martes, 4 de diciembre de 2018

Nos perdono cuando hay sol

A la mañana muy temprano y con este sol, nos perdono. Nos estoy perdonando.
Recuerdo adonde empezamos, aquel Big Bang infancia, tanto dolor, tanta paranoia, el amor mendigado, improvisado entre escondites, embutes, tiros en la noche, chicas baleadas en la puerta de tu casa, la ciudad invadida, las noches de terror, las cartas que ya no se contestan, los niños y niñas que dejan la escuela de un día para otro.
Nos necesito perdonar, al huérfano que hay en vos siempre, triste, que me mira con esos ojos reproche que no puedo soportar aunque haga como que no me importa.
A vos y a tus exilios, a vos y a tus abandonos de abandonado.
Nos perdono a nosotros también, porque me hiciste sangrar, porque me dejaste en mitad de la ruta y con las sandalias rotas, pero con el corazón latiendo de coraje y de ganas de volver a empezar, a renacer, a luchar.
Como si fuera mariposa, como en la Garganta del Diablo.
Me perdono a mí, por no saber vivir sin agotarme trabajando como una mula, por inflamarme de rabia, por el amor que no supe recibir o dar.
Por los hijos que no pude.
Nos perdono, y paso con la bici por tu puerta, y veo a tu perro, y te llamaría pero no vas a contestarme.
Y me matás de indiferencia, pero nos perdono por eso también, porque creo que me tenés un poco de miedo o un poco de bronca, o un poco de nada.
Nos perdono por los malos entendidos y las chicanas, y por los besos que no nos dimos cuando teníamos ganas. Tantas ganas.
Nos perdono y extraño lo que pudo ser, y bailo sola en el jardín, descalza, con mi perra y el pasto que huele a menta.
Nos perdono y escucho bandas nuevas, y soy de a ratos feliz con esa bomba de tiempo dentro mío y esa sangre que fluye como si tuviera veinte años, a veces, y otras veces cien años, o mil.
Después es tarde, después llega la muerte, después ya no. Y sabemos eso pero igual tenemos que seguir adelante, seguir viviendo, seguir cuidando, preparando la comida con especias del desierto africano y amor en las manos, y llenar la casa de aromas que reconcilien el cuerpo.
Afuera la noche, afuera los tiros otras vez, los pibes que duermen en la puerta de los bancos, la boca abierta al sol, la cajita con un mensaje que pide ayuda a gritos. Y nadie escucha.
Afuera violan a las pibitas, y las tiran por ahí en los descampados, o las hacen morir de otros hambres y otras sedes.
Eso no nos perdono, eso es imperdonable.
En cambio, nos perdono por haber envejecido antes de tiempo, por haber sido adultos tan temprano, por no haber bailado una sola canción juntos y por no poder dormir una última vez abrazados para olvidar todo lo feo, todo lo malo, todo lo que nos devora.
Te perdono cuando hay sol.
Después, no sé.

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