jueves, 1 de febrero de 2018

Warisata 1, piedra y sangre

En las piedras que el viento azota, en  las montañas que todo saben, el caminante reconoce la sangre derramada.
Los niños y las niñas que quedaron guachos, la piel lacerada del pequeño aprendiz del lenguaje de los amos, las lágrimas del maestro ocultadas con la palma de su mano que ya no es blanca ni india, es tierra curtida para ser cultivada y caricia áspera pero tierna incluso cuando es moderada.
Las piedras saben hacer nacer en la aridez la flor y el fruto. El cardón y el colibrí se me presentan como mensajeros de las voces que quisieron callar pero no podrán. Warisata mía, Warisata suya, Warisata nuestra, bajo este perfecto cielo andino que surcan todas las especies aladas que nos invitan a ir hacia atrás para dar el gran salto y salir del laberinto de este tiempo sin dioses.

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