jueves, 26 de octubre de 2017

El amor a veces es como dos islas

Encontré la cartera azul
y también un chat donde una vez más nos regalamos promesas como convites
porque ahí, a nuestro modo, nos comprendemos,
erotizando el teclado.
La imaginación coopera con recuerdos de vidas pasadas donde éramos bellos, y jóvenes alados que todo lo podíamos, incluso amarnos tanto como para subir a un bondi y dar cien mil vueltas para llegar a Plaza Italia en Palermo o en La Plata.
Siempre hay una Plaza Italia para los jóvenes enamorados.
Vos, asegurando que algún día me vas a escribir la melodía y la canción, el hitazo tantas veces reclamado entre sábanas y risas.
Yo, que te obsequiaría con eso que tanto conmigo te gusta.
Mientras tanto la vida sigue.
Encontré el pañuelo nuevo y las sandalias que me hizo L y me puse todo, con la esperanza de mejorarle al día su abrumadora catarata de palizas.
Fui la mujer herida y la indiferente, la que te deja sin haberte jamás tenido, la que se sonríe escuchando la música que nunca le pertenece, pero es de ella.
Encontré algunas de las fotos que resistieron al diluvio. Había bosques, fogatas, lagos, piedras y old boy friends.
Yo te dibujo con palabras y podrías creer que sos vos o que es otro, y en realidad, nada de eso tiene importancia.
Me preguntás si ya me quiere alguien nuevo.
Y cómo saberlo, nunca sé esas cosas, una vez me dijiste que me hubieras elegido como madre de los hijos que nunca tuvimos.
Y no tenías idea de cuánto lo había deseado, pero como un millón de milenios antes de que lo dijeras.
Aprendí hace poco que hay ambientes insulares donde la evolución sigue su propio ritmo.
El amor a veces es como dos islas: tan lejanas como para que no haya especies comunes, pero tan cercanas como para que esa ajenidad duela.
Yo te evoco en esas, tus mil caras, como si recordara las vidas pasadas por otras que no son yo, como si fueras ese que no sos vos.
Y nunca serás, ni seremos, tal vez fuimos.
Tal vez se trató solamente de una música que sonaba una mañana de sol.
Hay uno que sueña con ovejas eléctricas, y eso lo humaniza hasta que una lágrima rueda por su mejilla robótica. Hay quien sueña con anguilas congeladas.
Yo sueño despierta algunas veces en primavera.
Cae una noche enlloviznada de estrellas oriónicas.
Me escaparía con vos al campo
Me escaparía sola al fin del mundo.
Con un libro, junto al mar, sería yegua, caballo, tormenta de verano.
Encontré la cartera azul.
El mundo está estallando.
Un ejército de flores ponzoñosas ha invadido los corazones de los capitanes y la soldadesca, los conventos y las escuelas, la noche, el día, las casas de los gauchos insufribles y de los poetas rabiosos.
Las palabras se han cargado de veneno, la tele, la caricia que ayer te hizo gozar es pura hiel hoy.
Hemos destruido todo,
asesinaron a un pibe y lo escondieron 77 días.
Nos queda un poco de amor en el último cajón del placar.
Nos queda un refugio para el amor, allá, horneado en la infancia.
Los amigos nos cobijan y nos dan de beber en este desierto infinito de iniquidades.
Te haría el amor bajo las estrellas hasta quedarnos dormidos.
Y están los hijos,
que son como tsunamis de amor y de dolor por lo que viene.

No hay comentarios: