lunes, 12 de marzo de 2012

Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enriquez


Me lo regaló mi amiga R, para mi último cumpleaños. La cosa venía rara, como si se hubiera formado una pequeña hermandad de mujeres que se acercaban mediante libros comunes, aunque no se conocieran bien. El regalo iba a ser el libro de la japonesa sangrienta (recomendado a mi amiga por la autora de Los peligros, a la cual a su vez leo en las columnas semanales de la revista El Guardián), pero terminó por ser el de cuentos de Mariana Enriquez, Los peligros de fumar en la cama.

Y la otra noche, mientras cenamos  las delicias que preparó C, con A,  en el frescor del jardín de Tolosa, nos ponemos a conversar un poco de política, un poco de muchachos,  un poco de novelas y de ahí derivamos a cómo prendió en Facebook el asunto de la novela policial y de detectives, el suspenso, qué género tan popular y ahí nomás emergen estos relatos que nos han gustado a ambas (a A. y a mí, por ahora), aunque ninguna se considera muy afecta a los cuentos.
En ciertos entornos, comentamos, y ciertos ambientes (reales, virtuales) un poco envidiosos y miserables  no se suele hablar bien de escritores vivos y cercanos que han publicado. Cada cual se mira su ombligo, habla de su obra, se florea con sus éxitos y ya.
Pero no es el caso.
Nos gusta Mariana Enriquez, coincidimos.
No  sé cómo lo explicaría A., pero yo creo que tiene una voz propia. Y es jugada. Tiene algo para decir, sabe escribir, no está en (o con) el canon y en cambio se atreve a escribir como se le canta (y se le canta bien) y eso ya es mucho.
Su estilo, sus personajes y sus climas son inquietantes. Todo parece tan trivial, tan cotidiano, y de pronto, con el suspenso, aparece todo lo sórdido y lo oscuro que se esconde y se sospecha en las personas (paranoicas, fóbicas, envidiosas, crueles) y en los aljibes; en los rituales de enterramiento, en los enfermos mentales  y en los curanderos, en las tosqueras, a las afueras de los pueblos pero también, sobre todo, en las plazas de las ciudades, esa de ahí nomás, a la vuelta de tu casa (si, de la de los personajes de Enriquez y de la tuya).
Me encanta su primera persona del plural, ese tono tan del relato oral, en "La Virgen de la tosquera", es como si en lo siniestro incluso, aunque nos pese, nos encontráramos con nuestras amigas en una anécdota cualquiera pero...;  me estremecen los diálogos de "El aljibe", me inquietan los "Chicos que faltan", ese registro narrativo que pudiera parecer un poco delirante, como el de cualquiera que se anima a mirar y a contar un poco más allá de sus fantasmas, a mostrar que lo sobrenatural está en nosotros.
Y para cerrar este post, el comienzo de "Cuando hablamos con los muertos, que arranca así: "A esa edad suena música en la cabeza, todo el tiempo, como si transmitiera una radio en la nuca, bajo el cráneo. Esa música un día empieza a bajar de volumen o sencillamente se detiene. Cuando eso pasa, uno deja de ser adolescente. Pero no era el caso, ni de cerca, de la época en que hablábamos con los muertos. Entonces la música estaba a todo volumen y sonaba como Slayer."




Enriquez, Mariana, Los peligros de fumar en la cama, Emecé 70, Grupo Planeta, Buenos Aires, 2009.

4 comentarios:

Ruth dijo...

Me encanta que guste, como un orgullito siento. Me llevaste a recordar la presentación en un salón inmenso ya no recuerdo donde aquí en La Plata de Bajar es lo peor, Mariana no tenía más de 20 años. Ella estaba con la misma actitud de hoy como diciendo "Y esto?" pero sin poner cara, sin gesto digamos. Debe ser la música que le entra por la nuca, qué genia!

Palabrascromáticas (Cintia Rogovsky) dijo...

Sentite orgullosa nomás. Amigas que habilitan nuevos mundos, esas son imprescindibles.

Anónimo dijo...

Además de todo lo q ya bien dijiste, a mí me seduce su manera de soltar a sus raras criaturas sobre el papel, sin red, sin opinión, sin disculpas.Pareciera q sí pero no es frecuente eso.

Palabrascromáticas (Cintia Rogovsky) dijo...

Tenés razón "Anónimo". Sin juzgar, no es nada sencillo eso de narrar a esos extraños seres sin juzgar.