domingo, 21 de abril de 2013

"El Espacio Indecible" en la casa Curuchet


Fui anoche a ver el estreno del Espacio Indecible, con F y C, reeditando en cierta forma una salida de hace ya unos años en la cual también escuchamos cantar a Elke Aymonino.(¿Se acuerdan?)

Por suerte tenía vagas y pocas referencias sobre la obra, aunque la hermandad con M, creada por la inundación y la vecindad, me había brindado algunas pistas. M es una de las actrices y es una gran mujer que ama esta ciudad.
La obra se hace en la Casa Curuchet, en ese espacio decible/indecible/traducible.
Me quedé maravillada.
Como si alguien hubiera hurgado en mi biblioteca de amorosidad urbanística y, ¿quién mejor que Balzac, que Proust, que el francés, para traducir la traducción de la traducción de un Le Corbusier ultra moderno fundando mundo en la ciudad de la utopía positivista, en mi ciudad, en la ciudad de los pantanos, la del sueño maldito de los masones, la de los inundados.
(La ciudad sobre la que todos los que escribimos, alguna vez escribimos una novela, un cuento, un poema.)
Los hilos literarios, que unen tramas dramáticas, la puesta, las voces, los textos, las excelentes actuaciones (¡¡¡¡María Ibarlín, Víctor Galestok y Elke, triple aplauso de pie!!!!), entrando y saliendo de patios neoclásicos, proustianos, de esa novela de Balzac que narra al detalle la transformación urbanística del París post napoleónico, cuyo nombre siempre olvido (y además no es la que usan en la obra, pero no importa). Los actores nos transportan (estando allí, en ese patio de la casa) por los zaguanes frescos de La Plata, por las humedades que culminarán en tragedia hace unos días (aunque ellos no lo sabían al escribir la obra ni al comenzar los ensayos), por las historias de las destrucciones de las guerras (la del 14, la que anticipa la llegada de Le Corbusier a París, la del hambre infinito (¿cuál no?) y las trincheras asesinas.
Y el encantamiento de la canción en francés, las voces de todos, de Anne-Audry, de Elke.
Ciudad amada,  con tantos desaparecidos, con inundados muertos, con arquitectos soñadores y modernistas, con esa clase media universitaria y pretenciosa, destructora y constructora, caprichosa de lujos urbanos que nos han dejado sin jardines, ni patios, ni soles, con sirvientas que enferman en los pozos de los sótanos, los lavaderos claustrofóbicos, las escaleras sin fin de la casa Curuchet y nada más digo porque, señores, señoras, vayan a ver esta obra.... 


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