porque ella sobrevive. No será parte del millón de civiles ni del millón de soldados soviéticos muertos  en la guerra de las ratas y su hijo no terminará en el Gulag ni bajo las balas de los eitzansgruppen sino que crecerá.
E irá a morir en alguna otra guerra.
En manos de otros verdugos.
Pero antes, si es afortunado, tal vez estudie u aprenda un oficio, escriba un poema o una canción, viaje a tierras lejanas, beba y baile con sus amigos. Tal vez podrá amar a alguien, bajo un cielo estrellado, bajo una tormenta, bajo una ciudad bombardeada, en la sagrada tierra de los hombres en donde se combate hasta el último muerto. 




Otras referencias a la batalla de Stalingrado en este blog

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Palabrascromáticas (Cintia Rogovsky) dijo...

gracias María Fernández, lectora fiel y estimulante.