Voy a una reunión de padres (nunca sabré por qué se sigue diciendo "reunión de padres" a estos encuentros en los que predominan las madres de los alumnos de una guardería, un jardín o una escuela, y la presencia de padres semeja un acento cormático en un universo monocromo) para discutir sobre el viaje de egresados de la primaria de mi hijo.
Como siempre, sentarme al lado de Claudia me garantiza varias cosas: un poco de humor entre tanta madre "sufriente" y "esforzada"; algo de sentido común en medio de un universo bastante absurdo y poder hacer comentarios maliciosos acerca de los demás.
De todas formas, no estaba preparada para todo lo que allí se dijo, y eso que llevo años repitiendo estas rutinas. Quizá la influencia de la lectura del día anterior de Francoise Doltto, quizá cierta intolerancia exacerbada frente a la pavada y los desesperados mecanismos posesivos-represores de madres que no quieren crecer ni dejar crecer a sus retoños.
Un grupete de madres decididamente peligrosas copó, como simpre, la parada, y yo no podía dejar de asombrarme, aunque las conozco bastante, del gesto adusto y serio, casi desesperado, con que sus caras y sus manos acompañaban el discurso. Quedo paralizada al escuchar frases como quién nos garantiza que no les va a pasar nada [a los niños y niñas]. Nada. No puedo omitir el horror y el temor de esa frase encierra, como ellas quisieran encerrar a sus hijos en un mundo donde no les pase nada.
Pienso en la triste vida de un hijo [¡de once o doce años!] con una madre así, disfrazada de protecciones y cuidados que mutilan. De todo tienen miedo, un miedo que quizá pueda entender y hasta experimentar a veces, pero del que debo ocuparme yo misma, pobre hijo mío si no. Tienen miedo del contatco de niñas y varones fuera de su vigilancia; de abusadores sexuales encubiertos bajo la máscara de porfesores de educación física; de que haga mucho frío, o mucho calor, de que no coman las suficientes proteínas durtante el largo periodo de dos días sin ellas. Evidentemente estas señoras tan buenas amas de casa, tan protectoras, tienen graves transtornos sexuales y alimentarios.
Alguien (un padre, desde ya) explica que los padres-madres que acompañarán al contingente en verdad irán a sólo a contener y más que nada a pasear, ya que la supervisión está a cargo de profesionales, gente que estudió eso, que trabaja de eso. Ah , no, eso de ninguna manera. ¿Cómo que los padres [madres] irán a pasear? Es un escándalo. Los padres [madres] deben ir a trabajar, a cuidar a los chicos. Estas madres pulpo no soportan la idea del placer asociado a la maternidad, es una provocación, las madres hemos venido al mundo a sufrir y a hacer sufrir a nuestros hijos por hacernos sufrir. ¿Cómo se atreve ese padre, seguramente abandónico y mujeriego, a sugerir algo como un paseo?
Lo que estoy pensando es que son una mangas de conchudas peligrosas. Pero me lo callo y propongo que las que tenemos hijos varones votemos porque los acompañen padres (varones) y nos vayamos a un spa. Algunas me sonríen nerviosas, lo toman a broma y se relajan un poco. Yo lo digo completamente en serio, pero ellas no podrían creerlo porque la sola idea puede ocasionar [les] la ruina de sus prisiones amorosas.

caprichos de palabras y colores para navegantes... "La palabra humana es como una caldera rota en la que tocamos melodías para que bailen los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas". (G. Flaubert). Mis libros de narrativa publicados: la novela Último verano en Stalingrado (Grupo Editorial Sur, 2014); Alma rusa (Edulp, 2020, crónicas) y Yegua (Cuero, 2021, cuentos)
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lunes, 28 de julio de 2008
Madres peligrosamente preocupadas
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2 comentarios:
esas madres dan miedo. son el hombre de la bolsa.
muy buena la frase: las madres hemos venido al mundo a sufrir y a hacer sufrir a nuestros hijos por hacernos sufrir. es muy justa.
Lo peor es que, aunque desde ya estoy atravesada por mi subjetividad, no he exagerado. Así ocurrió y ocurre.
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