martes, 8 de mayo de 2018

Pozos, madrigueras y máquinas voladoras

Si pienso qué es lo que me empuja al abismo (cuyo magnetismo a veces ejerce en mí), o más bien, a ese vuelo hacia las cumbres (que su negatividad a veces provoca  en mí) diría que hay [eso, lo inefable] en ese su llamado de la selva.
El gusto por las máquinas imaginarias e imaginadas: 
del tiempo, 
de arar, 
de mirar cielos, 
de surcar mares, 
de observar lo muy pequeño, 
de hundirse en lo profundo y de volar.
Benditos catalejos, espejos, telescopios, microscopios; y la mira de tu fusil guerrillero también.
Todo lo que sirve para medir y numerar al mismo tiempo revela la imposibilidad de contar y cuantificar los números de la ecuación de la vida, del amor, de los celos, de la locura, de la inagotable sed de justicia, del sol negro de la melancolía y de los bailes de todas las Natachas, campesinas, de alegres danzas que te dicen:  en tus brazos no caeré, porque a tu baile no he sido llamada.
Y aun así, bailaré.
Fumaré mis flores, abrazaré el cuerpo del joven campesino, beberemos hasta olvidar quienes somos y Dionisio nos despertará renacidos en primavera.

***
Y a pesar de eso.
Sospecho que podríamos mirar con el mismo goce los bocetos de Leonardo de sus máquinas voladoras.
Y las ilustraciones de un sueño febril de Verne.
Y muchos mapas.
Antiguos, terrestres, lunares, marcianos, imaginarios.
Trazar itinerarios o evocar viajes propios o de otros viajeros.
Perdernos en un grabado de Blake.
Observar mariposas nabokopianas.
Navegar y cabalgar océanos mares infinitos, luchar contra los piratas o convertirnos en ellos en venganza.
Ser de una banda de irlandeses rebeldes, añorar a i compagni y cantar canciones de alegrías y llantos de las tierras del sur y del altiplano.

Pero no.
Ese sueño se esfumó tan rápido que parece que no hubiera existido. 
No fuimos esos, no somos, no estamos siendo.
Esto que ha ocurrido es un tropiezo, somos turistas accidentados y cuando tropezamos, ¡ay!...Golpes, dolores, huidas y delicias.
No hubo tiempo para el cine ni el rock & roll, ni para ir a observar el movimiento extraordinario de los planetas.
Pero a mi modo lo amé aquella mañana, después de la tormenta, mientras corría a los perros y yo me encerraba en mi capullo de seda para no salir volando antes de que me crecieran las nuevas alas.
(Nunca estuvimos tan cerca como cuando nos sentíamos tan extraños: sus manos, su canción, sus amigos, todo era como estar en mi planeta sureño).
También.
Antes de dejar que se diluya del todo y se enmarañe en la caprichosa  madeja de otros recuerdos de lo que podría haber sido y no fue, quisiera reconocer que su existir en mí me descubrió alguna música. 
Y está eso otro.
Eso otro que si para explicarlo hubiera que apelar a la palabra  -que siempre es prisión o apenas sugerencia- no podríamos. También es libertad y malos entendidos.
Y flores marchitadas y atajos y coartadas.
E diría que todo eso es mío, que me pertenece, mi ensueño, mi fábrica de espejismos, mi deseo puesto allí donde no hay: siempre donde no está, no es y no me corresponde.
Lol cayendo en su arrebato pero también Alicia descubriendo una vez más pozos y madrigueras, múltiples variantes en las que la vida nos regala su belleza, y sus posibilidades casi infinitas.
Pero que yo lo aprendiera no le enseña siempre a mis ojos, mis oídos o mi piel.
Lo aprendo, lo olvido, y mis ojos también lo olvidan, y algunos animales y algunas plantas, algunas palabras y algunas tecnologías viejas y nuevas, algunas miradas que me miran intensas, inevitablemente me llevan allí, donde no estás.
La principal diferencia entre nosotros es que mis células saben que moriremos, porque ya anduvieron por esa frontera.
Y entonces, como el dandy de la literatura argentina, me conformo pero no me resigno. Mientras dejo pasar la mayoría de los barcos que buscan puerto en mí.
Pero no a todos.
Porque ya sabemos que todo todo se olvida.

Podríamos leer un millón y medio de veces algunos pasajes de novelas, ensayos, y unos cuantos poemas sin aburrirnos (sin saber incluso que el otro los lee porque hay mundos que se encuentran sin que una sepa cómo es que eso ocurre).
Podríamos.
Pero no.

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